Título original: Shonen to inu (少年と犬)
Traducción: Javier Álvarez
Año de publicación: 1939
Valoración: Está bien, pero decepcionante
Aunque la literatura japonesa es un círculo muy cerrado, Japón tiene un panorama literario bastante amplio. Es uno de los países con más publicaciones nuevas en el mundo, a pesar de que es el único donde se habla japonés. Hay una basta oferta de novedades editoriales, revistas especializadas, universidades de letras y, como cereza del pastel, una gran cantidad de premios literarios. Dentro de estos últimos, hay dos que comparten un gran prestigio: el premio Akutagawa y el Naoki. El primero se otorga a escritores noveles (más o menos jóvenes, en su mayoría), y el segundo está dirigido a escritores ya bien establecidos. Este último ha ido a parar a manos de escritores consagrados como Keigo Higashino, Mitsuyo Kakuta, Natsuo Kirino, Miyuki Miyabe, etc. Seishu Hase ganó el premio Naoki en el año 2020 con una novela que, a mi parecer, se queda corta.
El título del libro no tiene misterio. Trata de un perro en busca de su dueño. Tras la catástrofe producida por el terremoto y el tsunami en la costa noreste de Japón (recordada por todos por los daños a la central nuclear de Fukushima), muchas familias quedaron desintegradas, con sus miembros desperdigados, desaparecidos o muertos. Uno de esos afectados es el perro Tamón, que, atraído por una fuerza casi paranormal, recorre prácticamente la mitad del territorio nipón en busca de su dueño, un niño cuya familia tuvo que huir de la debacle nuclear. Aquí es donde la historia se torna cada vez más inverosímil. En su recorrido, conoce a personas que serán sus dueños temporales, hasta que el perro decida reiniciar su búsqueda. Todas ellas, al momento de encontrarse con el perro, se hayan en alguna encrucijada existencial, y el perro, cual ángel guardián, les ayuda a salir del bache. Obviamente, el libro tiene un final feliz.
Dentro de los puntos fuertes del libro está la facilidad de lectura. Es entretenido. Está dividido, cual serie de televisión, en capítulos semiautoconclusivos que hacen el libro muy llevadero. Es una novela ligera y reconfortante.
Lo malo. Para empezar, me parece muy manipulador. El autor hace uso de todas las armas necesarias para sacar lágrimas fáciles al lector: el desastre nuclear, los desahucios, los perritos solitarios, los encuentros emotivos, etc. Por otro lado, como mencioné anteriormente, la inverosimilitud del libro llega a un grado tal que parece por momentos un cuento para niños, lo cual no estaría mal si ese fuera el objetivo, pero se vende como una novela emotiva, desgarradora e inspiradora.
Si no fuera por lo hondo que caló el desastre en Fukushima, no sé si este libro hubiera atraído tal atención.
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