viernes, 19 de abril de 2013

Semana de literatura colombiana: Entre fantasmas de Fernando Vallejo


Idioma original: español

Fecha de publicación: 1993

Valoración: Recomendable

Zambullirse en el oscuro mundo de Fernando Vallejo es una experiencia compleja. Empezaré por confesar que me costó mucho entrar en la novela porque eso significaba interesarme por un personaje que, en cierto modo, es el alter ego del autor pero del que no se aporta ninguna pista. Esto que por lo general es para mí un aliciente se convirtió en una pesadilla que duró unas decenas de páginas. No entendía cómo un producto que contaba con todos los ingredientes para apasionarme –un estilo personal e impecable, análisis psicológico, crítica social, repaso de circunstancias históricas- conseguía exasperarme de ese modo. Y es que Vallejo se emplea a fondo en diseñar una de las personalidades más despreciables de la literatura, que se construye paulatinamente ante nuestros ojos y en el que no encontramos el  mínimo rastro de humanidad hasta bien avanzado el texto. Es egoísta, egocéntrico y, ante todo, cruel. Su soberbia le induce a defender las mayores aberraciones, odia a las minorías, al clero (igual que el autor) a los literatos de su tiempo, a los políticos y a la humanidad entera. El único ser por quien siente afecto es su perra Bruja. Pero, muy poco a poco, atisbamos una emotividad cubierta por una gruesa costra de inquina, acumulada a lo largo de sus muchos años, que se manifiesta en la nostalgia por su ya lejana Colombia, el amor por los animales, el dolor por la ausencia de algunos de sus seres queridos y la amistosa complicidad con su escribiente.

La obra forma parte de un extenso ciclo autobiográfico y consiste en un largo monólogo que abarca alrededor de 250 páginas y en el que Vallejo repasa alguna de sus filias, todas sus fobias, y puede que unas cuantas más, que añade para dotar de credibilidad –y repulsión- a esta creación suya que, supongo, concibió voluntariamente así de monstruosa y perversa. El protagonista y narrador dicta recuerdos y observaciones –aparentemente desorganizados en un logradísimo flujo de conciencia- destinado a formar parte de una supuesta autobiografía que será publicada tras su muerte. El principal interlocutor es la perra y compañera de fatigas, también el secretario. Con esta excusa, Vallejo, hace un repaso de los hechos que de verdad le han marcado: su temprana salida de Colombia para instalarse en Méjico donde aún sigue, la relación de amor-odio con su tierra natal y sus aversiones políticas e ideológicas.

Aunque aparentemente no sigue ningún orden y la (casi inexistente) trama avanza según los caprichosos impulsos del protagonista, a retazos se intuye una organización temática e incluso cronológica. Pero lo que está perfectamente definido es el inicio –que ubica durante el terremoto que se produjo en Méjico el año 1985- y el conmovedor desenlace, cuando, al fin, desprendiéndose de la coraza que le impedía traslucir sus sentimientos, lleva a cabo el ansiado viaje al pasado que el propio autor –a pesar de haberlo negado en algún momento concreto- está deseando realizar. En este punto la empatía del lector hacia el desdichado ya es enorme. Su descripción del territorio de su infancia constituye una logradísima síntesis entre el elemento emotivo y el visual. El círculo se cierra. O los círculos. Tanto el trazado por el narrador como por el propio Vallejo, que ha conducido a su sosias literario hasta la meta que desearía alcanzar él.
También de Fernando Vallejo en UnLibroAlDía: La virgen de los sicariosEl desbarrancaderoMi hermano el alcalde

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