jueves, 2 de octubre de 2025

Mary Renault: Alejandro Magno

Idioma original: inglés

Título original: The Nature of Alexander

Traducción: Horacio González Trejo

Año de publicación: 1991

Valoración: Está bien


La escritora inglesa Mary Renault es autora de un puñado de obras entre las que destacan las de corte histórico ambientadas en la Grecia clásica, en particular su trilogía sobre Alejandro Magno. Tras las dos primeras entregas de este ciclo (Fuego del paraíso y El muchacho persa, creo que las más conocidas), publicó la biografía de Alejandro que vamos a comentar, alguien diría que para dar lustre a su conocimiento de aquel mundo sobre el que estaba novelando con cierto éxito. Y por lo que se ve, lo consigue con buena nota.

Basándose en las fuentes griegas y romanas más reconocidas (Plutarco, Rufo Quinto Curcio), y añadiendo algunas aportaciones propias, el libro es una biografía canónica expuesta con la precisión cronológica posible, que arranca desde los tiempos de Filipo, padre del héroe y quien le asignó las primeras responsabilidades bélicas cuando todavía era un adolescente. Alejandro se impone en la sucesión de un reino cuyo liderazgo se resolvía históricamente mediante dagas y envenenamientos, y rápidamente se gana el apoyo incondicional del ejército para iniciar sus formidables conquistas.  Por no extendernos demasiado, recordemos que comienza sometiendo a las díscolas ciudades griegas, pasando después al continente asiático para dominar a continuación Persia y amplios territorios de Asia central, y terminar llegando a la India.

Lo que llamaba aportaciones propias de Mary Renault se traducen sobre todo en una peculiar subjetividad que pondera sin medida las virtudes de Alejandro (valiente, empático, generoso, incansable, digno, inteligente, y así indefinidamente) y no deja pasar la oportunidad de rebatir cualquier atisbo de flaqueza: si se muestra sanguinario es por la seguridad del imperio, si se emborracha hasta las trancas solo está siguiendo la costumbre macedonia, si toma decisiones equivocadas es por falta de datos, si se aficiona a los fastos orientales es por integrar mejor el imperio. 

Me temo que más de un historiador habrá despotricado a gusto contra una autora que más parece estar escribiendo el panegírico de un ser querido. La verdad es que sobre el texto entero sobrevuela esa especie de fascinación por el personaje que encaja mejor con el perfil de un aficionado que con el rigor de un profesional. Incluso se pueden detectar ciertas disfunciones en la redacción, metáforas algo extrañas y frases confusas, que sospecho que la traducción no ha contribuido precisamente a clarificar.

Pero aun así, hay que reconocer que el libro funciona, al menos si uno no es demasiado exigente en cuanto a objetividad. La narración es amena y vivaz, con descripciones muy plásticas, y por momentos se siente uno parte de esas arriesgadas expediciones por tierras inhóspitas, aventuras que parecen más fantásticas por cuanto en principio carecen de límite establecido, ausencia que por otra parte será lo que detenga finalmente la interminable expedición. Lástima que ese poco disimulado deslumbramiento por el personaje le reste al relato solidez y cierta credibilidad de la que quizá no tendría por qué carecer.


4 comentarios:

beatriz rodriguez soto dijo...

Hola, Carlos, entro a saludarte. Ya sabes que soy fan de los griegos y Alejandro también lo es y tiene relaciones con griegos insignes. Pero no es el modelo de griego ateniense y muy sabio que a mi me fascina. He leído que su padre Filipo tenía un cierto complejo de provinciano y para paliarlo contrató los servicios de Aristóteles como preceptor de su hijo. Pero lo que verdaderamente me divierte de Alejandro es la fijación que tenía con Diógenes el Cínico. No sólo por la anécdota del “quítate, me tapas el sol” tan conocida sino por muchas más de ese tipo. Alejandro iba a Corinto y si no veía a Diógenes preguntaba por él e incluso iba a buscarle por la playa en donde Diógenes estuviera instalado en su tonel no importaba los cortes de manga que éste le hiciera. Eso era mucho teniendo en cuenta que él se consideraba una divinidad. En una exposición sobre Alejandro que visité hace unos años, por los objetos que usaba, muebles, espada,etc. se traslucía que era bajito, muy bajito, incluso por debajo del metro cincuenta. Eso cambia la perspectiva, a mi me la cambia. A mí hay algunas cosas de su biografía que me gustan pero su muerte, si fué como la cuentan, una machada de un tipo febril que se empecina en una competición alcohólica me parece propia de un cretino.
Saludos.

Anónimo dijo...

Me encantaría leerlo. AjHL

Juan Carlos dijo...

Lo leí hace ya mucho y tengo un vivo recuerdo de él. Creo que Mary Renault -decía en la reseña que escribí en mi blog cuando la leí hace ya cerca de diez años- compone un ameno relato que gana categoría de histórico al incluir en él la pluralidad de enfoques propios de las obras científicas. Sí, es la categoría de novela histórica que yo le di lo que más me gustó de la novela. Te dejo aquí el enlace a mi reseña por si te apeteciera leerla: "Alejandro Magno" de Mary Renault, ¿novela histórica?
Un abrazo

Carlos Andia dijo...

Hola Beatriz. Efectivamente, lo de la escasa estatura aparece en alguna ocasión en el libro, aunque la autora, fiel a la fascinación por el personaje, no le concede ninguna importancia. Y efectivamente surge con frecuencia Diógenes, mostrando una inquina que hasta hace reir un poco. En cambio no recuerdo que se hiciese mención a ese motivo de muerte, seguramente porque una vez más Renault de ninguna manera podía mostrar nada negativo de su admirado Alejandro.
Juan Carlos, realmente no veo novela histórica por ningún lado, a lo sumo una biografía que puede incorporar algunas hipótesis puntuales, pero nada de ficción. Gracias por el enlace.
Un saludo a los dos.