Título original: I know why the caged bird sings
Traducción: Carlos Manzano
Año de publicación: 1969
Valoración: está bien
«Éramos criadas, granjeros, mozos y lavanderas y cualquier aspiración a algo superior era ridícula y presuntuosa».
Este pequeño párrafo extraído del libro, nos da una clara muestra de lo que nos ofrece la autora en «Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado», primer volumen de su biografía (compuesta por un total de siete volúmenes). En este libro, la escritora y activista estadounidense nos narra los primeros años de su vida hasta que tenía la edad de dieciséis años, describiendo unos primeros años de vida llenos de dureza, temor, miedo y desamparo.
De esta manera, la autora sitúa la narración, ya desde un inicio, en su infancia en el pueblo de Stamps (Arkansas), donde vivía con su hermano Bailey, su abuela Yaya y su tío Willie. Los padres, ausentes, se encontraban en California desde donde los enviaron, a ella con tres años y a su hermano Bailey con cuatro, a vivir con su abuela. Así, en ese hogar formado por la abuela y el tío, crecieron Maya y su hermano; la autora rememora esos años y el ambiente en ese entorno, para hacer un retrato de la sociedad del pueblo, con las diferencias raciales propias de la época y de la zona sureña, con las estrictas normas de comportamiento y un dominio de la religión en todas las casas, que marcaba, dirigía y decidía cual era la conducta apropiada.
En una sociedad tan cerrada, por la rigidez religiosa y por la segregación racial existente, Maya creció en medio del respeto (y también temor) a la educación recibida en casa, pero también por el miedo infundido por una religión interpretada de manera estricta por la sociedad. Estamos hablando del sur de Estados Unidos, en los años treinta, y en un pequeño pueblo donde todos se conocen. No hay lugar para la libertad, o para el atrevimiento. Con la ausencia de la madre, la admiración profesada a la Yaya es innegable: su tenacidad, su capacidad de trabajar (pues era de las pocas negras que tenía un establecimiento), su rectitud y temperamento; esas cualidades hacían que la suya fuera una de las pocas familias negras que no necesitaba asistencia durante la gran depresión. El retrato familiar que nos ofrece la autora es el de una familia desestructurada, pero sin excesivos problemas económicos. Así, con los padres ausentes, la figura de la abuela es el eje central de su educación y formación como persona, junto con el cariño profesado a su hermano Bailey.
Sin querer explicar con detalle lo que ocurre en el libro, a pesar de ser algo que puede ser conocido pues estamos delante de una biografía, sí cabe indicar que la tierna edad de Maya contiene algunos episodios traumáticos que la marcaron profundamente. En esos episodios es difícil no apartar la mirada por su dureza, pues no únicamente se trata de lo que le sucedió, sino también como esos hechos la marcaron profundamente a nivel emocional, incidiendo también en su manera de ver el mundo, y un afloramiento de grandes sentimientos de culpabilidad y remordimiento, en un desequilibrio y distorsión sobre la justicia y la responsabilidad.
Mi valoración de esta primera parte de su autobiografía, a nivel global, es de sensaciones encontradas tras la lectura de este libro. No hay duda de que la autora escribe bien, y es capaz de tejer un buen relato, consistente, íntimo y descriptivo sobre la sociedad en la que tuvo lugar su infancia. En este aspecto el libro cumple con su cometido, pues la ambientación del libro es realmente buena, y retrata una sociedad con profundas convicciones religiosas, que marcan gran parte de los actos realizados por los ciudadanos creyentes, así como por el abuso y atrocidades de los que los niños eran víctimas en aquella época: hablamos desde abusos cometidos mediante castigos físicos por alguna maldad o travesura hecha, hasta el abuso sexual cometido sobre niños. La autora es valiente y audaz, pues incorpora estos episodios en la historia de manera adecuada, gradualmente, de manera homogénea. Igualmente, el retrato de la época y la sociedad, así como los roles dentro del clan familiar es otro de los puntos fuertes, pues están bien definidos y hay momentos realmente interesantes. Lamentablemente el libro no acaba de enganchar y le falta continuidad y capacidad de atraer la atención y el interés de manera continua y prolongada, pues le falta ritmo, le faltan intensidad narrativa, y cierto punto de familiaridad en los personajes que permita una conexión entre lector y libro más natural e intensa. El estilo de la autora, directo, seco, no otorga matices a los diferentes personajes, de manera que no se acaban de formar los rasgos de su personalidad a ojos del lector y eso genera cierto punto de desconexión en la lectura, al no conseguir atraparte ni engancharte a la historia.
Por eso, a pesar del retrato y la vida narrada por parte de la autora, el libro no tiene un atractivo claro, más allá del retrato social o para quien esté interesado en la vida de la autora. Algo largo y lento, a mis ojos, el estilo lastra en parte un relato que, por contenido y carga, hubiera podido ser más intenso e interesante. Más aún si tenemos en cuenta que este libro es solo el primero de siete, con lo que la recomendación de esta autobiografía sería para quienes tengan un profundo interés en conocer con mucho detalle la vida de la autora. Afortunadamente, el libro va claramente de menos a más ya que, a excepción de algún momento puntual, la primera parte transcurre sin demasiado interés. Mejora algo en su segunda parte, cuando Maya llega a la edad preadolescente y la autora abre la mirada hacia otros temas, como por ejemplo cuando oye, en boca de los políticos, que el futuro profesional de los negros queda relegado al deporte mientras que el de los blancos a la ciencia o las leyes. En esta parte el libro mejora pues se ensancha el análisis sociológico y se abre fuera de la familia, nutriendo el libro de una mayor carga histórica y dejando algo de lado la narración más puramente autobiográfica o centrada en su propia vida.
En cualquier caso, hay ciertos episodios donde el libro sí es interesante y te invita a seguir con la lectura, pues el retrato que hace de la sociedad es lo suficientemente rico como para formarse una idea de la realidad existente en esa época. Y siempre es interesante conocer la historia para evitar repetirla cuando contiene trazos de abusos, racismo y atrocidades.
Este pequeño párrafo extraído del libro, nos da una clara muestra de lo que nos ofrece la autora en «Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado», primer volumen de su biografía (compuesta por un total de siete volúmenes). En este libro, la escritora y activista estadounidense nos narra los primeros años de su vida hasta que tenía la edad de dieciséis años, describiendo unos primeros años de vida llenos de dureza, temor, miedo y desamparo.
De esta manera, la autora sitúa la narración, ya desde un inicio, en su infancia en el pueblo de Stamps (Arkansas), donde vivía con su hermano Bailey, su abuela Yaya y su tío Willie. Los padres, ausentes, se encontraban en California desde donde los enviaron, a ella con tres años y a su hermano Bailey con cuatro, a vivir con su abuela. Así, en ese hogar formado por la abuela y el tío, crecieron Maya y su hermano; la autora rememora esos años y el ambiente en ese entorno, para hacer un retrato de la sociedad del pueblo, con las diferencias raciales propias de la época y de la zona sureña, con las estrictas normas de comportamiento y un dominio de la religión en todas las casas, que marcaba, dirigía y decidía cual era la conducta apropiada.
En una sociedad tan cerrada, por la rigidez religiosa y por la segregación racial existente, Maya creció en medio del respeto (y también temor) a la educación recibida en casa, pero también por el miedo infundido por una religión interpretada de manera estricta por la sociedad. Estamos hablando del sur de Estados Unidos, en los años treinta, y en un pequeño pueblo donde todos se conocen. No hay lugar para la libertad, o para el atrevimiento. Con la ausencia de la madre, la admiración profesada a la Yaya es innegable: su tenacidad, su capacidad de trabajar (pues era de las pocas negras que tenía un establecimiento), su rectitud y temperamento; esas cualidades hacían que la suya fuera una de las pocas familias negras que no necesitaba asistencia durante la gran depresión. El retrato familiar que nos ofrece la autora es el de una familia desestructurada, pero sin excesivos problemas económicos. Así, con los padres ausentes, la figura de la abuela es el eje central de su educación y formación como persona, junto con el cariño profesado a su hermano Bailey.
Sin querer explicar con detalle lo que ocurre en el libro, a pesar de ser algo que puede ser conocido pues estamos delante de una biografía, sí cabe indicar que la tierna edad de Maya contiene algunos episodios traumáticos que la marcaron profundamente. En esos episodios es difícil no apartar la mirada por su dureza, pues no únicamente se trata de lo que le sucedió, sino también como esos hechos la marcaron profundamente a nivel emocional, incidiendo también en su manera de ver el mundo, y un afloramiento de grandes sentimientos de culpabilidad y remordimiento, en un desequilibrio y distorsión sobre la justicia y la responsabilidad.
Mi valoración de esta primera parte de su autobiografía, a nivel global, es de sensaciones encontradas tras la lectura de este libro. No hay duda de que la autora escribe bien, y es capaz de tejer un buen relato, consistente, íntimo y descriptivo sobre la sociedad en la que tuvo lugar su infancia. En este aspecto el libro cumple con su cometido, pues la ambientación del libro es realmente buena, y retrata una sociedad con profundas convicciones religiosas, que marcan gran parte de los actos realizados por los ciudadanos creyentes, así como por el abuso y atrocidades de los que los niños eran víctimas en aquella época: hablamos desde abusos cometidos mediante castigos físicos por alguna maldad o travesura hecha, hasta el abuso sexual cometido sobre niños. La autora es valiente y audaz, pues incorpora estos episodios en la historia de manera adecuada, gradualmente, de manera homogénea. Igualmente, el retrato de la época y la sociedad, así como los roles dentro del clan familiar es otro de los puntos fuertes, pues están bien definidos y hay momentos realmente interesantes. Lamentablemente el libro no acaba de enganchar y le falta continuidad y capacidad de atraer la atención y el interés de manera continua y prolongada, pues le falta ritmo, le faltan intensidad narrativa, y cierto punto de familiaridad en los personajes que permita una conexión entre lector y libro más natural e intensa. El estilo de la autora, directo, seco, no otorga matices a los diferentes personajes, de manera que no se acaban de formar los rasgos de su personalidad a ojos del lector y eso genera cierto punto de desconexión en la lectura, al no conseguir atraparte ni engancharte a la historia.
Por eso, a pesar del retrato y la vida narrada por parte de la autora, el libro no tiene un atractivo claro, más allá del retrato social o para quien esté interesado en la vida de la autora. Algo largo y lento, a mis ojos, el estilo lastra en parte un relato que, por contenido y carga, hubiera podido ser más intenso e interesante. Más aún si tenemos en cuenta que este libro es solo el primero de siete, con lo que la recomendación de esta autobiografía sería para quienes tengan un profundo interés en conocer con mucho detalle la vida de la autora. Afortunadamente, el libro va claramente de menos a más ya que, a excepción de algún momento puntual, la primera parte transcurre sin demasiado interés. Mejora algo en su segunda parte, cuando Maya llega a la edad preadolescente y la autora abre la mirada hacia otros temas, como por ejemplo cuando oye, en boca de los políticos, que el futuro profesional de los negros queda relegado al deporte mientras que el de los blancos a la ciencia o las leyes. En esta parte el libro mejora pues se ensancha el análisis sociológico y se abre fuera de la familia, nutriendo el libro de una mayor carga histórica y dejando algo de lado la narración más puramente autobiográfica o centrada en su propia vida.
En cualquier caso, hay ciertos episodios donde el libro sí es interesante y te invita a seguir con la lectura, pues el retrato que hace de la sociedad es lo suficientemente rico como para formarse una idea de la realidad existente en esa época. Y siempre es interesante conocer la historia para evitar repetirla cuando contiene trazos de abusos, racismo y atrocidades.
2 comentarios:
Como curiosidad, el título hace referencia a un poema escrito en 1899 por Paul Laurence Dunbar, uno de los primeros poetas negros norteamericanos:
https://www.poetryfoundation.org/poems/46459/sympathy-56d22658afbc0
Muchas gracias, Valeriano, por el apunte. Lo desconocía. Siendo así, me parece muy bonito que se haya reivindicado este poema utilizándolo para ponerle título al libro y, habiendo leído el poema, tiene todo el sentido que así sea. Muy bonito.
Gracias por tu aportación.
Saludos
Marc
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