Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable alto
Por lo general no suelo leer libros de esos que se exhiben en la sección ‘Humor’. Aunque entiendo que haya quien busque un libro con la única intención de reírse y pasar un rato divertido, yo lo veo de otra forma, creo que el humor tiene que estar presente en un relato cuando debe, solo en ciertos momentos y en alguna proporción, que será mayor o menor según los casos, pero nunca todo el tiempo. No me parece razonable que uno tenga por delante doscientas páginas, por poner el caso, en las que cada línea y cada párrafo tengan que llevar dentro un chiste, una ocurrencia o una ironía. Eso tiene que cansar mucho. O no.
El puente de los perros suicidas es la nueva novela que John Kennedy Toole escribe cuando reaparece en Nueva Orleans, medio siglo después de haberse suicidado inhalando los gases del tubo de escape de su coche. En realidad parece que ha pasado todo ese tiempo atrapado en el Guinee, lo que llamaríamos el Purgatorio, una especie de estación intermedia hacia la muerte, de la que por alguna razón ha regresado (o de donde ha sido expulsado). Ken despierta, relativamente perplejo, entre cubos de basura, habiéndose mimetizado de alguna manera con el famoso Ignatius Reilly, el protagonista de su novela La conjura de los necios. Aunque pronto es consciente de que su libro finalmente se publicó, además con gran éxito, no será fácil que alguien le reconozca como el verdadero autor redivivo. Las peripecias más o menos cómicas o absurdas en las que se ve envuelto constituyen el grueso del relato, implicando a personajes caricaturescos, como la dueña de un restaurante para turistas donde tiene como pinche a un licenciado de Harvard, el Club de Adoradores de John Kennedy Toole, disimulado en la trastienda de un taller, la bibliotecaria que secretamente escribe novelas, o la sargento Mancuso, hija del patrullero que tan mala vida llevó en la popular novela de Toole.
El humor, efectivamente, está presente en cada página, pero no de manera gratuita sino replicando de forma bastante asombrosa el estilo de aquel viejo best-seller, su prosa, el tipo de gags, la naturalidad y brusquedad infantil de su protagonista, hasta la forma de conectar las secuencias, o el papel indirecto pero relevante de la ciudad de Nueva Orleans como un personaje más, sus barrios, sus bandas de metal, la santería o los aromas. Amutxategi recrea todo ello con aparente facilidad y, lo que es más importante, sin altibajos, manteniendo el tono y el ritmo desde la primera a la última página. Algo difícil de conseguir, una narración siempre centrada en lo que quiere ser, una parodia tan bien construida que se puede ver como una recreación.
Igual que en La conjura… también aquí el relato presenta bajo el envoltorio humorístico otras capas interesantes, en especial la terrible sátira dirigida hacia el mundo editorial. Como es sabido, Toole se suicidó sin que ninguna editorial hubiese querido publicar su libro (quizá porque ‘no creían que hubiese suficientes lectores interesados en lo que tenía que ofrecer’), y solo después de su muerte su madre consiguió que viera la luz. Tomando esto como punto de partida, y puede que también alguna experiencia más personal, Amutxategi vuelve a colocar al autor norteamericano en una situación similar, y aprovecha para repartir cera contra las editoriales que desprecian todo lo que no sea rentabilidad inmediata o despachan manuscritos sin leerlos, o contra los promotores de autoedición que exprimen al pobre autor, que hace lo que sea para ver su nombre en algo con forma de libro. Aunque un poco de pasada, se toca también el viejo dilema de la propiedad del texto, hasta dónde sigue siendo del autor o dónde empieza a pertenecer al lector, como individuo o como colectivo. No se ahorra sarcasmo, pero siempre pertinente y medido, sin dejar que se le descontrole o se le deforme la narración.
Todo parece perfectamente combinado y ajustado, sin baches ni vacíos, un hilo narrativo equilibrado que en ocasiones hace reír, sin perder el paso, quedando la sensación de que su autor es muy consciente de lo que quiere conseguir y cómo hacerlo para que todo, la historia, los chistes, la crítica, y lo que tiene de homenaje, que también, funcionen como un mecanismo idóneo para este fin.
Si John Kennedy Toole volviera efectivamente a levantar la cabeza, casi seguro escribiría algo muy parecido a El puente de los perros suicidas, fantaseando sobre su propia resurrección y su nueva novela, y así sucesivamente.
2 comentarios:
"Para efectos extraños y combinaciones extraordinarias debemos ir a la vida misma, que siempre es mucho más atrevida que cualquier esfuerzo de la imaginación."
- Sir Arthur Conan Doyle
Es bonita la cita, aunque leyendo ciertos libros no lo tengo tan claro.
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