jueves, 28 de febrero de 2019

Rabindranath Tagore: Gora

Idioma original: bengalí
Título original: গোরা (Gora)
Año de publicación: 1910
Valoración: Se deja leer

Rabindranath Tagore estuvo más o menos de moda allá por los años 70 del siglo pasado, mucho después de haber ganado el Nobel de literatura (1913). La fama le llegó por dos vías distintas, en apariencia muy alejadas pero con puntos en común: el movimiento hippie y ciertos ámbitos católicos progres, o al menos renovadores. El rollo de las filosofías orientales, cuajado de metáforas y apelando a lo inmaterial tenía tirón para aquellas dos tendencias. En ese orden de cosas tenía yo la opción de La escuela del papagayo, que va precisamente de eso, enseñanzas profundas sobre nuestro yo, la trascendencia, y cómo el hombre se relaciona con la naturaleza, ese tipo de cosas. Pero me sonaba demasiado a Coelho (alumno aventajado (?), cien años más tarde) y mi estómago no lo permitió. Me decidí entonces por Gora, que lucía sus robustas 500 páginas justo al lado en la estantería, algo más convencional y digerible.

Gora es una novela que, a pesar de su volumen, tiene más bien poco desarrollo. Tenemos a dos jóvenes amigos, casi hermanos, Gora y Binoy, que pasan el tiempo en discusiones de gran calado en torno a la sociedad india, dos cerebritos de familia brahmán muy implicados en la cosa de las tradiciones y la ortodoxia religiosa. Por un encuentro fortuito entran en contacto con la familia, ideológicamente opuesta, de Paresh Babu, en la que hay varias chicas y, bueno, la controversia cultural se mezclará enseguida con los asuntos del corazón. En sus vidas irrumpirán sentimientos hasta entonces ignorados, y los problemas se multiplicarán en razón a las diferencias religiosas. Esa es un poco la clave y requiere una pequeña explicación.

Todavía bajo la dominación inglesa –que por cierto nadie parece poner en cuestión- la sociedad india se divide entre los ortodoxos (defensores de las tradiciones a ultranza, ritos y divinidades, estricta separación en castas) y el Brahmo Samaj, una especie de partido-religión monoteísta y, para entendernos, de cierto matiz modernizador o liberalizador de las costumbres. Gora y su amigo están en el primer grupo, Paresh y sus hijas en el segundo. La verdad es que el planteamiento recuerda inmediatamente a la actual sociedad musulmana, donde la rigidez del integrismo convive malamente con posiciones más flexibles. Pero hay que precisar que ambos bandos son en el caso indio igualmente irreductibles y en cierta medida impermeables.

Precisamente lo que plantea la novela son las posibles grietas en esos dos bloques, es decir, cómo empiezan a ponerse en cuestión los dogmas a partir de las relaciones personales entre individuos de ambos lados. La cuestión tampoco se presenta exactamente en una perspectiva sentimentaloide del amor rompiendo barreras en modo montesco-capuleto, sino en un plano más intelectual y religioso que remite a la propia evolución de Tagore, que pasó de militar en el Brahmo Samaj a adoptar posiciones más próximas a la ortodoxia. La tolerancia asoma en las dos partes sobre todo a través de los miembros más veteranos, Paresh de una parte, y la madre de los chicos de otra. Los mayores reúnen sabiduría y sosiego, como mandan los cánones orientales, y son capaces de transigir con las diferencias que otros se empeñan en establecer como insalvables. A su vez, los protagonistas más jóvenes, mediatizados por las emociones personales, terminan por asumir que sus esquemas culturales necesitan alguna dosis de flexibilidad. La entereza intelectual de los personajes, en especial Binoy, empieza a ponerse en cuestión, y su ánimo flaquea al encontrarse de cara con la realidad, bien en las relaciones interpersonales o  desde el punto de vista social.

Es en mi opinión el valor más interesante del libro, la capacidad para dibujar con trazo muy fino estos personajes dubitativos, con la personalidad aún no terminada de formarse y las certezas adolescentes en peligro de derrumbe. Tagore tiene una gran capacidad para empatizar con todos sus personajes, incluso con los menos agradables, y entender (y mostrar al lector) la posición de aquellos en cada diálogo, en cada gesto o saludo. Son sujetos complejos, su entorno difiere mucho del grupo familiar clásico occidental, y todo ello se enreda con los prejuicios ideológicos y las diferencias sociales, pero la buena mano del autor hace más fácil comprender sus puntos de vista.

Por el contrario, la narración carga con un lastre importante: la cuestión cultural y religiosa centra absolutamente todo el argumento y está presente en la totalidad del relato, desde el principio hasta el final. Todo gira en torno a esta cuestión, lo cual genera numerosos y extensos diálogos dando una y mil vueltas a lo mismo. Y si al principio resulta interesante, transcurrida la mitad del libro –quizá menos- el lector es consciente de que no le espera mucha más novedad y, claro, el asunto se pone un poco cansino. Solo el sorprendente giro final consigue sacudirnos un tanto, aunque tiene poco recorrido y en mi opinión no se le saca el partido que hubiera sido posible. 

Puede que para alguien sumamente implicado en el tema (alguien del lugar y de la época, el propio autor desde luego) resulte muy interesante, incluso hasta decisiva, tan larga dialéctica sobre el particular. Pero si valoramos el texto como lo que es, una novela, por muy de tesis que se quiera, la verdad es que resulta bastante reiterativa y al final, pues eso, lo que cualquiera pudiera temerse: un poco o bastante aburrida.

Y bueno, amigos, esto es lo que han dado de sí los últimos diez años de reseñas en Un libro al día.


Otras obras de Rabindranath Tagore reseñadas en la ULAD: Aquí

17 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Ante esta reseña que culmina cum laude duez años de blog (3650 entradas, nada menos), sólo puedo afirmar: Gora el gran Carlos! GORA Un Libro al Día! GORA TA GORA BETI!

Juan G. B. dijo...

Y aunque penséis que se me ha ido del todo la pinza, un saludo a nuestros seguidores todos estos años:
https://youtu.be/n1xx6d_4f4Q

lupita dijo...

Hola, Carlos:

No sé qué decir ante esta reseña, porque Tagore, desde que yo era muy pequeña, era venerado en mi casa, y yo soy lectora, sobre todo, por mi madre, que le adoraba. Leer "se puede leer" en tu valoración me ha caído como un puñetazo virtual, y luego me ha hecho pensar cuánto endiosamos a ciertos artistas, escritores, etc.

Yo sólo conozco su poesía, que fue traducida por él mismo al inglés, y del inglés se tradujo al español. Yo leí las traducciones que hicieron Juan Ramón Jiménez y su mujer, lo que supone que pasó su poesía por dos filtros: el primero, el del propio Tagore, que eliminó mucho de lo "local" y casi hizo una nueva versión, y el segundo, el de J.R.Jiménez, que no sabía mucho inglés, y supongo que se inventó bastante también.

Quizás debería volver a leer esa misma poesía y valorarla con todo lo que llevo leído ahora, puede que mis impresiones cambiaran.

Respecto a la novela, me ha recordado tu valoración a cuando hoy en día leemos una novela pastoril del renacimiento, donde se ensalzan el valor, la castidad, y la armonía con la naturaleza; todo esto resulta muy ñoño hoy en día, y nos aburre mortalmente (bueno, a mí no, pero yo soy muy sosa)

Saludos

Carlos Andia dijo...

Lupita, sinceramente y aun entendiendo la diferencia de época y entorno, yo creo que el libro no da más de sí de lo que he comentado. ¿Y por qué en vez de a la poesía no le das una vuelta a esta misma novela y nos cuentas luego tu opinión? Puede que veas cosas que yo no he visto. Por mi parte, ni se me ocurre acercarme a la poesía por esta vía: el cóctel Tagore + Juan Ramón Jiménez no está hecho para mi, con todos los respetos.

Juan, te nos has puesto hoy bien sinfónico, está bien para coronar esta larga travesía. Y oye, no lo había pensado, pero efectivamente el título de hoy viene que ni pintado para cerrar el ciclo.

Saludos a los dos.

Diego dijo...

Hace unos años ojeaba una librería de segunda mano y me traje una copia de este libro. Tagore debe estar en toda biblioteca - pensé - Ya lo leeré cuando no me funcionen las rodillas.
Pero con tu reseña ya me convencí de que eso no va a ocurrir. Gracias.

Asiáticos y Africanos juegan con ventaja al ser menos donde elegir ¿no? Me refiero, a probar con ellos.

Carlos Andia dijo...

Bueno, sondear en culturas en principio tan ajenas es un ejercicio sano, aunque puede ser arriesgado. Tampoco es exactamente el caso de Tagore, exótico, sí, pero de sobra conocido y premiado hace ya un siglo. Pero en mi opinión, aunque pueda ser una figura importante en la literatura, leerle puede no ser una experiencia demasiado atrayente.

Un saludo y gracias por comentar.

lupita dijo...

Hola de nuevo:

Veo que mi comentario no se ha entendido, pero porque me he explicado muy mal.
Lo que venía a decir es que siendo muy joven (casi una niña) leía a Tagore, sus cuentos y poemas. En esa edad, lo que se da por bueno adquiere con el paso del tiempo la categoría de verdad absoluta. Luego, con la madurez, esos valores se repasan y pueden sobrevivir al paso del tiempo y la experiencia, o no.

Me parece interesante hacer ese ejercicio, aunque temo llevarme un batacazo enorme.
No sé si leeré el libro, lo tendría que buscar. Pero creo que podría encontrar cosas distintas a las que tú has visto, sobre todo porque las cuestiones religiosas me interesan mucho.
Lo de llegar a la poesía de Tagore a través de J.R.Jiménez era lo que tenía en ese momento. Ahora las traducciones se han profesionalizado, y mejorado muchísimo.

Saludos

Carlos Andia dijo...

Ahora lo pillo mejor, gracias. Hombre, tampoco te voy a pedir en serio que te digieras las 500 páginas, pero estaría bien contrastar opiniones... o quizá coincidir, no sé. Tampoco sé si te interesaría demasiado desde el punto de vista religioso, porque el conflicto que plantea solo es religioso en parte, yo diría que es más bien cultural en sentido amplio.

Un placer charlar contigo.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Carlos, yo cuando entro a comentar siempre me he leído antes el libro de que se trate. Esta vez no, porque no lo tengo ni lo he encontrado en google. Y lo siento mucho porque me ha gustado, y me gusta, mucho Tagore. Pero estoy segura de que tu apreciación es correcta, no todo es igual. A mí el Tagore de El jardinero o La luna nueva me parecen sublimes. Ese misticismo suyo que usa para hablar de amor entre divino y humano me pone muy sensible. Pero cuando se va un poco por la explicación de las castas y de la sociedad india es un poco aburrido.
Que Buda te perdone ( si resulta que, al final de los tiempos, era Buda el dios verdadero) por comparar a Paulo Coelho con Tagore.
Un saludo

Carlos Andia dijo...

Lo siento Beatriz, lo de Coelho debe ser una fijación mía. A mi precisamente ese nivel espiritual, con sus consiguientes metáforas y las alusiones a la naturaleza y a lo inmaterial pues como que me da bastante pereza, lo confieso. Por eso, como decía en la reseña, deseché directamente 'La escuela del papagayo' (que me habían recomendado; será que no me conocen bien) después de un vistazo superficial, porque vi que estaba repleto de figuras de ese tipo. Por el contrario, la exposición sobre los polos culturales-religiosos-políticos me ha parecido bastante interesante, aunque por reiteración y falta de ritmo narrativo resulta algo pesada.

Así que está claro que hay para todos los gustos. Saludos y gracias por participar.

Lector anónimo dijo...

Pues he de romper una lanza a favor de esta novela. La leí hará unos tres años y la recuerdo como una gran novela, llena de belleza en su escritura y que retrata la sociedad de la época de forma magistral; mostrándote sus prejuicios, sus diferentes religiones y castas y como afectó la invasión británica al pensamiento de la sociedad. Creo que un " se deja leer" es una puntuación muy baja para lo que es esta novela. Si la tenéis por ahí os recomiendo darle una oportunidad. Yo desde luego no me arrepentí.

Carlos Andia dijo...

Vaya, yo creía que nadie leía ya libros como este, y me alegro de encontrarme menos solo. Desde luego, Lector anónimo, si te interesa la cuestión cultural y religiosa que impregna todo el texto, no me extraña que el libro te haya resultado atrayente. Y efectivamente, está bien escrito, con un dibujo fino de los personajes, aunque yo le haya visto otras características no tan satisfactorias. De todas formas, me encanta cuando veo que otros lectores han disfrutado de un libro más que yo, incluso me da cierta envidia.

Gracias por tu opinión, y un saludo.

Anónimo dijo...

No soy una persona ala que le interese la literatura pero gracias a esta reseña me da un deseo inmenso de leer esta novela y ver que tan buena es para poder recomendarlas a conocidos a los que les gusta este tipo de novelas

Carlos Andia dijo...

Me sorprende un poco que la reseña te haya encendido ese deseo, no era precisamente la intención que llevaba, pero en fin, está genial que te entre la afición, amigo.

Que lo disfrutes y gracias por participar.

Anónimo dijo...

Para nada comparto la opinión del comentarista. A mi juicio, Gora es una tremenda novela política y filosófica, muy entretenida además (si te entretienes con Balzac y no con Brown), que se inscribe en dos tradiciones clásicas del género: conflicto generacional (un poco a lo Turgueniev, pero ¡qué distancia entre Gora y un nihilista!) y el desesperado idealismo cuasi universalista que, post-Tolstoi (Resurrección), y antes del inminente conflicto mundial del 14, llega a su cumbre con el Juan Cristóbal, de Romain Rolland, escrito en esos mismos años.

Carlos Andia dijo...

No me entretengo con Brown, Anónimo, de hecho no he leído nada de él ni me lo planteo. Y yo sí que comparto aunque sea parcialmente tu opinión. En efecto la novela plantea temas de fondo bastante interesantes, pero no por eso me parece que deje de ser aburrida. Ya sabemos que somos lectores del siglo XXI, y tampoco podemos esperar que un siglo atrás las cosas se presentasen de la misma forma, pero sigo opinando que la novela podía haberse planteado de forma mucho más ágil y sugestiva, que se demora durante demasiadas páginas en las cuestiones sobre las que gira el libro, y que todo ello hubiera resultado más atractivo con otro ritmo y mayor fluidez.

Muchas gracias por tu aportación. Un saludo.

IsabelGM dijo...

Coincido con varios de los compañeros de los comentarios en que "se deja leer" es una puntuación muy baja para lo que es el libro. Y no, Tagore no tiene nada que ver con Coelho (por favor). Otra cosa es que no guste el estilo, pero a mí sí me gustó. Y muchas de sus reflexiones son tan válidas ahora como hace cien años. Sí que es cierto que es más una novela para degustar que para leer a trompicón. Pero contactar con los personajes fue muy enriquecedor para mí.

Y Luna Nueva, Gitanjali, El jardinero, son preciosas, y no tienen nada de espiritualidad de mercadillo, bien al contrario.

Leer a Tagore es conectar con la dimensión espiritual más bella que he conocido. (Hala, ahí lo dejo).

Saludos cariñosos.