viernes, 22 de abril de 2016

TochoWeek #5. Thomas Mann: La montaña mágica

Idioma original: alemán
Título original: Der Zauberberg
Traductor: Isabel García Adánez
Año de publicación: 1924
Número de páginas: 936
Valoración: Imprescindible, pero empachoso

En su magnífica reseña del Ulises de Joyce de hace unos días, Juan decía que "Joyce puso con este libro punto y final a toda la tradición narrativa occidental". Con permiso de Juan, me permito ampliar un poco esta afirmación para decir que, tras la Primera Guerra Mundial, una serie de autores llevaron la tradición literaria y narrativa europea hasta sus límites, por caminos distintos. Joyce publicó el Ulises en 1922; En busca del tiempo perdido se editó entre 1913 y 1927; Thomas Mann, que había publicado La muerte en Venecia en 1912, dedicó más de diez años a dar forma a su gran obra, La montaña mágica, que supone la culminación y el cierre de la novela como narración totalizadora, explicativa del mundo y del tiempo en el que fue escrita.

La estructura narrativa de La montaña mágica es la del Bildungsroman o novela de aprendizaje: el protagonista, Hans Castorp, llega a un entorno extraño y misterioso (un centro balneario para tuberculosos en la cumbre de las montañas suizas en el que su primo está ingresado) y durante su estancia allí, cada vez más prolongada, se verá expuesto a experiencias e influencias que contribuirán a formar su carácter y su pensamiento. En este proceso de aprendizaje tienen especial importancia el humanista Settembrini y el jesuita Naphta, que luchan por convertirse en los tutores o consejeros privilegiados del joven.

Son muchos los temas que esta novela tiene en común con La muerte en Venecia; de hecho, el plan inicial del autor era que La montaña mágica fuera una novela corta de carácter cómico que sirviera de contrapunto a la anterior. En ambos casos nos encontramos en un entorno enfermizo (la Venecia putrefacta, el sanatorio para tuberculosos), en el que la presencia de la muerte es constante e inminente. También el deseo, como fuerza vital opuesta a la muerte, tiene su lugar en la novela, personificado en este caso en Clawdia Chauchat, una joven rusa de rasgos exóticos, pero también en las crecientes aventuras lujuriosas del resto de los pacientes del sanatorio.

Más aún que un bildungsroman, La montaña mágica es una novela sobre el tiempo, y una novela de su tiempo. El tema del tiempo, y la forma en la que lo percibimos, atraviesa toda la novela, no solo en las discusiones del protagonista y en las digresiones del narrador, sino en la propia estructura de la novela: el primer capítulo narra las primeras tres semanas de estancia de Hans Cartop en el sanatorio; el segundo capítulo ya cubre algunos meses, y los dos últimos narran casi seis años de estancia. Las teorías de Bergson acerca de la relación entre tiempo y conciencia, y entre tiempo y acción, tienen aquí una aplicación directa.

Pero esta también es una novela sobre su tiempo, o sea, sobre el periodo de entreguerras. El limbo de lujo e inactividad en el que viven los personajes ha sido interpretado como una parodia de la burguesía europea de entreguerras, una burguesía diletante, improductiva, enfermiza. Y la lucha entre el humanismo idealista de Settembrini y el fanatismo de Naphta sería también la lucha entre el liberalismo y los crecientes extremismos que amenazaban con asolar Europa (y que, quince años más tarde, dieron lugar a la Segunda Guerra Mundial).

Es más fácil admirar La montaña mágica que disfrutarla, sobre todo si se intenta leer seguida. Por su complejidad, su densidad y el juego de temas y variaciones que propone, ha sido comparada a una sinfonía, y de hecho, como hablaba al principio, este es quizás el último intento de escribir una novela totalizadora, que contenga todo un mundo y al mismo tiempo la explicación (o explicaciones) de ese mundo. Pero casi mil páginas son muchas páginas, y como suele pasar en estos casos (como pasa en Moby Dick, como pasa en Guerra y paz), no todas son geniales. Hay escenas y personajes brillantes, y la ironía del narrador ayuda a disfrutar muchas de ellas. Pero no todas.

Confieso por eso sin ninguna vergüenza que he leído por encima unas cuantas páginas (las dedicadas a un repaso de la ciencia de la época, o varias de las discusiones entre Settembrini y Naphta) para evitar el empacho. Saltarse páginas es uno de los derechos del lector; y además Rosa Montero me comprende.

También de Thomas Mann en ULAD: La muerte en Venecia

12 comentarios:

Maru dijo...

Qué alivio!!!! He empezado el libro que me quedó pendiente en mi juventud de lectora empedernida, lo he retomado ahora y se me ha hecho bastante tedioso, así que lo he dejado casi por la mitad. Veo que no soy la única, me ha sentado de maravillas tu interesante crítica sobre este famoso libro que como El Quijote, Guerra y paz no consigo terminar por tediosos (Para mi). Bueno, quizá dentro de un tiempo retome su lectura, pero te digo, desde que lo dejé me he leído como diez libros, pero ese, no me entra. Gracias por tus post sobre libros, ayudan y mucho.

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Por ser una novela bastante famosa, la empecé con la creencia de que iba a entusiasmarme, y la verdad es que no fue así.

Debo incluso reconocer que me generó antipatía el ambiente del sanatorio que se describe en el libro, pues si por un lado una siente compasión por la enfermedad (todos los internos son tuberculosos), por otra parte me produjo rabia el ritmo desenfrenado de lujo y gastos de los residentes, que además contrasta con la vida de los empleados (se menciona a una enana que se encarga de recoger y limpiar todo lo que los ricachones tiran y ensucian). Y (pensaba yo) ¿qué les pasaba
a los pobres de la época cuando enfermaban de tuberculosis -y no podían costearse una estancia en “la montaña mágica”-?

Los coloquios filosóficos entre algunos protagonistas se me hicieron tediosos, llenos de lugares comunes, y encima con la creencia de inventar el tebeo o descubrir el Mediterráneo. Tal vez cuando Mann escribió el libro podían ser temas filosóficos ocurrentes o novedosos, pero hoy día están completamente superados y parecen más bien diálogos de besugos.

La edición que se menciona adolece, en mi opinión, de falta de sensibilidad, al no traducir (ni siquiera mediante nota a pie de página) las numerosas palabras en francés u otras lenguas que aparecen en el libro (pues en el sanatorio había residentes extranjeros que hablaban en sus lenguas), y ni siquiera traduce la famosa carta de amor que Hans Castorp dirige a Madame Chauchat, la cual se reproduce íntegra en francés sin traducción a pie de página en español. Se dirá que esto ya venía así en el libro de Mann. Pues entonces quien no respetaba a sus lectores era el propio autor...

Sergio Sánchez dijo...

Qué curioso que la narrativa del primer cuarto de siglo XX se haya llevado tres días de la tochoweek. Muy sintomático. Una edad de oro de novelas largas, empachosas, desconcertantes, irritantes y todo a la par que maravillosas. "La montaña mágica" es una novela que no sólo me ha marcado, comparto admiración con personas de muy distinta edad y sensibilidad. De Mann, tan intensa y empachosa como ésta es "Doktor Faustus".

Rebeca dijo...

Me costó horrores terminarme este libro y, aunque estuve tentada a saltarme páginas, al final lo leí entero.
Otro libro, en este caso sí que me encantó, de Thomas Mann, para esta semana podría ser "Los Buddenbrook". Si repetís la Tochoweek, podríais considerarlo.

Dionisio García dijo...

La leí hace unos 20 años, en otra traducción, y me gustó mucho. En absoluto la considero empachosa: es de esas obras que uno se propone volver a leer, aunque hay tanto por leer que quizás no.

Santi dijo...

Bueno, parece que salvo Dionisio García, el resto podemos crear un club de damnificados por Thomas Mann :D Desde luego que la obra es una cumbre de su género y de su estilo; otra cosa es que sea un tipo de novela que consigamos disfrutar fácilmente hoy en día.

Anónimo dijo...

es una maravilla, precioso, es como un jardín denso lleno de vida, sorprendente

Anónimo dijo...

A mí me pasa lo mismo que a Santi y que a Rosa Montero. Un libro maravilloso del que conviene saltarse algunas cosas.
También estoy de acuerdo con zumo de poesía en lo de las traducciones. Lo de la carta no podía creerlo. Páginas y páginas en francés. Y esperas al final una traducción que no llega. Yo leí el libro cuando estaba empezando internet. Al menos cuando empezabas a poder encontrar cosas como esta, la traducción de la carta.
No es que sea imprescindible leerla. Pero cuando no puedes hacerlo, sí te quedas con la sensación de que podría serlo.
Pero bueno, que quitando algunas partes me parece una novela estupenda.


Fernando dijo...

No te entiendo. Citas tres libros que son de lo mejor que hay.Hay que leerlos para entender buena parte de la literatura posterior. Si te consideras lectora debes leerlos.

Fernando dijo...

Debes de ser una persona joven. Para entenderla y que te lleguen sus mensajes tienes que haber vivido. Se te curará con el paso del tiempo.

Carlos Revollé dijo...

La estoy leyendo en este momento. Pero con el tiempo q tengo psra leer creo qme tomara el resto del 2016. Les cuento luego que opino

Carlos Revollé dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.