Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable
Alejandro Melero ya apareció por aquí hace unos años, con motivo de su libro de relatos La escalera oscura, y ya entonces aclaré, para evitar suspicacias, que había sido colega mío en la Universidad de Limerick, hace ya la friolera de doce años. En todo caso, desde la publicación de aquella otra reseña, su curriculum se ha ampliado considerablemente, no solo en el ámbito del teatro (con obras como Clímax o Nuestro hermano) sino también en el de la narrativa, con ya tres novelas publicadas: Último y penúltimo deseo de la niña Carmela, la luz de mis días y, ahora, en tiempos pandémicos, esta, El secreto de la hierba, que es, de lo que he leído (y creo que he leído prácticamente todas sus obras) la más conseguida y trabajada.
La acción de la novela se sitúa en el mítico verano de 1992, el de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, eventos que resuenan como contexto histórico, aunque no formen parte propiamente de la trama. El protagonista, Miguel, vive su último verano de infancia e inocencia en un pequeño pueblo andaluz, entre juegos con su hermano y con su amiga Angelinas, fiestas y certámenes populares, y en medio de una aproximación progresiva al mundo de los adultos, del que le llegan informaciones fragmentarias, emociones confusas, conversaciones veladas y silencios pesados, con los que intenta reconstruir una nueva comprensión del mundo, y de su propia familia.
Decir que El secreto de la hierba es una novela lorquiana es probablemente una obviedad, teniendo en cuenta que el propio título está tomado de El maleficio de la mariposa, y que la acción se abre con una representación de esta misma obra en la que el protagonista participa en el papel de cucaracha. También resultan muy lorquianas (concretamente, bernardalbianas) las conversaciones entre la madre de Miguel y sus tres hermanas, que rodean y cuidan al padre en su enfermedad terminal; e incluso, sin tanta carga trágica, se podría reconocer algo del amor prohibido de Bodas de sangre en varias de las historias del libro.
Pero a esta posible inspiración lorquiana se superpone otra capa y otra lectura, más actual y que hace la novela más compleja (y evita, también, creo, el peligro de la idealización o "infantilización de la infancia", si se me permite la expresión). Porque tanto la familia de Miguel como el conjunto del pueblo están marcados por historias de su pasado, heridas nunca cerradas que se remontan hasta la Guerra Civil, y a su larguísima posguerra (y en esto coincide, por cierto, con Los ojos cerrados de Edurne Portela, por muchas diferencias que existan entre ambas novelas). Las delaciones, asesinatos bajo la apariencia de juicios sumarísimos, expropiaciones, exclusiones del diferente o del que se aparta de la ortodoxia, perviven en la memoria de los habitantes del pueblo y condicionan sus circunstancias actuales y sus (des)afectos. En todos esos secretos mal guardados irá adentrándose Miguel, como quien escarba la tierra en busca de huesos.
El secreto de la hierba es una novela clara, rápida; quizás lo que más destacan son los (abundantes) diálogos, en los que quizás se pueda apreciar la experiencia de Alejandro Melero como autor teatral. Cada capítulo, además, viene encabezado por un documento ajeno al texto (un pregón, una noticia periodística, un anuncio), que en ocasiones se relacionan directamente con la historia o con la España del 92, y en otros casos se abren a lecturas más amplias, como la noticia del NO-DO referente a la creación de pantanos o el último parte de guerra ("cautivo y desarmado el ejército rojo..."). El resultado es una novela fuertemente marcada por la visión de su protagonista, en proceso de transición a la adolescencia, pero que da paso a una visión más amplia de la realidad y de la historia de su familia, del pueblo y de España.
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