Título original: Under the Volcano
Año de publicación: 1947
Valoración: imprescindible
Por fin decidí pelearme con el cónsul. Leí por primera vez Bajo el volcán de Malcolm Lowry hace ya casi diez años y quedé fascinado. Luego siguieron otras tres lecturas, siempre del tirón, de un libro que si algo tiene es densidad y espesura, casi la misma que la sustancia alcohólica que marca la vida de su protagonista. Bajo el volcán es una de las plasmaciones literarias más perfectas de una borrachera que conozco. El libro cuenta la historia de Geoffrey Firmin, cónsul inglés en México. Varado en Quauhnahuac, trasunto de Cuernavaca, en un paisaje dominado por dos volcanes, el Popocatepetl y el Iztaccihuatl, Firmin ha perdido la ilusión en la vida, y ahora se tambalea sin esperanza por tabernas de mala muerte, obsesionado por recuerdos de su mujer Ivonne, quien abandonó al Cónsul, o mejor dicho fue expulsada de su lado (más adelante sabremos más detalles escabrosos de esa historia).
Las doce horas del Día de los Muertos de 1938 que constituyen el trascurso temporal de la novela narran los intentos de recuperación de ambos personajes y su fracaso. La noria que aparece al inicio del libro, y que representa la rueda de la vida, ya anuncia lo inevitable de la tragedia. Lo que hace que Bajo el volcán merezca varias relecturas es la mezcla de lucidez, compasión, miseria y rabia que marca cada intento de recuperación y cada recaída presente en la pesadilla que viven los personajes. La novela tiene una base simbólica y numerológica fuerte, que constituye un armazón que va integrando los diferentes ritmos de cada uno de los doce capítulos. Sin embargo, si prescindimos de esa estructura, tendremos un relato de pasiones básicas y de personas que no consiguen salir de sus peores vicios, restándoles sólo momentos de trascendencia.
De hecho, el tono de la novela va cambiando a medida que la tragedia se hace más presente. Los límites entre realidad y imaginación se pierden, la angustia, el resentimiento y la decepción van minando a todos los personajes, el Cónsul sigue bebiendo. En realidad Bajo el volcán es la historia de dos avatares de Lowry, o mejor dicho, de dos momentos o estados de ánimo. Porque el hermano del Cónsul, Hugh Firmin, es también en gran medida el escritor, en este caso su parte positiva, seductora y eufórica. Como no podría ser de otro modo, la relación entre “los dos Lowrys” no será fácil: Hugh, el “héroe” militante, el escritor prolífico, el amante de éxito, luchará por recomponer varias veces al Cónsul a lo largo del día en que transcurre la novela. El Cónsul, a su vez, reprochará a Hugh la insensatez y el romanticismo, así como otras cuestiones sentimentales más concretas. En última instancia, el fracaso de Hugh en su intento de “enderezar” al Cónsul revelará que el heroísmo edulcorado, la brillantez y la militancia del primero no se encuentran tan lejos del sopor alcohólico y violento del Cónsul, y esconden a un personaje consentido, que prolonga su adolescencia mimada soñando con una izquierda imaginaria (¿Alguien ha visto Fight Club?).
Bajo el volcán es una novela triste, pesimista, que cuenta un fracaso sentimental en el que resuenan otras tragedias políticas e históricas. Las tinieblas aparecen en Bajo el volcán de varias formas, que suelen suponer premoniciones o símbolos trágicos del desastre final: un cartel de la película Las Manos de Orlac de Peter Lorre; la Divina Comedia; la Andalucía de preguerra; el Ulises de Joyce; el Tarot; la ejecución de Maximiliano; la Batalla del Ebro; o la debacle de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española. Todo eso está presente, más o menos oculto, en cada uno de los movimientos de Bajo el volcán. Sin embargo, por encima de todos los referentes se encuentra la Muerte, la cultura de la Muerte y su relación traumática con la voluntad de reforma y de transformación social de la Revolución.
Bajo el volcán no es sólo una novela alegórica —muchos la sitúan dentro del ámbito de la música, y hablan de ella como de una sinfonía o una ópera—: si algo me llamó siempre la atención, es el tono desgarrado, personal, con que Lowry construye a sus tres personajes. Resulta interesante, aunque en verdad poco innovador, pensar que el mismo tono del Cónsul, esa voluntad por destrozarse la vida, es lo que llevó a Lowry a tardar diez años en dar forma a Bajo el volcán y a apenas escribir un par de novelas más en sus menos de cincuenta años alcoholizados de vida. Más interesante, creo, es enfrentarse a Bajo el volcán sin miedo, dejarse llevar por el drama de sus personajes, y participar de la que es sin duda una de las mayores tragedias, y una de las mejores borracheras, que he leído nunca.
Firmado: Carlos Garrido
5 comentarios:
Obra Maestra¡¡¡ Una historia que formará parte de uno mismo desde los primeros minutos de su lectura. "Imprescindiblemente" imprescindible.
Maravillosa entrada. Llevo tiempo merodeándolo como si fuese una bestia, me impone respeto y gracias a tu entrada me atreveré a perderme en Cuernavaca.
Un libro difícil, arduo. Diría que de lectura casi extenuante. Admiro al reseñista que lo leyó cuatro veces!
Muy de acuerdo con último comentario.
Al lado de fogonazos de brillantez, un monton de paginas en las que no me enteraba de nada. Muchas referencias a personajes de epoca, palabras en aleman, latin, frances…. Vocablos muy poco frecuentes.
Encima una estructura no lineal, primer capitulo es posterior al resto.
En fin, que se hace durisimo.
Ya no sabes si te falta nivel lector, si esta mal traducido o que directamente es un bluff.
Lo acabo justo de terminar, confio en que de aqui unos dias me vengan mejores sensaciones, como el fascinante Mexico que dibuja, las odas a los bares, el snobismo de Hugh…
Ánimo a los valientes que lo enfrenten.
Saludos
Gerónimo
En una primera lectura dejé el libro por imposible... ahora lo he retomado y ¡menuda satisfacción!, no era el libro, era yo. Uno de mis libros favoritos sin duda.
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