Año de publicación: 2021
Valoración: entre recomendable y está bien
Primero, lo importante: esta novela ya es recomendable, dejando aparte su contenido, porque en la cubierta (*) aparece y por partida doble, además. ese mítico pastelito industrial de radiactivo aspecto llamado Pantera Rosa (informo, sobre todo, a quienes puedan leer esta reseña desde países donde no exista tan suculento manjar). Repito que, sólo por eso, es un libro que merece la pena.
En cuanto a la novela en sí, el protagonista de Gordo de feria es Castor, un exitoso perpetrador de monólogos humorísticos, al que, además, le han tocado varios millones en la lotería, lo que le permite vivir en todo un pisazo en el centro de Madrid. Un día, de una forma un tanto rocambolesca, descubre la existencia de su döppelganger, un camarero que es casi su gemelo -más flaco, en todo caso, porque Castor está de buen año- y decide utilizarlo para quitarse de encima aquellos compromisos que le resultan más peñazos (como decían que hacían Franco o Fidel Castro). Esta premisa podría dar lugar a una estupenda novela de humor y yo supongo que esa era la intención de la autora, pero, salvo cuando nos acercamos al final de la misma y la cosa se suelta un poco (perdón por el spoiler, si es que lo es), en general lo que encontramos es un humor un tanto pocho, por no decir cenizo; sólo hay algún chispazo de lo que podría haber sido la historia en el contraste entre el carácter desencantado e incluso un poco malasombra del supuesto cómico Castor y la candidez del sosías que se ha encontrado.
En realidad, lo más interesante de la novela y donde brilla el talento de su autora (yo sólo he leído otro libro suyo, pero tengo entendido que es así en todos) se encuentra en las observaciones y reflexiones que nos ofrece de la ciudad de Madrid, de su idiosincrasia y la de sus habitantes -aunque aquí parece que sólo haya hipsters y chinos, muchos chinos, que se diría son una auténtica obsesión para la autora o, al menos, para sus personajes-:
"Engaña mucho, Madrid, o eso le parece a Castor. Madrid es el anuncio, pero nunca el producto, la oferta, pero no la demanda. En Madrid parece que hay de todo, que te regala mil y una cosas, pero la verdad es que Madrid no te da nada de nada, no da ni las gracias por venir, de eso te das cuenta demasiado tarde, cuando quien lo ha dado todo eres tú."
El retrato costumbrista resulta, por otro lado, más afinado aquí que en su anterior Sánchez, pues ésta transcurría sobre todo en el extrarradio de la ciudad (que viene a ser más o menos igual en todas partes), mientras que en Gordo de feria la mayoría de la acción, aún con algún desvío por Almería, discurre dentro de la M30, en el meollo de la capital del Reino de España. Ahora bien, igual que en Sánchez la historia en sí se me ha quedado un tanto deslavazada; o incluso más aún, puesto que las carencias o desequilibrios de la otra novela se podían atribuir a una cierta sutileza, mientras que en ésta García Llovet ha tirado directamente por la senda del absurdo "mendociano", si se me permite tal adjetivo, con un resultado incierto... Que sería más incierto aún si no escribiera tan bien, porque también hay que decir que esta autora es capaz, con un par de párrafos de su prosa destellante y afilada, de compensar cualquier desajuste argumental o de tono y dejarte con la sensación de haber leído una novela cuando menos estimulante, como una lata de bebida energética o un subidón de azúcar. Eso sí, ya le puede dar las gracias a quien tuvo la idea de poner los Panteras Rosas en la cubierta...
(*) Aprovecho para señalar la feliz circunstancia de que en los últimos tiempos la editorial Anagrama tiende a mejorar el diseño de sus cubiertas, abandonando aquella horrenda tendencia de hace cinco o seis años de encasquetarlas fotos en colorinchis, a veces incluso sacadas de la versión cinematográfica del libro.
También reseñado de Esther García Llovet en Un Libro AL Día: Sánchez, Cómo dejar de escribir
4 comentarios:
Hola, Juan:
Pues a mí la portada no me atrae (nunca me ha gustado ese bollo, puajj), pero lo del tono menociano sí, porque me encanta el surrealismo cutre de las novelas del detective loco.
Apuntaré a esta escritora. Gracias
Un saludo
Entiendo que tú eras más de tigretones, pues...
Perdón, esto es muy poco literario, pero el Bony está a años luz de todos!
Quizás no sea literario, pero es parte del costumbrismo de aquellos años de EGB, jeje. Yo era de patatas con caldo, algo que sólo podrá entender alguien de mi pueblo, pero lo dejo que luego nos llaman raritos.
Publicar un comentario