lunes, 13 de marzo de 2017

Reseña + Entrevista. Álvaro Colomer: Aunque caminen por el valle de la muerte


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: muy recomendable

La guerra de Irak, y una cita bíblica tomada prestada para el título. Si eso no es apostar fuerte y seguro. Porque se está hablando mucho, y muy bien, de este libro. Y no es que Colomer vaya a inaugurar un género, pero sí que se le ve decidido a insuflarle algo de vida a eso que podríamos llamar novela bélica.
Desde luego a ese declive habrá ayudado que los escenarios de los nuevos conflictos (Kuwait, Irak, Siria) hayan obligado a reformular muchas cuestiones. La guerra moderna tiene otra épica; se libra en países que parecen enormes pabellones donde algunos contendientes acuden  como si fueran futbolistas convocados a un campeonato. Y con público involuntario y, no olvidemos, frágil. El elemento débil que Kapuscinki siempre veía salir derrotado.
Nada más lejos de mi intención que banalizar esto. Uno de los dilemas morales más presentes aquí es el de los daños colaterales. O sea, los civiles en sus casas o por la calle haciendo sus vidas. Los internos en los hospitales donde se han apostado los francotiradores. Todo el atrezzo presente de forma involuntaria mientras los actores se lían a tiros y a cuchillazos y a cañonazos. Las tropas presentes se inclinan a un lado o al otro de esta cruel balanza. La de la integridad moral de evitar los daños y la de la integridad profesional de pagar el precio que sea para ganarse el jornal. Es una de las cuestiones que Colomer saca a la palestra en esta fascinante novela basada en hechos reales. Que a Irak los americanos no han ido a abrazar niños y entregar paquetes de arroz. Que las fuerzas de la Coalición (aquí, soldados españoles, estadounidenses y salvadoreños) han de actuar bajo una maraña de pautas de distintos orígenes. Órdenes de gobiernos en proceso de cambio, gobernantes temerosos de que una foto, un enfoque ambiguo en un artículo, unas declaraciones malinterpretadas, echen al traste todo el artefacto propagandístico (el de las armas de destrucción masiva y la foto de las Azores) que ha aportado coartada para sus duras decisiones. Ese equilibrio justifica otro de los dilemas planteados. Si una vez en el campo de batalla, en ese escenario donde todo va muy en serio, esas cuestiones deben dejarse atrás en aras de lo realmente importante. Derrotar al enemigo y hacerlo con el mínimo de bajas.
Hay planteamientos no tan diáfanos. Porque Colomer no se muestra abiertamente anti-belicista y eso no suele sentar muy bien a según quién. Como el hecho de que sea un escritor barcelonés sugiriendo en algún momento que la fuerza armada española (su conjunto: gobierno, mandos, tropa) no tuviera un comportamiento a la altura de lo que una situación así requiere. Terreno delicado hoy en día que está a mucha distancia del centro de esta novela. Que tiene muchas lecturas, incluso, para horror de algunos, el puro elemento escapista. Colomer lleva muy bien todo el elemento relacionado con la acción, y esa sensación presente desde 1990, la de la guerra que es un video-juego de carne y hueso. Esa fusión de tecnología y realidad se refleja constantemente en el texto y le aporta un dinamismo nada desdeñable. Claro que está la reflexión, la del soldado que echa de menos a su familia y que se siente más llamado a solventar sus batallas domésticas, está aquí y tiene sus páginas. Pero para horror de ciertos puristas Aunque caminen por el valle de la muerte también (también) tiene esa opción. La de la novela bélica de aventuras donde los rincones donde guarecerse, las balas, los cañonazos (¡esas onomatopeyas constantes!), los cuchillos seccionando cuellos, parecen estar ahí ante nosotros.
Ah, sí. La trama. Tres batallones conviven en un cuartel en Najaf: salvadoreños, españoles y norteamericanos, algunos de estos mercenarios de BlackWater (contratistas), cuando se produce un ataque a consecuencia de la detención de uno de los líderes de la insurgencia local. Los milicianos empiezan un intento de asalto. El cuartel es acosado y lo que parecía ir a ser una situación controlada se convierte en una batalla en toda regla. Hecho que fue silenciado en su momento (abril de 2004) con los atentados del 11-M recientes y con un gobierno cuyo relevo suponía un cambio de actitud hacia el conflicto. Porque siempre se dijo que no había intervención directa en combate. Que los muertos lo eran en accidentes, atentados, escaramuzas, incidentes aislados.
Colomer ha empleado en la confección de este libro una nutrida base de entrevistas y testimonios sobre un hecho silenciado. Lo ha hecho a pesar de oscuros intereses empeñados en que los hechos descritos no salieran a la luz pública, incluso a pesar del tiempo transcurrido. Parece ser que ha incordiado al poder establecido, al de entonces o al de hoy, qué más da. Y solo por eso ya he decir que cuenta con muchos puntos a favor. De los míos, casi todos. Porque esto es un librazo.

Y, además, su autor es otro que se apunta a la moda de responder nuestras impertinentes cuestiones.

¿Y si cogiéramos todos esos testimonios que Vd. ha recogido y los publicáramos "a la Aleksiévich", surgiría algo muy distinto de lo que surge tras leer su novela?
-Sin duda. Al principio, cuando estaba haciendo la investigación, mi intención era escribir una no-ficción al más puro estilo Aleksiévich o, más concretamente, Jon Lee Anderson. Quería narrar mi propio viaje, mi propia investigación, mis propias impresiones. Porque 'Aunque caminen por el valle de la muerte' tiene una no-ficción oculta: lo vivido durante tres años de viajes a bases militares, a Irak, a casas particulares de mercenarios, a los cuarteles españoles... Realmente, las vicisitudes de esta investigación daban para un libro. Pero al final me incliné por una novela porque llegué a la conclusión de que, cuando tienes una historia realmente buena, una historia que todo el mundo debe conocer, has de acudir  al género más popular de todos: la novela. La batalla de Najaf es un hecho histórico de una importancia capital para la historia contemporánea española y, cuando ya hube realizado las historias, entendí que mi misión tenía que ser conseguir que la conociera el mayor número de lectores posibles. En ese sentido, la novela sigue estando por encima de la no-ficción.

¿La literatura bélica está en desuso o es que no vemos clara la guerra que discurre ante nuestras narices?
-Los españoles no queremos ver las cosas que no nos gustan. Esta novela es una denuncia hacia una realidad evidente: después de las manifestaciones contra la guerra, cuando quedó claro que José María Aznar mandaría a las tropas dijéramos nosotros lo que dijéramos, la gente guardó las cacerolas y se desentendió del tema. De alguna manera, la población dijo: No voy a prestar atención a esta guerra porque estoy en desacuerdo con ella. Desde mi punto de vista, es un error enorme. Si uno es realmente pacifista, debe prestar mucha atención a lo que pasa en las guerras. Quedarse tumbado en el sofá no es ser pacifista; el auténtico pacifista se informa sobre la guerra para después saber contra qué está luchando. En ese sentido, creo que la sociedad española es hipócrita.

Un escritor catalán poniendo en tela de juicio la eficacia del ejército español, o supeditándola al artificio de una maquinaria burocrática superior. ¿No teme que le venga el tertuliano de turno a buscarle los tres pies al gato?
-Ya ha venido. Se han escrito algunos artículos que no dan una visión veraz sobre el contenido de mi novela y que han provocado aludes de e-mails en mi correo electrónico. Estoy comprobando que cada uno lee mi novela como quiere y opina en relación a sus propios pensamientos, no a los que la novela desprende. Quiero decir que algunos periodistas han escrito artículos en los que decían que yo acusaba al ejército español de cobardía, cuando en verdad mi novela es absolutamente política, apunta hacia el Ministerio de Defensa. Sin embargo, las malas interpretaciones que se hacen sobre mi novela hacen que los soldados o los altos mandos me escriban e-mails insultándome. Si leyeran mi novela no me insultarían, pero, como sólo leen los artículos sobre ella, pues se enojan. Es el problema clásico de este país, que se resume con la famosa cita de Stanislaw Lem: 'Nadie lee nada, y los que leen no comprenden lo que leen, y los que lo comprenden lo olvidan fácilmente'.

Si este país tuviera una mejor tradición lectora su libro debería levantar polvareda. ¿Y si los nombres de los personajes fueran los reales?
-Los nombres de los personajes no pueden ser reales porque todos los personajes tienen elementos de varias personas reales. Nadie puede decir: 'Yo soy este personaje'. En cuanto a la polvareda, estoy de acuerdo. Lo que narro en la novela tendría que alarmar y preocupar a toda la población. Y, de hecho, parece que lo está haciendo, porque ya hemos entrado en segunda edición y no hace ni un mes que la novela salió publicada.

Cita a Chaves Nogales y entre esas líneas he creído ver el reflejo de un libro relativamente desapercibido, Nuevo destino de Phil Klay ¿Influencias?
-Phil Klay fue un autor importantísimo para mí, pero en España salió publicado cuando yo tenía la novela ya muy avanzada. En ese sentido, creo que, en el universo anglosajón, me influyó mucho más Tim O'Brien ('Las cosas que llevaron los hombres que lucharon') o Oakley Hall (sobre todo 'Warlock', una novela sobre el Lejano Oeste que, sin embargo, me fue de gran utilidad para entender cómo se comportan los hombres en una situación armada). En cuanto a la tradición española, señalaré principalmente a Ramón J. Sender y Manuel Chaves Nogales.

En este mundo sobresaturado en lo audiovisual, todos parecemos haber estado ya en los frentes de las guerras recientes. Pero la batalla de Najaf parece estar bastante lejos de los militares aburridos de Generation Kill. ¿Reconoceremos un género en unas décadas y encontraremos nuestro John Wayne, o estas guerras ya son anónimas?
-La batalla de Najaf tendría que ser llevada al cine sin ningún género de dudas. En otros países ya habrían rodado varias películas tipo 'Black Hawk Derribado', de Ridley Scott. En España no hay mucha tradición de cine bélico, así que no sé si alguien se atreverá a rodarla. Quién sabe.

(Inciso: esta semana se ha estrenado, curiosamente, una película española llamada Zona hostil sobre un episodio de la guerra de Afganistán).

Me sorprende que en  un momento dado las nacionalidades definen más a los personajes que ellos mismos. Salvadoreños: resueltos y con un líder claro. Estadounidenses: individuales y obsesionados por sus valores de referencia, sean familia o dinero. Y los españoles, pendientes de una autoridad superior a la que temen desobedecer ¿esta es su visión?
-Totalmente. Además, cada país tiene un estilo bélico. Los americanos están acostumbrados a ganar guerras y, por tanto, se comportan como si fueran los amos del mundo. Los salvadoreños todavía tienen fresca su guerra civil, probablemente la más salvaje de toda Latinoamérica, y siguen recordando cómo se gana una batalla, algo que se reflejó en Irak. Los españoles no hemos pegado un tiro en casi cincuenta años, así que no somos capaces de reaccionar sin que nos llegue la orden de arriba. Esto es algo que me dijeron los salvadoreños: 'El auténtico soldado sabe cuándo hay que saltarse las normas'. Está todo dicho.

¿Entrevistó a alguno de esos "soldados de fortuna" que parecen héroes de video-juego?
-Los entrevisté y estuve durmiendo en sus casas. Sé que la gente quiere verlos como asesinos sanguinarios y enloquecidos, pero lo cierto es que, en sus hogares, son personas normalísimas. Creo que la novela deja clara una de mis tesis: no hay gente buena o mala. Sólo hay comportamientos puntuales. Los mercenarios que estuvieron en Najaf apretaron el gatillo con demasiada facilidad. Pero no creo que eso se deba a que son más sanguinarios que otras personas. Creo que eso se debe a que no tienen normas a las que ceñirse. Si las tuvieran, hubieran sido más precisos y cuidadosos. Es por este motivo que no hay que llevar a mercenarios a las guerras. Porque no tienen normas.

¿Qué hay que cambiar en el mundo para que el pacifismo no solo tenga sentido, sino que tenga futuro? ¿Cree que reflejar esas realidades en la literatura va a aportar su granito de arena?
-Los antiguos asirios creían que el mundo había sido creado durante una guerra entre dioses y, en consecuencia, creían que la guerra era el estado normal de los seres humanos, ya que éramos hijos de la sangre. No estoy del todo de acuerdo en la idea de que seamos belicosos por naturaleza, pero tampoco creo en el buenismo de Rousseau. Dicho de otra forma: no creo que los seres humanos podamos ser pacíficos nunca. No, no lo creo en absoluto. Por otro lado, la literatura bélica sirve para reflejar una realidad que, en el siglo XXI, está ya apartada de nosotros. Los ejército están formados por voluntarios, lo que hace que el resto de civiles no veamos la guerra en primera persona (al menos en Occidente). Esto nos distancia tanto de la realidad, nos mete tanto en nuestra burbuja, que es necesario que los escritores cuenten esas historias. Sólo así la gente recordará que la guerra es un acontecimiento de naturaleza cruel, y no un espectáculo para rellenar minutos de telediario. 

4 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Sé que esta feo que lo diga primero "uno de los nuestros", pero muy buenas reseña y entrevista. El libro pinta muy bien, por cierto.

Anónimo dijo...

Peliculón Uno de los nuestros, sí señor.

Marcela dijo...

¡Excelente entrevista! Y yo haría otra pregunta....¿porque tiene el mercado invadido de juegos bélicos para todas las edades? ¿Cómo detenerlo? Ahora padres con hijos juegan a matar al enemigo!!! Todo es supuestamente virtual y se felicita al que más muertes lleva..
¿Cómo hacer conciencia, de que no existen los "enemigos" si no que todos somos seres humanos ? En fin, movimientos manejados y permitidos y manipulados por quien?
Saludos y sin importar la clasificación de los libros, sus reseñas son extraordinarias...

Francesc Bon dijo...

Gracias por los comentarios. Espero que el mundo sea justo con esta excelente novela y que la gente la lea y vaya acumulando más comentarios. No dudo que así será.