Año de publicación: 1995
Valoración: Recomendable alto
Curioso personaje este Thomas Edward Lawrence, estudioso de las Cruzadas y aficionado a la arqueología, militar que terminó mezclado, un poco por casualidad, en la rebelión árabe contra el Imperio otomano, instigada a su vez por los británicos en el ámbito de la Primera Guerra mundial. Curioso también, y me parece gratificante por lo inusual, que un poeta y ensayista español haya dedicado su atención a un individuo en principio tan alejado de la historia patria. Bien por Jose María Álvarez (*), que nos conviene mucho mirar un poco más allá de las fronteras.
Álvarez nos coloca sin preludios en el buque Rajputana en el que Lawrence es conducido contra su voluntad de vuelta a Inglaterra, envuelto en un oscuro episodio de espionaje. Y ahí, en una mugrienta bodega, escribe las memorias que constituyen el relato. Diríamos que estamos ante una versión libre, personalísima y bastante cruda de Los sietes pilares de la sabiduría, que Lawrence escribió efectivamente en torno a su espectacular experiencia. Álvarez se atreve, y muestra una valentía muy estimable, a meterse en el personaje y conectar con su conciencia, la de un tipo indómito y contradictorio, ansioso de experiencias y fascinado por la grandeza de los guerreros árabes. La personalidad explosiva del militar galés desborda en cada página, satura de sinceridad el relato y le otorga el mismo grado de intensidad en la gloria que en la pesadumbre y la decepción. Obviamente no puedo valorar hasta qué punto el autor fantasea o se está ajustando a la realidad, pero la sensación que transmite es totalmente convincente. Y parece ser, obviamente tampoco puedo afirmarlo, que hay cierta dosis de experiencias personales del autor que se traslucen al protagonista del relato.
Como decía antes, y creo que es suficientemente sabido, Lawrence se enrola en el ejército británico y por su conocimiento del medio geográfico es destinado a contactar con los líderes árabes que se rebelaban contra el dominio turco. Termina por convertirse en uno de los líderes de la lucha, perfectamente identificado con los caudillos locales. Pero, a la vista del libro, aún resulta más fascinante la vertiente personal del galés, un tipo extremadamente intenso, diríamos inflamado, no tanto en el aspecto patriótico como en la vivencia de la heroicidad, la integridad y el aura gloriosa de la que considera revestidos a los árabes insurrectos. Lawrence es siempre consciente de que serán traicionados por los pactos secretos previamente suscritos entre ingleses y franceses, y eso le enerva aunque sin impedirle seguir adelante.
Es al mismo tiempo un individuo despiadado, que aborrece la mediocridad y el igualitarismo (la democracia) que considera castrante, hasta el punto de ser cortejado algo más tarde por cierto Partido fascista británico. Pero es también un hombre cultísimo, que nunca se separa de su lote de libros favoritos, traduce a Homero del griego clásico y domina la poesía árabe, entre otras muchas cosas. Y por ahí se deja ver también una personalidad enormemente compleja, en la que parecen combinarse una extraña asexualidad con el rescoldo de un amor romántico tradicional, fugaces experiencias homosexuales y cierta tendencia hacia algo que podríamos calificar como sado. No se ahorra Jose María Álvarez detalles que ilustran estas contradicciones, al contrario, es explícito y de una crudeza considerable que nos hace dudar de si, cuando este título se publicó en una colección histórica de Planeta, alguien de la casa se lo leyó realmente.
Tal vez no, quizá se habían quedado con la imagen bastante edulcorada de Peter O´Toole en la famosa película de 1962 una versión mucho más amable y cercana al héroe y libertador occidental que el consumidor podía asimilar sin problemas generando buena caja. Este Lawrence legendario fue al parecer un invento del periodista Lowell Thomas, que le transformó en una figura artificial que el protagonista odiaba a muerte. Nunca perdonó que se propagase esa imagen de rectitud y heroísmo que sabía que no era real, ni podía soportar la popularidad que provocaba, de forma que prefirió ocultarse en un desempeño anónimo en la RAF o en un lejano destino en Pakistán.
(*) Coincidencias del destino, acabo de enterarme de que Jose María Álvarez falleció la semana pasada. Por lo que he podido ver, puede que su valor como poeta no haya sido suficientemente reconocido, pero en cualquier caso, en la reseña de este libro queda nuestro modesto homenaje.
11 comentarios:
Hola, Carlos, resulta que no me fui.
Estupenda reseña. Me gustaría mucho leerlo pero ya tengo un problema de falta de espacio para más libros, veré cuál puedo sacar. Yo vi la película y me fascinó el tipo. Por afinidad temperamental supongo me identifico fácilmente con estos personajes apasionados, traspasados por amores grandiosos y un poderoso sentido de la estética de los ideales y de sí mismos.
Gracias.
Pues yo creo que el libro te gustaría. El problema del espacio para libros (y el gasto, claro) es algo realmente importante. Yo, a temporadas, tiro bastante de la biblioteca. En Euskadi la verdad es que funcionan muy bien y es raro que algún título no se pueda encontrar, no sé cómo lo tendrás por tu zona, pero es una buena opción.
Vivo en León, una ciudad repleta de monumentos artísticos y con un clima ideal: calor al sol y fresco a la sombra, como debe ser. La Biblioteca funciona bien pero es pequeña, creo.
Hola, Carlos: Conseguí el libro en la biblioteca municipal. Lo terminé ahora mismo. Releo tu reseña y es perfecta, no se te ha pasado nada. Qué turbulencia de sensaciones, qué bien explica sus emociones y con qué sinceridad. A veces, por ejemplo en las amenazas de suicidio, parece que más que al lector se está amenazando a sí mismo. Y qué memoria más prodigiosa de obras leídas. Me da pena que un personaje en que todo está transido de grandeza, heroicidad, belleza, tuviera una muerte tan estúpida e insignificante. Su misma causa proárabe tampoco condujo a ninguna parte. Bueno, un inglés que no se ajusta al prototipo flemático.
La verdad es que no termina de estar claro hasta dónde llega la aportación del autor al conformar ese personaje, pero la sensación es de total verosimilitud. A mí me ha impresionado mucho la lucha interna de alguien que lidera esa rebelión de forma tan airosa, sin olvidar en ningún momento que esa lucha quedará en casi nada porque ya ha sido traicionada por el pacto franco-británico en que se reparten los territorios (y que por añadidura de alguna forma está en la raíz del interminable conflicto que todavía continúa)
Llevo toda la tarde informándome en internet sobre el conflicto y la intervención de nuestro personaje. También he empezado a leer Las siete siete columnas de la sabiduría que también está en internet. 1300 páginas. No creo que lo lea porque no me interesa tanto, quizá a saltos. En lo poco que he visto, el lenguaje y el estilo de Lawrence si que es muy similar al del libro que comentamos, quizás lo captó muy bien. A mi me ha gustado mucho su sensualidad, lo sensible que es a la mirada y la belleza árabe. Y esos delirios que tiene de vez en cuando de fantasias imposibles, visiones casi mágicas.
Hola, Carlos: Me he dado prisa leyendo para hacerte el comentario antes de que te vayas de vacaciones. Leí Los siete pilares de la sabiduría, memorias de Lawrence, y es una delicia. El era cartógrafo, sus descripciones de los lugares del desierto, de las rocas, el agua y la vegetación son preciosas. Y también de los caracteres de las tribus nómadas que va contactando, tribus a veces de tres miembros, beduinos instintivos que viven del pillaje y, con frecuencia enfrentados a muerte en deudas de sangre, aldeas seminómadas diminutas que viven en una tienda montada sobre una alfombra. Cuando ya tiene una causa y cuenta con un grupo parece que les encanta la guerra de guerrillas, explosionar locomotoras y saquear los trenes. Pero voy a la cuestión que nos planteábamos: él no sabía que los franceses e ingleses habían firmado el tratado repartiéndose Siria y Mesopotamia. Lo explica en la pag.519, dice que llegó el rumor desde Turquía. Fue a tantear a Feyssal, no aclaró nada pero le aconsejó prudencia y cautela.Comprobó con los cargos ingleses que el tratado era cierto. Ante los árabes más pasionales y más nobles que le preguntaron ante el rumor, no se atrevió a decirles que su lucha, sus muertes no habían servido para nada, nunca se lo perdonó a sí mismo y decidió redoblar el valor de su lucha para que el pueblo árabe brillara con luz propia. Sospecho que los mismos ingleses dejaron a su aire a aquel inglés extravagante que vestía de árabe, calzaba sandalias, hablaba árabe, comía con ellos con las manos y dormía en cualquier hueco en la arena. En una nota del editor se dice que dos años más tarde Winston Churchill reconoció el valor de la lucha del pueblo árabe y prometió respetar sus intereses.
Es muy sincero Lawrence? Sí, lo es; es un rasgo de su temperamento apasionado. Y lo verdaderamente envidiable, es la suerte que tuvo de encontrar la aventura que colmó su vida. Y su entusiasmo es contagioso, lo pasó absolutamente bien.
He visto tu reseña del día y la mención que me haces, qué verguenza.
Un abrazo
Hola, Carlos: Me he dado prisa leyendo para hacerte el comentario antes de que te vayas de vacaciones. Leí Los siete pilares de la sabiduría, memorias de Lawrence, y es una delicia. El era cartógrafo, sus descripciones de los lugares del desierto, de las rocas, el agua y la vegetación son preciosas. Y también de los caracteres de las tribus nómadas que va contactando, tribus a veces de tres miembros, beduinos instintivos que viven del pillaje y, con frecuencia enfrentados a muerte en deudas de sangre, aldeas seminómadas diminutas que viven en una tienda montada sobre una alfombra. Cuando ya tiene una causa y cuenta con un grupo parece que les encanta la guerra de guerrillas, explosionar locomotoras y saquear los trenes. Pero voy a la cuestión que nos planteábamos: él no sabía que los franceses e ingleses habían firmado el tratado repartiéndose Siria y Mesopotamia. Lo explica en la pag.519, dice que llegó el rumor desde Turquía. Fue a tantear a Feyssal, no aclaró nada pero le aconsejó prudencia y cautela.Comprobó con los cargos ingleses que el tratado era cierto. Ante los árabes más pasionales y más nobles que le preguntaron ante el rumor, no se atrevió a decirles que su lucha, sus muertes no habían servido para nada, nunca se lo perdonó a sí mismo y decidió redoblar el valor de su lucha para que el pueblo árabe brillara con luz propia. Sospecho que los mismos ingleses dejaron a su aire a aquel inglés extravagante que vestía de árabe, calzaba sandalias, hablaba árabe, comía con ellos con las manos y dormía en cualquier hueco en la arena. En una nota del editor se dice que dos años más tarde Winston Churchill reconoció el valor de la lucha del pueblo árabe y prometió respetar sus intereses.
Es muy sincero Lawrence? Sí, lo es; es un rasgo de su temperamento apasionado. Y lo verdaderamente envidiable, es la suerte que tuvo de encontrar la aventura que colmó su vida. Y su entusiasmo es contagioso, lo pasó absolutamente bien.
He visto tu reseña del día y la mención que me haces, qué verguenza.
Un abrazo
Jajaja, ninguna vergüenza, al contrario.
En relación con Lawrence, en la versión de Álvarez sí que es consciente del pacto Sykes-Picot, aunque no recuerdo en que momento tiene la certeza. Posiblemente se embarcó en la rebelión árabe un poco como aventura, quedó deslumbrado por el ardor de los guerreros y, aunque conociese el juego subterráneo, decidió mantener el engaño, quizá por lealtad a aquellos caudillos o al propio pueblo árabe, quizá por querer demostrar al mundo su grandeza (la de ellos, o la suya propia). Además, tampoco tenía mucha alternativa, porque habría dejado a su suerte tanto a los árabes como a los aliados occidentales.
Es un tema que da para mucho, pero incluso me parece más estremecedor ver cómo de aquel reparto arbitrario puede haber venido más de un siglo de odios y guerras que todavía continúan.
Un saludo.
Acabo de leer Viaje a la luz del Cham, de Rosa Regás que me ha gustado mucho; relata un viaje suyo a Siria. Anda por los mismos paisajes del desierto de las memorias de Lawrence pero hace veinte años y lleno de gente cordial, amistosa y sencilla, de zocos repletos de colores y olores, bañándose en sus ríos, probando sus comidas,...No conocía a esta escritora. Me parece una persona muy delicada y respetuosa, con las personas, con su ambiente, con sus costumbres, con su historia, con su arte. Un placer.
Saludos, Carlos.
Gracias por la recomendación.
Un cordial saludo.
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