Idioma original: ruso
Título original: Король, дама, валет
Año de publicación: 1927-28
Valoración: Muy recomendable
Tras estos tres enigmáticos nombres se
encuentran los protagonistas de una novela que, aunque escrita al inicio de su
carrera literaria, demuestra con creces las excepcionales dotes de su autor y
la convierten en precursora del virtuosismo que demuestra Lolita y de los alardes experimentales de Ada o el ardor, entre otras. Habida cuenta de que en ella aparecen muy
fugazmente tanto las volátiles mariposas que tanto le apasionaron y a las que
estudió con tanto interés como jugadores anónimos que se inclinan sobre el
tablero de ajedrez, otra de sus grandes pasiones, me pregunto si este valet –infante en la baraja francesa y
sota en la española– no representa en realidad al alfil de dicho juego. Y es
que la novela refleja, a grandes rasgos, una prolongada partida donde los jugadores
son también piezas de carne y hueso que avanzan, retroceden, cubren o
traicionan a sus contrarios y, finalmente, se convierten en los ganadores o
perdedores de esa trascendente partida vital. A partir de cierto momento, el
éxito o fracaso de uno u otro equipo constituirá uno de los grandes alicientes
de nuestra lectura, sin olvidar la sutileza psicológica, el esmerado retrato
ambiental y el firme pulso con que Nabokov nos conduce por los enrevesados
recovecos de la trama.
A primera vista podría parecer una
intrascendente novela de adulterio femenino –subgénero que unas cuantas décadas
atrás, justo cuando se hallaba en la cima, tan excelsos títulos dejó a las
generaciones futuras y que en esa época estaba ya muy trillado– pero según
avanzamos por ella la vemos convertirse en un derivado de este al estilo de Thérèse Raquin (1868) o de la posterior El cartero siempre llama dos veces (1934). Pero, tras ese
planteamiento, el ingenio de su autor se aparta de cualquier modelo y, tras
varios giros –inesperados pero escrupulosamente coherentes–, cierra la
apasionante historia con un giro final que nos deja boquiabiertos. La coherencia
de la que hablo se manifiesta particularmente en discretos toques de atención que comienzan, justamente, cuando se ha llegado a los dos tercios del
texto –he hecho la cuenta– para advertir al lector entregado que se inicia un
decisivo cambio de talante en uno de los tres protagonistas. Para compensar,
incluye también algunos datos confusos que impiden hasta al más perspicaz
adivinar las intenciones del novelista. Intenciones siempre aviesas, por
supuesto.
Franz, un joven de familia modesta y
sin ninguna habilidad destacable, es decir, sin futuro, es enviado por su madre
a Berlín para que su acaudalado primo Dreyer –en apariencia, un bromista con
suerte pero en realidad, un lince para los negocios– le busque acomodo en una
de las empresas que regenta. Tras
visitarle en su mansión, Franz alquila un sórdido cuchitril no lejos de esta y se le contrata en los Grandes Almacenes de su tío. Pronto se
convierte en un asiduo de aquella casa, en la que Dreyer no suele pasar mucho
tiempo y donde la ambiciosa e intrigante cónyuge, claramente más joven que el
marido, se aburre de lo lindo rodeada de lujos sin alma.
“Y en realidad, Martha creía que su matrimonio no era distinto de los otros, que siempre reina la discordia, que la esposa lucha con el marido, contra sus peculiaridades, contra sus desvíos a las reglas establecidas y que todo esto componía una pareja feliz. Solo es desgraciado un matrimonio cuando el marido es pobre o lo han encarcelado por algún negocio turbio o derrocha el dinero con otras mujeres.”
El tono de la narración es más bien
sombrío, pero el rostro de Nabokov mientras discurre o escribe –y que
cualquiera con un poco de imaginación puede vislumbrar a través de los
renglones que va leyendo– es de pura guasa. Le vemos desorientar a sus lectores
a conciencia, vapulear a los personajes cebándose sin piedad con cualquiera de
los tres y disfrutar a base de bien haciéndolos sufrir. Cualquier atisbo de
felicidad es el preludio de nuevas angustias o quebraderos de cabeza, son como
tres ratoncillos zarandeados por un enorme gato tan malvado como lleno de
recursos. Aún así, tras terminar la lectura, encuentro un claro favorito y otro
al que parece detestar más de la cuenta. También resulta destacable a pesar de
su rol, muy secundario, el viejo Enricht, dueño de la casa donde se hospeda
Franz, una personalidad siniestra, misteriosa y voluble, cuyos rasgos, aunque
con más años a cuestas, podrían recordar al Norman Bates de Psicosis, y al que nos hubiera gustado
conocer más a fondo.
También de Vladimir Nabokov: Lolita, Pnin, El original de Laura,
Sobre Vladimir Nabokov: Un revolver para salir de noche
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