Idioma original: inglés
Titulo original: The Virgin Suicides
Año de publicación: 1993
Traducción: Roser Berdagué
Valoración: muy recomendable
Entonces esta es una novela de misterio y casi de terror. Sabemos lo que ha pasado, nos acercamos lentamente al terrible momento en que ello sucede (en todo momento parecemos estar leyendo una narración con una perspectiva de lejanía), pero no queremos llegar a él y a la vez nos preguntamos (aunque vayamos intuyéndolo) por qué va a suceder o por qué ha sucedido y qué terrible situación va a convertir ese hecho en algo lógico e inevitable. Y Eugenides es un maestro en llevarnos de la mano por ese camino inhóspito al final del cual todo el rato parece esconderse algo terrible. La clave de la novela acaba siendo ese papel extraño que se reserva el narrador, sin diálogos apenas, sin situarse en modo alguno en un espacio temporal concreto, sin una posición contundente ante los hechos, a veces parece que la novela vaya a ser un alegato y esa impresión se desvanece apenas unos párrafos más allá. Toda la narración mantiene un tono trágico, pero escéptico, como un funambulista atónito ante la tragedia pero respetuoso, casi reverente, con ese solemne matiz de la voluntariedad de la elección.
Las vírgenes suicidas no es un canto a la vida, ni una exaltación de la angustia adolescente y sus inextricables vericuetos. Tampoco una denuncia de los resortes autoritarios de la educación basada en tal o cual precepto cultural o religioso. Es un simple y fascinante tránsito por unos hechos tan aparentemente exagerados e inconcebibles como objetivamente posibles. Escrito con una contundencia severa y a ratos fría y casi cómplice, adoptando esa tonalidad pastel propia del lenguaje visual de películas como Donnie Darko o Edward Scissorhands. La de los USA de las urbanizaciones y las comunidades y las ventanas tras las que habitan realidades incomprensibles.
Titulo original: The Virgin Suicides
Año de publicación: 1993
Traducción: Roser Berdagué
Valoración: muy recomendable
No acabo de tener muy clara esa traducción del título. Aunque le añada épica, no sé si esa era la intención de Eugenides, y yo no sé muy bien qué opción sugeriría (¿Los suicidios de vírgenes? ¿Los suicidios vírgenes?), pero en fin, no soy un experto en estas cuestiones y el título no acaba interfiriendo.
Entrando en materia, esta es una novela particularmente difícil de reseñar sin revelar aspectos claves en su desarrollo. Más, habiendo servido de inspiración para la película homónima que sirvió de debut a Sofia Coppola (y cuya banda sonora se encargó al dúo electrónico francés Air), es posible que algunos de nuestros lectores ya sepan de qué va el tema, así que me permitiré un único y tramposo spoiler: esta novela sería casi el negativo de un libro como Tenemos que hablar de Kevin.
Y es que la temática del libro parte de un planteamiento incómodo que se desvela apenas en unos primeros párrafos: las cinco hijas adolescentes del matrimonio Lisbon se han suicidado. Primero lo ha hecho la menor, Cecilia, apenas 13 años, en un truculento primer episodio que marca el ritmo del libro, que pasa a desarrollarse como una narración ligeramente policial, como si quien se sienta a describir los hechos debe hacerlo desde una aparente pero imposible frialdad, desde una lógica ligeramente investigativa que queda neutralizada ante lo sórdida de la situación: cinco chicas sanas de una familia aparentemente normal deciden acabar con sus vidas.
Entonces esta es una novela de misterio y casi de terror. Sabemos lo que ha pasado, nos acercamos lentamente al terrible momento en que ello sucede (en todo momento parecemos estar leyendo una narración con una perspectiva de lejanía), pero no queremos llegar a él y a la vez nos preguntamos (aunque vayamos intuyéndolo) por qué va a suceder o por qué ha sucedido y qué terrible situación va a convertir ese hecho en algo lógico e inevitable. Y Eugenides es un maestro en llevarnos de la mano por ese camino inhóspito al final del cual todo el rato parece esconderse algo terrible. La clave de la novela acaba siendo ese papel extraño que se reserva el narrador, sin diálogos apenas, sin situarse en modo alguno en un espacio temporal concreto, sin una posición contundente ante los hechos, a veces parece que la novela vaya a ser un alegato y esa impresión se desvanece apenas unos párrafos más allá. Toda la narración mantiene un tono trágico, pero escéptico, como un funambulista atónito ante la tragedia pero respetuoso, casi reverente, con ese solemne matiz de la voluntariedad de la elección.
Las vírgenes suicidas no es un canto a la vida, ni una exaltación de la angustia adolescente y sus inextricables vericuetos. Tampoco una denuncia de los resortes autoritarios de la educación basada en tal o cual precepto cultural o religioso. Es un simple y fascinante tránsito por unos hechos tan aparentemente exagerados e inconcebibles como objetivamente posibles. Escrito con una contundencia severa y a ratos fría y casi cómplice, adoptando esa tonalidad pastel propia del lenguaje visual de películas como Donnie Darko o Edward Scissorhands. La de los USA de las urbanizaciones y las comunidades y las ventanas tras las que habitan realidades incomprensibles.
4 comentarios:
Hola, compañero:
Leí esta novela hace ya tiempo, pero recuerdo que me gustó bastante y, sobre todo, esa sensación de contemplar la decadencia setentera u ochentera de la clase media americana...
Buena reseña, sí señor.
Menuda pinta, me la apunto. Excelente reseña, Franfesc.
Estaba en mi lista y tras leer tu reseña, va escalando puestos.
Gracias, compi.
Leí la novela hace unos meses, habiendo leído Middlesex del mismo autor antes, ambas me encantaron; de hecho descubrí este blog buscando la reseña de esta novela, tiempo atrás. La espera lo valió, temo que predije la valoración, gran trabajo.
Hablando de predicciones, con suerte el año siguiente tendré mi reseña en este blog del Dr. Zhivago :P
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