Título original: Schwindel. Gefühle
Traducción: Carmen Gómez García
Año de publicación: 1990
Valoración: Muy recomendable
A veces decimos que es fácil reseñar un buen libro. No estoy del todo de acuerdo, según. Si, como en este caso, en un volumen no muy amplio nos vamos encontrando una sucesión de elementos, en fondo y forma, que escapan a la vulgaridad y transmiten sensaciones tan potentes línea tras línea, a lo que impulsa a uno no es a escribir una reseña con comentarios generales, un esbozo del argumento y un intento de valoración más o menos razonada, sino a tomar notas continuamente, a subrayar y a doblar una y otra vez la esquina de la página para marcar aquella imagen estremecedora o esta descripción perfecta. Y, claro, verter todo eso en una reseña de una página es objetivo imposible. Así que sobrevolando los detalles intentaré sintetizar.
Vértigo es la primera novela de W.G. Sebald, aunque lo primero sería delimitar el género. Es sabido que este autor escapa habitualmente de los límites convencionales con que distinguimos las formas narrativas, y este caso no es una excepción. El texto se compone de cuatro partes, en principio independientes aunque con abundantes y muy poderosos puntos de conexión. Según desde dónde miremos, podríamos hablar entonces de una novela de estructura fragmentaria, de un libro de relatos, o de uno de viajes. Esto último porque todos ellos cuentan en alguna medida un viaje, como es también otro elemento común la existencia de un único protagonista, diríamos el viajero. Con todo lo cual ya tenemos algo avanzado para empezar a sumergirnos en este híbrido.
Dos de las narraciones (primera y tercera, si no recuerdo mal) vienen a ser un relato libre de cierto periodo en la vida de dos escritores, Stendhal y Kafka, a quienes Sebald designa de forma tangencial aunque inequívoca. Los dos se desplazan por el norte de Italia, uno tras haber abandonado el ejército de Napoleón, el otro en torno a su estancia en un sanatorio en Riva. En el primero, Henri Beyle es todavía un jovenzuelo impresionable que respondería al arquetipo del enamorado del amor. Incapaz de vivir sin una mujer a la que amar (quizá hoy diríamos acosar), se siente arrebatado ante la ópera de Rossini con la misma intensidad que pone en cada una de sus (muchas) conquistas. Por su parte, el doctor K. enfoca sus relaciones desde la distancia y en un plano más emocional que físico, con la febril ausencia de certezas que se deja ver sus novelas. En esa época se encuentra en plena tormenta epistolar con Felice Bauer (las Cartas son un complejo cóctel de angustia y emotividad), y el viaje depara episodios de alucinación y crisis depresiva.
La extrema sensibilidad de los personajes ante el amor, la música, las iglesias o los paisajes se transparenta en la prosa de Sebald (¿o es al revés?), pero esta no abandona la objetividad, recordando un poco a Borges con su narración contenida, ágil y aparentemente despreocupada, de sucesos extravagantes que parecerían exigir un relator más implicado. Es así como Sebald cuenta en All´estero (En el extranjero) otro viaje, que sigue un itinerario similar al de Kafka, siempre en absoluta soledad, en el que salen al encuentro esos fantasmas que parecen nacer dentro del propio viajero, y se manifiestan llamados por las imágenes que salen a su paso, en apariencia casi siempre inocuas pero capaces de desencadenar efectos insospechados. El viajero (quizá el propio Sebald) parece fluctuar entre dos mundos, el exterior y el íntimo, que se entrecruzan, dando algunos pasos por uno u otro según el momento. Siempre a lo largo de infinitos paseos asistimos al triunfo de una especie de sensibilidad distorsionada, como cuando en las callejuelas de Venecia siente que siempre alguien parece seguir los pasos de alguien, o en esa llegada al hotel en la que el personaje no acierta a establecer si está vivo o muerto. O momentos de profundo desasosiego, como la contemplación de extrañas figuras de ángeles en una iglesia de Verona, las oscuras montañas que rodean el lago Garda, o un edificio a medio construir que muestra un perfil incomprensiblemente turbador.
Porque ahí encontramos otra novedad: la afición de Sebald a introducir imágenes en el texto, siempre pequeñas fotografías en blanco y negro, algo borrosas, que por inocentes que parezcan (un billete de tren, una casa, una familia) provocan una inquietud irracional, nos obligan a mirar con la misma obsesión del narrador, o a suponerles un trasfondo oculto, y hasta se diría que intentan emitir algún sonido. Uno lee este relato absorto, inmóvil, con miedo a romper el hechizo que provoca el estilo templado de Sebald desgranando pausadamente pero sin tregua los episodios de este viaje, al mismo tiempo tan inofensivo y tan estremecedor. Se pueden ustedes imaginar que las únicas situaciones humorísticas que encontramos no solo hacen reír, sino que parecen darnos oxígeno y nos recuerdan que estamos en casa, en la butaca de leer, un normalísimo viernes por la tarde, pongamos por caso.
All´estero es una obra maestra. Algún peldaño por debajo, tampoco demasiados, se quedan los dos relatos (o fracciones) anteriores, e igualmente el que cierra el libro, que es también un viaje pero algo diferente. De nuevo en primera persona, el protagonista se dirige a W., sin duda el pequeño pueblo natal del autor, donde no ha vuelto desde niño. Es claramente un viaje al pasado, en el que desfilan figuras de mucho tiempo atrás, algunas conocidas, otras solo por referencias, entre las que se sumerge el narrador sin que parezca buscar nada concreto, quizá solo experimentar las sensaciones pegadas al paisaje y a un mundo que, pese a todo, le es ajeno por completo. O no, porque en alguno de los múltiples niveles de lectura encontramos a ese narrador-protagonista que parece sentirse extranjero en todas partes y vaga de un lugar a otro como quien pedalea para no caer. Este último relato resulta mucho menos intenso y quizá se hace un poco largo, aunque sin que dejemos en ningún momento de disfrutar de un autor con habilidad para trasladarnos a distintos escenarios –algunos físicos, otros intelectuales- sin que casi nos demos cuenta, dejándonos llevar, dejándonos arrebatar.
Otras obras de W.G. Sebald en ULAD: Austerlitz, Sobre la historia natural de la destrucción, Los anillos de Saturno
7 comentarios:
Hola, Carlos:
El éxtasis ante la belleza, el arte, los arrebatos místicos.. qué difícil narrar eso con un equilibrio entre la contención, la emoción y la delicadeza. Me has recordado a "Muerte en Venecia"
Últimamente no reseñáis nada malo, y no nos dais tregua.. jeje
Saludos
Me has leído el pensamiento, porque a mi también me ha venido a la memoria en algunos momentos el libro de Thomas Mann. De todas formas, lo del síndrome de Stendhal -aquí tan oportuno- no explica exactamente lo que narra Sebald. La experiencia es bastante más extraña, aunque igual de honda, el viajero se ve abordado por imágenes y sensaciones que a veces se relacionan con lo que ve, otras veces con cosas que seguramente están en su interior y otras más con nada que podamos entender, al margen de esa sensibilidad tan peculiar, que es justamente lo que enamora y a la vez desconcierta del libro. Por poner un ejemplo que me viene a la cabeza, cuando el viajero, en un autobús cree descubrir a dos muchachos gemelos que le parecen clavaditos a Kafka, se dirige respetuosamente a los padres y estos, lógicamente, le despachan de muy mala manera teniéndole por loco o pederasta. Es un sujeto que en ocasiones se encuentra tan absolutamente desubicado de la realidad como perfectamente integrado en ella. Y con frecuencia las dos cosas a la vez.
Expuesto el rollo, te diré que precisamente el estilo de Sebald se ajusta como un guante al equilibrio al que te referías, y de ahí que la lectura resulte aún más sugerente. Vamos, que me ha faltado poco para ponerle un Imprescindible.
Un placer charlar contigo.
Hola, Carlos:
Creo que esa forma de mezclar las percepciones sensoriales con los sentimientos recibe en literatura el nombre de metáfora sinestésica.
En el campo de la psicología se habla también de personas PAS (altamente sensibles), que no es una forma más de identificar una patología y medicar a la gente, sino la explicación a lo que le sucede a algunas personas, que son "esponjas emocionales" Esas personas con los sentimentos y los sentidos "a flor de piel", captan las emociones de su alrededor y tienen una especial sensibilidad ante el arte,o la belleza, pero también sufren mucho con el dolor ajeno. Se caracterizan por ser generalmente reflexivas, intensas en sus emociones y tendentes a las manifestaciones artísticas. Vamos, lo que viene siendo un literato romántico prototípico, por ejemplo.
Es una forma de vivir muy intensa, para bien y para mal, y que ha producido grandes genios.
Y a todos los que disfrutamos del arte, el cine, la literatura, etc.una forma de vivir más, de vivir más de una vida.
Muchas gracias a ti, a vosotros, por la charla.
Saludos
La leí hace dos años y me encantó. Y eso que ya conocía la extraordinaria Austerlitz y la sublime Los anillos de Saturno.
Si mal no recuerdo aparece en uno de los relatos un tal Dottore Pessavento, que me recordó inmediatamente a Vila-Matas. Indago y encuentro un artículo en El País escrito por Vila-Matas que habla sobre Vértigo. Demasiadas casualidades..
Tú si que sabes apreciar lo bueno, Pablo! Efectivamente, parece que Sebald es un autor muy apreciado por Vila-Matas, supongo que le gustan esas trasposiciones entre narrador, protagonista y personajes de la literatura incrustados en las historias. De hecho, en su página incluye un muy interesante artículo de Susan Sontag (no podía no ser interesante si es de SS) sobre Sebald, donde bucea en torno a su obra. Lo tienes aquí: http://www.enriquevilamatas.com/escritores/escrsontags1.html
Gracias por tu aportación, un saludo.
Gracias por el enlace Carlos, muy interesante.
Como buen paseante, W.G.Sebald llegó a escribir un ensayo sobre Robert Walser, otro habitual de la literatura de Vila-Matas.
No sé exactamente como describirlo, pero el efecto que me producen los libros de Sebald es de paz y tranquilidad, pero también de intensidad y desasosiego, además de interés por todo lo narrado, ya sea realidad o ficción, o una mezcla de las dos.
No sé si también es el culpable de mi afición por viajar solo o simplemente por la de no viajar (tuve recientemente la posibilidad de visitar Venecia y dada mi aversión por el turismo masificado me acabé conformando con la imagen de la ciudad que me habían ofrecido Los papeles de Aspern y Muerte en Venecia).
A su muerte temprana e inesperada, llegaron los reconocimientos y también las desmitificaciones, entre ellas la de Rodrigo Fresán (https://www.letraslibres.com/mexico-espana/el-caso-sebald), para amargarle el dulce a uno.
He leído con mucho interés el artículo, Pablo, que hay que reconocer que es afilado e inteligente. Ese análisis de Sebald (y de otros por extensión) como autor de culto es un punto de vista a tener en cuenta, que daría para largas discusiones en las que surgirían muchos nombres. Por mi parte, ahora mismo me siento un poquito condicionado por el magnífico sabor que me ha dejado el libro, así que de momento prefiero quedarme con la sensación y nada más.
Saludos y gracias de nuevo por participar.
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