Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: lascivo
El perfil de Twitter. Algo más de una centena de caracteres donde muchos se afanan en colocar una especie de versión express de un CV vital, que les defina y les muestre de la manera más comprimida y exacta posible. El perfil de Twitter es la respuesta de cada uno a la pregunta tan ansiada. Háblame de ti mismo.
Pues bien. El perfil de Twitter de Xavi Ayén queda zanjado de forma escueta con una palabra. Periodista.
Y a eso lleva dedicándose unos cuantos años. Pero permitidme ampliar la información. Periodista dedicado a la cultura. Periodista entregado a la divulgación de la literatura. Periodista que se ha desplazado por el mundo para entrevistar a escritores. Muchos de ellos. Muchos muy importantes, y bastantes premios Nobel, como ya nos demostraba en un libro anterior: Rebeldía de Nobel. Vamos a reconocerlo: la mera imaginación de que a alguien le paguen por hacer una cosa así nos llena de envidia muy poco sana. Visitar a grandes escritores en las ciudades donde viven, incluso en sus propias casas. Más que entrevistar, como apunta el subtítulo, conversar.
Y para este libro se han escogido 80 de esas conversaciones, con un cierto criterio geográfico para que haya una representación de todos los continentes. La selección de 80 autores, ya que estamos en época de listas, contará con la presencia de nombres que a uno le gusten más o menos y siempre se echará en falta a alguien, pero dudo que nadie mínimamente interesado en la literatura encuentre menos de 40 o 50 autores que le gusten. Pero lo realmente fascinante es cómo Ayén hace que incluso lo que dicen autores por los que uno siente indiferencia nos resulte estimulante. Con lo cual, más de 500 páginas parecen pocas, y se leen con tal placer que se hacen cortas.
Y para este libro se han escogido 80 de esas conversaciones, con un cierto criterio geográfico para que haya una representación de todos los continentes. La selección de 80 autores, ya que estamos en época de listas, contará con la presencia de nombres que a uno le gusten más o menos y siempre se echará en falta a alguien, pero dudo que nadie mínimamente interesado en la literatura encuentre menos de 40 o 50 autores que le gusten. Pero lo realmente fascinante es cómo Ayén hace que incluso lo que dicen autores por los que uno siente indiferencia nos resulte estimulante. Con lo cual, más de 500 páginas parecen pocas, y se leen con tal placer que se hacen cortas.
Resulta también revelador cómo ciertos escritores se muestran tan fieles en sus opiniones al contenido de sus obras. Así que Houellebecq (Pregunta: ¿cree realmente, como su personaje, que los perros son más felices que nosotros? Respuesta: Indudablemente. Mucho más felices. Me sorprende que lo dude.) se muestra ácido y corrosivo, Vargas Llosa, medido, calculador y seductor. Almudena Grandes nos deleita con una convicción y una seguridad fascinantes, Ken Follett, con una chulería no exenta de flema, James Ellroy, con una descacharrante fanfarronería, y a Peter Handke no hay quien lo entienda en sus elucubraciones... Como podéis ver el abanico es amplio y una mera consulta sobre los autores incluidos (para no agobiar, añadid García Márquez, Knausgaard, Philip Roth, Javier Cercas, Enrique Vila-Matas, etc.), es demostrativa de por sí del enorme poder de seducción de un texto así. Conversaciones relajadas donde surgen temas relacionados con su obra, pero también con su entorno y con la sociedad en que nace su obra. Siempre (alguna contada excepción resulta curiosa) con un tono tranquilo y colaborador, que pone de manifiesto que el prestigio de Ayén (capaz de entrevistar a García Márquez tras veinte años de silencio y de que este, en su última entrevista, le confesara que había dejado de escribir) va por delante a la hora de afrontar sus conversaciones. Y cada escritor, acompañado de un pequeño perfil enumerando algunas de sus obras más destacadas.
Una de esas obras que no queda en el estante una vez leída. Hay que consultarla y hay que referirse a ella, cosa que la convierte en única. De esos artefactos que no solamente se disfrutan por sí solos, sino que empujan a la búsqueda y a la indagación. De ahí lo de lascivo, aclaro. Por si acaso.
Con García Márquez. Foto: Kim Manresa |
Además, su autor no ha encontrado impertinentes nuestras preguntas. A ver qué le va a preguntar uno a quien ha hecho preguntas a tal nómina de figuras. Lo hemos intentado, y el hombre ha sido todo amabilidad. Encima.
-¿Es Vd consciente de que, para un modesto blog literario como el nuestro, lo primero que suscita un libro como el suyo es una envidia colosal?
-No, hombre. Las entrevistas son lo mismo en cualquier sitio. Uno de los autores que aparecen, el asturiano Xuan Bello, ha creado un mundo colosal a partir de una aldea de unos cuarenta habitantes, donde él se crió. A veces leemos en los blogs entrevistas mejores que alguna del ‘New York Times’. En periodismo, es básica la mirada del autor. Dicho esto, sé que soy un privilegiado por haber contado con los medios de un gran medio de comunicación para poder trabajar, pero sin pasión no hay medios que valgan.
-No voy a comprometerle pidiendo detalles, pero ¿ha cambiado su opinión respecto a la obra de algún escritor - en el sentido que sea - por el hecho de conocerle?
-¡Sí, de muchos! Comprendí la importancia de la ciencia-ficción en el universo de la británica Doris Lessing, que veía antes como muy desligado de sus otras obras. Me impresionó la experiencia de cárcel prolongada y tortura que sufrió el indonesio Pramoedya Ananta Toer, a quien confinaron a una isla-prisión y le prohibieron escribir, pero él sobrevivió como escritor narrando historias oralmente a otros presos, lo que explica el tono de sus libros, que pueden leerse en voz alta. Y al revés también, no entiendo, por ejemplo, por qué se dio tanto bombo a muchos autores de novela negra mediocres, buena parte de ellos nórdicos.
-Me sorprende que dos "potencias" literarias como Argentina y la antigua URSS no estén representadas por escritores "puros". ¿Algún motivo especial?
-Está bien visto. Tenía que limitarme a 80 autores y, si ponía más nombres de un lugar, debía quitar otros. No es un canon realizado previamente, sino que es una selección espontánea y dinámica, que surge de la gente con que me he encontrado. He entrevistado a César Aira, Fogwill, Samanta Schweblin… pero eran textos muy centrados en los libros que venían a presentar, y he primado aquellas piezas que recorrían la trayectoria completa de un autor. Rusos no he entrevistado a tantos, lo confieso, aunque en una segunda edición podría ya incluir a Svetlana Aleksiévich, con quien estuve en su casa de Minsk.
-Deduzco del prólogo que hay abundante material que no ha encontrado ubicación en este libro. ¿Algún proyecto complementario en el futuro del que pueda hablarnos?
-Es frustrante eliminar a autores que admiras, pero un libro de 1.000 páginas tampoco hubiera sido buena idea (ya hice uno así sobre el boom latinoamericano). Este no debía pasar de 600. Claro que me gustaría publicar un día libros específicos: autores argentinos, catalanes, menores de 40 años, latinoamericanos, pero no estoy seguro de poder contagiar a ningún editor mi entusiasmo.
-Uno de los leit-motiv recurrentes en las entrevistas es la incompatibilidad entre escritor feliz y creador brillante. Pero muy pocos escritores de los entrevistados parecen lamentarse de la situación en que viven, al menos no se nos muestran, la gran mayoría de ellos, como seres atormentados ¿Puede que esa afirmación forme parte de ese ADN vanidoso atribuido a los creadores?
-Eso es lo que me dice Vargas Llosa: ningún gran escritor es feliz, y creo que en su caso es cierto. Cortázar, en el período más exultante de su vida, produjo sus peores obras. Y Gao Xingjian escribía mientras era prisionero de la Revolución Cultural. García Márquez se sentía un fracasado cuando emprendió ‘Cien años de soledad’… Pero es verdad, yo no generalizaría.
-Me gustan esas introducciones con leve aire de crónica, sobre todo en las descripciones de cómo se llega al sitio de la entrevista. ¿Veremos a un Xavi Ayén cronista o incluso a un autobiógrafo en el futuro?
-Ojalá lo vean. A ver si voy perdiendo la vergüenza…
-¿Puede recomendarnos algunos libros?
-Los mejores que he leído últimamente son ‘Por último, el corazón’ de Margaret Atwood, ‘Mumbo Jumbo’ de Ishmael Reed, ‘La música del hambre’ de J.M.G. Le Clézio y ‘El camino estrecho al norte profundo’ de Richard Flanagan.
-Nombres, queremos nombres. Un escritor que haya fallecido mientras Vd. planeaba entrevistar. Uno que se le esté resistiendo pero vaya a acabar cayendo, y alguno joven al que se vea entrevistando pasado un tiempo.
-Naguib Mahfuz y García Márquez me dieron la última entrevista de sus vidas. Me quedé sin entrevistar a Hilary Mantel, ya aterrizado en Londres, porque le dio un ataque paralizante de tiroides, algo que le sucede a menudo. Se me murió Harper Lee, la de ‘Matar un ruiseñor’, sin que la viera. Se me resiste Alice Munro… y a los jóvenes les entrevisto ya, por ejemplo a Miqui Otero, Laura Fernández, Antonio Ungar, Pablo Martín Sánchez… Ellos son el futuro.
-Y ya como periodista cultural, ¿cómo nos ve a los blogs: competencia, complemento, un ámbito diferente, o un entrañable grupúsculo de eternos discrepantes?
-Los blogs permiten un nivel de especialización que la prensa escrita no puede tener, y también pueden ofrecer mucha más cantidad de información sobre temas que los medios de gran tirada se ven obligados a tratar en poco espacio. No me imagino este trabajo sin documentarme en algunos buenos blogs. Formamos parte del mismo bosque y nos necesitamos mutuamente.
-¿Después de tantos años en esto, está de acuerdo con ese funesto panorama para la novela que describe, por ejemplo, Philip Roth?
-No, para nada. Yo creo que los adolescentes son grandes lectores, los de hoy más que mi generación. La gente, con la edad, tiende a idealizar el momento histórico en que fueron jóvenes. También le pasará a usted.
-¿Por qué esa mayoría abrumadora en la ficción? No hay apenas ensayistas.
-He primado la novela, sí. Soy un romántico que cree que es el género superior, lo siento por las excepciones, por Borges, Munro, Ferlinghetti, Fo… Pero, en general, si me pusieran una pistola en la cabeza y me dijeran que solamente iba a poder leer libros de un género el resto de mi vida, diría que novelas. ¿Usted no?
-¿Cuál es el criterio por el que uno se dirige a un escritor, aparte de los premios y las consabidas campañas promocionales?
-Por la lectura de su obra, ese es el mejor medio. No entiendo que autores maravillosos no consigan tener éxito, y que otros peores sí lo tengan. El mundo está loco pero, bueno, gracias a eso se siguen vendiendo periódicos.
-Apenas nos lee nadie. Puede ser sincero. En algún momento habrá sentido una irrefrenable pereza por conversar con alguien...
-¡Sí! No tanto de conversar sino de leerme su libro, pero somos profesionales ¿verdad? Gracias a eso, también suceden sorpresas agradables. Lo peor es cuando esa persona te pregunta: “¿Pero te ha gustado mi libro?”. Antes sufría mucho, ahora respondo: “La mejor parte es…” porque todo libro tiene siempre una mejor parte.
-Cierto: su libro tiene muchas mejores partes.
-¿Es Vd consciente de que, para un modesto blog literario como el nuestro, lo primero que suscita un libro como el suyo es una envidia colosal?
-No, hombre. Las entrevistas son lo mismo en cualquier sitio. Uno de los autores que aparecen, el asturiano Xuan Bello, ha creado un mundo colosal a partir de una aldea de unos cuarenta habitantes, donde él se crió. A veces leemos en los blogs entrevistas mejores que alguna del ‘New York Times’. En periodismo, es básica la mirada del autor. Dicho esto, sé que soy un privilegiado por haber contado con los medios de un gran medio de comunicación para poder trabajar, pero sin pasión no hay medios que valgan.
-No voy a comprometerle pidiendo detalles, pero ¿ha cambiado su opinión respecto a la obra de algún escritor - en el sentido que sea - por el hecho de conocerle?
-¡Sí, de muchos! Comprendí la importancia de la ciencia-ficción en el universo de la británica Doris Lessing, que veía antes como muy desligado de sus otras obras. Me impresionó la experiencia de cárcel prolongada y tortura que sufrió el indonesio Pramoedya Ananta Toer, a quien confinaron a una isla-prisión y le prohibieron escribir, pero él sobrevivió como escritor narrando historias oralmente a otros presos, lo que explica el tono de sus libros, que pueden leerse en voz alta. Y al revés también, no entiendo, por ejemplo, por qué se dio tanto bombo a muchos autores de novela negra mediocres, buena parte de ellos nórdicos.
-Me sorprende que dos "potencias" literarias como Argentina y la antigua URSS no estén representadas por escritores "puros". ¿Algún motivo especial?
-Está bien visto. Tenía que limitarme a 80 autores y, si ponía más nombres de un lugar, debía quitar otros. No es un canon realizado previamente, sino que es una selección espontánea y dinámica, que surge de la gente con que me he encontrado. He entrevistado a César Aira, Fogwill, Samanta Schweblin… pero eran textos muy centrados en los libros que venían a presentar, y he primado aquellas piezas que recorrían la trayectoria completa de un autor. Rusos no he entrevistado a tantos, lo confieso, aunque en una segunda edición podría ya incluir a Svetlana Aleksiévich, con quien estuve en su casa de Minsk.
-Deduzco del prólogo que hay abundante material que no ha encontrado ubicación en este libro. ¿Algún proyecto complementario en el futuro del que pueda hablarnos?
-Es frustrante eliminar a autores que admiras, pero un libro de 1.000 páginas tampoco hubiera sido buena idea (ya hice uno así sobre el boom latinoamericano). Este no debía pasar de 600. Claro que me gustaría publicar un día libros específicos: autores argentinos, catalanes, menores de 40 años, latinoamericanos, pero no estoy seguro de poder contagiar a ningún editor mi entusiasmo.
-Uno de los leit-motiv recurrentes en las entrevistas es la incompatibilidad entre escritor feliz y creador brillante. Pero muy pocos escritores de los entrevistados parecen lamentarse de la situación en que viven, al menos no se nos muestran, la gran mayoría de ellos, como seres atormentados ¿Puede que esa afirmación forme parte de ese ADN vanidoso atribuido a los creadores?
-Eso es lo que me dice Vargas Llosa: ningún gran escritor es feliz, y creo que en su caso es cierto. Cortázar, en el período más exultante de su vida, produjo sus peores obras. Y Gao Xingjian escribía mientras era prisionero de la Revolución Cultural. García Márquez se sentía un fracasado cuando emprendió ‘Cien años de soledad’… Pero es verdad, yo no generalizaría.
-Me gustan esas introducciones con leve aire de crónica, sobre todo en las descripciones de cómo se llega al sitio de la entrevista. ¿Veremos a un Xavi Ayén cronista o incluso a un autobiógrafo en el futuro?
-Ojalá lo vean. A ver si voy perdiendo la vergüenza…
-¿Puede recomendarnos algunos libros?
-Los mejores que he leído últimamente son ‘Por último, el corazón’ de Margaret Atwood, ‘Mumbo Jumbo’ de Ishmael Reed, ‘La música del hambre’ de J.M.G. Le Clézio y ‘El camino estrecho al norte profundo’ de Richard Flanagan.
-Nombres, queremos nombres. Un escritor que haya fallecido mientras Vd. planeaba entrevistar. Uno que se le esté resistiendo pero vaya a acabar cayendo, y alguno joven al que se vea entrevistando pasado un tiempo.
-Naguib Mahfuz y García Márquez me dieron la última entrevista de sus vidas. Me quedé sin entrevistar a Hilary Mantel, ya aterrizado en Londres, porque le dio un ataque paralizante de tiroides, algo que le sucede a menudo. Se me murió Harper Lee, la de ‘Matar un ruiseñor’, sin que la viera. Se me resiste Alice Munro… y a los jóvenes les entrevisto ya, por ejemplo a Miqui Otero, Laura Fernández, Antonio Ungar, Pablo Martín Sánchez… Ellos son el futuro.
-Y ya como periodista cultural, ¿cómo nos ve a los blogs: competencia, complemento, un ámbito diferente, o un entrañable grupúsculo de eternos discrepantes?
-Los blogs permiten un nivel de especialización que la prensa escrita no puede tener, y también pueden ofrecer mucha más cantidad de información sobre temas que los medios de gran tirada se ven obligados a tratar en poco espacio. No me imagino este trabajo sin documentarme en algunos buenos blogs. Formamos parte del mismo bosque y nos necesitamos mutuamente.
-¿Después de tantos años en esto, está de acuerdo con ese funesto panorama para la novela que describe, por ejemplo, Philip Roth?
-No, para nada. Yo creo que los adolescentes son grandes lectores, los de hoy más que mi generación. La gente, con la edad, tiende a idealizar el momento histórico en que fueron jóvenes. También le pasará a usted.
-¿Por qué esa mayoría abrumadora en la ficción? No hay apenas ensayistas.
-He primado la novela, sí. Soy un romántico que cree que es el género superior, lo siento por las excepciones, por Borges, Munro, Ferlinghetti, Fo… Pero, en general, si me pusieran una pistola en la cabeza y me dijeran que solamente iba a poder leer libros de un género el resto de mi vida, diría que novelas. ¿Usted no?
-¿Cuál es el criterio por el que uno se dirige a un escritor, aparte de los premios y las consabidas campañas promocionales?
-Por la lectura de su obra, ese es el mejor medio. No entiendo que autores maravillosos no consigan tener éxito, y que otros peores sí lo tengan. El mundo está loco pero, bueno, gracias a eso se siguen vendiendo periódicos.
-Apenas nos lee nadie. Puede ser sincero. En algún momento habrá sentido una irrefrenable pereza por conversar con alguien...
-¡Sí! No tanto de conversar sino de leerme su libro, pero somos profesionales ¿verdad? Gracias a eso, también suceden sorpresas agradables. Lo peor es cuando esa persona te pregunta: “¿Pero te ha gustado mi libro?”. Antes sufría mucho, ahora respondo: “La mejor parte es…” porque todo libro tiene siempre una mejor parte.
-Cierto: su libro tiene muchas mejores partes.
6 comentarios:
Muy buena entrevista Francesc. Me he reído mucho con la pregunta "Nombres, queremos nombres..."
Felicidades
Lascivo, eh? Hummm...no sé qué pensar al respecto... o prefiero no pensar ; )
Ya en serio, y aunque suene a bombo endogámico:¡gran entrevista y gran entrevistado, sí señor!
Interesantísimo este señor, a quien nunca había oído nombrar. Y también muy interesante el reportaje.
Aprovecho para comentarles que la literatura argentina está de duelo. En las últimas 48 horas fallecieron dos grandísimos escritores, que desde lugares muy diferentes, enriquecieron enormemente nuestra cultura. Dos personajes comprometidos con la sociedad y su tiempo.
Vaya desde aquí mi homenaje a Alberto Laiseca y Andrés Rivera. QEPD.
Gran reseña y entrevista, Francesc. La verdad es que despierta unas ganas irresistibles de ir a por el libro y tenerlo, no solo para una lectura que promete ser interesante, sino también para consultas.
Gracias por los comentarios. Cuesta imaginar libros que tengan efectos más positivos en la búsqueda y divulgación de la literatura.
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