Año de publicación: 2015
Valoración: recomendable
¿Qué tienen en común, por ejemplo, una prostituta del oeste americano, un cosmonauta ruso o el hijo del jefe de una tribu africana? ¿O, por seguir poniendo ejemplos, un aficionado a recrear batallas con soldaditos de plomo, un artista suicida o el mismísimo Robinson Crusoe? Pues que todos estos personajes y bastantes más, aparecen en este libro de cuentos del escritor leonés Gabriel Rodríguez García. Un libro compuesto por 22 relatos cortos (algunos, cortísimos, de apenas una página), y que tienen como común denominador un agudo sentido del humor, una sorna que en ocasiones deviene en ácida ironía y un dominio notable de los recursos del lenguaje narrativo y de los códigos de diferentes registros literarios, aunque sea para ofrecernoslos en clave de parodia.
Los temas de estos cuentos o relatos son variados. Destacan, por su número, los dedicados a la crítica social, política o incluso económica, bastante acordes con los tiempos que vivimos: Jack, Molly, etc..., Instrucciones para aburguesarse, Nosotros que nos queremos tanto, Patada hacia arriba, Los revolucionarios somos así (éste último, no tan pura ficción como pueda parecer). También hay unos cuantos que hablan de los prejuicios, las ojerizas y las miserias tan habituales entre los que cultivan las artes y no digamos ya las letras, aun con escaso éxito (o, precisamente, cuando el éxito es escaso): El canon, Las vanguardias, imbécil, Los de la tertulia... Mis favoritos, sin embargo, sobre todo porque creo que son los más logrados y con una composición más redonda, son algunos en los que la frontera entre realidad y ficción se desdibuja, o aquéllos en los que el autor experimenta con otras formas narrativas, con éxito y con el mérito añadido de hacerlo en un número mínimo páginas: Vida social, Viernes y yo, Por una cabeza, Almacenes Macario... relatos protagonizados por personajes un tanto desviados de la razón o de lo que la sociedad circundante considera que es la razón. El propio y curioso título del libro, Maestro, extráigame la piedra, hace referencia a aquella piedra que en otro tiempo se pensaba que causaba la locura de los hombre y que los médicos, cuando no barberos o curanderos, trataban de extraer de la cabeza de los afectados. Una piedra que parece también alojada en la cabeza de los protagonistas de todos esos cuentos y, tal vez, en la de todos nosotros, que nunca se sabe...
En casi todos los relatos el autor echa mano de un humor que a veces gira hacia el negro cerrado, pero, no obstante, sin olvidar una mirada amable sobre sus personajes, aun a pesar de las perrerías que les reserva, en ocasiones. Una mirada, pues, benévola pero no sensiblera, despierta pero no despiadada, irónica pero no sarcástica (bueno, quizás un poco sí...). La mirada de un escritor que esperemos siga escribiendo y del que volvamos a tener noticias pronto.
Los temas de estos cuentos o relatos son variados. Destacan, por su número, los dedicados a la crítica social, política o incluso económica, bastante acordes con los tiempos que vivimos: Jack, Molly, etc..., Instrucciones para aburguesarse, Nosotros que nos queremos tanto, Patada hacia arriba, Los revolucionarios somos así (éste último, no tan pura ficción como pueda parecer). También hay unos cuantos que hablan de los prejuicios, las ojerizas y las miserias tan habituales entre los que cultivan las artes y no digamos ya las letras, aun con escaso éxito (o, precisamente, cuando el éxito es escaso): El canon, Las vanguardias, imbécil, Los de la tertulia... Mis favoritos, sin embargo, sobre todo porque creo que son los más logrados y con una composición más redonda, son algunos en los que la frontera entre realidad y ficción se desdibuja, o aquéllos en los que el autor experimenta con otras formas narrativas, con éxito y con el mérito añadido de hacerlo en un número mínimo páginas: Vida social, Viernes y yo, Por una cabeza, Almacenes Macario... relatos protagonizados por personajes un tanto desviados de la razón o de lo que la sociedad circundante considera que es la razón. El propio y curioso título del libro, Maestro, extráigame la piedra, hace referencia a aquella piedra que en otro tiempo se pensaba que causaba la locura de los hombre y que los médicos, cuando no barberos o curanderos, trataban de extraer de la cabeza de los afectados. Una piedra que parece también alojada en la cabeza de los protagonistas de todos esos cuentos y, tal vez, en la de todos nosotros, que nunca se sabe...
En casi todos los relatos el autor echa mano de un humor que a veces gira hacia el negro cerrado, pero, no obstante, sin olvidar una mirada amable sobre sus personajes, aun a pesar de las perrerías que les reserva, en ocasiones. Una mirada, pues, benévola pero no sensiblera, despierta pero no despiadada, irónica pero no sarcástica (bueno, quizás un poco sí...). La mirada de un escritor que esperemos siga escribiendo y del que volvamos a tener noticias pronto.
5 comentarios:
¿He visto escrito "el autor hecha mano" o sólo lo he alucinado?
Lo has alucinado.
No, es broma, gracias por la indicación, ya está corregida la errata :)
Esto ocurre desde que dejan hacer reseñas a cualquiera...
Así que el último fenómeno editorial es un bluff. No sé por qué no me sorprendo.
Sorry?
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