sábado, 17 de febrero de 2018

José Eduardo Agualusa: Teoría general del olvido

Idioma original: portugués
Título original: Teoria geral do esquecimento
Año de publicación: 2012
Valoración: Muy recomendable

En la Uladcentada de 2012 hablaba de cómo vivir en Portugal me había permitido acceder no solo a la literatura portuguesa, sino al mundo de la cultura lusófona (Brasil, Angola, Mozambique...). Lo ejemplificaba, entonces, con Joaquim Lopes Vieira, que no existe, pero si hubiera estado hablando en serio podría haberlo ejemplificado con Eduardo Agualusa, que sí existe, y que probablemente es el segundo autor más reconocido de las literaturas africanas lusófonas después de Mia Couto. Ya hace años reseñé una obra quizás menor, A feira dos assombrados, y vuelvo a la carga ahora con una de sus novelas más aclamadas, esta Teoría general del olvido, que en portugués (Teoría geral do esquecimento) suena mucho más poético.

La novela gira, fundamentalmente, en torno a Ludo, una mujer de origen portugués traumatizada por una experiencia del pasado que decide encerrarse y barricarse en su propia casa, ante las turbulencias violentas que rodearon la independencia del país y la guerra civil que le siguió, con intervención de diversas potencias internacionales, repartidas todavía en los ejes de la Guerra Fría. La vida de Ludo se reduce a la mera supervivencia y a la lucha por la cordura, encerrada en un exilio interior voluntario, con un perro, unas gallinas y un jardín como única compañía. Sin embargo, la realidad externa se abre poco a poco paso, e irrumpen en la trama innumerables personajes unidos de distintas formas al devenir de Angola y también entre sí, aunque sea a veces de forma tenue o accesoria.

Es posible que esta sea la gran virtud de la novela: la forma en la que se vincula lo individual con lo colectivo (el fin del colonialismo, la independencia, la guerra). A lo primero corresponden los capítulos sobre la vida de Ludo, incluidos aquellos que reproducen los pensamientos y poemas que escribe, en papel primero, en las paredes de su casa después; a lo segundo, multitud de historias sobre mercenarios portugueses, soldados angolanos, pícaros, enfermeras, periodistas, pastores, palomas mensajeras... Tantas historias, en esta segunda parte coral, que en ocasiones cuesta seguirles el hilo a todas, hasta que convergen y se cierran sobre sí mismas.

Otro gran mérito de la obra, quizás entreligado con el anterior, es la mezcla de un duro realismo con un estilo en el que tiene cabida lo poético, y en el que también hay espacio para una imaginación próxima de lo mágico o de lo fantástico (como cuando se dice de un hombre que fue tragado por la tierra, y que solo quedó de él el sombrero, o como la historia, como de fábula o cuento tradicional, de las palomas mensajeras que contienen diamantes). Los poemas de Ludo, sus reflexiones, visiones, invenciones entre el hambre, la nostalgia y la soledad contribuyen también a enriquecer una novela que es mucho más que una crónica histórica.

¿Y qué visión se nos da de Angola y de su historia en este texto? Pues, en primer lugar, la historia de  los angolanos: la de quienes, independientemente de su origen, decidieron quedarse en el país después de la independencia, y hacer de él lo mejor que pudieron y supieron. Es, también, a pesar de todos los problemas presentes y pasados del país (que Agualusa sin duda conoce) una novela en la que hay más historias de redención que de venganza. Incluso Ludo, al final de la novela, parece reconocerse en este nuevo país: "no tengo otra tierra que esta", dice, casi ciega pero ya desemparedada.

Este mensaje hasta cierto punto esperanzador o redento de la novela quizás haya contribuido hasta cierto punto a su éxito internacional: sospecho que una obra más oscura o tremendista habría sido más difícil de digerir por el mercado internacional. Esto no es, naturalmente, una crítica a la novela, que es magnífica, hermosa y conmovedora; además, tenemos la suerte de que existe una traducción al español, realizada por Claudia Solan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Viva el portugues fernandinho pessoa. Sudafricano para mas señas. Su desasosiego me persigue siempre allá a donde vaya.

Anónimo dijo...

Gracias Santi por la reseña. Transmite desde el inicio interés por la novela y su autor.

Gabriel