Idioma original: inglés
Título original: Atonement
Año de publicación: 2002
Traducción: Jaime Zulaika
Valoración: Muy recomendable
Expiación es una novela que se lee con mucho placer y se reseña con mucho castigo. Porque es larga, está sumamente trabajada en todos los aspectos, no hay nada al azar, los personajes son complejos y llenos de recovecos sin renunciar a la humanidad o a la verosimilitud, está perfectamente documentada… Y una no sabe hasta dónde llegar con el análisis. Y a su vez, la lectura resulta ágil —fácil— sin por ello dejar de resultar atractiva, de tener gancho, como un paseo de los pequeños tesoros.
Y esa alquimia que hace que lo difícil parezca fácil es para mí signo de buena literatura.
En mi opinión, solo por haber escrito Expiación y Chesil Beach, Ian McEwan ya merece ser muy tenido en cuenta por más que también se le conozcan obras muy fallidas. Ya hablé de esta cuestión a propósito del recopilatorio de entrevistas Conversaciones con Ian McEwan: un escritor mucho más intuitivo de lo que parece, con una gran seguridad en su brújula interior y que no repite fórmula por muy bien que le haya funcionado, sino que está en continua evolución, en busca de nuevas formas de abordar lo que más le interesa: los conflictos en las relaciones personales, desde la escala más íntima de una pareja hasta la escala global de una guerra mundial. Que realice experimentos fallidos forma parte de su trabajo, como del de cualquier otro creador; quizá el problema esté en que dichos experimentos acaben publicados.
Resumen resumido: Un día de caluroso verano de 1935 en la gran casa de campo de los Tallis. Briony, la benjamina de trece años, está alterada y confusa; siente por primera vez que todo a su alrededor escapa a su control y que los adultos son menos consistentes de lo que había imaginado. Pero eso a ella no le va a suceder porque ella va a ser una gran escritora capaz de atrapar hasta el más mínimo detalle para formarse una idea fidedigna sobre cualquier aspecto de la realidad. Pero hay aspectos de la realidad que las niñas de trece años no pueden captar y esa noche, tras un violento e inesperado acontecimiento, Briony tomará una decisión que marcará su vida, la de su hermana Cecilia y la del resto de los presentes.
Porque, efectivamente, esta es la historia sobre cómo la necesidad de expiar una gran culpa puede condicionar la vida de una persona, la de Briony en este caso. Y Ian McEwan, que en realidad es un juguetón, aprovecha para hablarnos del oficio de la escritura, de sus vericuetos, de su capacidad para construir realidades alternativas allí donde la realidad verdadera resulta demasiado inclemente.
La novela se articula en tres partes más un epílogo. La primera ocupa toda la primera mitad del libro y es mi favorita. En ella se nos prepara concienzudamente hasta llegar al gran desencadenante. El autor se esmera en cada párrafo, en cada escena, en cada migaja de información para que vayamos entendiendo ese universo Tallis con el gran caserón que no acaba de ser estéticamente agraciado, con las jaquecas de la matriarca, con los primos del norte, con el hijo de la criada semi protegido por la familia, o con el hermano que trae de visita a su amigo fabricante de chocolatinas. El rumor susurrante de una guerra en ciernes resulta casi imperceptible.
El primer capítulo habla de Briony y ya en el primer párrafo se nos sugieren muchísimos rasgos de su personalidad: infantil, controladora, obsesiva, detallista…
«Briony escribió la obra —para la que ella misma había diseñado los carteles, los programas y las entradas, construido la taquilla con una cartulina doblada por un lado, y forrado la caja de recaudación con papel crepé rojo— en una tormenta compositiva que duró dos días y que le hizo saltarse un desayuno y un almuerzo»
«En parte por su juventud y el esplendor del día, y en parte por su necesidad incipiente de fumar un cigarrillo, Cecilia Tallis recorrió casi a la carrera con sus flores el camino que orillaba el río, junto a la vieja piscina con su pared musgosa de ladrillo, antes de internarse en los robledales»
La segunda y la tercera parte hablan de la retirada de las tropas británicas de Dunquerque: primero desde el punto de vista de los soldados ingleses en el propio campo de batalla y después desde el punto de vista de las enfermeras (entre las que se encuentra Briony ya adulta) cuando éstos llegan heridos a los hospitales londinenses. Como decía, dramas íntimos contra dramas globales. En estas dos partes destacaría sobre todo la atmósfera y el detalle con las que las situaciones relativas al conflicto bélico y sus consecuencias se muestran frente a los ojos del lector. Se percibe el enorme trabajo de documentación que hay detrás, aunque para el caso de la tercera parte Ian McEwan tuvo que afrontar una acusación por plagio de la que finalmente salió airoso.
La novela se cierra con un epílogo situado en el momento presente (Londres, 1999) en el que una Briony de avanzada edad, con una exitosa carrera de escritora a sus espaldas, desvela su plan final para poder lograr esa expiación que lleva anhelando desde que era prácticamente una niña.
Con todo lo dicho, no creo que haga falta que justifique ese Muy recomendable. Como también es muy recomendable la adaptación al cine de 2007 dirigida por Joe Wright, que recoge muy bien el espíritu de la novela, así como su cuidado por el detalle, la estética y la atmósfera.
Grandes interpretaciones y escenas que quedan para siempre grabadas en la memoria. Con tres Briony (niña, joven y anciana) que nos dejan con esa sensación de que nunca sabremos muy bien lo que está pasando por esa cabecita, porque Briony es uno de esos personajes que no se olvidan, por lo complejos y por la intensidad de su conflicto interior. Será por eso que no es la primera vez que nos ocupa en este blog, así que os remito a lo que en su momento ya escribió mi compa Montuenga.
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