Año de publicación: (de su edición conjunta) 2015
Valoración: muy recomendable (que se eleva a imprescindible si uno tiene tendencias anglófilas)
Felipe Fernández Armesto, periodista gallego, adoptó este europeizado y ligeramente aristocrático nombre (Augusto Assía) para envíar sus crónicas desde Londres, entre 1940 y 1945. Había sido expulsado de Alemania y se encontraba fuera de esa lúgubre España de post-guerra donde gobernaba, por la fuerza de las armas, un régimen colaboracionista con los nazis. Una situación incómoda, más cuando, aunque muy atrás en el tiempo, el periodista había mostrado simpatías (desvanecidas) por el comunismo. Los artículos que escribió como único corresponsal en Londres de un medio estatal (el barcelonés La Vanguardia) los seleccionó para componer estos dos libros que la gente de Libros del Asteroide ha unido en una jugosa edición. Expliquemos que el título no puede ser más revelador: pues el punto que separa los dos libros es el cambio de sentido en la evolución del conflicto. Mussolini es destituido y las tornas empiezan a girarse. Así que Londres, que ha recibido como yunque los golpes del Blitz (bombardeo masivo por parte de las fuerzas aéreas del ejército nazi), pasará a ser martillo, y será la RAF la que tome el relevo, con, entre otros, los famosos bombardeos de Dresde o Hamburgo.
Los libros recogen una centena de artículos donde Assía va dando cuenta de la evolución del conflicto, desde un elegante punto de vista y una flemática prosa que hoy vemos como entrañablemente añeja. Ausencia de exabruptos, tonalidad entusiasta pero sobria, casi fría, conforme tanto a la inevitable autocensura como a un hecho tensamente presente en todo el libro. Que es cómo Assía está rendido a los pies de ese pueblo inglés con el que convive, cómo intercala, entre los artículos monopolizados por el acontecer de la guerra, constantes comentarios glosando una y otra vez las virtudes del pueblo inglés.
Me da a mí que, en ese panegírico, Assía estaba empaquetando, con elegancia, sutileza, y un medido sentido de la ironía, una crítica mordaz pero incontestable, contra el franquismo. Porque muy puntillistas debían ser los censores para echar atrás sus textos. Qué podían reprocharle cuando hablaba de una sociedad avanzada, preocupada por los desamparados, monolítica en su oposición a su oscuro antagonista que era el nazismo. Qué podían encontrar los censores de la época tras los coherentes comentarios de Assía. que no iban contra nadie (pues ni siquiera los alemanes se llevan más pullas de las estrictamente necesarias) sino, sobre todo, a favor de los valores en que fundaba sus cimientos la sociedad en que vivía. Hablando de la apariencia de normalidad, del estoicismo con que los habitantes de Londres aguantaban bombardeos, racionamiento, Assía no podía hacer más mella que si hubiera escrito unas cuantas líneas con un acróstico diciendo Franco es un dictador. Para qué: semana tras semana de alabar el sistema parlamentario, la democracia, el poder de los mandatarios locales, el interés por la educación, el sistema público de subsidios, de hallar uno tras otro nuevos motivos para elogiar la sociedad que lo acogía, eran, por comparación, por capilaridad, por psicología inversa, la mejor manera de revelar que eso estaba ausente en la tierra de sus lectores.
No veo a quien no puede gustar esta magnífica colección. Los apasionados por el tema de las grandes conflagraciones encontrarán información desde un punto de vista poco usual. Los amantes de la buena prosa disfrutarán de esa contención. Los acérrimos de lo contemporáneo hallarán suficientes ganchos. Si llega a tus manos, acabará en tu casa, y te hará compañía.
Me da a mí que, en ese panegírico, Assía estaba empaquetando, con elegancia, sutileza, y un medido sentido de la ironía, una crítica mordaz pero incontestable, contra el franquismo. Porque muy puntillistas debían ser los censores para echar atrás sus textos. Qué podían reprocharle cuando hablaba de una sociedad avanzada, preocupada por los desamparados, monolítica en su oposición a su oscuro antagonista que era el nazismo. Qué podían encontrar los censores de la época tras los coherentes comentarios de Assía. que no iban contra nadie (pues ni siquiera los alemanes se llevan más pullas de las estrictamente necesarias) sino, sobre todo, a favor de los valores en que fundaba sus cimientos la sociedad en que vivía. Hablando de la apariencia de normalidad, del estoicismo con que los habitantes de Londres aguantaban bombardeos, racionamiento, Assía no podía hacer más mella que si hubiera escrito unas cuantas líneas con un acróstico diciendo Franco es un dictador. Para qué: semana tras semana de alabar el sistema parlamentario, la democracia, el poder de los mandatarios locales, el interés por la educación, el sistema público de subsidios, de hallar uno tras otro nuevos motivos para elogiar la sociedad que lo acogía, eran, por comparación, por capilaridad, por psicología inversa, la mejor manera de revelar que eso estaba ausente en la tierra de sus lectores.
No veo a quien no puede gustar esta magnífica colección. Los apasionados por el tema de las grandes conflagraciones encontrarán información desde un punto de vista poco usual. Los amantes de la buena prosa disfrutarán de esa contención. Los acérrimos de lo contemporáneo hallarán suficientes ganchos. Si llega a tus manos, acabará en tu casa, y te hará compañía.
4 comentarios:
¡Pintaza!
Totalmente de acuerdo, pinta de lujo!
Es una delicia su lectura. Te transporta al momento y al lugar... y es real.
Para aprender muchas cosas de la cultura inglesa y para quererla.
Gracias por el comentario. Un testimonio muy valioso, sin duda.
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