La dibujante argentina Jules ilustró y guionizó Drácula, una adaptación en formato cómic de la novela homónima de Bram Stoker. Adaptación libre, más bien; y es que se apropia del argumento y los personajes del material original para disponer de ellos según conviene a su visión particular.
Uno de los cambios más evidentes que introduce este cómic es el escenario y época donde transcurre: el Londres décimonónico es sustituido por el Mar del Plata de mediados del siglo XX.
El cómic implementa otro cambio con respecto a la novela de Stoker: el toque "queer" (que expande el erotismo implícito de la figura del vampiro, depara roles novedosos a Jonathan Harker, Mina Harker y Lucy Westenra y, sobre todo, resignifica el conflicto entre el Conde y el profesor Van Helsing). Este toque "queer", si bien es sugerente a nivel conceptual, ni es particularmente original ni está del todo logrado en su ejecución, ya que apenas se desarrolla.
El apartado gráfico del cómic es competente y personal. Ostenta una factura inacabada (algunos bocetos en rojo se adivinan tras los dibujos definitivos) muy atractiva, una tendencia a los rostros y cuerpos andróginos que encaja perfectamente con la temática vampírica, y una narrativa visual que fluye asombrosamente bien.
Poco más que añadir. El Drácula de Jules se lee de una sentada gracias a su extensión (apenas setenta páginas), a su escaso texto y a su fluidez visual. Si bien no resulta particularmente original en tanto que iteración del clásico de Stoker, alberga ideas interesantes (aunque desgraciadamente las desarrolla poco) y hace gala de un apartado gráfico que deja un regusto muy agradable.
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