jueves, 2 de enero de 2025

Solvej Balle: El volumen del tiempo I

Idioma original: danés
Título original: Om Udregning af Rumfang, I
Traducción: Maria Rosich en catalán y Victoria Alonso en castellano, para Anagrama
Año de publicación: 2020
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Estamos delante de uno de esos libros que sorprenden por su argumento y por su enfoque. Ya por el 1987, la autora pensó en una historia en la que la protagonista se despertaba una y otra vez en el mismo día, pero su intención de desarrollar esta idea y que diera forma a un libro se fue al traste cuando años después Dany Rubin escribió un guion parecido para la que sería una película memorable: Groundhog Day («Atrapado en el tiempo», como se tradujo en estos lares). Así que la idea, de manera parecida al argumento, quedó congelada durante años hasta que la autora se decidiera a darle forma y publicar el libro en siete volúmenes, de los cuales solo uno de ellos ha sido traducido hasta la fecha. Y, esperando a que llegue el resto, aquí va la reseña del primero.

En páginas iniciales, la protagonista, Tara Selter, a modo de diario, describe el núcleo de la historia: «Es dieciocho de noviembre (…) Cada día, cuando me tumbo en la cama de invitados para dormir, es dieciocho de noviembre, y cada mañana, cuando me despierto, es dieciocho de noviembre». Así, la protagonista vive atrapada en el tiempo, en una situación compleja pues en el momento en que sucede por primer vez este salto temporal ella se encontraba de viaje, con lo que su vuelta a casa por la noche se traduce en que despierta en casa cuando debería estar en el hotel. Porque, a pesar de que ella vive el no-paso del tiempo, lo que hace sí se conserva, sí trasciende, y eso le causa un gran dilema sobre cómo abordar esta situación con un marido que no se espera que ella despierte a su lado y de quién percibe, al contarle lo sucedido, que «haber mantenido una conversación con ella y haber hecho cosas que no recordaba lo provocaba una sensación de vértigo e inquietud» al tener que aceptar «que nuestras expectativas sobre las constantes del mundo se basan en fundamentos inciertos». Porque ella se levanta cada día siendo el mismo día, pero aquello que hace durante el día tiene repercusión, no se elimina con la noche así que si termina la noche en un sitio el día siguiente se despierta en ese último sitio a pesar de que el día es el anterior. Por ello, su única solución es intentar dejarlo todo como estaba antes la mañana del día anterior, hacer los mínimos cambios para no alterar el orden de los que no sufren ese trastorno. Así, como ese día no estaba en casa pues estaba de viaje, inicia cada nuevo día como si no estuviera, evitando a su propio marido y vecinos quienes no entenderían que hacía allí cuando se suponía que estaba fuera y evitando también dar explicaciones que no hubieran entendido, pues la única que tenía sentido (la realidad) era muy inverosímil. 

De esta manera, la protagonista nos escribe (o escribe para ella misma) un diario que empieza en el día número 121 a partir del cuál nos va contando lo sucedido hasta la fecha a la vez que, a medida que avanza la lectura, nos va contando cómo pasa los días; unos días que transcurren en silencio, en su casa a escondidas pues debería estar en otro sitio, y pasan los días (o el día), y ella escribe para matar el tiempo, o para que el tiempo no acabe con ella, «porque el tiempo se ha estropeado. Porque he encontrado un paquete de papeles en la estantería. Porque intento recordar. Porque el papel recuerda. Quizás haya algo sanador en las frases». Pero el tiempo sí avanza para ella, el paso del tiempo sí se nota en su cuerpo, así como también algunas cosas se agotan (el café) mientras otras no se ven afectadas por ese extraño suceso de manera que «era obvio que el día volvía a su punto de partida, pero tenía variaciones»(…) había irregularidades en el tiempo, aunque era imposible encontrar un patrón que tuviera sentido».

Así que la autora nos plantea un dilema de difícil solución: ¿qué hacer ante una situación así? ¿Vivir como desparecido añorando tener una vida más allá de la soledad del hogar o intentar explicar una y otra vez lo sucedido intentando a la vez analizar si en esas pequeñas alteraciones hay alguna pista que permitan entender lo sucedido? O incluso, yendo más allá, ¿podría ser posible que algo que hagamos altere los sucesos? ¿podemos intervenir para corregir una alteración del cosmos y reengancharnos en el punto de salto? ¿Y cómo vivir mientras no encontramos la solución, si es que la hay? ¿Luchando por recuperar lo perdido (o por no perder lo que teníamos) o construirse una nueva realidad alejada de nuestra antigua vida? ¿Vivir en compañía reconstruyendo un nuevo día a cada amanecer o vivir en la soledad con la compañía única de quien nos puede entender, aunque seamos solo nosotros mismos?

Por todo ello, y teniendo muy claro que valorar en libro de siete volúmenes justo al terminar el primero es osado, una vez abierta la puerta al misterioso mundo que los plantea la autora y sabiendo que su protagonista sí es capaz de aventurarse a un futuro prometedor, ¿quiénes somos nosotros para dejarle a su libre albedrío y no seguirla en esta interesante aventura? ¿Seremos capaces de vivir con ella, una y otra vez el mismo día, disfrutando de todos los matices que nos aporta y de las variaciones que podamos encontrar en él buscando la felicidad en los pequeños detalles? Yo creo que sí, y ese es el gran mérito de la autora.

No hay comentarios: