Idioma original: Español
Año de publicación: 2024
Valoración: Está bien
En "El hombre más rico del país", aquel que da nombre al relato, que es también el ser humano más odiado del país, obliga a su gestor patrimonial a seguirle en una alucinante empresa. En "El gran reemplazo", un anciano se niega a aceptar que el fútbol ya no le interesa a nadie. En "Su indiferencia me da ganas de romper cosas" (la obra de teatro), un cura a tiempo parcial es llamado para efectuar un exorcismo. En "La vía diplomática", un ser humano divorciado interactúa con un pasillo cuyas paredes y techo tienen pelo. En "Líneas rojas", un autónomo que trabaja desde casa se obsesiona con un televisor que parece mostrarle a sí mismo con la que fue su ex.
De los textos de Duelos patológicos destacaría la excentricidad de sus premisas y, sobre todo, la eficacia de su antes mencionado sentido del humor. Y es que el humor de Sanz, aunque más cándido del que yo acostumbro a leer, nos saca una sonrisa de vez en cuando y tiene ocasionales destellos de genialidad. Donde brilla más es, a mi juicio, en "Su indiferencia me da ganas de romper cosas", cuya lógica absurda y diálogos estrafalarios recuerdan al Esperando a Godot de Samuel Beckett o al Otoño en Pekín de Boris Vian.
Quizá esta pieza teatral se alargue más de la cuenta, por cierto, pero en general deja un buen sabor de boca. Aunque también me gustaría verla representada, me satisface haberla leído (¿de qué modo si no hubiera podido experimentar sus hilarantes acotaciones?).
A Duelos patológicos le achacaría dos pegas.
- Que su estilo, aunque funcional, podría depurarse. En "El hombre más rico del país", por ejemplo, hay un par de imágenes que la prosa de Sanz no plasma nítidamente, por lo que al lector le cuesta visualizarlas. Asmismo, en "La vía diplomática" encontramos varias oraciones cuya redacción y estructura resulta un tanto confusa: «Del Campamento como tal no recuerdo gran cosa de mi estancia» o «Echo de menos muchísimo eso», entre otras.
- Que las ideas que sustentan sus textos podrían haberse exprimido más. El niño enfermo de "El gran reemplazo" cumple su función, no lo niego, pero se siente algo desaprovechado. Idéntica impresión me suscita el «Campamento» de "La vía diplomática".
Sea como fuere, Duelos patológicos es una antología disfrutable. Su heterogeneidad, sus modestas pretensiones, sus conceptos extravagantes y su logrado sentido del humor menguan sin duda sus posibles defectillos e imperfecciones.
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