Idioma original: inglés
Traductor: David Paradela López
Año de publicación: 2009
Valoración: recomendable, si te interesa el tema. Si no... también, ¿por qué no?
Sabido es que Adolf Hitler, antes que Führer del III Reich alemán, lo que quiso ser de verdad es pintor (de cuadros, no de brocha gorda), pero fue rechazado por el comité de admisión de la Academia de Bellas Artes de Viena (también fueron oportunos, los señores académicos...). Desengañado, se metió en política, el gachó, y ahí sí que la lió parda (y nunca mejor dicho). Una vez en el poder, entre invasión e invasión concibió la idea de crear, en la ciudad austríaca de Linz, donde estaban enterrados sus padres, un distrito artístico con un Führermuseum colosal, donde reunir las obras más señeras del arte occidental.
Sabido es también que su lugarteniente y delfín Göring, de origen y gustos aristocráticos, ambicionaba a su vez recopilar una colección particular de arte que rivalizara, si no con la citada del Führermuseum, sí con la de cualquier plutócrata del mundo presente o pasado, judío o gentil. Entre uno y otro, y también con la dedicación de muchos otros nazis, amantes de las Bellas Artes o, más frecuentemente, del vil metal que se podía conseguir con los objetos artísticos, se dedicaron a expoliar los países europeos ocupados por el ejército alemán, a una escala nunca conocida en épocas anteriores. Si contamos además los previsibles destrozos cometidos por el transcurrir de la guerra (a la que contribuyeron en no poca medida los bombardeos aliados), nos encontramos con que al final de la II Guerra Mundial, el inconmensurable patrimonio artístico y monumental europeo estaba hecho unos zorros.
Preocupado por esta circunstancia, sobre todo a partir de la batalla de Montecassino, el Alto Mando aliado -impelido por el propio Roosevelt- estableció al fin, antes del Desembarco en Francia, la MFAA o subcomisión de Monumentos, Bellas Artes y Archivos, encargada de la salvaguarda del patrimonio artístico entre las playas de Normadía y el corazón de la propia Alemania. Se trataba de poco más que un puñado de expertos encuadrados dentro de la estructura del Ejército sin medios para realizar su tarea ni una autoridad concreta sobre sus conmilitones, pero con el entusiasmo y tesón de quienes eran conscientes de la responsabilidad histórica de su misión. Más aún a partir del momento en el que a impedir el destrozo que pudieran producir sus propias tropas sobre el patrimonio monumental, se le unió la misión de rescatar las obras de arte expoliadas por los nazis durante la ocupación de buena parte de Europa.
Con los hombres que formaron parte de la MFAA visitaremos pequeños pueblos franceses y belgas o el celebérrimo Museo del Louvre; así como otros "museos" no tan conocidos: el depósito subterráneo cerca de Maastricht donde se guardaban los tesoros del Rijksmuseum holandés y la mina de sal de Altaussee, en Austria, donde los mandatarios del III Reich escondían parte de lo robado. También la destrozada catedral de Aquisgrán o el castillo de Luis de Baviera en Neuschwanstein. Y sabremos de los avatares sufridos por obras tan emblemáticas del Arte occidental como la Madonna de Brujas de Miguel Ángel, el retablo del Cordero Místico de Gante o el tapiz de Bayeux. Conoceremos también a auténticos "héroes de la cultura", que hicieron cuanto estuvo en su mano para preservar el patrimonio artístico del saqueo nazi: Jacques Jaujard, director de los Museos Nacionales franceses; Rose Valland, del Jeu de Paume o incluso alemanes como el conde Von Wolff-Metternich, jefe de la Kunstschutz en París. Y, por supuesto, los americanos y británicos miembros de la MFAA...
Todo ello contado con un estilo directo, ameno y efectivo, en la mejor tradición de la literatura bélica norteamericana, como el famoso libro-reportaje El día más largo, del periodista Cornelius Ryan. La verdad, aún no he visto la adaptación al cine de The Monuments Men ,dirigida por George Clooney y protagonizada por él mismo y otros actores de gran renombre, pero estoy seguro de que, a poco que hayan conseguido recoger algo del espíritu épico, la amenidad y el didactismo que anima a este libro, les habrá quedado una película de lo mas entretenida, como mínimo. Una lectura, desde luego, totalmente recomendable.
Preocupado por esta circunstancia, sobre todo a partir de la batalla de Montecassino, el Alto Mando aliado -impelido por el propio Roosevelt- estableció al fin, antes del Desembarco en Francia, la MFAA o subcomisión de Monumentos, Bellas Artes y Archivos, encargada de la salvaguarda del patrimonio artístico entre las playas de Normadía y el corazón de la propia Alemania. Se trataba de poco más que un puñado de expertos encuadrados dentro de la estructura del Ejército sin medios para realizar su tarea ni una autoridad concreta sobre sus conmilitones, pero con el entusiasmo y tesón de quienes eran conscientes de la responsabilidad histórica de su misión. Más aún a partir del momento en el que a impedir el destrozo que pudieran producir sus propias tropas sobre el patrimonio monumental, se le unió la misión de rescatar las obras de arte expoliadas por los nazis durante la ocupación de buena parte de Europa.
Con los hombres que formaron parte de la MFAA visitaremos pequeños pueblos franceses y belgas o el celebérrimo Museo del Louvre; así como otros "museos" no tan conocidos: el depósito subterráneo cerca de Maastricht donde se guardaban los tesoros del Rijksmuseum holandés y la mina de sal de Altaussee, en Austria, donde los mandatarios del III Reich escondían parte de lo robado. También la destrozada catedral de Aquisgrán o el castillo de Luis de Baviera en Neuschwanstein. Y sabremos de los avatares sufridos por obras tan emblemáticas del Arte occidental como la Madonna de Brujas de Miguel Ángel, el retablo del Cordero Místico de Gante o el tapiz de Bayeux. Conoceremos también a auténticos "héroes de la cultura", que hicieron cuanto estuvo en su mano para preservar el patrimonio artístico del saqueo nazi: Jacques Jaujard, director de los Museos Nacionales franceses; Rose Valland, del Jeu de Paume o incluso alemanes como el conde Von Wolff-Metternich, jefe de la Kunstschutz en París. Y, por supuesto, los americanos y británicos miembros de la MFAA...
Todo ello contado con un estilo directo, ameno y efectivo, en la mejor tradición de la literatura bélica norteamericana, como el famoso libro-reportaje El día más largo, del periodista Cornelius Ryan. La verdad, aún no he visto la adaptación al cine de The Monuments Men ,dirigida por George Clooney y protagonizada por él mismo y otros actores de gran renombre, pero estoy seguro de que, a poco que hayan conseguido recoger algo del espíritu épico, la amenidad y el didactismo que anima a este libro, les habrá quedado una película de lo mas entretenida, como mínimo. Una lectura, desde luego, totalmente recomendable.
1 comentario:
Bueno, ya he visto la peli y he de decir que... el libro es mejor (y eso que sale el gran Bill Murray). Aunque también hay que reconocer la dificultad de hacer un guión de cine a partir de un libro como éste.
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