miércoles, 10 de mayo de 2023

Colaboración: El contorno del abismo, de J. Benito Fernández

Idioma: Castellano

Año de publicación: 2023

Valoración: Imprescindible para interesados


Hay unos libros que gustan y otros que se leen sin pena ni gloria. Los hay que dejan una huella indeleble y los que aburren hasta la exasperación. Pero también existen algunos libros que duelen. Y a mí, sinceramente, este libro me ha dejado una herida difícil de curar. Antes de abordar esta lectura admiraba y sentía cierta atracción por el biografiado. Una vez acabado el libro no sé si le admiro aún más o le aborrezco hasta la náusea. Fue el poeta madrileño un personaje totalmente excesivo, como bien indica la única acepción del término: que excede y sale de la regla. Alumno aventajado para construir rimas desde muy corta edad, Leopoldo María Panero, asumiendo los mitos de Narciso, Edipo, Dionisos e incluso de su idolatrado Peter Pan en un único rol construido a su medida, deslumbró al panorama literario patrio con su abrumadora fecundidad poética y su irreverente forma de entender la vida. Poseedor de una extraordinaria inteligencia, el poeta maldito de las letras españolas -título que siempre despreció al mismo tiempo que se aprovechaba de ello- también podía llegar a ser la persona más ruin, escatológica, miserable y mezquina, terrible de soportar por parte de sus más fieles allegados, amantes, compañeros de fechorías y demás aristocracia noctámbula con quien recorrió los infectos tugurios de las ciudades en las que vivió. Cierto es que sus problemas psiquiátricos y el indiscriminado consumo de drogas potenciaron ese lado oscuro, aunque también es verdad que esos mismos paraísos artificiales -o infiernos, según se mire- ayudaron a desplegar su atormentada producción literaria. Ensalzado por unos y denostado por otros, la figura de Panero no dejó indiferente a nadie. Andrés Trapiello, Guillermo Carnero o Jaime Gil de Biedma, quien dijo de la familia Panero que eran unos señoritos de provincia venidos a menos que tenían un Edipo entre tres, son algunos de los que públicamente arremetieron contra el poeta madrileño. Pere Gimferrer, Luis Antonio de Villena o Vicente Molina Foix siempre se mantuvieron de su lado aun con el notorio distanciamiento del primero.

Pero pongamos un poco de contexto antes de continuar. Leopoldo María Panero nace en el seno de una saga familiar y literaria cuyo padre, Leopoldo Panero Torbado, es uno de los más reconocidos poetas del régimen franquista. La madre, Felicidad Blanc, escritora perteneciente a la burguesía madrileña, completa el cuadro junto a los tres hijos del matrimonio. Segundo de tres hermanos también poetas, Leopoldo María enseguida destaca por su precocidad con las letras. Sin embargo, no será hasta la realización del documental El desencanto, dirigido por Jaime Chávarri y estrenado en 1976, cuando la familia Panero se convierta en una institución de las letras españolas, más para mal que para bien. El impacto que causó la exposición y degradación moral de sus intérpretes se podría comparar con un Sálvame Deluxe de la época y provocó un terremoto, tanto cultural como social, debido a que muchos vieron una analogía con la decadente etapa franquista que ya llegaba a su fin tras la muerte del dictador. Dicho de otro modo, con ese documental se consumó el asesinato freudiano del padre. Unos años antes y al otro lado del charco, Jim Morrison, con quien Leopoldo María habría hecho buenas migas, ya entonó el mantra edípico en la canción The end que cierra el primer disco de The Doors: mata al padre, folla a la madre.

A partir de ese momento, el más joven de los Nueve novísimos poetas españoles, antología editada por Castellet que dio el pistoletazo de salida a la carrera de Leopoldo María, ya ha roto lazos con su generación y entrará en una destructiva espiral de drogas e ingresos en manicomios hasta el fin de sus días. Afirmaba el poeta madrileño que lo que le perdía no eran las drogas sino la soledad. Atormentado por amores femeninos no correspondidos trata de buscar asilo con amantes de su propio sexo. La caída a las profundidades abisales de la locura va acompañada de multitud de publicaciones que aparecen editadas por doquier. Las similitudes entre Panero y Paul Verlaine, amante de Rimbaud, son notorias. Pero si de alguien es el sosias Leopoldo María es de Antonin Artaud; tal es así que raya en la mismísima perplejidad la increíble cantidad de coincidencias. Tanto en uno como en otro caso, el personaje ha sobrepasado su propia obra. No obstante, en palabras de Leopoldo María, es con Kafka con quien más se identifica puesto que la obra del escritor checo sintetiza de mejor manera la literatura universal. El insecto kafkiano define el yo estigmatizado. La vida cotidiana en una gran ciudad se parece más al castillo de Kafka que cualquier epopeya de Maiakovsky. El castillo es el símbolo de la fortaleza que nos separa del otro: el Estado, la política.

Cercano ya el fin de los dolorosos días para el discípulo de Mallarmé, llega el reconocimiento en Hispanoamérica a su carrera literaria con la participación del madrileño en varios encuentros literarios localizados en diferentes puntos del continente americano. También, a su vez, varias de sus obras son traducidas al italiano, inglés y francés para regocijo del poeta. El 5 de marzo del año 2014, en el hospital Juan Carlos I de Las Palmas, Leopoldo María Panero cierra los ojos para no volver a abrirlos nunca más. Cinco días antes moría también Ana María Moix, uno de los grandes amores del poeta y mujer que le causó tantos desvelos.

Para terminar, me gustaría destacar la ardua y enciclopédica labor del autor de esta biografía. Un trabajo que vio la luz originalmente en el año 1999 para ser corregido y ampliado -esta vez de manera evidentemente definitiva tras la muerte del singular poeta- con motivo de esta reciente edición.

Firmado: Carlos Télez Sedano

4 comentarios:

Void dijo...

Una mínima corrección: "terriblemente de soportar".
Y, ciñéndome al libro, mucho me temo que quiero que me duela, como a ti, igual que me dolían muchos de sus poemas.

Anónimo dijo...

Corrección aceptada
😉

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos. Profundizas mucho en el personaje, mérito tuyo y del autor del libro que reseñas.
Apenas he leído a Leopoldo Panero, tengo muy poca cultura poética. Un año antes de su muerte asistí a una mesa redonda en la que él era ponente junto a Antonio Gamoneda y otro cretino que no hizo otra cosa que reirse de él. Panero recitó alguno de sus poemas y
añadió algún dato sobre su vida actual como que su casa era el siquiátrico de Las Palmas?. No lo decía con resentimiento o cualquier otro tipo de sentimiento complejo, lo decía con naturalidad, aquel era su domicilio como otro puede vivir en Gran Vía número 4. Pensé que se le hacía una gran concesión porque ya no había plazas de crónicos en los hospitales psiquiátricos. Durante el acto intervenía constantemente pidiendo CocaColas, saliendo al baño, todo con una fuerte voz. Cuando Gamoneda intervenía le preguntó: Antonio, tu crees en Dios? Gamoneda le esquivaba con suavidad y el cretino de la mesa se reía a carcajadas. Cuando ya salíamos coincidimos en la puerta con Panero y con el que se reía y éste le dijo, en una última burla: Mira, estas señoras son tus fans, salúdalas. El nos rozó apenas las manos pero estaba tan incómodo, su mirada era tan huidiza y desvalida que me dió una pena inmensa.
En otra ocasión estaba yo en un café de Astorga y entró su hermano pequeño mendigando?. Alguien le invitó a un café y se quedó tranquilo. Ví la película El desencanto y me desagradó mucho. Su madre y él eran especialmente desagradables, criticando constantemente al padre y haciendo alarde de su despiedad. Considero muy acertada tu comparación con el programa Sálvame; se desnudaban para hacer escarnio de sí mismos. Mi impresión es que en Astorga han contemplado a esta familia como a
unos señoritos distantes y sin categoría social, sin rango y sin patrimonio, pero que al final se hicieron un tanto famosos y se debe restaurar su casa. Sin mucho entusiasmo.
Saludos.

Anónimo dijo...

Hola Beatriz
Acabo de ver tu comentario y agradezco sinceramente tus palabras sobre mi reseña y la anécdota del cretino que se reía de Panero. Respecto al hermano menor, una pena que tuviera que andar mendigando. Una familia muy peculiar, la verdad.
Un abrazo