Idioma original: Griego
Título original: Ακυβέρνητες
πολιτείες
Año de publicación: 1960, 1962, 1965
Traducción: Ioanna Nicolaidou, Vicente Fernández González, Leandro García Ramírez
y María López Villalba
Valoración: Muy recomendable
Vaya por delante un recelo. Recomendar con efusión una trilogía sobre
las peripecias de un puñado de exiliados griegos durante la II Guerra Mundial
se parece muy mucho a un ejercicio de pedantería. En verdad, ¿a quién diablos
le puede interesar hoy en día una narración así? Y, sin embargo, a mí me ha
fascinado y me ha obligado durante un par de semanas a dedicarle todas las horas
posibles para zambullirme en sus mil páginas. Porque lo que hay en Ciudades a la deriva, además de por
supuesto personajes, situaciones, ambientes, tramas, aventura, conflicto,
amores, traiciones y derrotas, es una mirada, un punto de vista, una perspectiva
apasionada pero lúcida, militante pero honesta. Esta trilogía es el relato del fracaso de la izquierda griega por la hegemonía política en Egipto en la
lucha contra la invasión nazi, que -una vez lograda su expulsión- se transformó en una
Guerra Civil de la que también saldría derrotada militarmente. Para el lector
interesado en la Historia, o la Política, o aquel rincón geográfico del
Mediterráneo, Ciudades a la deriva
está escrita con tanto ritmo, fuste y épica –“La lluvia ha arreciado y el mundo ha oscurecido.”- como para hacer
de su lectura un ejercicio más que grato. Y recomendable.
Statris Tsircas es el alias literario de Yanis Jatsiandreas (El Cairo,
1911/ Atenas, 1980), integrante como los poetas C.P. Cavafis o Yorgos Seferis
de la nutrida colonia griega en el Egipto bajo dominio británico. Las novelas
están basadas en un diario personal que Tsircas inició en 1945, traspapeló
durante trece años y recuperó finalmente en 1959. El ciclo se inicia con El club, que transcurre en Jerusalén en
junio de 1942, donde una multitud de refugiados busca cobijo ante el imparable
avance del mariscal Rommel sobre Alejandría desde el Oeste; continúa con Ariadni, que recoge las vicisitudes de
la militancia clandestina comunista entre diciembre de 1942 y junio de 1943 en
El Cairo y finaliza con Bat, que
relata desde Alejandría la rebelión en abril de 1944 de los militares griegos
antifascistas contra la jerarquía político militar encabezada por el rey Jorge
II y sustentada por Churchill, que no estaba dispuesto a que la Grecia post
nazi escapase a su control. El episodio se saldó con unas decenas de víctimas
mortales y unos veinte mil combatientes recluidos en campos de concentración
Ciudades a la deriva –el título sale de un verso de Seferis- es, por
supuesto, el relato de un grupo de personas a la deriva: “El mundo parece a ratos un capazo lleno de cangrejos. Mordemos a
nuestro prójimo, él nos muerde a nosotros y, en medio del embrollo, nos
mordemos a nosotros mismos. Cuanto más nos duele, más apretamos. Me duele,
decimos, pero a ese le voy a arrancar…”
Stratis Tsircas quiso dejar
constancia de lo que pasó y para ello se vale de unos personajes de ficción
metidos hasta el tuétano en una trama real. El protagonismo recae en Manos
Simonidis, el único que usa la primera persona y que nos transmite el punto de
vista del escritor. Simonidis tiene un enfrentamiento sistemático con uno de
sus compañeros de organización, conocido como el Hombrecillo, que encarna el militante de aparato sin dudas ni
remordimientos, para el que tener criterio propio equivale a desviacionismo, a
pequeño burgués, a intelectualismo y para quien todo, absolutamente todo, debe
sacrificarse en pos de los fines y ser sometido al inexorable rodillo de hierro
de la Historia. La clave es que Straits Tsircas elabora su relato desde la
lucidez subjetiva que evita el maniqueísmo, pues sabe situar su mirada exenta
de condescendencia, de autoindulgencia y de fanatismo, partiendo de la premisa
de que uno tiene sus razones aunque éstas puedan no ser las únicas razones
válidas. Es decir, que no todo vale en la lucha por la emancipación; ni dejar
de interesarse ni dejar de respetar al ser humano. Ni que decir tiene que la
publicación de El Club en 1960 le
valió a Stratis Tsircas su expulsión del Partido Comunista de Grecia.
Uno de los personajes ambiguos y descarnados, un espía británico,
espeta a los combatientes griegos: “Pero
aquí acaba la literatura. Le ruego que se lo diga, que lo consideren. Churchill
va a tratarlos con enorme severidad. Quiere cauterizar con hierro candente este
sarpullido, antes de que le cambie la forma de victoria que ha soñado”. Y
así fue como pasó y la Historia nos dice que los nazis fueron expulsados y que
Grecia no cayó del campo soviético, como quería Churchill. Pero el relato con
minúscula de estas historias, de estos personajes lúcidos, derrotados y
necesarios, bien merece la tinta que los mantiene vivos mientras tengan
lectores.
7 comentarios:
Tiene muy buena pinta. ¿ciudad a la deriva o ciudad a dervia? jeje. Casi seguro me pillo el libro.
Efectivamente el libro parece muy interesante, y además estupenda la reseña.
Me gusta mucho la critica y voy a leer esta novela.
Tsircas, no Tsirtas.
Gracias una vez más a todos los que escribís en la página por proponer nuevos autores, este tiene muy buena pinta.
Estupenda reseña compañero. gracias.
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