Idioma original: inglés
Título original: Infinite Jest
Año de publicación: 1996
Traducción: Marcelo Covián
Valoración: otro nivel
Título original: Infinite Jest
Año de publicación: 1996
Traducción: Marcelo Covián
Valoración: otro nivel
Ya estamos. Ya lo sé: valoraciones que nadie entiende. Va, pongámosle otras valoraciones: todas las valoraciones y ninguna, extenuante, inabarcable, necesario, panorámico, ditirámbico, ambicioso, colosal.
Todas valen: hasta alguna negativa. No se crea nadie que no he estado tentado de estampar este libro contra la pared en algún momento. Y se ha pasado algún día en la mesita, en la bolsa en bandolera, mientras servidor se entregaba a ese invento ULADiano de los Espaciadores, acusando, tarde o temprano, nostalgia que era curiosidad por lo que albergaban esos montones de páginas que siempre parecían estar pendientes. Y siempre he regresado, y el viaje, la paliza, la experiencia, el trayecto, ha valido la pena.
Pero nadie osará pensar que yo vaya a zanjar más de 1200 páginas (entre texto y notas tan extensas y complejas que, en algún momento, me vi obligado a usar hasta tres puntos de libro para controlar no perder ni un detalle) y vaya a hacerlo con tres o cuatro parrafitos.
Primero: hay mucha gente que no debe ni intentarlo con este libro. Por ejemplo, todos aquellos que sientan la mínima satisfacción literaria por finiquitar libros de Ken Follett y alardeen de ello, como si fuera un gran hito. Con todo el respeto; este no es su libro. Los que buscan sensibilidad poética tampoco lo tienen muy bien aquí: salvo improbables rimas consonantes con los nombres de los diversos compuestos químicos (casi todos participantes en alguna sustancia narcótica), la prosa de DFW es torrencial y arrolladora, en ocasiones casi de prospecto o de manual técnico o de memoria de calidades. Los escasos de paciencia, los ávidos de tramas que hay que descifrar, los maniáticos del minimalismo (minimalismo en una reseña sobre un libro de DFW, ay, que me parto de la risa), los que desprecian el valor de los detalles.
La broma infinita, que toma su título del de una película en la filmografía amateur del padre del protagonista, es un agotador repaso por las incongruencias de la sociedad americana: una sociedad que extiende la competitividad a todos los aspectos de la vida y a edad muy temprana. Esos estudiantes expuestos a horas y horas de entrenamiento en una mediocre y convencional escuela de tenis, y que no encuentran otro modo de huida que el consumo desaforado y experimental de toda droga habida y por haber. Esa sociedad que ha llegado al paroxismo mercantil de encontrar patrocinadores comerciales para los años.
Segundo: incluso descartando esos amplios sectores, nadie garantiza aquí que la experiencia sea agradable. Esta es la obra magna de ficción de un escritor cuyos ensayos de, pongamos, 50 páginas, ya eran ejercicios exhaustivos, ya eran colosales muestras de tomar un tema y sacarle hasta la última gota. DFW no es que escriba de espaldas al oyente: es que dice, como David Simon, que se joda el lector medio. O como diríamos algunos, la moderación está sobrevalorada. No es una broma (no es otra broma). El aluvión de opiniones sobre este libro es abrumador. Su anecdotario crece exponencialmente y me quedo apenas con algunos detalles. Como que se especula que solo el 10% del millón de ejemplares vendidos ha sido leído, como que existe una web (Brickjest.com) donde se han reproducido sus principales escenas con piezas de Lego, como que sus reseñas son muchas veces encabezadas por guías de lectura, para ayudar al lector en la experiencia. Esto pone muy complicado (pone imposible) ser original. Las 1.200 páginas (a un tipo de letra que se empequeñece para notas al pie y se hace minúscula en las notas de las notas al pie) representan, insisto, un desafío para resistencia y paciencias y mi consejo es obvio. Cederle al libro el ritmo que requiere y comprender que cualquier avance es importante, que la novela no hay que estudiarla y que todo el texto tiene algún aporte (las notas esconden más de una escena muy jugosa), pero que no hay Huevos de Pascua ni sorpresas argumentales y que el libro ya deja claro en su esencia que se precipita hacia un faux finàle.
Porque la influencia más clara es Pynchon, claro. La trama surge de entre los matojos y los zarzales que Foster Wallace sitúa por doquier. Países que se han reconfigurado "exportando" territorio. Organizaciones terroristas con aroma a romanticismo. El tenis y su proyección como deporte individual sobre la vida real. Personajes crueles o víctimas de la crueldad. En casos extremos. Las siglas descabelladas, los personajes de nombres estrambóticos, que parecen mal escritos, la constante sensación de anarquía y de piezas que no encajan todavía. Y la lectura subliminal, claro. Aquí es imposible abstraerse a conocer sobre el futuro que le esperaba a Foster Wallace o incluso especular sobre las pistas que ahí dejaba. Las palabras depresión y suicidio y adicción están muy presentes. Los suicidios de las formas más extravagantes y repulsivas dejan en muy pulcro y discreto un ahorcamiento. Las notas contienen un vademecum de estupefacientes legales e ilegales del cual el autor parecía saber bastante. Las adicciones proliferan por doquier y la búsqueda del placer en sí misma o para mitigar la ansiedad acapara a las decenas de personajes. Protagonistas relativos, los Incandenza, una salingeriana familia cuyo patriarca, James (o cualquiera de sus diferentes motes) dirige la Academia Enfield de Tenis, donde Hal, uno de los hijos, despunta y convive con jugadores y toda clase de estupefacientes cuya detección en los controles rutinarios evitan a través de una red de tráfico de muestras "limpias" de orina. Pero escenas las hay a centenas, los saltos temporales son constantes (y difíciles de seguir, pero no hay que obsesionarse) y Foster Wallace nos abate por saturación. Hay, ya lo he dicho, crueldad, mucha, escatología, humor negro a raudales y escenas truculentas, sórdidas, descriptivas de forma incómoda y a veces críptica (estoy seguro que en el libro hay por lo menos una centena de palabras inventadas), con todo el lujo de detalles que la extensión permite.
Alguien me dijo que el libro le había enternecido. A mí me sigue pareciendo que el mejor, el glorioso Foster Wallace está en sus relatos y en sus ensayos, pero estoy completamente seguro de que cualquier interesado en el curso de la literatura contemporánea ha de leer este libro, ha de obligarse a hacerlo o prometerse intentarlo, lo cual ya puede que constituya una declaración de principios (puede que uno de los blogs que debe haber se dedique a levantar testimonio de los intentos fallidos). No (opiniones encontradas las hay por doquier), por lo que se dice de la sensación de superioridad que puede derivarse de haberlo leído y creer (¡!)que se ha comprendido. Sino por la calidad intrínseca de la forma de escribir, que, comprendida su dificultad de digestión, aparece de forma constante. Frases extensas, párrafos intimidadores, tramos casi disuasorios (el fantasma del abandono pulula hasta la página 700 o así), todo lo que queráis sobre el hype y la exageración y sí, qué cojones, la reconsabida necrofilia. Pero, veinte años más tarde, tras montones de imitadores o inspirados (o iluminados) por él, tan actual que da rabia.
Porque la influencia más clara es Pynchon, claro. La trama surge de entre los matojos y los zarzales que Foster Wallace sitúa por doquier. Países que se han reconfigurado "exportando" territorio. Organizaciones terroristas con aroma a romanticismo. El tenis y su proyección como deporte individual sobre la vida real. Personajes crueles o víctimas de la crueldad. En casos extremos. Las siglas descabelladas, los personajes de nombres estrambóticos, que parecen mal escritos, la constante sensación de anarquía y de piezas que no encajan todavía. Y la lectura subliminal, claro. Aquí es imposible abstraerse a conocer sobre el futuro que le esperaba a Foster Wallace o incluso especular sobre las pistas que ahí dejaba. Las palabras depresión y suicidio y adicción están muy presentes. Los suicidios de las formas más extravagantes y repulsivas dejan en muy pulcro y discreto un ahorcamiento. Las notas contienen un vademecum de estupefacientes legales e ilegales del cual el autor parecía saber bastante. Las adicciones proliferan por doquier y la búsqueda del placer en sí misma o para mitigar la ansiedad acapara a las decenas de personajes. Protagonistas relativos, los Incandenza, una salingeriana familia cuyo patriarca, James (o cualquiera de sus diferentes motes) dirige la Academia Enfield de Tenis, donde Hal, uno de los hijos, despunta y convive con jugadores y toda clase de estupefacientes cuya detección en los controles rutinarios evitan a través de una red de tráfico de muestras "limpias" de orina. Pero escenas las hay a centenas, los saltos temporales son constantes (y difíciles de seguir, pero no hay que obsesionarse) y Foster Wallace nos abate por saturación. Hay, ya lo he dicho, crueldad, mucha, escatología, humor negro a raudales y escenas truculentas, sórdidas, descriptivas de forma incómoda y a veces críptica (estoy seguro que en el libro hay por lo menos una centena de palabras inventadas), con todo el lujo de detalles que la extensión permite.
Alguien me dijo que el libro le había enternecido. A mí me sigue pareciendo que el mejor, el glorioso Foster Wallace está en sus relatos y en sus ensayos, pero estoy completamente seguro de que cualquier interesado en el curso de la literatura contemporánea ha de leer este libro, ha de obligarse a hacerlo o prometerse intentarlo, lo cual ya puede que constituya una declaración de principios (puede que uno de los blogs que debe haber se dedique a levantar testimonio de los intentos fallidos). No (opiniones encontradas las hay por doquier), por lo que se dice de la sensación de superioridad que puede derivarse de haberlo leído y creer (¡!)que se ha comprendido. Sino por la calidad intrínseca de la forma de escribir, que, comprendida su dificultad de digestión, aparece de forma constante. Frases extensas, párrafos intimidadores, tramos casi disuasorios (el fantasma del abandono pulula hasta la página 700 o así), todo lo que queráis sobre el hype y la exageración y sí, qué cojones, la reconsabida necrofilia. Pero, veinte años más tarde, tras montones de imitadores o inspirados (o iluminados) por él, tan actual que da rabia.
24 comentarios:
Es un o de mis libros favoritos del autor, tardé en leerlo una eternidad y luego compré Todas las historias de amor son historias de fantasmas, y lo recomencé en su compañía.
Te hubiera dado la razón sobre los ensayos excluyendo este título, salvo quizás el último publicado por malpaso, aunque no es exactamente un ensayo como los anteriores suyos, y que me ha despertado sentimientos encontrados.
Fantástica la entrada
A la espera de tochos ingleses:
1 Cuentos de Canterbury
2 Tristam Shandy
3 Los papeles póstumos del club Picwick
4. Los relatos del padre Brown (completos)
Saludos! Y no abuseis de la literatura contemporánea!
Yo claudiqué hacia la mitad de la broma infinita. Llegó un punto que no sabía ni lo que leía, y a pesar de que iba encontrando pasajes gloriosos por el camino... la proporción tiempo/disfrute se iba haciendo muy desfavorable. Con todo, quiero, prometo, y sé, que volveré a ella
Casualmente, y al hilo del comentario anterior, estoy leyendo ahora Tristram Shandy, muy divertida, sorprendemente prematura y precedente indudable de toda la literatura moderna reciente, y altamente recomendable.
Enhorabuena como siempre por el blog, y por la reseña!
Hola, anónimo y Javier:
Me atrevo a intervenir para decir que alguna de esas caerá, antes o después...pero mejor no digamos fechas ; )
Un saludo (y gran reseña, Francesc)
Si nadie me lo impide, el Tristram Shandy rondará por ULAD en una temporada, espero que no demasiado larga.
Saludos!
Estoy, de momento, en ese 10%. Cada día veo su enorme lomo y vuelvo la vista, como se hace al ver a ese amor prohibido de la infancia.
"La arruga es bella" decía años ha, ya bastantes, Adolfo Dominguez. O, mejor, la publicidad de la ropa confeccionada por la marca "Adolfo Dominguez". Y, a lo mejor lo fue durante un breve lapso de tiempo, y las prendas le parecían a la gente que estaban muy bien. En todo caso, no había que plancharlas. Luego... el slogan, aquel, no encerraba ninguna mentira. Al cabo de los años sin embargo, como también pasaba desde siglos antes de que Dominguez nos ofreciera tamaña revelación, la gente prefiere las prendas de vestir sin arrugas.
A mi juicio DFWallace es un escritor eminentemente generacional. "El fárrago es bello" porque te permite avanzar por él a lo loco. Comprobaremos, al cabo de los años, quien continúa instalado en el diapasón de la "Broma Infinita" y mantiene que lo que está escuchando se halla a la altura de Brahms.
Saludos.
Vale la pena dedicarle tanto tiempo y esfuerzo a un libro? La literatura no está relacionada directamente con el placer? Los grandes narradores de la literatura son farragosos e inentendibles? Pienso en Kafka, Cervantes, Shakespeare que son geniales y a la vez accesibles. Perdurará la obra de DFW digamos.....50 años?
Saludos
Fui a constatar. El señalador se encuentra en la pág. 266 de la edición en tapa dura de Random. Hasta ahí llegué en mi primer intento, al decidir dejar esta obra para dentro de algunos años, cuando me jubile y disponga de todo el tiempo del mundo para sentarme a leerla -nuevamente-, puesto que requiere eso: todo el tiempo del mundo y algo que oficie de cuaderno de notas. No me ha pasado con 'Ulises' de Joyce, con el que comparte dos cosas: su desaforada, descomunal, ampulosa pretensión y el hecho que no es literatura -entendido como producto literario-, sino que está escrita para la Historia de la Literatura, como bien ha sentenciado Borges del libro de Joyce.
Tu reseña, Francesc, es de alguna manera señera, en tanto que son pocos los que la han abordado -realmente- y menos los que la han concluido. Y adviertes muy bien al advenedizo de intentar siquiera encararla, so pena de aburrimiento e intrascedencia; frustrantes posibilidades ambas, para quienes esperan darse dique con expresar a voz en cuello que se han tragado semejante fárrago -la mayoría de las veces, sin comprensión-. Espero no convertirme en uno de ellos, cuando acabe mi lectura.
Por lo demás, resumes magníficamente lo que yo he leído de él.
Ojalá pueda retomar el libro de DFW con un atisbo de éxito...
Un abrazo.
En primer lugar, felicitar a mi compañero ULADiano Francesc por la gran reseña. Coincido en gran parte con lo expuesto y me quedo con la frase que "DFW nos abate por saturación". En mi caso creo que intenté (y abandoné) por dos veces la lectura de este libro. Finalmente, como dice la expresión, a la tercera va la vencida y conseguí leerlo y acabarlo (aunque lo intercalé con otros libros, cosa en mí poco habitual). La densidad de la novela, los saltos temporales, las multihistorias, la dispersión de DFW es algo difícil de seguir. Y como dice Francesc, conviene no obsesionarse con ello. No creo que yo catalogara la obra de imprescindible; puede que pase a la historia por la osadía del autor en construir semejante relato y darnos la sensación que podría seguir durante mil páginas más. Es lo que tiene DFW, es un escritor donde las frases caen a una velocidad abismal, donde la estructura es lo de menos, lo importante es evidenciar su alta capacidad en fijarse en los detalles y ser capaz de escribir sorprendiendo (aunque a veces signifique que estës a punto de tirar el libro por la ve ata). Probablemente DFW pasará a la historia por su estilo, por su capacidad y por romper estilos. Que enganche o no, ya es algo que depende de cada uno y su estilo es evidente que no es apto para muchos. Yo, que me considero bastante fan de él, debo confesar que esta obra en cuestión me costó, y terminarlo fue más un acto de osadía (y cierta tozudez) que de satisfacción.
Saludos
Marc
No hay mucho más que decir, solo que siempre habrá mucho más que decir de La broma infinita . La terminé justo para el "día del libro" y la extraño, extraño enfrentarme a ella, la extraño mucho más de lo que he extrañado a cualquier libro que haya terminado de leer. Me preocupa un poco eso porque ¿y ahora? ¿dónde voy a encontrar algo que me llene el vacío interno que me dejó semejante novela?
A Gabriel Diz una observación: puede ser una lectura complicada que se pone cuesta arriba, pero uno la disfruta todo el tiempo. No importa que sean más de 50 hojas de la descripción de una partida de "Escatón", un juego inventado por los personajes que mezcla tenis y política internacional, en el que básicamente no pasa nada porque todo es estrategia casi de ajedrez. El relato es hilarante y no pude dejar el libro hasta el punto culminante de ficticia apocalipsis. Puede que a veces nos parezca que David Foster Wallace se excede con la rigurosidad al contar cada detalle de lo que pasa, pero su maestría me hizo desear que ojalá y hubiera sido más riguroso y detallista para que dure más y más.
Directamente a mis favoritos de toda la vida.
Número de páginas?
Yo esta obra la tengo aparcada en la página 750 aprox. Está en una caja, por mudanzas. Cuando me haya reinstalado, volveré a ella; la quiero acabar. Pero la quiero acabar por cabezonería, por "decirle" al tal Foster que "bromas" las justas. Reconozco la gran calidad de la prosa y... poco más. Es que salvo algún esporádico bostezo, a mí esta obra no me aporta nada, y lo siento, pero así es. He leído "Tristram Shandy", he leído "El hombre sin atributos", he leído "Paradiso" dos veces, he leído "En busca del tiempo perdido" dos veces, he leído "Ulises" dos veces, y "El quijote" tres veces. Podría continuar enumerando libros leídos y releídos, libros que muy pocos han podido leer ni siquiera sea una vez, y sin embargo con este libro no puedo.
Después de lo dicho, me pregunto: "¿Fallo yo o falla el libro?".
Primero de todo agradecer los comentarios, todos ellos con sus motivos y sus razones. 1.206 páginas dan para todo, y desde luego DFW no es para nada un ejemplo de contención. Creo que es bueno que esta clase de libros generen estos debates, aunque debo insistir, varios casos en los comentarios vienen a corroborarlo, que cada lector dispuesto a acabarlo ha de encontrar el ritmo adecuado, incluso creo que el momento de abandonarlo por el motivo que sea es ya una actitud hacia el libro. Si me extendiera acabaría repitiendo conceptos de la reseña (quizás añadiría cosas que me dejé: Joelle, Lenz, la partida de escatón, el vídeo que hace que la gente se olvide de otras cosas mientras lo ve), por lo que lo dejo ahí. Ni hay que exigir su lectura para ir repartiendo carnets de lector ni hay que menospreciar su enorme valor y el esfuerzo agotador que debió representar para el autor, perfeccionista y excesivo como pocos.
La película sobre él merece la pena.
Saludos.
es Divino el blog y cada publicacion!!!
Soy fans de este blog, siempre lo leo!
Felicitaciones!!!
abrazo
Lo increíble de este autor es la multiplicidad de opiniones, análisis, sentimientos, sensaciones y emociones que produce en los lectores. Ni hablar específicamente de La Broma Infinita. Adhiero a todos y cada uno de los comentarios y a la reseña completa, con toda la contradicción que esto implica. Yo me enamoré de DFW leyendo sus ensayos y emprendí la lectura de este mamotreto con la voluntad inflada por la admiración. Al día de la fecha, a 142 días de haberlo empezado a leer, todavía me faltan cien páginas para terminarlo y siento que cuando llegue ese día nada va a ser como antes. Cuestiones como ésta me hacen pensar que esto no es un libro, no es una novela, es otra cosa que no tiene nombre y quizás no debería tenerlo tampoco porque hace falta atravesar la experiencia para concebir lo que se vive y de eso solo puede haber una transmisión parcial a modo de testimonio, pero nunca una reseña "total". Felicitaciones por el trabajo que hacen cada día.
Recuerdo haber escuchado o leído que la traducción de Random House era terrible, y de ahí mi resistencia a comprar este ejempler y leer la novela en español. ¿Notaste algo malo en ese aspecto, Francesc?
Me encanta leer este blog, btw.
Para Proustitute:
Ahora que lo mencionas, recuerdo haberle encontrado varios peros a la traducción. DFW recurre a las onomatopeyas, y obviamente eso no debería traducirse (en algún lado dice que la respiración de alguien suena como si dijera "who" y lo traducen como "quién", lo que hace que pierda el efecto). También algunos de los apodos que se ponen entre los jovenzuelos tenistas, cuyas traducciones me recordaron a disparates como Bilbo "Bolsón" o "Samsagaz" Gamyi.
En fin, a ratos resulta molesto, pero se deja leer. ¿Hay otra traducción disponible?
Saludos.
Buenas: la edición de RHM que leí tiene la traducción revisada por Javier Calvo. Entiendo que lo del "who" hubiera justificado una nota, pero no creo que se trate de una mala traducción. Aunque traducir a este hombre en este libro y con sus palabrejas que parecen inventadas debió ser bastante épico. Gracias por los comentarios.
Hola. Hace poco, acabé la lectura que tenía suspendida de "La broma infinita". Le he hecho una reseña, y escribo esto porque puse un comentario por aquí con el cual no dejaba en buen lugar a la obra. No es que desee enmendar esa primera impresión, pero sí es verdad que haciendo el recorrido total del libro, y más después de tanto tiempo, la percepción que tengo sobre él ha cambiado.
Escribo esto aquí porque he intentado ponerme en contacto con ustedes vía email, pero todos mis envios han dado error. Mi pretensión no es otra que colgar por aquí el enlace a mi reseña, siempre y cuando se me dé el consentimiento para poder hacerlo.
Muchas gracias.
Saludos.
Voy por la página 400 y me encanta. El sentido del humor (negro) presente a lo largo del libro le faltó mencionarlo al reseñador. No exaspera, sí impone su extensión. No es apto para todos los públicos. Salvando el Ulises, no he leído nada igual.
Finalmente la he terminado y mi opinión sigue siendo muy favorable. Sin embargo, empecé a intuir el final y me fui cabreando a partir de la página 800. No digo más. Soy el anónimo anterior.
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