Título original: Sing, unburied, sing
Traducción: Francisco González López (edición en castellano), Josefina Caball (edición en catalán)
Año de publicación: 2017
Valoración: muy recomendable
«No hay felicidad aquí», dice Jojo, el pequeño protagonista de trece años en medio del libro. Y tiene toda la razón. Ni hay felicidad en el mundo de Jojo, ni la hay en esta gran obra literaria, ganadora del National Book Award en 2017. Pero de eso se trata cuando se trata de hacer un retrato de una parte de la sociedad americana que vive en los márgenes, con la tragedia que acecha para irrumpir a la mínima oportunidad.
Así, son necesarias unas pocas páginas para ser consciente del dominio de la narración por parte de la autora, pues, más allá de utilizar un estilo cuidadoso en la elección de las palabras, es hábil y eficaz al elegir la estructura, repartiendo la narración entre diferentes personajes: Jojo, Leonie y Richie. La narración corre a cargo de ellos, siempre realizada en primera persona, y la autora es hábil al dotarlos de una riqueza en matices que les otorga una personalidad propia y marcada que los hace inconfundibles.
Directa al grano, Ward nos sitúa rápidamente en contexto y nos encontramos, de golpe, con una realidad asfixiante: una familia desestructurada y muy pobre, con problemas de diversa índole que arrastra de su pasado y que persisten en su presente, viviendo como buenamente puede en una casa de campo donde crían animales que servirán de alimento a sus hambrientas bocas. Y ya de entrada conocemos a Jojo, y la manera en la que la autora lo introduce en la historia es brillante: nos pone en la piel de ese niño de trece años, y empatizamos perfectamente con él, percibiendo su profundo respeto hacia su abuelo, la desconfianza hacia su madre, ausente en muchas ocasiones y totalmente despreocupada de ejercer como tal, con una figura paterna que está en la cárcel y una hermana pequeña de quien debe hacerse cargo, un tío fallecido de manera trágica; y los abuelos, esas figuras que actúan siempre como referente cuando todo lo demás se tambalea, pilares de un hogar que se sostiene a duras penas.
Una vez definido claramente el contexto, a Jesmyn Ward le bastan pocas páginas para establecer cuáles son las raíces de la familia y de la propia historia. Sabemos lo que hay y de donde partimos, pues con unas breves pinceladas sobre el pasado de los personajes empezamos a ver que, aunque lo que nos cuenta no es poco, hay mucho más, y la autora prefiere suministrárnoslo a pequeñas dosis para que podamos soportar la carga. Porque hay muchas carencias en la familia, y no únicamente de índole económica, sino también afectiva. Porque la madre está, pero no se puede contar con ella, evadida en ocasiones en sustancias psicotrópicas, el padre en la cárcel de la que saldrá en breve, la abuela terriblemente enferma, y un abuelo que infunde respeto pero que parece ser el único que proporciona cierta estabilidad a la familia. Y los niños, solos, hambrientos, desamparados y emocionalmente abandonados. Y un pasado que les marca, les persigue, les atenaza y les asusta.
Y, por si la situación no fuera ya suficientemente tensa, la autora orienta la historia hacia un viaje emprendido en coche en la búsqueda del padre que sale de la cárcel, para traerlo de nuevo a casa; un viaje que, recorriendo Misisipi desde el sur hasta el norte, los encierra dentro del vehículo en una claustrofóbica travesía, metiéndolos en un pequeño espacio que los pone al límite hasta prácticamente ahogarlos en sus propias y trágicas vidas. La sensación de agobio, de cansancio, de encerramiento es terriblemente palpable en cada una de sus páginas, y el desespero es absoluto como lo es su futuro desalentador. No hay ni un solo matiz de alegría, ni una luz que brille más allá de lo que lo hacen las miradas suspicaces de aquellos con los que topan de manera accidental, porque todo son accidentes, vitales, fortuitos, trágicos. Así, la autora aprovecha el viaje para hábilmente introducirnos la carga emocional del libro, alejándose de la supuesta road movie que uno espera para darnos pinceladas de experiencias pasadas, pero no olvidadas, historias sobre campos de trabajo donde hombres y niños negros eran esclavizados para recoger algodón hasta la extenuación, con los abusos de quien no tiene escrúpulos, sometiendo a los hombres y niños al duro trabajo en condiciones impropias para un ser humano. Y sí, hasta aquí la historia atrapa y conmueve, pues la intensidad narrativa es alta, pero arranca de manera definitiva con la aparición de un nuevo personaje...
Porque aparece Richie, y con él la historia despega y crece, pues su personaje conmueve, te atrapa, te asusta y te entristece. Porque intuimos la vida que tuvo, porque vemos a través de su experiencia esos abusos que marcan la vida por los recuerdos que dejan, de la misma manera que ocurre con el cuerpo a través de los latigazos de sus vigilantes. Así, el libro abandona parcialmente la carga de la trama en relación a los adultos, para dirigirla hacia los niños, y es en este punto, aproximadamente hacia la mitad del libro donde la historia vuela, se encierra sobre los niños a la vez que se abre en profundidad. Es ahí donde se recogen las pinceladas que la autora ha ido esbozando para tomar forma en un dibujo desolador, con los niños como símbolo de fragilidad, pero también de una fortaleza que asoma entre la miseria y el abuso, entre el maltrato y la desolación, forzándolos a una responsabilidad que supera la edad en la que la infancia debería ocupar la vida; los niños como símbolo de esperanza, como un futuro que está lleno de posibles, siempre que el éxito en la lucha permita llegar a ellos. Y es en esa segunda mitad de libro inmensa, que la historia va penetrando en las distintas capas del lector hasta suponer un peso que le arrastra hasta la profundidad de sí mismo, pues a pesar de la dureza y la aflicción que envuelve la novela su calidad impide que aparte un segundo la mirada de las páginas que vuelan como el pájaro de la portada. Porque el libro te obliga a seguir, te fuerza a sumergirte, y te somete a una desgarradora y triste historia de seres abatidos por su propia vida, por su propia desgracia, por su pasado, pero especialmente por un presente que no ha podido volar, pues la cadena que ata el paso del tiempo al pasado impide avanzar hacia un camino abierto a la esperanza.
La calidad que emana del libro viene de la potencia de su lectura a varias capas, pues nos retrata una sociedad fracturada, que aún no ha superado épocas del pasado en la que el racismo era evidente y se exhibía sin tapujos, en la que las relaciones interraciales parecían crímenes a ojos de la sociedad, especialmente a ojos de los blancos, quienes desde su lugar privilegiado abusaban y sometían a los negros. Y en cierto modo se sigue arrastrando esos tics racistas, y la autora lo expone, en los abusos policiales, en la violencia social que empaña y ensucia el clima cotidiano, siempre con una mirada hacia el pasado, pues vemos esos campos de trabajo para negros, de sol a sol, bajo la mirada del agujero del cañón de una escopeta en manos de los blancos. Y lo vemos a través del abuelo, y de Richie, y de tantos otros que sufrieron un pasado de condenable injusticia, pero también lo vemos en el presente, en los problemas en la aceptación de una familia interracial. Pero la historia no solo trata de raza, pues vemos también, en otra dimensión, una historia de amor, de amor desenfrenado y posesivo, de amor loco e irreflexivo, de amor nocivo y obsesivo, pero también vemos una historia de amor fraternal y bondadoso, de amor afectuoso y responsable, de amor protector y amable.
El libro nos ofrece una mirada cruda y real sobre el sur de EE.UU., sobre el pasado y el presente de parte de la sociedad negra que sufrió y sigue sufriendo, y lo hace con historias estremecedoras sobre personajes que, de tan magistralmente retratados, acaba conformando una realidad de la que no deberíamos separarnos, apartarnos, sino combatirla, y enterrar esas injusticias que hace demasiado tiempo que duran. Pero no únicamente ofrece este análisis, pues también es un retrato de lo que es una familia desestructurada, perfectamente narrado, con suficientes matices para huir de la típica historia que hemos visto mil veces, porque aquí la realidad y la honestidad se palpa en cada frase, no hay nada forzado, todo está perfectamente calibrado y suena tan real que es imposible salir de la historia indemne. Porque estamos delante de un inmenso libro, del que no puedes despegarte porque, a pesar que el peso de su historia te pide a gritos salir, airearte y alzar los ojos, su carga emocional y la capacidad narrativa de la autora provoca que se abra un vacío inmenso del que no es fácil salir, pues te arrastra hasta el mundo de Jojo y Richie, un mundo de que los niños no deberían formar parte, un lugar en el que los que viven en él están condenados a sufrir, pues están solos, desprotegidos y emocionalmente abandonados.
Y el canto del título, un canto a la lucha de los desamparados, de los humildes. Un canto a favor de una vida no experimentada de la manera en que debería serlo; una vida llena de cicatrices que la violencia de las vivencias soportadas ha debilitado hasta la casi extenuación. No hay optimismo para esas vidas, únicamente la necesidad de salir adelante e imaginar que otras vidas son posibles, a pesar del mundo que les agrede, de la sociedad que los maltrata, del azar que juega con ellas en una partida con las cartas marcadas como muescas causadas en su propia piel durante su cruel pasado. Ni la presencia de los espíritus, de los fantasmas del pasado, logran apartar ni un solo momento la historia de su trágico realismo, pues todos tenemos nuestros fantasmas que nos persiguen y nos echan en cara las decisiones erróneamente tomadas. Y los fantasmas nos persiguen, nos acechan, y no tendremos descanso hasta que afrontemos nuestro pasado y podamos luchar, cara a cara, con nuestros propios miedos y temores.
PD: he puesto la edición en catalán, pues encuentro más acertada la traducción del título (más fiel al inglés original: «Sing, unburied, sing»)
Así, son necesarias unas pocas páginas para ser consciente del dominio de la narración por parte de la autora, pues, más allá de utilizar un estilo cuidadoso en la elección de las palabras, es hábil y eficaz al elegir la estructura, repartiendo la narración entre diferentes personajes: Jojo, Leonie y Richie. La narración corre a cargo de ellos, siempre realizada en primera persona, y la autora es hábil al dotarlos de una riqueza en matices que les otorga una personalidad propia y marcada que los hace inconfundibles.
Directa al grano, Ward nos sitúa rápidamente en contexto y nos encontramos, de golpe, con una realidad asfixiante: una familia desestructurada y muy pobre, con problemas de diversa índole que arrastra de su pasado y que persisten en su presente, viviendo como buenamente puede en una casa de campo donde crían animales que servirán de alimento a sus hambrientas bocas. Y ya de entrada conocemos a Jojo, y la manera en la que la autora lo introduce en la historia es brillante: nos pone en la piel de ese niño de trece años, y empatizamos perfectamente con él, percibiendo su profundo respeto hacia su abuelo, la desconfianza hacia su madre, ausente en muchas ocasiones y totalmente despreocupada de ejercer como tal, con una figura paterna que está en la cárcel y una hermana pequeña de quien debe hacerse cargo, un tío fallecido de manera trágica; y los abuelos, esas figuras que actúan siempre como referente cuando todo lo demás se tambalea, pilares de un hogar que se sostiene a duras penas.
Una vez definido claramente el contexto, a Jesmyn Ward le bastan pocas páginas para establecer cuáles son las raíces de la familia y de la propia historia. Sabemos lo que hay y de donde partimos, pues con unas breves pinceladas sobre el pasado de los personajes empezamos a ver que, aunque lo que nos cuenta no es poco, hay mucho más, y la autora prefiere suministrárnoslo a pequeñas dosis para que podamos soportar la carga. Porque hay muchas carencias en la familia, y no únicamente de índole económica, sino también afectiva. Porque la madre está, pero no se puede contar con ella, evadida en ocasiones en sustancias psicotrópicas, el padre en la cárcel de la que saldrá en breve, la abuela terriblemente enferma, y un abuelo que infunde respeto pero que parece ser el único que proporciona cierta estabilidad a la familia. Y los niños, solos, hambrientos, desamparados y emocionalmente abandonados. Y un pasado que les marca, les persigue, les atenaza y les asusta.
Y, por si la situación no fuera ya suficientemente tensa, la autora orienta la historia hacia un viaje emprendido en coche en la búsqueda del padre que sale de la cárcel, para traerlo de nuevo a casa; un viaje que, recorriendo Misisipi desde el sur hasta el norte, los encierra dentro del vehículo en una claustrofóbica travesía, metiéndolos en un pequeño espacio que los pone al límite hasta prácticamente ahogarlos en sus propias y trágicas vidas. La sensación de agobio, de cansancio, de encerramiento es terriblemente palpable en cada una de sus páginas, y el desespero es absoluto como lo es su futuro desalentador. No hay ni un solo matiz de alegría, ni una luz que brille más allá de lo que lo hacen las miradas suspicaces de aquellos con los que topan de manera accidental, porque todo son accidentes, vitales, fortuitos, trágicos. Así, la autora aprovecha el viaje para hábilmente introducirnos la carga emocional del libro, alejándose de la supuesta road movie que uno espera para darnos pinceladas de experiencias pasadas, pero no olvidadas, historias sobre campos de trabajo donde hombres y niños negros eran esclavizados para recoger algodón hasta la extenuación, con los abusos de quien no tiene escrúpulos, sometiendo a los hombres y niños al duro trabajo en condiciones impropias para un ser humano. Y sí, hasta aquí la historia atrapa y conmueve, pues la intensidad narrativa es alta, pero arranca de manera definitiva con la aparición de un nuevo personaje...
Porque aparece Richie, y con él la historia despega y crece, pues su personaje conmueve, te atrapa, te asusta y te entristece. Porque intuimos la vida que tuvo, porque vemos a través de su experiencia esos abusos que marcan la vida por los recuerdos que dejan, de la misma manera que ocurre con el cuerpo a través de los latigazos de sus vigilantes. Así, el libro abandona parcialmente la carga de la trama en relación a los adultos, para dirigirla hacia los niños, y es en este punto, aproximadamente hacia la mitad del libro donde la historia vuela, se encierra sobre los niños a la vez que se abre en profundidad. Es ahí donde se recogen las pinceladas que la autora ha ido esbozando para tomar forma en un dibujo desolador, con los niños como símbolo de fragilidad, pero también de una fortaleza que asoma entre la miseria y el abuso, entre el maltrato y la desolación, forzándolos a una responsabilidad que supera la edad en la que la infancia debería ocupar la vida; los niños como símbolo de esperanza, como un futuro que está lleno de posibles, siempre que el éxito en la lucha permita llegar a ellos. Y es en esa segunda mitad de libro inmensa, que la historia va penetrando en las distintas capas del lector hasta suponer un peso que le arrastra hasta la profundidad de sí mismo, pues a pesar de la dureza y la aflicción que envuelve la novela su calidad impide que aparte un segundo la mirada de las páginas que vuelan como el pájaro de la portada. Porque el libro te obliga a seguir, te fuerza a sumergirte, y te somete a una desgarradora y triste historia de seres abatidos por su propia vida, por su propia desgracia, por su pasado, pero especialmente por un presente que no ha podido volar, pues la cadena que ata el paso del tiempo al pasado impide avanzar hacia un camino abierto a la esperanza.
La calidad que emana del libro viene de la potencia de su lectura a varias capas, pues nos retrata una sociedad fracturada, que aún no ha superado épocas del pasado en la que el racismo era evidente y se exhibía sin tapujos, en la que las relaciones interraciales parecían crímenes a ojos de la sociedad, especialmente a ojos de los blancos, quienes desde su lugar privilegiado abusaban y sometían a los negros. Y en cierto modo se sigue arrastrando esos tics racistas, y la autora lo expone, en los abusos policiales, en la violencia social que empaña y ensucia el clima cotidiano, siempre con una mirada hacia el pasado, pues vemos esos campos de trabajo para negros, de sol a sol, bajo la mirada del agujero del cañón de una escopeta en manos de los blancos. Y lo vemos a través del abuelo, y de Richie, y de tantos otros que sufrieron un pasado de condenable injusticia, pero también lo vemos en el presente, en los problemas en la aceptación de una familia interracial. Pero la historia no solo trata de raza, pues vemos también, en otra dimensión, una historia de amor, de amor desenfrenado y posesivo, de amor loco e irreflexivo, de amor nocivo y obsesivo, pero también vemos una historia de amor fraternal y bondadoso, de amor afectuoso y responsable, de amor protector y amable.
El libro nos ofrece una mirada cruda y real sobre el sur de EE.UU., sobre el pasado y el presente de parte de la sociedad negra que sufrió y sigue sufriendo, y lo hace con historias estremecedoras sobre personajes que, de tan magistralmente retratados, acaba conformando una realidad de la que no deberíamos separarnos, apartarnos, sino combatirla, y enterrar esas injusticias que hace demasiado tiempo que duran. Pero no únicamente ofrece este análisis, pues también es un retrato de lo que es una familia desestructurada, perfectamente narrado, con suficientes matices para huir de la típica historia que hemos visto mil veces, porque aquí la realidad y la honestidad se palpa en cada frase, no hay nada forzado, todo está perfectamente calibrado y suena tan real que es imposible salir de la historia indemne. Porque estamos delante de un inmenso libro, del que no puedes despegarte porque, a pesar que el peso de su historia te pide a gritos salir, airearte y alzar los ojos, su carga emocional y la capacidad narrativa de la autora provoca que se abra un vacío inmenso del que no es fácil salir, pues te arrastra hasta el mundo de Jojo y Richie, un mundo de que los niños no deberían formar parte, un lugar en el que los que viven en él están condenados a sufrir, pues están solos, desprotegidos y emocionalmente abandonados.
Y el canto del título, un canto a la lucha de los desamparados, de los humildes. Un canto a favor de una vida no experimentada de la manera en que debería serlo; una vida llena de cicatrices que la violencia de las vivencias soportadas ha debilitado hasta la casi extenuación. No hay optimismo para esas vidas, únicamente la necesidad de salir adelante e imaginar que otras vidas son posibles, a pesar del mundo que les agrede, de la sociedad que los maltrata, del azar que juega con ellas en una partida con las cartas marcadas como muescas causadas en su propia piel durante su cruel pasado. Ni la presencia de los espíritus, de los fantasmas del pasado, logran apartar ni un solo momento la historia de su trágico realismo, pues todos tenemos nuestros fantasmas que nos persiguen y nos echan en cara las decisiones erróneamente tomadas. Y los fantasmas nos persiguen, nos acechan, y no tendremos descanso hasta que afrontemos nuestro pasado y podamos luchar, cara a cara, con nuestros propios miedos y temores.
PD: he puesto la edición en catalán, pues encuentro más acertada la traducción del título (más fiel al inglés original: «Sing, unburied, sing»)
24 comentarios:
"El libro nos ofrece una mirada cruda y real sobre la América del Sur."
Leer esa frase es como recibir una patada en la boca.
Hola, Diego. Para evitar malinterpretaciones, está claro que la afirmación es a ojos de la autora. Ni vivo en EEUU ni conozco la sociedad americana lo suficiente para afirmar así en propia experiencia. Si se puede malinterpretar, mis disculpas por haberme explicado mal.
Saludos
Marc
Rectifico/modificó la reseña, por el sur de NorteAmerica. Error común (e no por ello justificable) en hablar de América al tratar de América del Norte (o EEUU). Disculpas de nuevo.
Saludos
Marc
Hola:
Aquí voy a permitirme hacer de chinche , a pesar de que corro el riesgo de granjearme la animadversión de muxhos lectores de ULAD... Yo siempre he pensado que llamar América a los EEUU es correcto , puesto que el nombre oficial es Estados Unidos de América, del mismo modo que México son los Estados Unidos Mexicanos, pero nadie les llama Estados Unidos.
Otra cosa es que sea una denominación que hay que usar con cuidado, para no caer en malentendidos como el que nos ocupa y para no herir la susceptibilidad del resto de habitanres del continente.
Por cierto, que también solemos llamar Europa a la Unión Europea (e incluso sólo a los países cuya mibeda es el euro), cuando, obviamente, hay países europeos que bo están dentro de la Unión.
Un saludo y podéis despellejarme..XP
Eres un buenaso, hombre.
En realidad no es un error, hace tiempo aprendí aquí que la RAE acepta que se nombre a ese país con el nombre de un continente. Como si dijéramos Europa para referirnos a Alemania. Pero bueno, la RAE es asin.
De todas formas, mi pataleta respondía más a que era la hora de irme a trabajar y a que soy un gilaso que a tener que corregirte algo. Discúlpame tú a mí. Sé que eres considerado y respetuoso con mi continente.
Sobre el libro:
No conozco a la autora, aunque la tengo en mi lista de pendientes desde que ganó ese premio con "quedan los huesos".
Veo que ha vuelto a ganar con otra novela. No dudo de que sea una escritora a tener en cuenta.
Te vuelvo a pedir disculpas y te agradezco la reseña, y, si me permites criticarte algo con más provecho, me encanta la sensibilidad que pones, comparto contigo muchos intereses, admiro las cosas que buscas en tus lecturas. Pero opino que tus reseñas serían redondas y mucho más disfrutables si te empeñas en resumirlas un poco. No lo digo como alguien al que leer le da pereza. La extensión no es el problema, es que muchas veces repites ideas y mensajes, lo cual puede ser una táctica buena para determinados lectores, pero no creo que aquí haga falta.
Te lo digo con todo respeto y como alguien que no es capaz de escribir una reseña digna pero que te lee seguido.
Un abrazo.
Sí, hace tiempo tú me explicaste que era correcto.
Como le decía a Marc antes de ver tu comentario, tampoco es necesario pedir disculpas y reconozco que los sudamericanos a veces damos asco de tanto llorar. Pero bueno, nuestra relación con Estados Unidos de Norte América no es la mejor desde nuestra corta historia conocida y que se apodere, también, del nombre de todo el continente jode.
Hola, Diego. Gracias por tus palabras. Aunque no se trate de un error, creo que sí es algo que debía haber especificado (y lo tendré en cuenta para evitar herir susceptibilidades, pues entiendo que las pueda haber).
Respecto a la extensión, coincido plenamente en que esta reseña (y probablemente alguna otra) me ha salido algo larga. Es fruto de dejarme llevar en exceso por la pasión cuando un libro me gusta, pero entiendo que puede ser excesivo si reitero demasiado en los temas. Tomo nota, y coincido con tu opinión. Siempre se está a tiempo de mejorar ;-)
Saludos, y gracias por comentar.
Marc
Sigo, Juan.
Ahora pensaba, que los ingleses llamen América a Estados Unidos como que el resto del continente no importara... pues, vaya y pase, que se preocupen los canadienses.
Pero que la RAE, que la lengua española, acepte llamar América a uno de los pocos países que no se quedaron con el idioma del descubridor... Y asuma que Bruce Willis es Americano y en cambio Evo Morales es solo Boliviano...mmm da que pensar sobre cómo la cultura anglosajona también nos tiene un poco conquistados por aquí. Pienso yo. Que Américo Vespucio no fue Irlandés! Es posible que la lengua española deba ser la primera en decir que América es un continente muy amplio y no un país. Pienso.
Pues claro, una cosa es lo que la norma dice (en este caso RAE y similares de la academia, todas nacidas desde el poder, ojo) y otra es lo que el pueblo, la cultura -es decir, la gente que hace la vida real- siente y piensa desde su experiencia histórica. En este caso, a una buena parte de nosotrxs los LATAM que EEUU se arrogue el "América" en la práctica lo vemos como otra manifestación de su dominio, amenaza, cabroneria y todas esas palabras feas que se encargan de que nunca nos olvidemos de nuestra posición en el mundo. Ergo, escribo este comentario apelando a que se considere esta visión y no oficial, no la impuesta por EEUU por medio del uso y luego de la RAE que le firmó con mucho gusto al gran amo.
Hola a todos. Aclaro que la Academia no impone nada, aunque mucha gente crea que sí, sólo certifica el uso generalizado de una palabra. O sea, primero los hablantes usamos un término y luego la institución lo registra (que para eso está)
Yo hace tiempo que uso sólo "Estados Unidos" para contribuir a su extinción. Si lo hiciésemos todos caería en desuso y la RAE lo registraría como arcaísmo.
Hola Diego! Bueno, para mí es una mezcla entre gusto y estilo. Gusto, porque es subjetivo. Yo no veo por ejemplo lo que explicas de la(s) reseña(s) de Marc. Y de estilo, porque opino que eso que ves; también podría ser la mano de Marc: su carisma, su modo, su singularidad y toda la "gracia" que nos identifica como personas... Y ahí entramos otra vez a los gustos. En resumen, no opino como tú en este caso. Me metí en la reseña Marc, me hizo caminar por la historia, por el dolor de la pobreza, de la discriminación. En fin, por las vidas de tantos de hoy también.
Hola otra vez:
Ante todo, he de decir que entiendo que los americanos de otros estados que no sean los EEUU o USA os sintáis incómodos e incluso agraviados por este tema. Yo , al menos, trato siempre de adaptar el lenguaje a quienes va dirigido el mensaje y al tema del que se habla ...Pero qué queréis chicos, lo que hay es lo que hay: el nombre oficial del Estado que gobierna el inefable sr. trump es United States of America. Y cómo resulta que ellos fueron los primeros en independizarse en el contibente, pues se quedaron con el nombre, qué se le va a hacer.
Por otro lado Américo Vespucio en realidad era italiano (de hecho, se llamaba Amerigo), así que casi mejor no sacarlo a colación para no liar más la cosa.
En cuanto a lo que diga la RAE, bendita ella, he de admitir que no soy alguien que le tenga demasiado predicamento a esa institución, menos aún a algunos de sus miembros, así que corramos un estúp...digo tupido velo, mejor.
Ahora me perdonaréis, que estoy acabando un libro de Neil Gaiman cuyo título mejor no mencionaré aquí para que no nos queméis el blog, si tal cosa es posible (reseña próximamente en Un Libro Al Día).
Un saludo a ambos y Dios salve a todas las Américas... (Menos a Trump)
Cortar cabezas, sí, incluso meter proteína en la dieta gracias a los sacrificios. Pero quemar, quemar nunca fue lo nuestro.
Podéis estar tranquilos.
Si, sin duda es mi opinión subjetiva. Además, que tampoco merece mucho crédito porque escribo muy mal. Pero bueno, es lo que veo yo. Me alegra que alguien no lo vea así.
Gracias, Antonieta, por tus palabras. Celebro que la reseña te haya gustado y hayas entrado en la historia y lo que narra, ese era el objetivo. Coincido, Diego y Antonieta, en que el estilo de las reseñas es algo muy propio y, por tanto, muy subjetivo. Sí es cierto que tengo tendencia a extenderme cuando los libros me gustan, y aunque es algo comprensible, también hay que tenerlo en cuenta para no aburrir al lector (sé que no es tu caso, Diego). En cualquier caso, me alegra que la hayais leído y que la comentéis, pues es a partir de la reseña donde podemos tener debates en torno a un libro, un contexto, o la historia que trata.
Ya a Montuenga, lo dicho, coincido en la necesidad de ser más cuidadoso en el tema de como nos referimos a EEUU. Al fin y al cabo, la lengua la hacen las personas con su uso, más allá de lo que los miembros de la RAE decidan... y viendo algunos de los que están, tampoco me molestaría llevarles la contraria ;-)
Gracias por comentar. Saludos.
Marc
Por estas y otras cosas eres mi favorita del blog.
Entiendo el uso del adjetivo en femenino en su uso en clave feminista, o por tratarse de algún gazapo ;-)
En ningún caso me ofende. Saludos, y gracias de nuevo. Espero seguir a la altura ;-)
Marc
Hola Marc, estuve a punto de escribir exactamente lo mismo que escribió Diego respecto de la extensión de la reseña y la repetición de conceptos.....no lo hice para no herir tu sensibilidad.
Saludos
Brillante Montuenga, como nos tiene acostumbrados....
Hola, Gabriel. Creo que en alguna otra reseña salió también el tema de la extensión (diría que fue en «4 3 2 1», de Paul Auster). No me acuerdo porque sea rencoroso (jeje), sino porque recuerdo que también me quedo larga y es un tema que intento tenerlo presente (aunque a veces no logre contenerme). Lo dicho, intentaré ser más comedido y no reiterar para evitar estos casos más flagrantes.
Valoro y agradezco tu opinión, porque siempre hay campo para mejorar y porque siempre son de agradecer los comentarios que se hacen de manera respetuosa y constructiva, como es el caso.
Saludos
Marc
Básicamente coincidimos, lo hemos hablado, pero no he tenido tiempo de pasarme a comentar hasta ahora. Me gusta de este libroel regusto a buena literatura que deja, y me he preguntado si no ha sido eso lo que ha provocado una suerte de placentera ilusión al leerlo. En todo caso, y vistos muchos de los catálogos de novedades que van llegando, creo que es de las mejores opciones que podemos encontrarnos. Consefaré que la primera lectura que le hice fue en su idioma original, y tal vez por eso prefiera esta cubierta en catalán que, como bien dices, se ajesta más al título en vo.
Besos
Hola, Mientras Leo, ¡qué gusto verte por aquí! Tienes razón en que el estilo del libro y la hábil manera en la que está narrado ayudan a disfrutarlo, a pesar de su dureza. Coincido en que es una de las novelas más prometedoras de la "re-entrée" literaria post verano, y no son pocos los libros que se han publicado en los últimos días. Habrá que seguirle la pista a la autora.
Saludos, y gracias por comentar la reseña.
Besos
Marc
Enhorabuena por la reseña. Para mi es perfecta, no le sobra nada y transmite perfectamente el cúmulo de sensaciones que se tienen al leer esta fantástica historia.
Un saludo
PML
Muchas gracias, Sasabe, por los elogios a la reseña. Te lo agradezco y sí, es una fantástica novela.
Saludos
Marc
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