jueves, 7 de abril de 2016
Sara Mesa: Mala letra
Año de publicación: 2016
Valoración: está bien > recomendable
Compré este libro, y empecé a leerlo, con sentimientos bastante contradictorios. Por una parte, me había gustado mucho Cicatriz, la última obra de Sara Mesa, aclamada por casi todo el mundo como una de las mejores novelas de 2015 en España. (¡Si hasta Tongoy ha reconocido que "tampoco me parece para tanto el desastre", lo que en su caso equivale a un "muy recomendable!). Por otra parte, temía que Mala letra fuera precisamente un intento de capitalizar (o "monetizar", que es un término más siglo XXI) el éxito de Cicatriz: una estrategia de la editorial para vendernos un 2x1: ¡Si te gustó Cicatriz, te gustará Mala letra! Así que al principio de la lectura esperaba lo mejor, pero me temía lo peor.
Y la verdad es que el primer cuento casi confirmó mis peores augurios: "El cárabo" no parece un cuento de Sara Mesa, o por lo menos no de la misma Sara Mesa que escribió Cicatriz. Incluso el estilo, aquí mucho más florido y adjetivado, parece diferente, y la historia sobre una madre y su hijo perdido en el bosque apunta cosas interesantes, pero no acaba de concretarlas. "Mármol", el siguiente cuento, también resulta algo extraño: es un ejercicio de autoficción en que Sara Mesa escribe que escribe sobre un episodio de su infancia. Muchos de los relatos de este libro, por cierto, tienen niños como protagonistas: también el siguiente, "Apenas unos milímetros", que casi podría pertenecer al mismo mundo de "Mármol".
A partir de aquí tengo la impresión de que el libro remonta, y de que es más propio de Sara Mesa, o mejor dicho, de la imagen de Sara Mesa que me hice después de leer Cicatriz. Los relatos son más oscuros, más duros, más secos, y la autora se atreve a hurgar más al fondo en situaciones desasosegantes, inquietantes, terribles. En "Creamy milk and crunchy chocolate" son las consecuencias de un accidente de tráfico; en "Palabras-piedra", la relación enfermiza entre una niña y su tía; en "Nada nuevo" es un hombre anciano y desagradable encerrado en su casa con su gato, esperando a la muerte...
"Nosotros los blancos" es, creo, el relato más largo, y también el más complejo. Una mujer que está a punto de dar a luz a un niño para cederlo a un matrimonio estéril, pide a su hermana que vaya a visitarla para ayudarla con el parto y con todo lo demás. Luego la mujer cambia de idea, el futuro padre adoptivo se enfurece y la historia se complica. Hay en este relato más densidad de tramas y de personajes, y un conseguido escenario ambiguo y confuso de VIPs, clubs nocturnos y pensiones baratas. "Picabueyes" y "Papá es de goma" son, en comparación, mucho más esquemáticos: relatos que se limitan a contar un episodio oscuro sin buscarle tres pies al gato.
Hay un recurso que Sara Mesa usa en varios de los relatos (en "Apenas unos milímetros", pero también en "Qué nos está pasando") que no me acaba de convencer, por lo que tiene de efectista y también, en algunos casos, de tramposo. Me refiero a la ténica de avanzar un desenlace o un secreto terrible que al final ni siquiera es para tanto. Desde luego, insinuar una catástrofe ayuda a que el lector mantenga el interés, pero no deja de ser un truco fácil y un tanto hollywoodiense para conseguirlo.
"Mustélidos" es el relato que cierra el volumen, y aunque está escrito en tercera persona podría haber sido casi un ejercicio de autoficción. En él una pareja de empleados de una empresa visita un museo de ciencias naturales, y termina hablando del libro que ella ha publicado recientemente. "¿Y esos personajes, tan oscuros, tan…turbios?, le pregunta él a ella, "Todo el tiempo parecen amargados, o tristes, o son directamente egoístas y se comportan con maldad. No hay compasión en ellos, ni arrepentimiento. ¿Por qué tienen que ser así? ¿Es ése el tipo de gente con la que te encuentras, con la que convives a diario? ¿Todo el mundo que te rodea es así?" No resulta difícil imaginar que la propia Sara Mesa haya tenido que responder a preguntas semejantes por parte de las personas que la conocen.
Termina la lectura del libro, y sigo sin conseguir responder a mi duda inicial. ¿Estaba Mala letra ya escrito y planeada su publicación, antes incluso del éxito crítico de Cicatriz, o estamos ante una maniobra de marketing de la editorial para vender libros de una escritora de moda? Los primeros relatos del volumen, que me parecen inferiores al resto, me hacen pensar que algo de presión por sacar nuevo libro cuanto antes sí ha habido. Quizás con más tiempo habría habido una criba mayor, algunos relatos habrían salido y otros nuevos habrían entrado en el libro. Dicho esto, Mala letra no es un mal libro de relatos, sobre todo en su segunda mitad; leído en conjunto con Cicatriz, da para ver que Sara Mesa tiene un estilo y una voz propias, y que podemos esperar buenas obras suyas en el futuro. Si le dejan tiempo para que las escriba, claro.
También de Sara Mesa en ULAD: Cicatriz, Cuatro por cuatro
sábado, 7 de septiembre de 2024
Contrarreseña: Un amor de Sara Mesa
miércoles, 1 de agosto de 2018
Sara Mesa: Un incendio invisible
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien
Cuando Seix Barral decidió reeditar este año El niño que robó el caballo de Atila, de Iván Repila, casi se puede decir que estaba haciendo un servicio público: esta novela, muy probablemente la mejor de su autor, había sido originariamente publicada por los Libros del Silencio, editorial desaparecida tras la temprana muerte de su editor, Gonzalo Canedo, así que el libro se había quedado huérfano y necesitaba una nueva casa y una nueva edición que lo acercase a nuevos lectores.
La lógica detrás de la reedición de Un incendio invisible en Anagrama parece ser algo semejante, ya que esta novela estaba descatalogada y era prácticamente inencontrable hasta su reedición. Sin embargo, creo que todos (editores, críticos y hasta la propia autora) estamos de acuerdo en que la mejor novela de Sara Mesa hasta el momento es Cicatriz, aparecida también en Anagrama en 2015, con gran éxito de crítica y público (más aún de Cuatro por cuatro, la novela con la que Sara Mesa dio el salto a la fama y a Anagrama, con perdón por la rima). Así, la republicación de Un incendio invisible parece estar destinada, también, a llenar un hueco editorial a la espera de que aparezca una nueva novela, Cara de pan, anunciada para septiembre de este año, y completar la colección de las obras (casi) completas de la autora en su nueva casa.
Esto no quiere decir que Un incendio invisible no sea una novela interesante, que lo es en dos sentidos : porque no es una mala novela, aunque tiene sus limitaciones, como luego intentaré justificar; y porque puede servir para que los seguidores de Sara Mesa vean cómo se ha ido formando su estilo, su mundo y su personalidad literaria, a través de este experimento narrativo relativamente temprano.
Porque tal y como dice la propia Sara Mesa en la introducción, en Un incendio invisible se aprecian ya alguno rasgos que definen la narrativa de la autora: un estilo sobrio y sin virguerías innecesarias (aunque aquí no está todavía tan acabado como en obras posteriores), un universo urbano decadente, unos personajes deliberadamente antipáticos y una trama que gira en torno a la soledad y el abandono. Todo ello hace de Un incendio invisible una lectura alejada de los cánones comerciales, que parecen exigir un protagonista bueno y bonito que se enfrenta a las duras condiciones de la vida, y (generalmente) sale triunfante.
En esta novela tenemos, sí, un "extraño en tierra extraña": el doctor Tejada, que llega a la ciudad de Vado con el objetivo de encargarse del asilo New Life, en rápida decadencia como el resto de la ciudad. Allí, en el asilo y en la ciudad, encuentra un coro de personajes extraños y en general hostiles: el malvado jardinero Catalino, la vieja Clueca, la recepcionista del hotel Madison Lenox, la niña que se hace llamar Miguel y que alimenta al galgo Tifón, le enfermera Ariché, el investigador Benmoussa... Sobrevivientes de una ciudad que agoniza, por motivos desconocidos y nunca explicados (el "incendio invisible" del título), y avanza hacia la destrucción definitiva.
En una novela más convencional, como decía, el doctor Tejada intentaría resucitar el asilo, enfrentándose a los obstáculos y previsiblemente venciendo a los enemigos. Pero esto es una novela de Sara Mesa: al doctor Tejada se la sudan (con perdón) los viejos, ignora o insulta a sus empleados, establece con la recepcionista una relación corrosiva de amor-odio codependiente, y además viene perseguido por hechos oscuros de su pasado de los cuales llegamos a saber bien poco. A los personajes más o menos simpáticos, como Ariché o Benmoussa, Tejada los trata con condescendencia y/o desprecio. Solo con la niña mantiene algo parecido al afecto, aunque también esa relación se vuelve ambigua. No tenemos aquí un relato moral de superación, sino un retrato bastante oscuro del abandono, individual y colectivo.
El mayor problema que le veo a la novela es que, como novela tempra que es, se le ven demasiado los mimbres, por decirlo de alguna forma, sobre todo en la primera parte: cuesta que fluya la narración, y algunos de sus hilos parecen poco conectados con el resto; los personajes, casi todos desagradables, parecen cortados por un patrón demasiado parecido. Tampoco el estilo, como decía antes, está trabajado por la autora hasta llegar al punto de concisión fría de sus siguientes obras (aunque de acuerdo con sus declaraciones ha revisado el texto en esta nueva edición). Y aunque la imagen de la ciudad que se pudre encima de sus propios huesos es poderosa, y algunas de las ideas apuntadas son verdaderamente interesantes, parece que no llega a explorarse con todas sus consecuencias.
Sí, es una novela interesante, está bien, y sobre todo ayuda a reconstruir el recorrido narrativo de la autora; pero no es su mejor obra. Lo que espero, lo que esperamos los lectores, es que la siguiente novela de Sara Mesa no solo repita las virtudes de Cicatriz sino que las supere, y marque una trayectoria ascendente en la que Cicatriz no sea un one time hit sino una etapa intermedia.
miércoles, 21 de noviembre de 2018
Sara Mesa: Cara de pan
Año de publicación: 2018
Valoración: Muy recomendable
Campaña mediática.
Reconozco que empecé a leer Cara de pan con alguna prevención: durante las semanas (incluso meses) previos a que la novela se publicase, proliferaron tanto los mensajes en las redes sociales y en los medios afirmando que era el libro del año, de la década, ¡del siglo!, que me pareció que estábamos ante una campaña de marketing orquestada por la editorial con la complicidad de sus amigotes. La última vez que vi una campaña semejante para una novela española fue con Intemperie, de Jesús Carrasco, que parecía que iba a inventar la literatura, y que, sin ser una mala novela, sobre todo como ejercicio de estilo, no era para nada la maravilla del toreo que nos habían vendido.
O sea, que estaba con la mosca detrás de la oreja. ¿Estábamos todos siendo víctimas de una campaña publicitaria brutal? ¿El capital económico intentaba hacerse pasar por capital simbólico? ¿Un producto comercial por un producto artístico? Lo mejor para responder a esas preguntas era leer la novela, y eso he hecho, y la respuesta es que no: independientemente de la campaña de marketing, Cara de pan es una gran novela.
Lolita.
La figura de Lolita (casi tanto o más que la novela de Nabokov a la que da título) ha ocupado un lugar relevante en el imaginario y en el debate feminista de los últimos años. Desde aquel artículo de Laura Freixas, que fue tan mal leído y entendido por algunos como la propia novela de Nabokov por otros, el personaje de Lolita ha dado título a artículos, debates, mesas redondas, e incluso a la primera novela de Luna Miguel. Esto viene a cuento porque la idea de Lolita, o mejor, de la lolita con minúscula (la nínfula que se relaciona con un hombre mucho mayor que ella) está también en la base de Cara de pan: en ella una niña, Casi, conoce en un parque a un hombre, el Viejo, y comparte con él conversaciones sobre pájaros, sobre Nina Simone, y poco a poco sobre otros temas más privados, hasta crearse entre ellos una complicidad frágil y extraña.
No quiero decir que Cara de pan sea una consecuencia directa de estos debates sobre Lolita; la propia autora aclara que el germen de la novela está en un relato anterior, "A contrapelo", publicado en la antología Riesgo (2017), pero se podría rastrear incluso más allá: ya en Un incendio invisible, primera novela de la autora, la relación entre el protagonista Tejada y la niña que se hace llamar Miguel podría considerarse un esbozo o borrador del tema de esta novela.
En cualquier caso, hay una diferencia fundamental entre Lolita y Cara de pan: mientras que la novela de Nabokov es moralmente transparente (Humbert Humbert, por mucho que se intente justificar ante el lector, es un violador, un pervertido egocéntrico y manipulador), Cara de pan es moralmente ambigua, o quizás sería mejor decir: amoral. No se plantea la relación entre Casi y el Viejo en función de lo bueo o lo malo, lo socialmente aceptable o lo políticamente correcto, sino en función de la psicología de dos personajes que intentan escapar de sus respectivas soledades y se encuentran en un refugio vegetal, un paraíso siempre en peligro de ser invadido por la realidad.
Fluir.
Dos personajes, un espacio (casi) cerrado, las conversaciones entre esos dos personajes, la evolución de su relación. Conseguir sostener una novela, aunque sea una novela relativamente breve como esta, con tan pocos elementos, no está al alcance de cualquiera. En la literatura española reciente, creo que solo Iván Repila consiguió algo parecido en El niño que robó el caballo de Atila. Lo cierto es que, aunque en la segunda parte de la novela se rompa ligeramente esta burbuja con la aparición de nuevos personajes, nuevos espacios y nuevas situaciones, la novela consigue crear un microcosmos narrativo alrededor de los dos protagonistas y su improbable relación.
Y otra cosa que consigue Sara Mesa es que la novela fluya de forma natural, con una gradación obviamente muy trabajada y meditada. Quizás sea un poco artificial, y también un poco tópica, la progresiva revelación del pasado del Viejo, o de las circunstancias vitales de Casi, pero al mismo tiempo es una forma de mantener la tensión narrativa y el interés del lector en un relato en el que no sobra la acción.
La novela fluye, el argumento fluye, el estilo, sin ser lo más importante (como pasa siempre en las novelas de Sara Mesa) funciona con este fluir de la novela. Y también fluye la carrera de Sara Mesa, que ya se ha colocado entre las primeras, o la primera, representante de su generación. Que tenga el apoyo mediático y comercial de Anagrama sin duda no la perjudica, pero tampoco hace de ella un simple producto. No sé lo que la historia literaria, con el paso del tiempo - de las décadas o los siglos - dirá de la literatura española de estos años, pero parece que Sara Mesa, como Elvira Navarro, Belén Gopegui o Marta Sanz, tendrán derecho a un capítulo en esa historia.
Otros libros de Sara Mesa en Un libro al día.
jueves, 26 de noviembre de 2020
Sara Mesa: Un amor
Valoración: se deja leer
A la tercera va la vencida. Aunque también se dice que no hay dos sin tres... ¿A qué viene este despliegue refranero de buena mañana? (ya se sabe que niño refranero, niño puñet... vale, ya lo dejo). Pues a que esta es la tercera de Sara Mesa que leo y las dos anteriores me habían parecido... bueno, vamos a dejarlo en un "regulinchi". Ni frío ni calor. Ni chicha ni limoná... Por si a alguien le interesa (y si no, da igual, porque lo voy a contar también), las dos novelas suyas que había leído son las muy alabadas Cicatriz y Cara de pan -alabadas en este blog, sin ir más lejos-; con el ánimo de superar la impresión, ya digo que no muy favorable que me habían dejado, acometí pues este último libro de esta también en general muy apreciada autora... adelanto que no ha sido la mejor idea que he tenido.
Resumen muy resumido: Natalia, Nat, es una aún joven traductora que, para llevar a cabo su primer encargo literario, alquila una casita en un pueblucho allá donde Cristo tiró el palustre, en una zona que parece poco agraciada de la España-bastante-vaciada, que diría alguno... En ese paraje más bien desangelado, sometida a las incomodidades del entorno campestre, Nat, además de con el resto de sus escasos vecinos, entra en relación, sobre todo, con tres hombres que, de alguna manera, ponen en cuestión sus posición como mujer sola, independiente y, supongo que en gran medida por lo anterior, deseable: su casero, un tipo burdamente machista y zafio; Píter, un vecino más o menos bohemio y simpático, pero también un tanto guayotas y "manexplaineador", y otro lugareño conocido como el Alemán, que resulta, en principio, más anodino e indiferente, casi "aspergeniano", por así decirlo, aunque pronto veremos que no tanto... El cuarto personaje masculino que, de alguna forma, ejerce influencia sobre ella es el perro que le proporciona el casero, un astroso chucho que Nat bautiza, significativamente, como Sieso.
Quisiera equivocarme y pensar que Sara Mesa es una escritora demasiado sutil como para haber pergeñado aquí nada más que una parábola sobre la dificultad de la mujer contemporánea occidental para desenvolverse con total libertad en un mundo que, pese a los disimulos, sigue dominado por los hombres; quisiera que el trasfondo de esta historia fuese menos obvio, pero la verdad es que tal es la impresión que da. Cierto que también se incide en el alienamiento y la desubicación que siente la protagonista en un entorno que le es ajeno y que le obliga a establecer una relación forzada pero ambigua con sus vecinos -un ambiente de áspera extrañeza que, en el mejor de los casos y salvando muchísimas distancias, recuerda un poco el de algunas novelas de Bolaño-; esta problemática relación entre el individuo que trata de vivir con mayor libertad y el grupo o entorno social en el que está inmerso es otro de los temas que subyacen en el libro y, al menos por lo que he leído en alguna entrevista suya, en lo que pone más énfasis su autora, aunque yo considero que en la novela este aspecto está menos desarrollado que el comentado antes. También es cierto que ésta, como las otras novelas de Mesa que he leído, está protagonizada por una mujer -en el caso de Cara de Pan, una niña o como mucho púber- que tiene comportamientos o toma decisiones poco convencionales, inconvenientes o que incluso la pueden poner en peligro. Ahora bien, la impresión que deja la lectura de Un amor -ya desde el comienzo- es que la protagonista, Nat, viene ya un poco o un mucho "tocada" de casa y lo que le ocurre en ese poblacho ficticio es más una consecuencia que una causa de su desazón. Otra conclusión que se va sacando según avanza la novela es que a ver si la tal Nat se deja de una vez de sinsorgadas y no sigue torturándose y torturando al lector (al menos a éste) con ellas; por mucha empatía que pueda suscitar el personaje, la exasperación que produce, ella y la novela en general, la supera. La atonía, incluso en los momentos de mayor enajenación de la protagonista, es la sensación general; ni siquiera el par de giros argumentales (iba a poner plot twists, pero no sé si aún queda moderno) que deberían darle vidilla a la historia están bien aprovechados, en mi opinión...
El caso es que, aunque pueda parecer lo contrario (y sin conocerla personalmente, claro), Sara Mesa es una escritora que me cae bastante bien; en sus entrevistas que he visto o leído me ha parecido que tenía una actitud hacia la literatura incisiva y nada afectada, muy alejada de la pose de escritora-que-tiene-algo-muy-interesante-incluso-trascendental-que-decirnos (ojo, que he puesto escritora, pero también me refiero a los escritores varones). Además, es indudable que talento para la prosa no le falta: cualquiera de sus párrafos, sueltos, muestran bastante calidad literaria; pero, sobre todo, su novelas, me hayan gustado más o menos, denotan un interés por hacer ficción, por contar historias ajenas a sí misma, nada de eso-tan-interesante-incluso-fascinante-que-tengo-que-contaros-es-mi-propia-vida-chavales... Aunque claro, tanta insistencia en un tipo de protagonista desubicada, empeñada en cometer errores o en hacer un ejercicio de libertad aunque bastante desnortado, a partir de los errores que comete no puede ser casualidad; quizá si algún día a Sara Mesa le da por la autoficción (recemos porque no sea así) conozcamos la causa... o no. En todo caso, mi conclusión, aun lamentándola, es que no hay dos sin tres. De lo que estoy bastante seguro es de que, al menos por lo que a mí respecta, no habrá cuatro.
Otros libros de esta autora reseñados en Un Libro Al Día: Cuatro por cuatro, Cicatriz, Cara de Pan, Un incendio invisible, Mala letra
miércoles, 6 de febrero de 2013
Colaboración: Cuatro por cuatro de Sara Mesa
jueves, 18 de junio de 2015
Sara Mesa: Cicatriz
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable
Últimamente estoy leyendo muchos libros escritos por mujeres (sí, soy perfectamente consciente de que no escribiría la frase contraria, "últimamente estoy leyendo muchos libros escritos por hombres), y me está pareciendo encontrar una línea estética común que une esta novela con La trabajadora de Elvira Navarro o con Por si se va la luz de Lara Moreno, y también, en otro estilo, con El límite inferior de Nere Basabe o (en un tono más juguetón) Modelos animales de Aixa de la Cruz. En la reseña de la novela de Nere Basabe hablé de crueldad; hoy, en relación con Cicatriz, creo que conviene más el término "crudeza".
La segunda frase de La trabajadora, en la que Susana dice que "Mi deseo se cifraba en que alguien me lamiera el coño con la regla en un día de luna llena" es un ejemplo extremo de esta crudeza. Y aunque Cicatriz no llega a ser tan explícita ni tan sórdida como esto, sí que se nota (o creo notarlo yo, por lo menos) un mismo distanciamiento, un antisentimentalismo en la forma de construir los personajes y contar la historia. Existen de hecho otras similitudes entre La trabajadora y Cicatriz: Sonia, la protagonista de Cicatriz, es una joven becaria que malvive gracias a un trabajo inútil en un archivo (en La trabajadora era una editorial), y que vive en la periferia de una ciudad. Para Sonia, como para la Susana de Elvira Navarro, internet es casi su única ventana al mundo, su única forma de entrar en contacto con otras personas.
Es a partir de aquí cuando las dos novelas se separan, y cuando la de Sara Mesa se eleva, al entrar de lleno en su verdadero tema: en la relación codependiente que se establece entre Sonia y Knut Hamsum (es un seudónimo, por supuesto), un hombre misterioso al que conoce en un chat sobre literatura, y que se empeña en enviarle libros, primero, y después ropa, perfumes o lencería que antes roba en tiendas y grandes almacenes. Extendida a lo largo de los años, esta relación adquiere un cariz de fantasía sexual (sin sexo) controlada por Knut, en la que Sonia acepta entrar por vanidad, por soledad o por aburrimiento.
Hay varios aciertos en Cicatriz que hacen que me haya gustado más, personalmente, que La trabajadora. Existe en esta novela una compenetración casi perfecta entre el tema, el tono y el estilo empleado para contarlo. La narración es sucinta, el estilo es escueto y sencillo, desnudo, acorde con una relación en la que los sentimientos de los personajes, si existen, están amortiguados u ocultos. También la estructura de la novela, que juega a adelantar acontecimientos para luego volver atrás y completar los huecos (o no, dejando que el lector los rellene por su cuenta) contribuye a mantener la atención y la tensión del relato.
Bien pensado, la historia que cuenta Cicatriz es bastante triste: dos seres solitarios, que no terminan de encajar en el mundo, se enredan en una relación que cuestiona los límites de las convenciones (la primera de ellas, la de la propiedad privada), que se satisfacen mutuamente durante un tiempo, y luego se engañan, se distancian, se reencuentran, descubren su insuficiencia y terminan por aceptarla. Pero todo ello está contado sin estridencias y sin dramatismos, hasta llegar al desenlace, que incluso transmite una cierta esperanza teñida de nostalgia.
Una buena historia, desasosegante pero muy bien contada. Por lo tanto, una novela muy recomendable.
También de Sara Mesa en ULAD: Mala letra, Cuatro por cuatro
lunes, 17 de diciembre de 2018
LO MEJOR DEL 2018, SEGÚN ULAD, MODESTIA APARTE
- Lo mejor del año: Cualquier libro de Dovlátov
- Libros de relatos del año: Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez.
- Novela chanante del año: Lectura fácil, de Cristina Morales.
- Biografía novelada del año: El don de la fiebre, de Mario Cuenca Sandoval.
- Novela gráfica del año: Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris.
- Novelas que ni carne ni pescado: La vegetariana, de Han Kang y Cara de pan, de Sara Mesa.
- Libro de autoficción-que-mátame-camión: Clavícula, de Marta Sanz.
- Desvarío-tan-friki-que-hasta-tiene-gracia del año: Así habló Zaratustra. El manga.
- Libro que no me atreví a reseñar: Cuando sale la reclusa, de Fred Vargas.
- Descubrimientos del año (para este humilde lector): Mariana Enriquez, Wisława Szymborska, Eduardo Halfon, Guillem López.
- Novelazas: Al este del edén, de John Steinbeck, y Picnic en Hanging Rock, de Joan Lindsay.
- Novelas también destacables: Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, y Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson.
- Novelas breves: Novela de ajedrez, de Stefan Zweig, La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata, y cualquiera de las escritas por Natalia Ginzburg.
- Clásicos releídos: Frankestein, de Mary Shelley, y Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, de Thomas de Quincey.
- Debuts asombrosos: No, mamá, no, de Verity Bargate, Tranvía 83, de Fiston Mwanza Mujila, y La llave maestra, de Masako Togawa.
- Relato destacado: "Los trenes", compilado en Cuentos de lo extraño de Robert Aickman.
- Novela gráfica: Emigrantes, de Shaun Tan.
- Ensayo: Modos de ver, de John Berger.
- Decepciones: El hombre que mira, de Alberto Moravia, Lucifer Circus, de Pilar Pedraza, y Claus y Lucas, de Agota Kristof.
- Autores descubiertos: Stefan Zweig, Natalia Ginzburg, Shirley Jackson.
- Editoriales que más han mimado mis gustos lectores: Impedimenta y Hermida Editores.
- Editorial a la que no le pillo el tranquillo: Cabaret Voltaire (aunque su Canción dulce me encantó).
- Relatos hispanoamericanos del año: Pelea de gallos (Mª Fernanda Ampuero) y No aceptes caramelos de extraños (Andrea Jeftanovic)
- Relatos "resto del mundo" del año: Estudios de lo salvaje (Barbara Baynton)
- Novela hispanoamericana del año: Mejor la ausencia (Edurne Portela)
- Novela "resto del mundo" del año: El ala izquierda (Mircea Cartarescu)
- Ensayo del año: Una sola muerte numerosa (Nora Strejilevich)
- Artefacto literario del año: Saturno (Eduardo Halfon)
- Rescate del año: El zorro de arriba y el zorro de abajo (José María Arguedas)
- Relectura del año: El acoso (Alejo Carpentier)
- No acabo de pillarle el punto a: Marta Sanz y Sara Mesa
- Propósito 2019: Releer y reseñar todo "El mar de la fertilidad" de Mishima
- Mi mejor lectura del año: El viaje vertical, de Vila-Matas
- Novedades que salvo, y mucho: Las posesiones, de Llucia Ramis
- Te gustará si votaste o piensas votar a Vox: Ordesa de Manuel Vilas. (Esto es una broma muy del momento, ni siquiera comprendería que le gustara a alguien, y los que votan a Vox ni leen libros ni leen blogs literarios, seguro)
- Hartito de darles más oportunidades: Trueba, Amat, y otros involucrados en el socavón que se abre bajo lo que fue antes Anagrama.
- Propósitos de año nuevo que caerán seguro: Barth, Gaddis, Vollmann. Y ya que otros toman gustosos el relevo de la actualidad, re-lecturas a manta.
- Lo mejor del año: las relecturas de Lorca (Bodas de Sangre / Yerma) y Carpentier (El siglo de las luces)
- Narrativa: quizá Lectura insólita de 'El capital', de Raúl Guerra Garrido, porque el nivel, la verdad, no ha sido muy espectacular
- Descubrimientos: Antonio Di Benedetto (Zama), y la faceta literaria de Henri Michaux (Un bárbaro en Asia)
- Reconciliación con, y por lo tanto reapertura de puertas a: Michel Houellebecq (gracias a El mapa y el territorio)
- Ensayo: entre bastante igualdad, finalmente me decanto por Jean-Yves Jouannais (El uso de las ruinas, reseña dentro de poco)
- Clásico: Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne
- Experimento: Me acuerdo, de Georges Perec (reseña también en unos días)
- Decepciones: varias, moderadas, quizá la más fastidiosa, por los elogios que arrastraba, Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón
- Intenciones: un hipertocho que llegará pronto, volver a Di Benedetto, quizá a Sabato, cosas interesantes... y, sí Koldo, Cartarescu también.
- Mejor novela clásica: El caso Maurizius, de Jakob Wassermann
- Mejor retrato de este siglo: Un libro de mártires americanos, de Joyce Carol Oates
- Mejor novela histórica: Pekín en coma, de Ma Jian
- Mejor novela satírica: Corazón de perro, de Míjail Bulgákov
- Mejor distopía: El cuento de la criada, de Margaret Atwood
- Mejor novela no-realista: Helada sangre azul, de Yuri Buida
- La peor novela leída este año: El sanatorio, de Nuria Amat
- Mejor ensayo novelado: Autobiografía del general Franco, de Manuel Vázquez Montalbán
- Mejor libro de viajes: El gran bazar del ferrocarril, de Paul Theroux
- En proceso: Karoo, de Steve Tesich
- Lo mejor del año: Actos humanos, de Han Kang y Permagel/Permafrost, de Eva Baltasar, ex aequo
- Experimento exitoso del año: Lincoln en el Bardo, de George Saunders
- Obra teatral del año: Incendios, de Wajdi Mouawad
- Tochonovela del año: Pachinko, de Min Jin Lee
- Mejor ensayo político/social del año: Descolonizar la mente, de Ngugi Wa Thiong'o
- Mejor ensayo sobre arte del año: La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, de Siri Husdvedt
- Autobiografía del año: La analfabeta, de Agota Kristof
- Grandes descubrimientos: Eva Baltasar, Mircea Cartarescu, Han Kang, Jesmyn Ward, Vivian Gornick, Marta Orriols
- Autores clásicos que debería haber leído antes: August Strindberg
- Libro del que no debería ni haber pasado de la portada: Bellas durmientes, de Stephen King y Owen King
- Decepción del año: Ni aquí ni allí, de Tommy Orange
- Autores por descubrir: Rachel Cusk, Lucia Berlin, Shirley Jackson
- Caerán más libros de: Mircea Cărtărescu, William Faulkner
- Lectura fascinante del año: Solenoide, de Mircea Cartarescu
- Poemas más disfrutados. Con la emoción: La policía celeste, de Ben Clark. Con la razón: Epístoles a Josep Carner, de Salvador Oliva.
- Novelas con viaje de regalo incorporado (sin despegar del sofá). A Marsella: Total Khéops, de Jean Claude Izzo. A Sicilia: El mar color de vino, de Leonardo Sciacia. A Sudán: Época de migración al norte, de Tayyeb Saleh.
- Ellas escriben como los ángeles: Las posesiones, de Lucía Ramís. El asesino tímido, de Clara Usón. Postales coloreadas, de Ana Alcolea. Ellas dibujan como los mismos: Bárbara Maravilla, de Marta Alonso Berná.
- Ellas siempre han escrito como los ángeles: Palabra de mujer, de Carme Riera. Loxandra, de María Iordanidou. El cuaderno prohibido, de Alba de Céspedes.
- Momentazos antillanos: Archipiélagos, de Abilio Estévez. La guaracha del macho Camacho, de Luís Rafael Sánchez.
- Pequeñas decepciones: Taxi, de Carlos Zanón. L’hora violeta, de Montserrat Roig.
- Autor descubrimiento del año: Margaret Atwood
- Novela(ZA) descubrimiento del año injustamente olvidada: Primera sangre de David Morrell
- Clásico del año: Marianela de Benito Pérez Galdós
- Novela (que como no podía ser de otra manera, supera a la película) del año: Tomates Verdes Fritos de Fannie Flagg
- Relectura provechosa del año: Las hermanas Grimes de Richard Yates
- Lectura LGTBI del año: La chica danesa de David Eberhoff
- Objetivos cumplidos del año: Lectura y reseña de novela gráfica
- Conceptos aprendidos del año: La diferencia entre "literatura" y "producto literario". El género del ciclo cuentístico.
- Objetivos para el año que viene: me abstengo, que luego me siento fatal.
- Mejor novela: La pasión de Jeanette Winterson y Teoría general del olvido de Agualusa, ex aequo
- Mejor novela española: Cara de pan de Sara Mesa (aunque a algunos colegas ULADianos les duela)
- Mejor volumen de relatos largos / novelas cortas: El silencio y los crujidos de Jon Bilbao
- Mejor volumen de microrrelatos: Hombres varios de Ror Wolf.
- Mejor libro de no fición: Goethe en Dachau, de Nico Rost, y Una sola muerte numerosa de Nora Strejilevich
- Ciencia ficción de la buena: Mil millones de años hasta el fin del mundo, de los hermanos Strugatski, y Distópicas y Poshumanas. Antología de escritoras españolas de ciencia ficción.
- Nuevas editoriales a las que apoyar: La Caja Books y Editorial Tránsito
lunes, 19 de diciembre de 2016
ULAD: Lo mejor del 2016
- Libro del año: Pues para mí el libro del año ha sido Breve historia de siete asesinatos de Marlon James. No sé decir exactamente el motivo, pero al final me recuerdo acarreándolo, con su presencia imponente y su lomo amarillo, siguiendo andanzas de rastafaris y es una sensación demasiado imborrable. Quizás sea un libro cautivo de su componente visual, pero desde cuándo va a ser malo que una novela contemporánea te recuerde a una nueva temporada de The Wire. Con dos muy dignos contendientes: Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin y Satin Island de Tom McCarthy, cuya importancia aún no soy capaz de calibrar.
- Sorpresón postrero: el festín de Xavi Ayén en La vuelta al mundo en 80 autores.
- Porquerías: En un año globalmente positivo: el incomprensible apoyo a algo tan vacuo como Érase una vez el fin, de Pablo Rivero, o la esperada constatación del timo de La chica del tren
- Caerá en 2017: Cualquier Saer que se ponga en medio.
- No tocar ni con un palo: Zanón, Pérez Andújar, y todos aquellos que quieren apropiarse de la literatura de barrio. Por mediocres y por cansinos.
- Los comentarios me han hecho salivar para el 2017: Vollmann y, dicen, el Ray Pollock que viene.
- Tochoclásico del año: Ulises de Joyce.
- Novelón histórico-o-lo-que-sea del año: Música acuática de T. C. Boyle.
- Novelón negro del año para-disfrutar-como-un-cochino: Perfidia de James Ellroy.
- Libro de relatos del año: Vidas imaginarias de Marcel Schwob.
- Novela gráfica del año: El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim.
- Frikilibro del año: La exhibición de atrocidades de J. G. Ballard.
- Novela que ni fu ni fa: Cicatriz de Sara Mesa.
- Novela que algo fu y algo fa: Patria de Fernando Aramburu.
- Libro que se me cayó de la manos: Sumisión de Houellebecq
- Libro que ojalá se me hubiese caído de las manos: Me llamo Lucy Barton de Elizabeth Strout.
- Libro que no me atreví a reseñar: El secreto de la modelo extraviada de Eduardo Mendoza.
- Espero leer en 2017: La tetralogía de "las dos amigas" de Elena Ferrante.
Carlos Andia:
- Volumen imponente del año: El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty -algunas claves que deberíamos conocer.
- La relectura del año: Coronación, de José Donoso -buenas sensaciones después de muchos años
- Libro de Historia del año: Continente salvaje, de Keith Lowe -una etapa muy especial de la Historia de Europa
- Una joya a la que tenía muchas ganas: Locus Solus, de Raymond Roussel -atrévase usted.
- Clásico rescatado: Reivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo -imprescindible con mayúsculas.
- Obra de teatro del año: Calígula, de Albert Camus -todo intensidad
Koldo CF:
- Clasicazo: En busca del tiempo perdido de Marcel Proust
- Novela en español: Seno de Ramiro Pinilla
- Novela extranjera: Los restos del día de Kazuo Ishiguro
- Libro de relatos: Evocación de Matthias Stimmberg de Alain-Paul Mallard
- Libro "musical": El café celestial de Stuart Murdoch
- Poemario: Ancia de Blas de Otero
- Novela histórica: Bomarzo de Manuel Mujica Lainez
- Truñazo del año: Andrés Iniesta: La jugada de mi vida. Memorias
- Decepción del año: Bravura de Emmanuel Carrère
- Propósito para 2017: Releer y reseñar la tetralogía El mar de la fertilidad, de Yukio Mishima
Montuenga:
- Publicadas este año (o el pasado):
- Mejor novela: Brújula de Mathias Enard
- Mejor ensayo: En defensa del error de Kathryn Schulz
- Mejor crónica de viajes: Mi vida en la carretera de Gloria Steinem
- Peor novela: Las chicas de Emma Cline
- En general:
- Mejor novela: Meridiano de sangre de Cormac McCarthy
- Mejor ensayo: Tratado de ateología de Michel Onfray
- Peor ensayo: ¿Es usted un psicópata? de Jon Ronson
- Mejor novela leída este año: La hierba roja de Boris Vian
- Mejor libro de relatos: Estrómboli de Jon Bilbao
- Plomazos del año: La montaña mágica de Thomas Mann y El tambor de hojalata de Günter Grass (la literatura alemana no es lo mío, se ve...)
- Libros españoles del año de los que esperaba más: Mala letra de Sara Mesa; El sistema de Ricardo Menéndez Salmón; Madre e hija de Jenn Díaz; Patria de Fernando Aramburu...
- Autor descubrimiento del año: David Toscana
- Una rareza maravillosa: Juego de cartas de Max Aub
- Autora a la que seguiré leyendo en 2017: Elena Ferrante
- Autor al que NO seguiré leyendo en 2016: Karl Ove Náusea
- Y una coda vasca:
- Un ensayo: El eco de los disparos de Edurne Portela
- Una novela / autoficción: El comensal de Gabriela Ybarra
- Una antología: Nuestras guerras. Relatos sobre los conflictos vascos
- Libro del año: El bar de las grandes esperanzas, de J.R. Moehringer
- Autobiografía del año: Instrumental, de James Rhodes
- Tocholibrohistórico del año: Las benévolas, de Jonathan Littell
- Tochonovela del año: La broma infinita, de David Foster Wallace
- Ensayo del año: Esto es agua, de David Foster Wallace
- Clásico que debería haber leído antes: La piedad peligrosa o La impaciencia del corazón, de Stefan Zweig
- Libro del que no debería ni haber pasado de la portada: En manos de las furias, de Lauren Groff
- Decepción del año: Sueños de trenes, de Denis Johnson
- No pasará un año más sin leer: La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe
- Autor que debo recuperar porque lleva tiempo olvidado (injustamente): Haruki Murakami
- Caerán más libros de: Stefan Zweig
- Ganas de que llegue el 2017 para lo nuevo de: Siri Hustvedt, Paul Auster y Karl Ove Knausgaard