Año de publicación: 2014
Valoración: está bien
Alguna vez he comentado en este blog (tampoco es que piense que alguien se va a acordar, pero nunca se sabe) que me pirran las ucronías. Y que a los cultivadores de esta subespecie literaria les suele pirrar todo lo relacionado con la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich o la Guerra Civil española. Es algo que podemos comprobar en novelas tan dispares , aunque excelentes, como son La conjura contra América, del gran Philip Roth, Patria, de Robert Harris o la más esquiva y fascinante de todas, El hombre en el castillo, del no menos esquivo y fascinante Dick. Son temas que siguen dando mucho de sí (y si no, échenle una ojeada al llamado Canal -ejem- Historia...) No podía faltar tampoco alguna versión autóctona del asunto y, en el caso vasco, aquí tenemos una ucronía pergeñada a la perfección por el escritor vizcaíno José Javier Abasolo, quien, al parecer, ya había jugado con la idea de una Euskadi independiente en El aniversario de la Independencia.
Pero aquí va todavía más lejos -o más atrás- al presentarnos una realidad, en la que el reino de Navarra habría conseguido, de forma casi milagrosa, mantenerse independiente desde el siglo XVI (e incluso, por lo que parece, ampliar su territorio hasta lo que hoy en día se conoce como Euskal Herria), merced sobre todo a la conversión del Viejo reino a la religión protestante, a partir de la traducción del Evangelio al euskera por parte de Joannes de Leizarraga ("punto Jonbar" que sucedió realmente, por otro lado). Así, a las potencias protestantes del norte de Europa les habría interesado mantener un reino de la misma confesión, por pequeño que fuera, entre las dos grandes potencias católicas, Francia y España -España que, por su parte, se habría anexionado también Portugal-, lo que le hubiese permitido a Navarra sobrevivir, mal que bien, como estado libre e independiente a lo largo de los últimos cuatro siglos. Hasta que, en 1941, esa libertad se vería amenazada por la dictadura de Franco en España, por un lado, y por la ocupación alemana de Francia, por otro. El reino de Navarra, tradicionalmente amigo de los británicos, tendría entonces que decidir si mantener la neutralidad, con el riesgo de ser invadidos por España con alguna excusa provocada o entrar en la guerra y ser invadidos por Alemania, pero manteniendo ciertas opciones de independencia en caso de que la guerra la ganasen los aliados (aunque Estados Unidos aún no se contaba entre ellos). En esa coyuntura y con la presión añadida de un movimiento fascista autóctono, los llamados "Caballeros de Roncesvalles", aparece desnudo en la puerta de un burdel el cadáver del arzobispo de Iruñea, monseñor Argote, cabeza de la minoría católica navarra (minoría aún marginada en esa sociedad, como los judíos y los agotes). Podría ser la excusa perfecta para que el nacionalcatólico régimen español se decida a intervenir en Navarra, así que el viceministro de seguridad del Reino, Xabier Perurena, le encarga al comisario Da Silva -bilbaíno pero hijo de inmigrantes portugueses y por ende, católico- y al eibarrés subinspector Baskaran la resolución del caso. caso en el que se mezclarán intrigas políticas, espionaje y religión, además de otros elementos más morbosos, relacionados con las circunstancias del hallazgo del cadáver, claro...
La novela, ciertamente, resulta entretenida y del todo plausible: Abasolo sigue con lógica implacable las elucubraciones sobre lo que podría haber pasado en situaciones como las que se plantean. Ahora bien, quizás sea ese el flanco más débil de esta ucronía: aparte de la lógica histórica, una novela de estas características o género necesita también un punto o varios de sorpresa, de locura, incluso. Algo que resulte inesperado y que exija aún más complicidad por parte del lector. Y aquí, pese a lo divertida que pueda resultar la idea, por ejemplo, de una Euskal Herria independiente pero con una impronta navarra y no bizkaitarra, o incluir al padre Arrupe como misionero protestante en Japón, el caso es que todo, al final, resulta previsible, de tan correcto y casi rutinario, de tan bien pensado como está. Aún así, ya digo, una novela entretenida, aunque sea por su vertiente más policíaca y que creo que puede hacer bastante gracia a los lectores vascos y, sobre todo, navarros, que a lo mejor hasta se plantean si el pasado de su tierra ha sido el mejor que podía haber sido o no (para eso sirven las ucronías, después de todo). Eso sí, la cabra siempre tira al monte (dicho sea con cariño): a pesar de que en la realidad que ha inventado, Bilbao sólo es una pequeña ciudad de provincias frente a la gran metrópolis de Iruñea, Abasolo hace al Athletic campeón de la Liga no sé cuantos años seguidos... está claro que hay cosas con las que no se juega ; )
2 comentarios:
Olvidaste esta Juan:
http://unlibroaldia.blogspot.com/2016/07/michael-chabon-el-sindicato-de-policia.html
Craso error!
Gracias, pero se trataba tan sólo de poner unos ejemplos.
De hecho, existe otra novela ucrónica en plan steampunk, que yo no he leído, titulada "Danza de tinieblas", de Eduardo Vaquerizo, que quizá tenga más que ver con la de Abadolo, sólo que en ésta el que se convierte al protestantismo es todo el Imperio español, y no sólo el reino de Navarra.
Un saludo.
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