miércoles, 2 de abril de 2025

Solvej Balle: El volumen del tiempo II

Idioma original: danés
Título original: Om Udregning af Rumfang, II
Traducción: Maria Rosich en catalán y Victoria Alonso en castellano, para Anagrama
Año de publicación: 2020
Valoración: recomendable


Siempre es complicado reseñar un libro publicado por entregas. Porque, además, en este caso, la historia es continua, es decir, no se producen saltos temporales relevantes (más allá de lo que supone una historia centrada argumentalmente en la repetición de un mismo día a lo largo del tiempo). Así que, en primer lugar, ¡ALERTA SPOILERS! porque al ser el segundo volumen, partiré de lo que sucede en el primero.

En este segundo volumen del prometedor relato de Solvej Balle, Tara Selter sigue protagonizando la narración de manera casi absoluta. De esta manera, la estructura, el ritmo y el argumento tienen una línea claramente continuista con el anterior volumen, aunque, como la propia protagonista experimenta en su vida, hay ciertas alteraciones, no ya de manera argumental sino de enfoque. 

El relato empieza con una confesión que esconde una aceptación cuando Tara es plenamente consciente que «ahora que el dieciocho de noviembre se ha cronificado, mis días son simples, me muevo por calles conocidas, pero no formo parte de ellas». Ella, después de un año viviendo en una especie de limbo temporal, sabe que pocos cambios puede esperar en sus días, así que, ya que el tiempo avanza en su día a día, una vez transcurrido un año desde el suceso, decide incidir ella en el tiempo, adaptarlo a su vida, forzar en él el paso de las estaciones y buscar las fechas señaladas, los días especiales del calendario. Tara no piensa permitir vivir estancada en un día concreto, donde el tiempo siempre es el mismo, donde no hay fiestas ni celebraciones, donde cada día es igual; hay que romper la monotonía y adaptar el no-paso de los días en su vida, hay que recuperar y romper la consecuencia de ese accidente temporal, recobrar el pulso del tiempo y su paso, establecer vínculos con “su” tiempo y encontrar y festejar esos días especiales: aniversarios, fiestas o Navidades porque «las tradiciones no tienen por qué ser armoniosas; simplemente, tienen que existir. Tienen que existir como una especie de red de seguridad, para que tengas dónde radicar. Cuando el mundo se estropea. Cuando el tiempo se rompe.»

Cabe reconocer el mérito de Balle es este segundo volumen, pues la tarea que tenía la autora en este segundo libro no era fácil: cómo conseguir mantener el interés lector en una trama que, por concepto, se repite constantemente. Y lo resuelve de manera muy lograda: reenfocando en este volumen su manera de acercarse a la historia, volcándola en la asimilación de la situación y en cómo sacar partido de ella, nutriendo el relato de historia y experiencias y, ya que el tiempo permanece inmóvil, será la protagonista quien se desplace en busca de aprendizajes, conocimientos o simplemente formas de entretener un tiempo que parece anclado para todos menos para ella misma.

También de Solvej Balle en ULAD: El volumen del tiempo I

2 comentarios:

Traveler dijo...

Coincido con la reseña en que consigue mantener el interés. Lo comencé con dudas, y lo he acabado muy contento: a ver lo que nos viene a partir de ahora. Leyéndolo se me van ocurriendo múltiples posibilidades, así que esperaré ansioso la tercera parte.

AaronDonovan dijo...

Es un libro (y una historia) que me deja con sensaciones encontradas. Me gusta la evolución del personaje, las distintas etapas por las que va transitando, pero siempre tengo la sensación de que se esconde algo, de que no nos cuenta muchas cosas que piensa. Me llama la atención cómo se acelera el paso del tiempo hasta el punto de que ella deja de darle importancia (no hace mención de que ya se han cumplido tres años desde que se quedó atascada en el 18 de noviembre), me ha recordado ligeramente a cómo se difumina el paso del tiempo en (spoiler) La montaña mágica. El tramo final, con la obsesión sobre el imperio romano, se me hizo tedioso, pero el giro del último día encauza la trama en un momento en el que me parecía algo estancada.

Un par de detalles de tiquismiquis: lo de encontrar verano un 18 de noviembre en el sur de España, con máximas de 19-20 grados y anocheciendo a las seis de la tarde, no termino de verlo. Aunque igual para alguien de Dinamarca eso es verano ^^ Por otro lado, en noviembre no puede haber un partido de fútbol en el que dos equipos se jueguen el ascenso/descenso, pues la temporada siempre acaba en mayo/junio.