domingo, 6 de junio de 2021

Leonardo Sciascia: El día de la lechuza

 Idioma original: italiano

Título original: Il giorno dela civetta

Año de publicación: 1961

Valoración: Muy recomendable


No voy a descubrir, a estas alturas, el oficio del gran Leonardo Sciascia (1921-1989), su habilidad para sacar a la luz los trapos sucios de la sociedad que retrata, su ácido humor etc. Sí aclararé, para quien todavía no conozca a este escritor, que las sinopsis sobre su obra que van a encontrar en (casi) todas partes no suelen hacer justicia a sus novelas. En cuanto a esta que nos ocupa, lo de menos es que se asesine a alguien, incluso si este hecho es el que desencadena la acción, recordemos que fue la primera obra que habla claramente del asunto con perspectiva crítica e inaugura todo un subgénero obviamente imprescindible.

Porque hay muertes, sí, pero lo que se nos cuenta no es más que una excusa para hablar de otras cosas, y porque quien se acerque a El día de la lechuza con la esperanza de encontrar una trama policiaca al uso, con pistas, sospechosos y una investigación en la que el lector participa como un investigador más, es muy probable que quede defraudado. Ustedes objetarán que, efectivamente, en esta novela podemos encontrar todo eso, y no digo que no, pero el autor utiliza a su manera las pautas del género negro, se aparta de sus convenciones y va directo a lo que le interesa, que más que la intriga en sí misma son los aspectos político-sociales y sus consecuencias éticas y jurídicas. Por eso, en lugar de un enjambre de detalles vamos a encontrar un texto más bien sintético –síntesis que tiene lugar en una segunda versión y cuya función es, sobre todo, autoprotectora– donde el foco ilumina algunas personalidades, conductas, investigaciones e interrogatorios; en concreto, todo aquello que refleje la relajación de las costumbres y corrupción de la autoridad en una Sicilia que puede ser el paradigma de cualquier lugar y época donde la infección se haya propagado lo suficiente para que pueda compararse con la isla italiana.

Lo entenderemos mejor si, en vez de hablar de personajes, nos centramos en los bloques donde estos se integran. Por una parte la autoridad corrupta presente, la autoridad ausente que avala a esta con su poder superior y casi indestructible y, como factor esencialísimo aunque intercambiable, los brazos ejecutores, que son los únicos susceptibles de pagar el pato mientras los anteriores se lavan las manos tranquilamente. Al otro lado, el pueblo temeroso y mudo mientras pueda, algún confidente casi siempre involuntario, y una autoridad insobornable que aporta el factor maniqueo al relato pero que es necesario para mantener cierta dosis de optimismo y porque esas personas existen (haberlos, haylos y, de hecho, su cara visible se inspira en una figura real) aunque, por desgracia, se puedan contar con los dedos.

A partir ahí encontraremos tejemanejes, negocios, encubrimientos, argucias que triunfan, o no, algo que en el fondo es irrelevante, simple cuestión de detalle. Lo que importa es que el muestrario de los más deleznables comportamientos supera lo individual y acaba convirtiéndose en una malla que vertebra el tejido social y convierte la convivencia en un estercolero inmundo. Por eso, para el puñado de personajes que están en el ajo –la mayoría de los que se presentan con cierto detalle– la mafia no existe, no es más que un invento de gente obsesionada, como el capitán Bellodi, que se empeña en triunfar a costa de los sufridos paisanos, esos que trabajan para atraer el progreso y la fortuna. Esta actitud negacionista –palabra, por lo demás, muy de moda en estos tiempos– no se reduce a la localidad donde se producen los hechos, en la vida real, tal como reveló el propio Sciascia, era la que imperaba en el propio gobierno de la nación, el cual, solo tres años después, hubo de recoger velas y crear una comisión parlamentaria que investigase una realidad tan palpable.

“… le comprendo: no es siciliano, y los prejuicios son duros de pelar. Con el tiempo se convencerá de que todo es un montaje. Pero mientras tanto, por favor, vigile atentamente las investigaciones de ese Bellodi…”

Lo que hay que hacer es callarse, todo irá bien mientras nadie se vaya de la lengua (pero ese tal Bellodi, aunque sea forastero, no parece nada tonto y es capaz de idear alguna treta que confunde a alguno y acaba consiguiendo que hable). Callarse y, por supuesto, dejarse proteger por esos ciudadanos honrados que se ocupan de que todo se mantenga en su sitio, nada de emprender negocios al margen de la comunidad, y si por casualidad ocurre, lo primero es librarse de elementos así, lo segundo y no menos importante, dejar claro que esa clase de comportamientos no se van a tolerar en ningún caso, que escarmiente en cabeza ajena quien sienta la tentación de hacer lo mismo. En cuanto a los que representan la parte más débil, con que no molesten nos vale.

“… porque el pato no tengo que pagarlo solo yo, también los trabajadores deben pagar su parte… Y desde hace dos semanas no cobran su salario… -Desde hace tres meses –corrigió el otro sonriendo. –No lo recuerdo con precisión…. Y, claro, me vienen a protestar: pitadas delante de mi casa, palabrotas que no quiero repetir: es para matarles… Entonces voy a verle a él y ¿sabe lo que me dice? “¿Ha comido usted hoy?” “He comido”, le digo. “Y también ayer”, dice él. “También ayer”, digo yo. (…) “Y esos que han ido a montar bronca delante de su casa, ¿han comido hoy?” Le iba a decir: “Y a mí que puñeta me importa si han comido o no han comido?”, pero, por educación, le contesto: “No lo sé”. Él me dice: “Debería informarse”.

¿Qué hay que hacer para desenmascarar a quienes han tejido esa red, prácticamente impenetrable? Pues lo que hace Bellodi, lo que se ha hecho en cualquier sitio cada vez que se ha investigado con rigor: seguir el rastro del dinero. Pero el trabajo ha de ser ímprobo porque el embrollo es enorme –en él están implicadas, para bien o para mal, todas las tendencias políticas y estamentos sociales– y aquí se encuentra condensado en un centenar y medio de páginas, verdaderamente complejas, que merece la pena leer con atención.

 Traducción: Juan Ramón Azaola

También de Leonardo Sciascia, todos estos títulos.

7 comentarios:

abc dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El Puma dijo...

Gran reseña, que hace honor al talento y a la valentía de Leonardo Sciascia, un autor literaria y éticamente imprescindible. Ya he escrito tanto sobre él en ULAD que no voy a repetir conceptos. Simplemente, hay que leerlo. Siempre vigente.

Elsamaría dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lex Giraldo dijo...

Este tipo de reseñas son las que me hacen querer definitivamente leer el libro. Nunca había escuchado acerca del autor, pero por lo que veo, me estaba perdiendo de mucho. ¡Muchas gracias!

Lex Giraldo dijo...

Este tipo de reseñas son las que me hacen querer definitivamente leer el libro. Nunca había escuchado acerca del autor, pero por lo que veo, me estaba perdiendo de mucho. ¡Muchas gracias!

Montuenga dijo...

Talento y valentía, muy buen resumen, Puma.
Gracias, como siempre, y me alegra que, una vez más, estemos de acuerdo.

Montuenga dijo...

Hola Lex. Si echas un vistazo a lo que hemos reseñado de Sciascia hasta ahora (pinchando en el enlace que hay debajo) encontrarás mucho donde elegir. Ten en cuenta que a veces hay que interpretarle, pues se salta detalles por precaución, como digo en la reseña, ya que la mafia le tenía enfilado.
¡Espero que lo disfrutes!