Año de
publicación: 1997
Valoración:
recomendable
para iniciados o completistas. Ajenos a la obra, solo con casco.
Situadme en una decidida primera línea a la hora de
reivindicar la importancia de Juan José Saer en la literatura argentina
contemporánea. Todo lo que he leído de él hasta el momento (quede claro que ya
he incluído cumbres absolutas como La pesquisa o El entenado) me ha parecido
magnífico, y a medida que conozco su obra creo que futuras lecturas solo puedan
hacer que redondear y corroborar esta opinión. Pero Saer, en ensayo, en estudio
literario confeccionado motu proprio o a expensas de algún tipo de encargo
editorial o periodístico, que es de lo que trata El concepto de ficción resulta ser diferente: sirva ello de
advertencia al lector potencial más que de crítica. No es el único escritor
cuya prestación es diferenciada en función del género elegido: Juan Villoro o
Jorge Carrión, por ejemplo, siempre me han parecido más eficaces (eficacia
sería un concepto de difícil definición en términos literarios) afrontando
crónica o ensayo que metidos en los espinosos zarzales de la ficción. Y a Saer
le sucede al revés: como creador es excitante, osado, lenguaraz, irreverente y
juguetón.
Por ejemplo El
concepto de ficción ajusta en su título como anillo al dedo a su contenido:
no hay ironía aquí y parecería que Saer no quisiera permitírsela. Supongo que
observando el prudente (aunque me parezca algo conservador en un escritor de su
audacia) criterio de que, dirigiéndose al vasto público de la prensa, había que
ahorrarse ironía, guiños y familiaridades que en la ficción tienen un obvio
encaje. Así que veo a Saer encorsetado en demasiados momentos, incluso algo
condicionado por la seriedad del propósito general del texto. No en vano el
autor aclara en el prefacio que la recopilación solo tomó la consistencia de
obra completa tras la insistencia de sus editores. Aclarar el concepto de
ficción, disertar sobre la novela como género al que, en la época (entre los
últimos 50 y los 90) en que se encuadran los textos, tantos teóricos daban por
extinto y exhausto como susceptible de un nuevo renacer, hasts de un resurgir
totalizador. No toméis mis comentarios como reticencias. Muchos artículos que
aquí figuran son susceptibles de enorme disfrute justo en las dosis espaciadas
en que se publicaron. Es inevitable alguna reiteración de conceptos, más cuando
Saer regresa puntualmente en sus textos a algunos de sus iconos literarios, a
los que nombra una y otra vez, casi siempre para rendirse a sus pies. Sobre Faulkner, por
ejemplo, llega a confesar haber necesitado un prolongado espacio de tiempo para
que su lectura deje de influir sobre la prosa de Saer. Curioso ahora no haber
caído en esos personajes que pueblan muchas de sus novelas en esas cercanías a
ríos y mares y pensar si Saer no estaba creando su Yoknapatawpha particular.
También habla y mucho sobre Joyce, sobre otros autores sudamericanos como
Felisberto Hernández o Macedonio Fernández, sobre Mann, Beckett o Cervantes,
siempre en tono elogioso. Un poco más equívoca es su actitud hacia Borges, en
que alterna momentos de idolatría incondicional con alguna crítica bastante
severa y alguno diría que desconsiderada (o sea, se queda a unas pulgadas de
llamarle viejo chocho en el momento en que Borges tantea con el régimen
golpista chileno).
A diferencia de su ficción, el tono usado en estos
ensayos es solemne y a veces recargado en los conceptos y en su exposición. Es
obvio que un ensayo literario ejecutado por un escritor (permitidme la broma:
por un escritor argentino) no es género que pueda resolverse en
monosílabos, frases escuetas y conceptos sin desarrollar. Es en ese desarrollo
de conceptos siempre preciso y siempre académico donde he desconocido a Saer.
Así que interesante, casi ineludible para su público fiel, en el que me cuento
y seguiré contándome, pero no precisamente una manera de iniciarse en su obra.
2 comentarios:
Hola, Francesc:
Me parece un libro muy apetecible, y comparto tu reticencia a usar el adjetivo “eficaz” en el ámbito literario. En nuestra sociedad, donde todo tiene que ser útil, eficaz y productivo, las humanidades tiene ese algo de impreciso e inútil que me encanta. No obstante, ya hace 20 años en las clases de literatura medieval , por ejemplo, nos juntábamos un puñado de bichos raros, con la enorme satisfacción de estudiar porque sí. Algunas cosas no son eficaces, ni productivas o “monetizables” Pero son hermosas y profundamente humanas.
Lo buscaré y ,como siempre que puedo, te transmitiré mi experiencia.
Saludos
Macedonio Sánchez? Será Fernandez..
Abrazo!
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