Título original: 家 Jiā
Año de publicación: 1933
Valoración: Recomendable
Ba Jin es el pseudónimo de Lǐ Yáotáng (1904-2005), considerado un innovador en el
marco de la literatura china y uno de sus escritores más influyentes. Tras
graduarse en lenguas extranjeras, completa sus estudios en Francia, donde
estuvo viviendo tres años. De ahí la influencia en su obra de los grandes
novelistas del XIX, en particular, franceses y rusos.
Familia constituye la primera entrega de una trilogía titulada Torrente. Le siguieron Primavera (1938) y Otoño (1940). Aparte de los valores indiscutibles de la novela, el
intento de aclimatación de las estructuras occidentales es más que meritorio,
aunque carecer de modelos dentro de su idioma y cultura constituya en cierto
modo una carga. A mi parecer, esto es evidente en la simplicidad de las
situaciones, en la exposición demasiado directa del mensaje y en una
construcción de personajes excesivamente esquemática. Rasgos todos ellos, junto
con la idealización del paisaje, que tras el imprescindible proceso de
maduración, llegarían a conformar la fisonomía de gran parte de la novelística oriental
posterior.
Por otra parte, el argumento se
desarrolla con vigor y agilidad. Ba Jin expone sus ideas con tanta convicción
que enseguida nos convierte en sus cómplices. Habla de lo que mejor conoce: los
conflictos e incidencias en una familia acomodada –como la suya propia– marcadamente
patriarcal, enraizada en las estructuras feudales que empezaban a desmoronarse
y repleta de prejuicios sociales, religiosos, sexistas o mantenidos solo por la
fuerza de la costumbre.
Conocido por sus ideas anarquistas, su posterior
apoyo a la república durante la guerra civil española, tachado de contrarrevolucionario
más tarde por el régimen comunista, el factor político está presente en todo
momento. Aunque aquí no manifiesta simpatía por ninguna tendencia, limitándose
a presentar una juventud en rebeldía contra la represión comunista –juventud que
apuesta por la formación de los (y las) jóvenes, la libertad de prensa y la
posibilidad de manifestarse públicamente, como medios para la tan necesaria renovación
de la sociedad– y que opone a otra más conformista y conservadora.
Es interesante también la descripción de ciertos ritos, juegos y prácticas supersticiosas. Algunos, como las primeras celebraciones de año nuevo, parecen evocarse con nostalgia; otros evidencian una fuerte carga crítica, como la impactante escena en la que se describe el espectáculo llamado la linterna del dragón en la que se quema sin piedad el cuerpo de un supuesto animal, integrado en realidad por figurantes, solo para divertir a la concurrencia; o prácticas absurdas, como quemar billetes para honrar a un difunto o apaciguar a los dioses.
Ba Jin, que concebía la vida como lucha en pos de unos objetivos, opone un
gran voluntarismo a ese montón de tragedias. Sabe que no todo el mundo posee la
fuerza interior que hace falta para oponerse, pero está convencido de que quien
pelee contra viento y marea resistirá sin ser destruido y hasta puede que acabe
venciendo.
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