Título original: Badenheim 1939
Año de publicación: 1978
Valoración: Recomendable
Conocer las circunstancias que marcaron la niñez de este escritor
(1932-2018) solo puede despertar curiosidad por conocer su obra. Para situarle
en su contexto, diré que padeció la represión nazi como la mayoría de judíos
europeos de su época. Pero su caso es diferente: aunque el lento desarrollo de
los acontecimientos, su gusto por las descripciones y por la narración
indirecta (lo que cuenta parece irrelevante pues lo que importa de verdad es
todo lo que calla) nos recuerden a otros colegas suyos como Zweig y Joseph
Roth, en realidad pertenece a la generación siguiente, la del otro Roth, el
estadounidense con quien llegó a trabar amistad y cuya entrevista de 1988
encabeza la edición que he leído.
El niño Aharon, de familia acomodada, se vio con solo ocho años despojado de todo. Tras el asesinato de su
madre, escapó del campo de concentración y tuvo que sobrevivir gracias (o a
pesar de) la voluntad de los adultos que iba conociendo. Finalmente, pudo
llegar a Israel y reencontrarse con su padre. Es allí donde aprendió hebreo,
cursó estudios universitarios y desarrolló en ese idioma una extensa carrera
literaria.
Appelfeld no suele interesarse explícitamente por la maldad o la desgracia,
más bien retrata el negativo de estas realidades y es el lector quien debe
completar el resto. La infancia, la bondad, la ingenuidad, el hábito de
evadirse, en definitiva, la vida confortable, al margen de una realidad más o
menos dramática, suelen constituir el marco en el que sitúa sus argumentos. Hay
mucho que escarbar bajo esa superficie brillante y distinguida, detrás de la
monótona (pero opulenta) cotidianeidad que aparece en Badenheim 1939. Porque, no nos engañemos, la fecha del título ya
nos da una pista, nada está puesto ahí al azar, todo tiene su razón de ser y el
lugar exacto donde encaja perfectamente.
A cargo del Roth más contemporáneo, y como antesala a una concienzuda
entrevista, se ofrece el relato a grandes rasgos de su vida, los caracteres de
su escritura, la impronta kafkiana de esta etc. El mismo entrevistador parece
impactado –como lo estaremos nosotros más adelante– por la serenidad del relato,
una impasibilidad aparente que, como decía antes, apenas muestra más que la
cara amable de personas, lugares y hechos, y que el propio Roht describe así: “Tan única como el tema es la voz que se
origina en una conciencia herida, concertada en algún punto con la amnesia y
con la memoria, que sitúa el relato a mitad de camino entre la parábola y la
historia.” Y hace notar al entrevistado que los datos para comprender la
situación no están en la mente de los personajes, ni siquiera el escritor los
suministra con el detalle necesario, ha de ser el lector mediante sus conocimientos
históricos quienes desvelen el trasfondo de lo que ocurre. Y es que Appelfeld,
perplejo después de tantos años por la facilidad con que se produjeron hechos
tan terribles, por esa tolerancia rayana en la complicidad con que las víctimas
se dirigían alegremente a su destino, opta por resaltar esa actitud. Recordemos
que él aún no tenía edad para entender lo que estaba ocurriendo, menos aún para
tomar decisiones, de ahí esa postura radicalmente distinta a la de autores de
más edad.
Tras esta ilustrativa preparación nos enfrentamos, por fin, a la novela. Ya
no puede sorprendernos ese pueblo de veraneantes, tan pacífico y soñoliento,
tan consciente de su condición privilegiada, donde la mayor preocupación
consiste en saborear la excelente repostería local, descansar plácidamente,
disfrutar de los conciertos programados y estar al tanto de los últimos
chismorreos para no aburrirse más de la cuenta. El novelista describe
minuciosamente la belleza del paisaje a medida que se suceden las estaciones
del año. Los personajes viven en la indolencia la mayor parte del tiempo, si no
fuera por los datos suministrados en el prólogo, la irrupción en escena de un
Departamento de Sanidad, que se infiltra en zonas privadas y públicas, solicita
información y obliga a los residentes a inscribirse, la nueva situación nos habría
pasado desapercibida. A partir de ahí, las condiciones se van volviendo más
penosas, pero muy poco a poco y sin que los personajes le den excesiva importancia, solo el lector se
alarma con la metáfora de los peces. Las comunicaciones parece estar cortadas,
pero lo atribuyen a algún problema subsanable, hay rumores de un traslado a
Polonia que todos reciben de buen grado, piensan que, si la vida en Badenheim
empieza a complicarse, nada mejor que trasladarse a un lugar donde,
presumiblemente, se les recibirá con los brazos abiertos. Encontramos aquí la
candidez que Appelfeld mencionaba en la entrevista.
Es cierto que la atmósfera de esta novela corta resulta algo irreal, que el relato mantiene un aparente estatismo ya que lo relevante permanece semioculto, pero bajo su aspecto de irrealidad la novela está hablando de nosotros, de los humanos de hoy, de ayer y de siempre. ¿O acaso piensan que hoy mismo no seríamos capaces de una frivolidad escalofriante en momentos de verdadero peligro para la especie humana, que solo los que –según cuenta el novelista– habitaban Badenheim en esa época vivían procurando no leer la prensa y preocupándose únicamente por que el agua alcanzase la temperatura adecuada, los pasteles se sirviesen a su hora o en vigilar el estado de ánimo de los músicos cuando estaba a punto de producirse un Holocausto? Imposible que eso suceda en nuestra época, ¿no es verdad? Y, volviendo a los personajes, ¿caerán en la cuenta alguna vez de la amenaza que se cierne sobre ellos? Eso me lo reservo. Lean.
4 comentarios:
Hola Montuenga:
Gracias por la reseña. Magnifico párrafo final. Quién edita el libro en español?
Saludos
Una maravilla esta reseña, Montuenga! Como nos tienes (mal)acostumbrados!
Trataré de leer esta novela, que por lo que cuentas me hace acordar (y disculpa si estoy muy equivocado) a El jardin de los Finzi Contini, de Giorgio Bassani, llevada magistralmente al cine por Vittorio De Sica. Gran novela.
Una apostilla: Aharon Appelfeld es uno de los personajes de la novela de Philip Roth Operación Shylock. No es de las más renombradas, pero hace un ejercicio de metaliteratura a mi juicio brillante. Un Philip Roth atormentado por la aparición en su vida de un falso Philip Roth que se transforma en su nemesis.
Un cordial saludo a la distancia!
El Puma
Hola, Gabriel. Una pena que Aharon y Philip no estén ya entre nosotros, porque algo tendrían que decir de esto. No es que falten voces sensatas, pero sin la suficiente autoridad moral, creo yo.
El libro pertenece a una biblioteca (recurro a ellas bastante a menudo), es una edición de 2006 editado por Losada. No sé si será fácil de encontrar ahora mismo.
Saludos, y si lo lees dinos algo.
Me alegro de que te haya gustado, Puma.
Leí El jardín... hace mucho tiempo y, efectivamente, lo que me quedó en la memoria es esa sensación de sobrevolar la historia, de que se nos dan unos pocos datos y el lector tiene que completar lo escrito. Esto es positivo cuando el escritor sabe lo que ocurre y deja suficientes pistas. (En otras ocasiones no es que se oculte, es que el argumento tiene lagunas). ¡Bien por Basani!
Por otra parte, ambas novelas no se parecen en nada. Deseando saber por cuál de las dos te inclinas.
Interesante lo que cuentas sobre una novela de Roth que no he leído. Su obra es extensa, pero se va andando camino.
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