Título original: The Psychopath Test: A Journey Through the Madness Industry
Año de
publicación: 2011
Valoración:
Está
bien
No suelo dejarme tentar demasiado por artimañas editoriales,
pero reconozco que este título me persiguió durante más de un año hasta que caí
como una pardilla. Supuse que el autor sería algún reconocido profesional de la
psiquiatría y que habría realizado un trabajo científico con el propósito de
ilustrar al profano, con esa idea me embarqué en una lectura que no ha hecho otra
cosa que decepcionarme página tras página.
Jon Ronson no es un estudioso del cerebro sino un periodista
de investigación más o menos ortodoxo –que, además de publicar libros, ha
trabajado como locutor de radio y documentalista de televisión– al que hay que reconocerle
la audacia para internarse en terrenos tan delicados y complejos como este con el
aplomo y la despreocupación que manifiesta. Con algún bloguero me he topado que,
seducido quizá por el encanto de su autor, dice ver psicópatas por todas partes
inmediatamente después de su lectura. Esto no pasa, créanme. Por supuesto, encontrarán a unos pocos
personajes excéntricos, no muy bien perfilados psicológicamente, tal como era
de esperar, muy alejados de una vida social normalizada y más cercanos a la
caricatura que al retrato de una personalidad coherente. Lo que él hace se conoce
como periodismo gonzo, subgénero cuya
prioridad parece ser tanto encumbrar al periodista como complacer a un público poco
exigente concentrándose en los movimientos de aquel y en las anécdotas y
circunstancias que rodean sus pesquisas. Un método que no parece excesivamente
escrupuloso con la materia que tiene entre manos.
La propaganda editorial, al menos la española, practica
la misma estrategia al colocarnos frente a un misterioso volumen que recibe por
vía postal un selecto grupo de personas y cuyo origen es preciso descubrir a costa
de lo que sea. ¿Les suena de algo esto? Publicación de identidad dudosa,
volumen de ventas asegurado. El buen Ronson, tras aburrir al incauto lector con
idas, venidas, correos e indagaciones sin trascendencia, acaba descubriendo que
el incógnito autor solo busca divertirse a costa de un público escogido por él
mismo sin reparar en las consecuencias que puede acarrear. Esto le pone sobre
la pista de la psicopatía y a partir de ahí inicia una tarea entre periodística
y detectivesca, tan superficial como podamos imaginarnos. Visita hospitales
psiquiátricos, recaba testimonios de truculentas técnicas experimentales
realizadas en los años 60, viaja, conoce a mucha gente, se da toda la importancia
que puede y se lo pasa la pipa, la verdad. Muchos de los chavales que se
preguntan ahora mismo en qué carrera van a matricularse el próximo curso, de
mayores, querrían ser como Ronson. O Ronson, directamente.
“Tony explicó que fingir demencia resulta de lo más sencillo, sobre todo si uno tiene diecisiete años, consume drogas y ve muchas películas de terror. No hace falta saber cómo se comportan los dementes auténticos, basta con imitar al personaje interpretado por Dennis Hopper en el filme Terciopelo azul.”
No he dejado de preguntarme hasta el último momento si la
psicopatía puede considerarse una enfermedad mental. Desde luego, tenía
entendido que no. Incluso me sorprende que en algunos países se interne a los
etiquetados como psicópatas. Resulta todo muy confuso. Al cerrar el libro,
conocemos perfectamente la personalidad del periodista pero, sobre la cuestión
que trata, estamos como al principio. O peor aún porque ahora tenemos más
dudas. Algún test no demasiado fiable que confirma las cuatro ideas sobre su
carisma y proverbial falta de sensibilidad hacia el prójimo señalada hasta la
saciedad por las películas y poco más. Es un hecho que aquí hay de todo menos
ciencia.
En mi opinión, su mayor acierto consiste en cuestionar si no habremos puesto el mundo en manos de decenas de psicópatas. Quizá –se plantea
el periodista– que sean ellos quienes manejan las finanzas, la política y todos
los mecanismos verdaderamente importantes, constituya el verdadero el motivo de tanta
desigualdad, tanta guerra, tanto desastre que podría evitarse fácilmente.
Naturalmente, y como no podía ser de otra modo, fue
elegido Libro del año 2011 por Amazon, Publisher's Weekly, Hudson Bookseller y Goodreads.
4 comentarios:
La culpa de que esperases leer un libro científico la tiene el autor, que es periodista. La culpa siempre es de otro.
La culpa es un concepto religioso, lo que hay es motivo, y el motivo es que esperaba algo tan logico como que un concepto científico estuviese desarrollado por especialistas. Pero hay quien cree que puede hablar de todo, sepa o no sepa del asunto. Por cierto, espero que nos des tu opinión cuando lo hayas acabado, me gustaría mucho conocerla.
Amiga Montuenga, la culpa es un concepto que acompaña al ser humano en muchas facetas: reliogiosa, penal, etec. Si quieres saber sobre ella vete a un especialista, no hagas como aquí y te vayas a un libro escrito por un periodista, que luego tenemos que aguantar todos tus llantos de decepción y frustración.
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