domingo, 5 de enero de 2025

Colaboración: De umbral en umbral, de Paul Celan

Idioma original: Alemán

Título original: Von Schwelle zu Schwelle

Año de publicación: 1955

Traducción: Jesús Munárriz

Valoración: Muy recomendable / Imprescindible


No es fácil que un libro de poemas te alcance y te deslumbre; más si lo lees traducido; y más aún si el original se escribe en una lengua tan distinta al castellano como el alemán. Los que, con alguna frecuencia, leemos Poesía conocemos esa sensación, ese interno convencimiento de saber que la sugerencia, el misterio es inescindible del idioma; que, en fin, hay ahí dentro algo que no captas, que se escapa por cuidadoso que sea el trabajo de traducción. En nuestro caso, según consta en las Notas a los poemas, la traducción “ha sido depurada, corregida y revisada a fondo, en busca de esa fidelidad al original que, si nunca es posible en poesía, en el caso de Celan es especialmente imposible.” No sé cuánto ha respetado Munárriz la dicción original ni cuánto ha sacrificado en pos del ritmo, pero el resultado del texto sorprende gratamente.   

La vida de Paul Celan (anagrama de Antschel – Ancel, su apellido real) transcurre entre 1920, año en que nace en una familia judía de habla alemana en Czernowitz – Rumamía (hoy Chernivsti, Ucrania) y París, ciudad que ve acabar su vida antes de cumplidos los 50, cuando se arrojar al Sena desde el puente Mirabeau, el mismo al que dedicara un famoso poema Gillaume Apollinaire. 

De umbral en umbral es la segunda obra del autor y está, simplemente, plagada de belleza. Los versos son armónicos, aunque parecen venir preñados de asechanzas: “En el azul / pronuncia una palabra arbórea promisora de sombra / y el nombre de tu amor / sus sílabas añade.” No hay poemas largos. Cada texto es un pespunte de armonía elevado a una cima: “Esta es una palabra que caminó junto a las palabras / una palabra a imagen del silencio, / enramada de hierbaluisa y pena.” 

La tragedia marcó –a la postre, seguramente de forma irremisible- la juventud del autor, obligado a abandonar sus estudios universitarios y que pierde a sus padres en campos de concentración alemanes. En París también pierde un hijo al poco de nacer. 

Sin embargo, el libro no presenta –al menos en apariencia- poemas desesperados, ni trasluce la intranquilidad sonora o el desequilibrio visible que los hitos de un pasado desdichado pudieran sugerir. Los versos de Celan, aun no exentos de tensión controlada, son primeramente bellos, y las imágenes se suceden en un conjunto ordenado y sensible, si bien no ajeno al dolor. El poeta busca, más allá de cualquier cosa, crear belleza, y vaya si lo consigue.  

Algunos versos rozan la perfección y adveran que Celan es parada obligatoria en el itinerario del lector de Poesía moderna: “En el nombre del primero de los tres, / que gritó / cuando hubo que vivir allí donde antes que él ya estuvo su palabra, / en el nombre del segundo, que miró y lloró, / en el nombre del tercero, que blancas / piedras apiló en el centro / te absuelvo / del amén que nos aturde (…) / ¡Tú sigues siendo, sigues siendo / la hija de una muerta / consagrada al no de mi añoranza…!”

¿Qué añadir tras estos versos, que no los emborronen? Paul Celan: no se lo pierdan. 

Firmado: Francisco Marín


1 comentario:

bisílaba dijo...

No puedo resistirme a Celan, ni al atractivo que transmite esta reseña. Será mi próxima adquisición. Gracias por ella.
Saludos cordiales