Idioma original: inglés
Título original: Making Sex. Body and Gender from the Greeks to Freud.
Fecha de publicación: 1990
Valoración: muy recomendable
Ya me voy dando cuenta, no creais que no. Que sí, que todos muy amigos y tal. Pero como aquí a un servidor le tira más el ensayo que otros géneros, resulta que todos pasáis de mis reseñas. Sí, sí, como lo estáis leyendo: que me he catado. Y no digo yo que no esté feo decirlo así en público, que sí que está, pero qué queréis que os diga: está uno ya un poco harto de tener fama de reseñar sólo chapas y tostones. Así que he decidido escuchar las lecciones que la televisión ofrece al mundo. Si quieres éxito, habla de sexo.
Y aquí estoy, dispuesto a que mi audiencia suba como la espuma. No es sólo que este libro hable de sexo, es que también tiene dibujos. Dibujos sobre sexo, se entiende. El que os pongo arriba, sin ir más lejos. ¿Alguien podría decirme qué es lo que se representa? Venga, ya que os ponéis tímidos, lo digo yo. Es un pene, ¿no? O, mejor dicho, dos penes. Algo raros, también es cierto, pero se trata inconfundiblemente de genitales masculinos. ¡Ja! Pues nada de eso.
La ilustración está extraída de la que fue durante mucho tiempo la Biblia de la Anatomía: De humani corporis fabrica (1543) de Vesalio. El libro se hizo famoso por sus minuciosas imágenes que incorporaban el saber de las disecciones, ya entonces frecuentes. Bueno, pues con disecciones y todo, Vesalio se obstina en recoger una vieja convicción de la medicina, presente desde lo griegos: que la mujer no es más que un hombre imperfecto. Así, los genitales femeninos serían casi idénticos a los masculinos, sólo que, claro, interiores.
Como se aprecia arriba los anatomistas representaban la vagina como un pene interior, cuyo glande serían los labios mayores y menores. El útero, por su parte, no era más que un escroto interior, y los ovarios, evidentemente, testículos femeninos. Todo esto nos suena hoy de lo más extraño: ideas rarísimas de gente antigua que han quedado refutadas por una observación empírica rigurosa. Pues aquí está quizá la mayor aportación del libro de Laqueur, en demostrar que la observación empírica no tuvo nada que ver en que se creyera durante mucho tiempo que hombres y mujeres tenemos los mismos genitales, y tampoco en que se dejara de creer. La cuestión no está en mirar, sino en cómo mirar. Y hasta el siglo XVIII no empezaron a mirarse los genitales de hombres y mujeres con el firme propósito de demostrar lo diferentes que son.
En fin, qué más queréis. Esta vez os hablo de un libro increíblemente bien documentado, que destruye unos cuantos mitos sobre el modo en que avanza la ciencia y que, además, está lleno de dibujos de penes y vaginas y cuenta un montón de impagables anécdotas sobre porquerizas que se convierten en hombres y viceversa. Si es que lo tiene todo. Si de ésta no me quito la fama de chapas, ya no sé qué hacer.
También de Thomas Laqueur en ULAD: Sexo solitario
3 comentarios:
Guau, ¿también tiene dibujos de sexo? Iré a comprarlo inmediatamente.
Sarcasmo off.-
O sea que no te parece un argumento de compra, ¿eh? Vaya, hombre. Lo que no sé es si que quieres dejar claro que te apasiona la genealogía política de la anatomía y no necesitas aliciente alguno o que eres un habitual consumidor de pornografía. Bien por ti en cualquiera de los dos casos, Anónimo.
¡¡Ja, ja!!
Me recuerda aquel anuncio que empezaba con la palabra SEXO ocupando media página, y después: "Bien, ahora que hemos captado su atención, resulta que bla, bla, bla..."
Buen intento (y eso que he notado que al final no has mencionado el brutal poster cuatridimensional desplegable que aparece en las páginas centrales :)
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