Título original: The Atlas of Unusual Borders
Traducción: Jorge García, Sigrid Guitart
Año de publicación: 2020
Valoración: Curioso
Un bonito libro para regalar, así, un regalito de compromiso, lucido (presentación cuidada, páginas recuadradas en rojo, mapas de los que luego hablaré), para algún aficionado a la geografía sin mucho afán, una cosa ligerita para quedar bien. Eso es este libro, agradable para quien disfrute de estas curiosidades sin ánimo de profundizar mucho, o casi nada. Realmente, hay un montón de textos como este, algunos claramente mejores, otros parecidos.
Esto de las fronteras extravagantes, los enclaves y contraenclaves, las tierras de nadie y las ciudades partidas por la mitad, es una de las muchas cosas llamativas de la geografía, pero a la hora de escribir un libro presenta dos problemas importantes, que son uno mismo. Partimos de que estas circunstancias geográficas que podríamos llamar anomalías las hay a miles, por supuesto a lo largo del planeta entero, pero aquí mismo, a unos pocos kilómetros de nuestra casa, seguro que tenemos algunos buenos ejemplos. Y al haber tantos el autor se encuentra, supongo, ante una disyuntiva obvia: o incluye muchos de estos ejemplos, con lo que necesariamente se quedará en un repaso superficial, o selecciona unos pocos para profundizar un poco más sobre sus peculiaridades. Es decir, hay que elegir entre cantidad y calidad, un repertorio muy amplio, o una relación menos extensa para dedicarle más atención a cada caso expuesto.
Seguro que han adivinado que nuestro libro de hoy ha optado bastante claramente por la primera alternativa, es decir, muchas realidades (47, para ser exactos) de países separados por límites aparentemente caprichosos, a los que apenas se dedica una página y un mapa, una página más bien pequeñita y un mapa injustificada y proporcionalmente grande, y además bastante malo: colores deplorables, información casi nula, un adorno que apenas aporta verdadera información.
La verdad es que me da bastante envidia cuando las reseñas de mis compañeros suscitan el entusiasmo de los lectores, que corren a la librería a hacerse con esos títulos magníficos recién descubiertos. Así que voy a intentarlo un poco y, a pesar de lo dicho y solventada la parte crítica, a ver si puedo explicar por qué el libro no es del todo malo. Sí, son muchos, demasiados, los casos que Nikolić presenta, y escasita y superficial la información que suministra, pero para alguien no muy exigente el repertorio resulta bastante curioso, y hasta llamativo para quien no se haya parado a pensar en situaciones tan peculiares. En un repaso random hablaríamos de ciudades ubicadas en dos continentes distintos (Estambul), enclaves rodeados de países enemigos (varios en el Cáucaso) o excluidos de la Unión Europea pese a formar parte de un país miembro (hasta tiempos muy recientes, claro, varias pequeñas islas británicas, aunque nominalmente son dependencias de la Corona, en fin), fronteras que separan dos lados de una calle o que atraviesan casas (ahora no recuerdo dónde), extraños condominios, o países teóricamente gobernados por autoridades extranjeras (algunas muy atípicas, miremos a Andorra), fronteras que forman estrechos corredores en busca de accesos imposibles a ríos o mares…
Siempre estamos ante el producto de caprichos de la Historia, muchos de ellos consecuencia de guerras o tratados, otras veces de orígenes feudales, de raíz religiosa o derivados de procesos de descolonización arbitrarios y muchas veces absurdos. Son situaciones casi siempre interesantes que hubiera requerido algo más de profundidad, como apuntaba antes, y respecto de las cuales el libro nos deja por tanto un poco a medias, pero el nivel de satisfacción dependerá de lo que el lector exija al texto. Si nos vale con unas pinceladas para despertar un poco la curiosidad, pues la cosa va bastante bien.
Parece obligado hablar de mis preferidas entre esas píldoras repartidas por el amplio catálogo de Nikolić. Al ser tantos los casos expuestos mi memoria no alcanza a retener un número suficientemente apreciable pero, al margen de complicadas rotulaciones que se enredan entre montañas, puertos y ciudades, quizá me quedaría con algunos de los de origen más reciente, y también de efectos de mayor crudeza. Por ejemplo, la partición de Chipre en dos comunidades, turca y griega que, con medio siglo de existencia, ha dado lugar no solo a dos países diferenciados, sino a una complicada frontera, una zona de exclusión supervisada por la ONU y algunas ciudades de antiguo esplendor turístico reducidas a una gran urbe desierta. O la llamada línea verde, larga franja en la antigua frontera entre las dos Alemanias que, a fuerza de quedar ajena a cualquier actividad humana, se ha transformado en una zona virgen que ahora se quiere recuperar como espacio natural (léase cómo la naturaleza recupera su terreno a poco que el hombre se retire de la circulación).
También me gustan los relatos sobre ciudades fantasma, como Kolmanskop (Namibia), abandonada al agotarse las vetas de diamantes, o Centralia (EE.UU.), en cuyo subsuelo se mantiene un incendio que persiste desde hace medio siglo, y tardará al menos otro tanto en extinguirse. Cosas realmente sorprendentes y que hacen grata la lectura aunque, eso sí, no tienen mucho que ver con las fronteras.
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