Idioma original: Francés
Título original: L’autonme a Pekin
Traducción: Juan García Hortelano
Año de publicación: 1956*
Valoración: No sé
Lo admito: no acabo de pillarle el truco a Otoño en Pekín. Entiendo que esta novela pretende desconcertar. Que no hay que leerla según parámetros tradicionales. Que hay que dejarse llevar por su disparatada propuesta. Pese a saber todo esto, quiero pillarle el truco. Siempre hay truco, ¿no? Pero yo, a Otoño en Pekín, no se lo pillo.
No es que esta obra haya sido planteada con un rupturismo desafiante. No es que sea hermética en fondo. Simplemente, carece de sentido. Su título, por ejemplo, no tiene ninguna relación con ella. ¡Ninguna! Y el texto al que precede dicho título tampoco es que tenga mucha lógica. Lógica interna, se entiende; evidentemente, a una historia con pinceladas absurdas y surrealistas no voy a pedirle más.
¿Cuál es la premisa de Otoño en Pekín? Varias personas tendrán que construir un tren en el desierto de Exopotamia. Este escueto concepto está aderezado con una realidad bizarra, personajes delirantes, situaciones rocambolescas y mucho humor irreverente. Por no hablar de los ramalazos metaliterarios que salpican estas páginas: citas ficticias, un narrador "self-aware", saludables dosis de autoparodia... Desgraciadamente, ninguno de estos atractivos ingredientes llega a cuajar individualmente, y mucho menos a integrarse en el conjunto.
La primera parte de Otoño en Pekín es la mejor. Titulada «Primer movimiento», se lee con fluidez, está llena de ocurrencias extravagantes y presenta a unos personajes a los que quieres conocer en detalle. El «Segundo» y «Tercer movimiento» son, por lo general, más profundos, pues están plagados de reflexiones trascendentes. Pese a ello, los considero inferiores. Aunque recompensan al lector con fogonazos puntuales e imágenes intermitentes, se hacen bastante cuesta arriba**. Para colmo, esos personajes que tan interesantes parecían en un inicio acaban agotándose a base de repetir las mismas dinámicas una y otra vez.
La primera parte de Otoño en Pekín es la mejor. Titulada «Primer movimiento», se lee con fluidez, está llena de ocurrencias extravagantes y presenta a unos personajes a los que quieres conocer en detalle. El «Segundo» y «Tercer movimiento» son, por lo general, más profundos, pues están plagados de reflexiones trascendentes. Pese a ello, los considero inferiores. Aunque recompensan al lector con fogonazos puntuales e imágenes intermitentes, se hacen bastante cuesta arriba**. Para colmo, esos personajes que tan interesantes parecían en un inicio acaban agotándose a base de repetir las mismas dinámicas una y otra vez.
En conclusión, esta novela gustará a aquellos que disfruten del libre albedrío creativo, pero dejará insatisfechos a los que, como un servidor, exijan algo de lógica interna y consistencia al propósito artístico de una narración. Para que nos entendamos: sólo la recomiendo a raritos predispuestos o a personas que sepan extraerle a esta masa amorfa sus ideas brillantes.
Por cierto, en la edición de Edhasa, el prólogo que acompaña a esta obra (escrito por el traductor de la misma) se extiende por más de cincuenta páginas. Su lectura resulta tremendamente divertida, pues Juan García Hortelano se desdobla en él, discute consigo mismo y se autoparodia. A la vez, Hortelano nos habla de la vida y obra de Boris Vian, y hace hincapié, por supuesto, en Otoño en Pekín. De modo que gran prólogo, mimetizado con el disparate al que sirve como umbral.
Por cierto, en la edición de Edhasa, el prólogo que acompaña a esta obra (escrito por el traductor de la misma) se extiende por más de cincuenta páginas. Su lectura resulta tremendamente divertida, pues Juan García Hortelano se desdobla en él, discute consigo mismo y se autoparodia. A la vez, Hortelano nos habla de la vida y obra de Boris Vian, y hace hincapié, por supuesto, en Otoño en Pekín. De modo que gran prólogo, mimetizado con el disparate al que sirve como umbral.
*Otoño en Pekín se publicó por primera vez en 1947. Sin embargo, fue revisada en 1956, versión en la cual se basa la traducción de Hortelano.
**Un par de muertes hacen más llevaderos estos pasajes, es verdad, pero así cualquiera.
**Un par de muertes hacen más llevaderos estos pasajes, es verdad, pero así cualquiera.
También de Boris Vian en ULAD: La hierba roja, La espuma de los días, El arrancacorazones, Escupiré sobre vuestra tumba, El lobo-hombre, Que se mueran los feos
9 comentarios:
Oriol, has leído un libro patafísico. Qué bueno, ya mismo me pongo con él. Escupiré sobre vuestra tumba me dejó.. estupefacta.
Saludos
Me alegra que el libro te haya llamado la atención, Lupita. Si lo lees, ya nos dirás. La verdad es que esta nueva edición de Edhasa vale mucho la pena. Eso sí, la obra que hoy traigo a colación no tiene nada que ver con "Escupiré sobre vuestra tumba", ¿eh? Ambas son ficciones escritas en registros muy diferentes.
No conocía la patafísica. Que yo recuerde, no se menciona dicho movimiento en el prólogo de Hortelano, pero por lo que he investigado, "Otoño en Pekín" encajaría perfectamente dentro de él. A fin de cuentas, en esta novela el cosmos está patas arriba y se ridiculizan varias disciplinas científicas.
Supongo que si se acude a este texto conociendo la patafísica de antemano, gustará mucho. A mí, su disparatada propuesta me interesó (especialmente en su «Primer movimiento», o puntualmente después, como en el momento bicicleta), pero, por desgracia, ésta era algo inconsistente en su presentación.
Buenas, compañero
Recuerdo haberme leído con la primera parte de este libro casi como con ningún libro. Sí que es verdad que la segunda parte baja, pero la valoración me parece un poco escasa, "buenista"!!
Un abrazo!
Así que un libro para raritos... Me lo agenciaré, Vian bien vale un baile.
Leí El otoño en Pekin hace más de treinta años. Este libro y La espuma de los días fueron para mí obras de culto. Hay otros por supuesto. Yo era profesor de literatura y proponía a mis alumnos la lectura de La espuma de los días. Hablo de los años ochenta y noventa. Era un libro que les causaba una auténtica conmoción íntima que expresaban en comentarios escritos a mano de ocho o diez folios. Se lo pasaban unos a otros fascinados. Las chicas especialmente sentían el dolor que se sentía en la concepción del amor del protagonista que amaba a Chloé. Quiero decir que las obras de Boris Vian responden a un mundo propio de otro tiempo en que tenían sentido. Ya entrado el siglo XXI hice el experimento de proponer la lectura de La espuma de los días a mis alumnos y solo recibió un total desinterés y sentimiento de absurdo que no les interesó para nada. Fue un fracaso. El sustrato existencial y el absurdo patafísico que desprenden estas obras hoy nos resulta lejano e incomprensible cuando hace más de treinta años respondía a nuestras pulsiones más profundas aunque narrativamente fueran obras imperfectas como has señalado en tu comentario. La misma sensación tuve cuando leí en los años setenta y ochenta Rayuela de Cortázar. La leí cinco o seis veces maravillado. Luego recientemente la he intentado releer y se me ha caído de las manos. Puede que no fueran obras perfectas pero respondían a una filosofía de época que nos conmocionaba. Hoy nos dicen bien poco, y lo siento.
Koldo, en realidad, la valoración no es ni baja ni alta. Como no puedo ser contundente, la dejo a elección de cada cual. Según qué tipo de lector, esta novela será recomendable. Para otros, mejor ni tocarla. Ah, por cierto: ¡tienes razón en que las primeras páginas son hilarantes!
Emi Lee, ojalá te guste. Para literatura rarita te recomiendo también "El gusano máximo de la vida misma", de Alberto Laiseca. Bizarrada de las de verdad, y que, creo yo, no se toma tan en serio como "Otoño en Pekín", por lo que su absurdo es mucho más aceptable.
Joselu, tu comentario permite que nos hagamos una idea del impacto generacional que tienen ciertos productos culturales. Es cierto que las personas de mi edad (24 años) no apreciamos del todo este tipo de narrativa que, paradójicamente, por vanguardista ha quedado excesivamente anclada en su tiempo. Veo que tampoco os convence, al menos no como antaño, a los que en su momento la gozasteis. De todos modos, hay que reivindicar los apartados más conseguidos de estas obras. Y es cierto que el amor (presente, como dices, en "La espuma de los días", igual que en "Otoño en Pekín") suele comunicarlo Vian sobrecogedoramente.
Gracias Oriol por la reseña... Mayor Thompson
Oriol, estoy con el libro aún por la primera parte, pero como lo voy a leer despacio, pues te comento ya. Creo que hay un cambio generacional que la gente de tu edad no puede ver porque no lo ha vivido. Me consta que eres un lector exigente e informado, pero esta misma información inmediata y el rápido acceso que se tiene a todo ha hecho que se pierdan gran parte de la capacidad de asombro y de de sorpresa. A mediados de los 90 entré en la universidad, me encontré con gente que alucinaba como yo con la literatura, bebíamos las palabras de los profesores. Entonces descubrimos a los escritores de vanguardia: el futurismo, el surrealismo, el movimiento dada..o a los escritores maravillosos de los 70 y 80 y sus ejercicios metaliterarios. Como dice Joselu, nos recomendábamos libros, nos leíamos pasajes unos a otros, hacíamos juegos literarios o redactábamos manifiestos absurdos.
Esos fueron los estertores de una época que pasó, ni mejor ni peor, distinta. Este libro me ha traído todos esos recuerdos y me parece maravilloso. Hay tantos guiños al surrealismo, a la literatura, a Ionesco, el lenguaje es tan maravilloso.Ha sido un gran descubrimiento, gracias por traerlo.
Y lo mejor, me he reído mucho, muchísimo.
Esta frase me parece una maravilla: "Y todo esto que parece anormal, sin embargo es anormal"
Como me gusta lo anormal.
Saludos
SIIIII!!! Yo amo lo anormal... Ni mejor ni peor lo normal de lo anormal, solo que encuentro que lo "anormal" es más entretenido.
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