domingo, 15 de mayo de 2016

Pablo Rivero: Érase una vez el fin

Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: se deja leer

Voy a tener que ir ajustando ciertos criterios. Y este ajuste igual entraña recibir con escepticismo según qué elogios de según qué procedencias, o incluso revisar ciertos tótems que se antojaban intocables, y no creáis que no jode a cierta edad. Uno de ellos, me temo, va a ser que Anagrama es infalible. Que sí, que para muchos ya voy tarde. Pero tendía a perdonar su insistencia con Busquets, con Trueba o con Nothomb, a achacarlo a ciertas malas rachas, cuando me encuentro con esta Érase una vez el fin, novela, advierten, dura, información que se complementa en la solapa trazando un perfil de autor rebelde, bregado en mil y un oficios mal pagados con su, parece, incipiente proyección como nuevo niño malo de la literatura, cuestión que, ya perdonaréis, uno ha leído a Bunker, y poner cara de malote en las fotos no es suficiente.
Y si esa maldad consiste en escribir muchas veces la palabra "yonqui", la palabra "follar", la palabra "puta", esa es la medida de la provocación. Así es cómo uno consigue que se mencione a Welsh o a Vian por parte del redactor de la nota de la contraportada, que lo suyo le habrá costado a quien lo haya escrito el devanarse los sesos y sacar algo que atraiga al lector. Porque luego en el interior hay bien poca cosa.

Un pianista al que le tocaron todos los números de la tómbola loser y que toca ocasionalmente en, parece, hoteles y bares (seguro que el autor prefiere "pensiones de mala muerte y tugurios de busconas") contrae una deuda de juego (seguro que el autor prefiere "tentando a la suerte en una timba de ínfima categoría"). Como, debido a su precariedad laboral, no puede afrontar sus vencimientos, opta por esconderse y huir.
Lo que se encuentra en esa huida, pues ya os la habréis ido suponiendo. Aburrido no lo pasa el hombre, así que no faltan ingredientes clásicos de cuyas combinaciones, perdonad las prisas, ya dejo que cada uno especule, porque están casi todas. Ya he mencionado las palabras clave un párrafo arriba, ¿no? Pues eso. Sexo, drogas, violencia, la falta de ética que uno perdona a quien se juega el pellejo, y ya que cada uno se vaya haciendo la idea, pues nuestro pianista es un animal herido. Y los animales heridos bla bla bla. Nuestro pianista huye y cada tramo de ese tránsito en lo desconocido parece asemejarse a un ajuste de cuentas con su pasado, con todo lo que le ha llevado a esa situación. No se escapa nadie. Familia, amigos, conocidos, allegados, y saludados. Es un animal herido. Y los animales heridos bla bla bla. Vaya, apenas dos párrafos y ya me estoy repitiendo. Si es que poca cosa se puede decir.
Duro. Cruel, dicen, de este libro. Pues para duro lo de Chernóbil. Tener que abandonar tu vida porque cuatro hacen el gili y el estado los ampara. Pero esto, el ejercicio agrio a conciencia y autocomplaciente a manos llenas (y no demasiado bien escrito) de un esteta del feísmo con un empacho de lecturas de Houellebecq y películas de Tarantino y Luc Besson. De los cuales ha tomado lo superficial, no lo sustancial. Vamos.

2 comentarios:

THE VILLACRESPORKER dijo...

Supongo que, como clasificación, se deja leer debe ser mejor que se deja de leer. Qué pasa que no se advierte "Dura reseña" ? Vamos.

Saludos!

Francesc Bon dijo...

No hay que advertir. El libro es previsible.