Título original: To Kill a Mockingbird
Año de publicación: 1960
Traducción: Baldomero Porta
Valoración: bastante recomendable
Hace algún tiempo, en una de nuestras semanas temáticas, bastante similar a ésta y que dedicamos a autores notorios pero que, hasta entonces, no había sido reseñados en este benemérito blog, nuestro compañero Marc reseño el segundo libro de la emblemática escritora del Sur estadounidenses Harper Lee: Ve y pon un centinela, Emblemática, digo, pese a que ese libro y el que reseño yo hoy, el mucho más célebre (por mor, entre otras cosa, aunque no únicamente, de Hollywood), Matar a un ruiseñor, suponen las únicas dos novelas que llegó a publicar en toda su larga vida.
Lo cierto es que no sé si resulta muy necesaria una sinopsis de esta novela, puesto que tengo la sensación de que todo el mundo ha visto, al menos, la excelente, además de muy fiel adaptación al cine de 1962... pero, por si acaso, allá va: en Maycomb, un pueblo de Alabama similar a aquel en el que nació la autora y en los mismos años 30 en los que transcurrió su niñez, viven los hermanos Je y Scout -Jean Louise- Finch, con su padre Atticus, que les ha criado solo, desde que murió su madre, con la única ayuda de su criada negra, Calpurnia. Juanto a los niños, y su amigo Dill (personaje basado en Truman Capote, nada menos, amigo de la infancia de Harper Lee), vivimos sus juegos, asistimos a la escuela, conocemos a sus vecinos y nos preguntamos por el gran misterio de su calle: la existencia de Boo Radley, un tipo que vive recluido en su casa, sin que se le haya visto en muchos años...
Así transcurre la primera parte de la novela; en la segunda, sin abandonar los anteriores temas, aparece un cambio de circunstancias y aún de tono: Atticus Finch, que es abogado, asume la defensa de un hombre negro acusado de violar a una chica blanca. En el sur profundo de EEUU delos años 20, ya se puede cualquiera suponer los conflictos que acarrea la decisión de Atticus -quien, por otra parte, ha pasado, tanto al imaginario literario como cinemátografico, como el paradigma de la integridad ética y profesional-; pero es más, la novela fue publicada en 1969, justo en pleno auge del movimiento a favor de los derechos civiles de los afroamericanos.... En este sentido, el "buenismo" que transmite la novela esa actitud que es considerada casi un pecado sin remisión hoy en día, cuando lo que se lleva es ser más malo que la sarna), se ve matizado por la problemática época en la que se publica,: no es una novela que trate sobre el racismo y la intolerancia en términos abstractos, desde una cómoda y segura posición "progre" (dicho esto con cierta ironía, aclaro), sino una historia pegada al momento y lugar de origen de su autora, lo que supongo le trajo más de un quebradero de cabeza, aunque también el éxito inmediato: la novela ganó el premio Pulitzer y ha sido continuamente elogiada y reeditada desde su aparición. Sin embargo, también ha recibido críticas negativas y sufrido polémicas por distintos motivos: desde ser demasiado cruda para el público juvenil -debido, sobre todo, al trasfondo de una violación-a edulcorar la realidad del racismo o , por el contrario, emplear en exceso términos racistas (la famosa n-word, sobre todo)... No sé si por estar hasta el gorro de tanta tontería o porque no tenía más que decir, el caso es que Harper Lee no volvió a publicar más libros en su vida, con la excepción del ya citado al comienzo de la reseña, que, pese a tratarse de una secuela de Matar a un ruiseñor, fue escrito con anterioridad a éste.
La novela, no obstante, no se ocupa tan sólo de los problemas raciales o la segregación en el Sur; de forma más profunda, es una reflexión sobre la justicia, sobre la convivencia entre clases sociales, sobre la integración armónica entre la individualidad y la comunidad a la que pertenece, y sobre la paternidad y la educación de los hijos. Y, sobre todo, es una novela "de crecimiento", un bildungsroman (y perdón por usar el palabro), en la que no sólo se trata la pérdida de la inocencia de la infancia, sino, más aún, la necesidad de conservar en lo posible esa inocencia en la edad adulta -y aquí la figura de Boo Radley toma un papel simbólico-; tal vez, y esta es una opinión muy personal, este carácter de novela de crecimiento, narrada además en retrospectiva por la propia Scout, juegue un tanto en contra de la novela, no por algún defecto intrínseco de ésta, sino porque desde 1960 hemos visto infinidad de novelas narradas por niños en las que nos cuentan los sinsabores y decepciones que conlleva hacerse adulto. En un sentido parecido, quizás el éxito de la película también sea una lastre para el libro, que se lee casi como una novelización del guión... (por no mencionar que es imposible imaginarse a Atticus Finch sin ponerle el rostro de Gregory peck).
Ahora bien, que estas objeciones un tanto tiquismiquis de este reseñista no arredren a nadie que se plantee leer esta novela:; bien al contrario, si lo hace se encontrará con una historia emocionante, escrita de forma deliciosa , ágil y llena de humor, y con unos personajes imborrables para quien los conozca. Un libro que es un clásico por derecho propio desde hace más de sesenta años, y que debe seguir siéndolo, pese a que los tiempos hayan cambiado... o precisamente porque igual no han cambiado tanto.
También de Harper Lee y reseñado en Un Libro Al Día: Ve y pon un centinela
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