Idioma original: noruego
Título original: Morgon og kveld
Traducción: Meritxell Salvany (en catalán) y Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun (en castellano), para Nórdica
Año de publicación: 2000
Valoración: entre recomendable y está bien
Título original: Morgon og kveld
Traducción: Meritxell Salvany (en catalán) y Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun (en castellano), para Nórdica
Año de publicación: 2000
Valoración: entre recomendable y está bien
Los premios Nobel permiten, en algunas ocasiones, reconocer el trabajo a autores ya consagrados y conocidos ampliamente, pero, en otros casos, sirven para que los lectores (y también unos cuantos críticos literarios) descubramos autores que, de otro modo, hubieran pasado desapercibidos. En mi caso, recientemente me permitió conocer a Tokarczuc y también a Fosse (del cuál ha habido no pocas reseñas desde que le otorgaran el prestigioso premio).
Con unos cuantos libros leídos ya del autor noruego, con pocas páginas uno ya reconoce totalmente el estilo y el tono de la narración, trufado de monólogos internos, diálogos internos (me pregunto si los monólogos internos no serían también diálogos internos con uno mismo), episodios semi oníricos y reflexiones acerca de la vida, la muerte y el paso del tiempo.
En este breve libro, el autor empieza el relato con el parto de Marta, pareja de Olai, que dará luz a un niño al que llamarán Johannes, como su abuelo. Ya tienen una hija algo mayor, llamada Magda, y la llegada de Johannes supone una agradable sorpresa pues le costaba quedarse embarazada. Son religiosos y saben que a pesar de que en un parto todo puede suceder, piensan que Dios está de su lado y afronta este momento vital entre la angustia del momento y la satisfacción en la creencia de que todo irá bien, aunque siempre con un recelo de que esta suerte pueda cambiar. Acto seguido, el autor hace un cambio de registro para centrar lo que será el eje central del relato y pasa a narrar la monotonía de un día cualquiera en la vida de Johannes, el abuelo, que perdió de golpe a su mujer Erna y que pasa los días en la rutina del día a día, donde la pesca tiene una presencia importante pues le acompaña en la soledad de sus días. En una de esas salidas, le parece ver a su amigo Peter, aunque no está seguro de que realmente esté presente y es ahí donde Fosse vuelve a esos escenarios oníricos tan propios de su obra («y ambos empiezan a andar por la orilla y Johannes se da cuenta que a Peter le cuesta avanzar, es como si, en lugar de caminar, levitara») en los que, como ya hacía en «Ales junto a la hoguera», se suceden una suerte de monólogos en los que reflexiona sobre las antiguas amistades, las costumbres existentes entre él y su amigo con la duda presente e imperante sobre si realmente Peter está ahí o se lo imagina porque, a pesar de que está hablando con él, «¿acaso no estaba muerto, Peter? ¿No se había muerto hacía mucho tiempo, además?» (…) «tal vez debería preguntarle si está vivo o muerto, pero dónde vas a parar, todo tiene un límite y no se puede preguntar algo así». De esta manera, siguiendo el camino trazado por Peter quien aparece y desaparece de su visión ejerciendo de guía espiritual cual Beatrice en la Divina Comedia de Dante, Johannes revive escenas de su pasado convirtiendo un texto en apariencia sencillo en un relato donde se habla de la nostalgia y de las experiencias vividas.
De lectura más ligera que otros de sus libros, el texto destaca especialmente cuando nos habla del padre Johannes y del transcurso de su vida entre barcas, amigos y su familia y es justamente en esta parte en la que Fosse destaca haciendo un acto de revisionismo de la vida de Johannes y en la que nos vuelve a inundar el relato de situaciones reflexivas para, utilizando episodios oníricos, hablar sobre el paso del tiempo y las relaciones humanas. Quizá parecen pocas cosas para llenar un relato o una vida, pero, según cómo, también pueden serlo casi todo.
También de Jon Fosse en ULAD: Blancura, Ales junto a la hoguera, El otro nombre (Septología I) Hermana
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