sábado, 3 de junio de 2017

Stratis Tsircas: Ciudades a la deriva



Idioma original: Griego

Título original: Ακυβέρνητες πολιτείες

Año de publicación: 1960, 1962, 1965

Traducción: Ioanna Nicolaidou, Vicente Fernández González, Leandro García Ramírez y María López Villalba

Valoración: Muy recomendable


Vaya por delante un recelo. Recomendar con efusión una trilogía sobre las peripecias de un puñado de exiliados griegos durante la II Guerra Mundial se parece muy mucho a un ejercicio de pedantería. En verdad, ¿a quién diablos le puede interesar hoy en día una narración así? Y, sin embargo, a mí me ha fascinado y me ha obligado durante un par de semanas a dedicarle todas las horas posibles para zambullirme en sus mil páginas. Porque lo que hay en Ciudades a la deriva, además de por supuesto personajes, situaciones, ambientes, tramas, aventura, conflicto, amores, traiciones y derrotas, es una mirada, un punto de vista, una perspectiva apasionada pero lúcida, militante pero honesta. Esta trilogía es el relato del fracaso de la izquierda griega por la hegemonía política en Egipto en la lucha contra la invasión nazi, que -una vez lograda su expulsión- se transformó en una Guerra Civil de la que también saldría derrotada militarmente. Para el lector interesado en la Historia, o la Política, o aquel rincón geográfico del Mediterráneo, Ciudades a la deriva está escrita con tanto ritmo, fuste y épica –“La lluvia ha arreciado y el mundo ha oscurecido.”- como para hacer de su lectura un ejercicio más que grato. Y recomendable.

Statris Tsircas es el alias literario de Yanis Jatsiandreas (El Cairo, 1911/ Atenas, 1980), integrante como los poetas C.P. Cavafis o Yorgos Seferis de la nutrida colonia griega en el Egipto bajo dominio británico. Las novelas están basadas en un diario personal que Tsircas inició en 1945, traspapeló durante trece años y recuperó finalmente en 1959. El ciclo se inicia con El club, que transcurre en Jerusalén en junio de 1942, donde una multitud de refugiados busca cobijo ante el imparable avance del mariscal Rommel sobre Alejandría desde el Oeste; continúa con Ariadni, que recoge las vicisitudes de la militancia clandestina comunista entre diciembre de 1942 y junio de 1943 en El Cairo y finaliza con Bat, que relata desde Alejandría la rebelión en abril de 1944 de los militares griegos antifascistas contra la jerarquía político militar encabezada por el rey Jorge II y sustentada por Churchill, que no estaba dispuesto a que la Grecia post nazi escapase a su control. El episodio se saldó con unas decenas de víctimas mortales y unos veinte mil combatientes recluidos en campos de concentración

Ciudades a la deriva –el título sale de un verso de Seferis- es, por supuesto, el relato de un grupo de personas a la deriva: “El mundo parece a ratos un capazo lleno de cangrejos. Mordemos a nuestro prójimo, él nos muerde a nosotros y, en medio del embrollo, nos mordemos a nosotros mismos. Cuanto más nos duele, más apretamos. Me duele, decimos, pero a ese le voy a arrancar…”  Stratis Tsircas quiso dejar constancia de lo que pasó y para ello se vale de unos personajes de ficción metidos hasta el tuétano en una trama real. El protagonismo recae en Manos Simonidis, el único que usa la primera persona y que nos transmite el punto de vista del escritor. Simonidis tiene un enfrentamiento sistemático con uno de sus compañeros de organización, conocido como el Hombrecillo, que encarna el militante de aparato sin dudas ni remordimientos, para el que tener criterio propio equivale a desviacionismo, a pequeño burgués, a intelectualismo y para quien todo, absolutamente todo, debe sacrificarse en pos de los fines y ser sometido al inexorable rodillo de hierro de la Historia. La clave es que Straits Tsircas elabora su relato desde la lucidez subjetiva que evita el maniqueísmo, pues sabe situar su mirada exenta de condescendencia, de autoindulgencia y de fanatismo, partiendo de la premisa de que uno tiene sus razones aunque éstas puedan no ser las únicas razones válidas. Es decir, que no todo vale en la lucha por la emancipación; ni dejar de interesarse ni dejar de respetar al ser humano. Ni que decir tiene que la publicación de El Club en 1960 le valió a Stratis Tsircas su expulsión del Partido Comunista de Grecia.

Uno de los personajes ambiguos y descarnados, un espía británico, espeta a los combatientes griegos: “Pero aquí acaba la literatura. Le ruego que se lo diga, que lo consideren. Churchill va a tratarlos con enorme severidad. Quiere cauterizar con hierro candente este sarpullido, antes de que le cambie la forma de victoria que ha soñado”. Y así fue como pasó y la Historia nos dice que los nazis fueron expulsados y que Grecia no cayó del campo soviético, como quería Churchill. Pero el relato con minúscula de estas historias, de estos personajes lúcidos, derrotados y necesarios, bien merece la tinta que los mantiene vivos mientras tengan lectores.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene muy buena pinta. ¿ciudad a la deriva o ciudad a dervia? jeje. Casi seguro me pillo el libro.

Carlos Andia dijo...

Efectivamente el libro parece muy interesante, y además estupenda la reseña.

Anónimo dijo...

Me gusta mucho la critica y voy a leer esta novela.

Anónimo dijo...

Tsircas, no Tsirtas.

Anónimo dijo...

Gracias una vez más a todos los que escribís en la página por proponer nuevos autores, este tiene muy buena pinta.

Hello dijo...
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Anónimo dijo...

Estupenda reseña compañero. gracias.