Idioma: español
Fecha de publicación: 1970
Valoración: Muy recomendable
Leí Retrato de una bruja en mi etapa más adecuada para disfrutar de un libro así: cuando me dio por la Wicca.
La Wicca, para quien no lo sepa, es el nombre de una religión (santígüense los más católicos, pero se la considera una religión en toda regla, fundada por el ex funcionario inglés Gerald Gardner a mediados del siglo XX) pagana que aglutina un sinfín de creencias y ritos brujeriles, espirituales y de tipo naturista. Sus seguidores rinden pleitesía a un olimpo de deidades de lo más variopinto, cuyos dioses y demás figuras son tomadas sin reparo de varias mitologías antiguas, sobre todo de la griega. Vamos, que con el mester de las brujas hemos topado, pero no debemos pensar en esas ancianas montadas en escobas con narices aguileñas y gorros estilo procesión de Semana Santa, sino más bien en ninfas aleladas de ropas evanescentes y largos cabellos salpicados de florecillas silvestres danzando en círculo en mitad de un prado.
Después de estas líneas dedicadas a una de las locuras que me apresaron en mi adolescencia (y que me hizo visitar tiendecitas con dependientas extranjeras que vendían velas de colores para diferentes hechizos y cartas para invocar a los ángeles), tengo que decir que Retrato de una bruja, novela con la que el vizcaíno Luis de Castresana quedó finalista del Planeta (que sí, que algunos "planetarios" sí que se salvan...) en 1970, también toca el lado más oscuro y satánico de la brujería. Así, en las páginas de este libro se cuenta bien contado el funcionamiento de los llamados aquelarres, reuniones en las que las brujas se reunían para hacer de las suyas y en las que, según cuentan las leyendas, hacía acto de presencia de vez en cuando el mismísimo Lucifer, la mayoría de las veces en forma de macho cabrío.
Pero vayamos al argumento que sirve de disculpa a Castresana para desplegar ante los atónitos ojos del lector todo este abanico de magia y esoterismo: en el siglo XVIII, una joven de un pueblecito cae en la más honda tristeza y desesperación cuando su amado se va a la ciudad a buscarse la vida, y pese a que el muchacho le promete regresar algún día, todos los indicios apuntan a que ello no sucederá. Perdida en un dolor que ella considera irremediable, la chica comienza a frecuentar la compañía de dos mujeres del pueblo interesadas en la brujería, especialmente una de ellas, toda una experta que mediante sus pócimas y conjuros la introducirá en un mundo prohibido que provocará el recelo de sus vecinos y su lento e imparable descenso a la locura. El final del libro, después de haber vivido junto a las protagonistas los pormenores y las satisfacciones de la vida de una auténtica bruja (apasionados encuentros con el Señor de las Moscas incluídos) me dejó aturdido. Pero no daré pistas.
Para escribir esta novela Castresana se documentó a conciencia e investigó mucho sobre el tema, sobre todo en su tierra natal (en Euskal Herria las historias de brujas aparecen en todo libro de mitología y tradiciones que se precie; sólo hay que pensar en las célebres brujas de Zugarramurdi o en Mari de Amboto), y logró tejer una historia amena y rápida, y tristemente creíble que se sigue con interés de principio a fin.
Y para terminar, a modo de anécdota, les cuento que el ejemplar de Retrato de una bruja que tengo está firmado por el malogrado Castresana, aunque la dedicatoria es para mi tía, su primera propietaria; en ella, el escritor le desea lo mejor en el "año que entra".
Siempre pienso, al leer esa dedicatoria, que el autor podría haber añadido algo más, algo así como: "y antes de ponerte a jugar con sapos y culebras, piensa en cómo acaba la protagonista de esta historia"
8 comentarios:
Hmm, o sea que finalista del Planeta en 1970... Bueno, pues si este se salva, y la memoria no me falla, hemos reseñado un Planeta malo y un Planeta bueno. Vamos 1 a 1. ¿Qué tal si seguimos el partido entre todos? Sigamos rebuscando en los Premios Planeta y apuntando tantos a uno u otro lado, ¿qué os parece?
Etiqueta "Premios Planeta", ¡ya!
Y hablando de nuestro tema preferido ("etiquetas", por supuesto), tras hacer un par de averiguaciones en la trastienda del blog debo anunciar con toda solemnidad que esta entrada hace exactamente la novela número 100. Así que, ¡enhorabuena Ian! Pena que no hayamos instalado todavía los cañones de confetti y globos para estas ocasiones...
Creo que los lectores no tienen manera de comprobar esto con sus propios ojos, a no ser que pinchen en la etiqueta "novela" y cuenten todas las entradas que salgan. Si no se ven con ganas para eso, pues tendrán que fiarse de nosotros. Como curiosidad, diré que sólo una etiqueta aventaja a "novela" en número de entradas, y es "siglo XX".
La verdad es que en "Planetas" tengo bastante experiencia...
Leerlos es como un acto de masoquismo: sufro, pero no puedo evitar encontrar en ello cierta satisfacción. Lo suelo hacer en verano, en la casa del pueblo donde veraneo, que es donde apilamos los "Planetas" que cierto periódico obsequió hace unos años. Es que no hay otra cosa que leer...
Buenos-buenos, no hay ninguno. Yo los divido en los que te dan ganas de matar al escritor, los que te dan ganas de escribir uno a ti (poco curro/mucha pasta), y los que, psé...Pero la mayoría son como los casposos telefilmes de sobremesa de Melissa Gilbert (la niña de "La casa de la pradera").
De los peores que he leído: "La muchacha de las bragas de oro", de Juan Marsé (alguién debería explicar a los verdosos escritores de cierta edad obsesionados con Lolita Haze que se equivocan, que es muy raro que una jovencita sienta atracción sexual por un viejuno); la sinsorgada increíble de "Melocotones helados", de Espido Freire; "Las mujeres que hay en mí", de la glucofílica María de la Pau Janer (a la que Marsé puso a caldo, qué cosas), y algunos horrores más de Sánchez Dragó, algo de un unicornio, Carmen Rigalt jugando a novelista..., y ¡se me olvidaba! "El baile de la victoria", de Skármeta, de lo peor que he leído en mucho tiempo, ¡y va Fernando Trueba y le hace una peli! ¡Qué mundo!
Rosá Regás, con "La canción de Dorotea" hizo un trabajo digno y sin estridencias; no estaba mal la historia de su particular enana-objeto sexual...Y Juan Manuel de Prada, vale..., aunque sea un copión y su estilo barroco pueda dar cierta dentera (fue el protegido de Umbral, no digo más), se deja leer en "La tempestad"...
Pero ¡paro ya! ¡Que esto parece una Meta-Entrada!
¡Ah! Y qué genial ser la entrada-novela 100, me hace mucha ilusión...Se lo dedico a mi familia, y a mis amigos,y a todos los que hacen este blog, y a la Wicca, y a las brujas de Zugarramurdi, y al Macho Cabrío, y...a todos los que se den por aludidos, ¡vamos!
Por cierto...Me vuelvo loco con la cursiva y las comillas. Para poner los nombres de los libros he leído que debe hacerse en cursiva, pero en la chapa que acabo de meter he utilizado comillas. Que conste.
Excelente libro del autor de El otro árbol de Guernica. Vale la pena leerlo. Un saludo, Rafa Fayos
Coincido con la opinión anterior de Rafael, no dejéis de leer esta novela. Muy recomendable.
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