Idioma original: Castellano
Año de
publicación: 2019
Valoración: Muy
recomendable
En estos tiempos
en que la autoficción exhibe altanero dominio en las mesas de las novedades de
narrativa, con su inevitable aroma de narcisismo, banalidad y tedio, uno acaba
por aplaudir con entusiasta gratitud lectora cuando llega a la última página de
novelas como Ramona. Porque, al margen de cuánto de la vida de la propia autora
se haya colado o no en estas páginas o cuánto se deba exclusivamente a la
imaginación, Ramona funciona muy bien como artefacto que relata la infancia,
adolescencia y primera juventud de su protagonista en un barrio de la periferia
de una ciudad del sur de España en la década de los ochenta y noventa del siglo
XX. No se trata de una novela con una argumento definido que empuje y dirija el
relato si no de un estructura articulada por recuerdos en primera persona, sin
ápice de autoindulgencia ni de sentimentalismo, que acaba componiendo el
retrato de un tiempo y un lugar con eficacia, desparpajo e interés.
Rosario Villajos
(Córdoba, 1978) posee la rara habilidad de sacar petróleo creativo de donde la
realidad apenas significa aridez para quienes carecemos de tal talento. Lo
descubrí por vez primera en la revista digital Msur, que dejaba constancia de
que cuando uno sabe sacarle partido a lo que los demás consideramos despojo,
acaba explotándolo hasta en la ducha.
Una capacidad creativa patente también en el cómic Face, que publicó en 2017, protagonizado por una chica sin rostro en busca de un lugar, unos parámetros vitales, una posición desde la que afrontar y gestionar los vaivenes de la existencia, dibujado y elaborado con una delicada y enjundiosa sencillez.
Ramona es, por
tanto, el segundo libro publicado de Rosario Villajos. Para calibrar el
material con el que está escrita, bien vale reproducir la cita con que se abre:
Los platos me suben y la mierda me come. La Carmen, 7ª 3. Ramona es Ramona
Ucelay, hija de Raúl y Ramona, hermana de Raúl y Raimundo, en esos años en que
los humanos adolescentes andamos “en mi burbuja egocéntrica de depresión,
ansiedad y pena…”, en esos barrios periféricos de gentes humildes amontonadas
en bloques de viviendas repetidos, apretados y ramplones, salpicados de solares
baldíos donde se acumulan escombros, fastidio y frustración. Es decir, un barrio
absolutamente normal, con un vecindario por completo normal para una familia
decididamente normal. Puro petróleo para narradores con mirada acerada y verbo
afilado.
En Ramona se
suceden las habitaciones y baños compartidos, las aulas del colegio de monjas y
las del instituto de secundaria, el piso de estudiantes y la Universidad, el
acoso, las novatadas, los complejos, los bulos, el pasotismo, la vergüenza y
las mentiras, los suspensos y repetir curso, la primera comunión y los primeros intercambios de
saliva y los primeros besos, polvos y pajas, un padre altanero e ignorante y
una madre sumisa e ignorante… Y Ramona, la borde del instituto, el producto de
una píldora mal tomada, contándolo con un desparpajo y una lucidez afilada y
demoledora: “Francisco Cabras era un tipo de aspecto peculiar, como si la
década de los setenta le hubiera dado un guantazo con la mano abierta”.
Rosario Villajos
trata y retrata su entorno con mordacidad y beligerancia, con un lenguaje
directo y afilado y acierta al aplicar el tratamiento, por supuesto, a su
propia voz, su personaje, su protagonista. Esa furibunda y tremenda edad que es
la adolescencia, “odiaba estar aquí, en el mundo y por la fuerza, solo porque
mis padres me engendraron sin pedirlo.”, capturada en toda su entrañable
desesperación, en su turbulenta impericia, con una mirada cargada de humor y
sagacidad. Además, Ramona viene de serie con ilustraciones de la autora.
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