Traducción: L. Gándara?
Valoración: Entre está bien y recomendable
Aclaración previa: El libro que hoy reseñamos, tal como indica la nota a la edición de Interfolio del año 2009, está compuesto por una serie de artículos de prensa y textos recopilados por un tal L. Gándara y que proceden, principalmente, de La Ilustración Española y Americana, de Alrededor del Mundo y de Esos Mundos.
Dicho esto, situémonos en antecedentes. Robert Peary y Frederick Cook, conocidos posteriormente como los Milli Vanilli del Ártico (sin rastas ni rollos raros, que ellos parecían tíos muy respetables), fueron dos exploradores que reclamaron para sí el honor de haber sido el primer ser humano (sin contar a esos mulos de carga que eran los esquimales) en pisar el Polo Norte, aquel el 21/04/1908 y este el 06/04/1908. El problema es que ninguno de los dos lo pudo demostrar de forma fehaciente, por lo que las Sociedades Geográficas se vieron obligadas a no reconocer su (teórica) hazaña y el Polo Norte tuvo que esperar 40 años para ver aparecer a un ruso del que no sabe el nombre ni su padre (aunque nosotros sí, que para eso somos tipos leídos, y por eso decimos que se llamaba Alexander Kuznetsov).
El caso es que en este libro se recogen los testimonios y narraciones de Cook y Peary, así como las acusaciones vertidas por Peary y las dudas sobre la culminación de sus viajes polares.
Dos creo que son los principales problemas del texto. Por un lado, hay que decir que Robert Peary no era un gran literato, la verdad. Su narración es fría y se centra en aspectos logísticos y genéricos, sin ofrecer apenas datos científicos o impresiones personales. Por otra parte, uno echa en falta una mayor concreción en el desenmascaramiento de la farsa. Hay pistas e indicios, pero me hubiese gustado saber más.
Pero hay otros dos aspectos que hacen que el libro merezca la pena. El primero de ellos también está vinculado a Peary. Vale que el tío no era Tolstói, pero tenía una jeta del copón. Sus acusaciones, el jueguecito que se trae con la información, su soberbia tienen un punto cómico que no debemos desdeñar. El segundo es la narración de Frederick Cook, quien sin llegar a ser Nansen o Rasmussen, le da 200 vueltas a la de Peary. Cook ofrece una mayor profusión de datos científicos, pone el foco en la vida y costumbres de los esquimales (pese a que tampoco tenga escrúpulos a la hora de estafarles en sus intercambios), brinda páginas cargadas de intimismo... En fin, podemos decir que se observa en los textos de Cook cierta voluntad literaria, especialmente en la adjetivación y en las descripciones del paisaje.
En resumen, una lectura ligera y entretenida (lo de refrescante en pleno mes de agosto me parece un poco previsible) sobre uno de los episodios más curiosos de la historia de la exploración polar.
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