Título original: Of murder considered as one of the Fine Arts
Traductor: Diego Ruiz
Año de publicación: Entre 1827 y 1854
Valoración: Recomendable (o algo más)
Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes recopila tres textos salidos de la pluma de Thomas de Quincey: "Primera" y "Segunda memoria" (los cuales se publicaron originalmente por entregas), además de un "Post Scriptum". Las dos piezas iniciales, redactadas en formato conferencia, son una obra maestra del humor negro. La última, una crónica periodística de calidad excepcional.
“Primera memoria” fue publicada en 1827 en la revista Blakwood's Magazine. En ella se ficciona una conferencia impartida en la Asociación de Conocedores del Asesinato, asociación que reivindica el asesinato como forma de arte. El ponente asevera que todo asesinato puede (y debe) ser criticado y juzgado estéticamente. El asesinato es un acto reprobable, claro, pero una vez ya ha sido consumado, ¿por qué no admirarlo si así lo merece? Aspectos como el sujeto asesinado, los instrumentos, el tiempo o el lugar son los que determinarán la calidad de la obra. La “Segunda memoria”, publicada originalmente en la misma revista que su predecesora el año 1839*, viene a continuación. Es otra conferencia que ahonda todavía más en las peculiares inquietudes estéticas de la Asociación.
En ambos textos, escritos, por cierto, con precisión y elegancia, De Quincey hace gala de un exquisito humor inglés, permeado en todo momento por el sarcasmo y la ironía. El pasaje más conocido de este libro es una prueba indiscutible de ello: «Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.»
Por último tenemos un “Post Scriptum”, fechado en 1854. Esta parte se añadió a posteriori, quizás porque el autor sentía remordimientos por la supuesta frivolidad que había mostrado en las dos "memorias". ¿Qué podíamos esperar? Ya en sus extraordinarias Confesiones de un inglés comedor de opio se acobardó, y en la versión revisada de las mismas añadió un fuerte componente de moralidad. Personalmente, considero que la broma Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes era más que tolerable dado el tono irónico de la misma, y que no hacía falta un cierre como éste. Sin embargo, hay que reconocer que “Post Scriptum” es el texto más bien escrito del libro, por lo que su lectura es una auténtica gozada. En él, el autor finalmente se posiciona abiertamente en el asunto, sin la máscara del humor o la crítica social. Mediante una crónica periodística, describe minuciosamente los asesinatos cometidos por John Williams en 1812 y por los hermanos M'Kean en las proximidades de Manchester, con crudo realismo.
“Primera memoria” fue publicada en 1827 en la revista Blakwood's Magazine. En ella se ficciona una conferencia impartida en la Asociación de Conocedores del Asesinato, asociación que reivindica el asesinato como forma de arte. El ponente asevera que todo asesinato puede (y debe) ser criticado y juzgado estéticamente. El asesinato es un acto reprobable, claro, pero una vez ya ha sido consumado, ¿por qué no admirarlo si así lo merece? Aspectos como el sujeto asesinado, los instrumentos, el tiempo o el lugar son los que determinarán la calidad de la obra. La “Segunda memoria”, publicada originalmente en la misma revista que su predecesora el año 1839*, viene a continuación. Es otra conferencia que ahonda todavía más en las peculiares inquietudes estéticas de la Asociación.
En ambos textos, escritos, por cierto, con precisión y elegancia, De Quincey hace gala de un exquisito humor inglés, permeado en todo momento por el sarcasmo y la ironía. El pasaje más conocido de este libro es una prueba indiscutible de ello: «Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.»
El mensaje Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes es evidente. En primer lugar, De Quincey critica el morbo que ciertos sucesos sórdidos generan en la raza humana. Dejad que os cite un fragmento de la primera conferencia para avalar esta afirmación: «El mundo en general -señores- está sediento de sangre; todo lo que desea en un crimen es que la efusión de sangre sea copiosa (...). Pero el conocedor ilustrado tiene más refinado gusto, el resultado de nuestro arte, como el de todas las demás artes liberales, es humanizar el corazón (...).» El hecho de que el autor señale una flaqueza humana y haga que en una Sociedad de refinados caballeros la justifiquen dota a todo el relato de una aguda misantropía. Por otro lado, también ayuda el uso constante de citas en latín** o académicas. El aire culto que desprende el libro, que en ningún momento consigue camuflar las atrocidades que en él se dicen, actúa como crítica soterrada a los círculos elitistas que se dicen elevados.
En resumen, Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes es un ejercicio de genialidad que ha influenciado sobremanera a multitud de creadores, desde Marcel Schwob hasta Jorge Luis Borges. Sienta como un soplo de aire fresco en tiempos tan políticamente correctos como los que vivimos hoy en día. Y por sí misma, la lectura de este libro es imaginativa y ociosa: presenta una fabulación totalmente creativa, como la Historia universal de la infamia, teñida por un tono deliciosamente cínico, como el de El diccionario del Diablo. Vamos, que mejor carta de presentación, imposible.
*En el libro se le atribuye dicha fecha a la “Segunda Memoria”, aunque en algunos sitios web consultados durante la gestación de esta reseña se afirma que esta data del 1829.
**Jamás traducidas en anotaciones de pie de página en la edición de Renacimiento, supongo que para dotar de mayor pedantería todavía al texto.
También de Thomas De Quincey en ULAD: Confesiones de un inglés comedor de opio
También de Thomas De Quincey en ULAD: Confesiones de un inglés comedor de opio
5 comentarios:
《Jamás traducidas en anotaciones de pie de página en la edición de Renacimiento, supongo que para dotar de mayor pedantería todavía al texto.》
Pues no sé si será normal tácita para fomentar esa imagen pedante del Club o qué, pero en la edición de Valdemar tampoco están traducidas. Y viendo lo prólijas en notas que son las obras de De Quincey, unas pocas más no iban a estorbar, en lo personal me hubiera gustado que no me dejasen "in albis" con los latinismos en general y sobre aquellos en honor del viejo Sapo en particular.
Hola, Pangloss, y gracias por comentar. Si Valdemar tampoco traduce las citas, ya casi no tengo dudas con respecto a la intencionalidad de esta decisión editorial: claramente se hace para dar a las conferencias una pátina de erudición irónica. Personalmente, esto no me molesta, pues lo veo parte de la broma que es "Del asesinato...", pero entiendo tu pesar.
Hola Oriol.
Sea ensayo o una novela enmascarada, se siente la mano del gótico. Tiñe sus páginas de un rincón oscuro por aquí, de un hombre con pata de palo por allá, un cojo que aparece una sola vez y, va tejiendo un argumento, que aunque salpicado de muchos términos en latín y griego, escapa de ser una obra densa de pensamiento puro y hasta nos obsequia pasajes de poesía oscura. Como para leer a la luz del candil. Las tres partes tienen sus puntos fuertes, notándose porqué influyó en tantos escritores después de él. Muy agradecido por la recomendación del libro.
Poy
Interesante aporte, Poy. Yo nunca leí "Del asesinato..." como una novela, fíjate tú. En cuanto a la presencia del gótico... ¡No la recuerdo, así que ahora me quedo con las ganas de releer este libro para poder apreciarla!
Gracias a ti, por dejar el comentario.
Noté esos detalles hasta bien avanzado el libro. Casi, por accidente. Empecé a dejar un lapso de silencio entre cada punto y aparte quizás exagerado, y le tomé más el gusto a la lectura. El imaginarme al famoso asesino en las sombras, me hizo pensar en efectos góticos. No te fíes demasiado, ¿eh?
Poy
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