Título original: Egunero hasten delako
Traducción: F. Eguía Careaga
Año de publicación: 1969 (en castellano, 2020)
Valoración: Está bastante bien
Alguien debería explicar por qué (razones editoriales, supongo) hemos tardado la friolera de cincuenta años, que se dice pronto, en tener traducción al castellano de la primera novela de Ramón Saizarbitoria. Se iba a publicar el pasado mes de mayo pero, ya se sabe, hasta en eso ha tenido que intervenir el puto virus. Hay que ser sincero: el mundo no estaba pendiente de la traducción de este libro, ni (que yo sepa) se han organizado seminarios para analizar la nueva joya y celebrar el descubrimiento; pero sí que es un título que tiene cierto valor en la historia de la literatura vasca.
Allá por el final de los 60 la narrativa en euskera era poco menos que un erial, y la aparición de esta novela fue una revelación, confirmada pocos años después con Ehun metro (Cien metros). Tal vez junto con Txillardegi, Saizarbitoria había roto con la forma tradicional de narrar en lengua vasca, había demostrado que podían contarse otras cosas (aparte de historias del terruño, la guerra o el exilio) y de otra forma (planos diversos, secuencia temporal fragmentada, en alguna medida bajo la influencia del nouveau roman, que ya llevaba unos cuantos años de rodaje). Así que con un cierto retraso, desde luego muy comprensible, respecto a la narrativa en castellano, este libro abrió la puerta a una nueva etapa, y de ahí el interés en contar con la traducción para aquellos a los que la lengua materna no nos da como para disfrutar plenamente de la lectura, aunque en este caso no sea demasiado compleja.
Y no, no es un texto complejo en absoluto. El estilo de Saizarbitoria es limpio, fluido y objetivo, como de alguien que lleva años depurando su prosa, aunque en este caso fuese su primera obra. Y es además un relato a la vez intemporal y muy pegado a su tiempo. A finales de los 60 brotaban ideas y comportamientos que ponían en jaque el orden ético dominante tras la Segunda Guerra mundial, ya se sabe: el movimiento hippie, el pacifismo, el amor libre y toda esa historia nacida en una juventud que se siente despegada del pasado reciente y mira hacia nuevas perspectivas. El 67 fue el Verano del Amor, y en mayo del 68 (justo después de terminarse nuestro libro) pues ya sabemos. El mundo asiste al nacimiento de ideas que desafían la moral tradicional, y Saizar se coloca en uno de los polos: su protagonista, Gisèle, es una joven estudiante suiza que decide tener su primera experiencia sexual, y queda embarazada. Da el paso y le sale por donde no quería.
La chica se había entregado en pleno uso de su libertad y tenía muy claro lo que quería hacer. Aquí no hablamos de amor, sino de una experiencia, algo que hoy parece sobradamente superado pero que en ese tiempo resultaba demasiado para cierta moralidad. Gisèle asume que la decisión ha sido suya y suya debe ser la solución, y así comienza un duro recorrido buscando cómo deshacerse de esa carga, con poca ayuda y bastantes reproches. Es un camino que el autor describe mayoritariamente con la objetividad (casi diríamos frialdad) propia del estilo con que trabaja, dejando que sea el lector quien se meta, si quiere, en la piel de la protagonista y pruebe a sentir por ella hasta donde sea capaz de identificarse. No hay moralina, ni antigua ni moderna, solo unos hechos que cada cual entenderá a su manera.
El contrapunto narrativo lo pone un individuo que charla sin descanso, el típico pesado que se te pega en cualquier parte (el autobús, un bar, la cola del súper) y se lanza a una perorata interminable sobre cualquier asunto. Es un personaje curioso, con un puntito depravado pero que inspira una especia de ternura. Su mirada se proyecta siempre al exterior, como si todo lo que ocurre en el mundo le interesase de veras, algo así como el reverso de Gisèle, cuyo foco es solo ella misma y su tragedia personal. Porque es ese momento lo único que desea la chica es corregir el error, es decir, interrumpir el embarazo que siente como algo monstruoso. El debate sobre el aborto toma fuerza justamente en la época en que se escribe el libro, coincidiendo con los movimientos en favor de la libertad sexual o los métodos anticonceptivos, y medio siglo después todavía estamos lejos de la unanimidad, así que queda clara la valentía de Saizarbitoria para abordarlo en esa época. Y lo hace de forma cruda, transparente, sin trucos ni emotividades desbordadas, diríamos con eficiencia: medios narrativos administrados con destreza impropia de un debutante, con equilibrio y elegancia, algo un poco en la línea de Robbe-Grillet, por ejemplo.
Iba a decir que quizá a estas alturas lo que plantea la novela lo hemos visto ya cien veces, desde diferentes perspectivas. Pero es un problema que continúa siendo cotidiano, y en ese sentido el relato no deja de resultar actual. Desde el punto de vista narrativo, puede que no sea una lectura arrebatadora, pero sí un texto muy bien resuelto, buen punto de partida para un autor que ha ido creciendo y dejándonos un buen puñado de obras muy estimables.
P.D: Muy culto, sí, y también egocéntrico, obsesionado con su propio pasado, y por lo visto necesitado de justificarse cada vez que asoma la patita. Pero ¿a quién demonios se le ocurrió encargar el prólogo a Jon Juaristi?
2 comentarios:
Hola, compañero:
Estupenda reseña de un libro de Ramón Saizarbitoria o, como se le conoce en los ambientes culturales euskaldunes, Erramun Saizargasteiz... (vale, ya lo dejo).
Se me ha ocurrido que el personaje del pesado que comentas, es un Colin Robinson de manual (el que quiera que me entienda)... pero que Jon Juaristi sin duda también es un Colin robinsosn de la intelctualidá o las letras hispanas, junto a, por ejemplo, Andrés Trapiello o incluso Javier Marías (sospecho que para Santi lo es)...
Cómo era de esperar, colega, de lo del Robinson ese no tengo ni idea, aunque por los ejemplos que pones me imagino un poco por dónde va la cosa. Lo de Juaristi sí que me ha dejado frito. Encontrármelo aquí fue como un puñetazo, pero al principio me pareció interesante su exposición sobre la literatura vasca en la época del libro. Luego, claro, fue aflorando el ego y huellas (las que él quiere, obviamente) de su extravagante recorrido político, y ahí ya he perdido el color.
Saludos!
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