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sábado, 30 de marzo de 2019

Ryan Roberts: Conversaciones con Ian McEwan

Idioma original: inglés
Título originalConversations with Ian McEwan
Traducción: María Antonia de Miquel
Año: 2019 
Valoración: Interesante

Antes de nada, debo advertir acerca de mi alto riesgo de subjetividad a la hora de hablar de Ian McEwan —ya que su escritura y su forma de mirar el mundo resuenan en mí de un modo especial— y, especialmente, a la hora de hablar de este libro —ya que tengo el placer de conocer a la traductora, María Antonia de Miquel—. Aun así, voy a tratar de aportar una visión lo más crítica posible. 

Resumen resumido: catorce entrevistas realizadas a Ian McEwan por diferentes personalidades del mundo de la literatura y la cultura (periodistas, escritores, etc…) en diferentes momentos a lo largo de cuarenta años de profesión. En ellas se tratan todos los temas que han marcado su obra literaria y su manera de entender el oficio de la escritura.

En general, tengo la opinión de que las recopilaciones de entrevistas a escritores más o menos consagrados se enfrentan a dos perfiles de lector: 
  1. El que NO tiene el menor interés por el autor o su obra y que, por tanto, no va a invertir su tiempo en leer ni una sola entrevista por mucho que alguien —en este caso, yo— se enteste en recomendarla. 
  2. El que SÍ tiene interés o curiosidad por el autor o su obra y que el único modo de que la lectura le decepcione es que las entrevistas sean previsibles, que el autor no se implique o que el editor no haya seleccionado el material adecuadamente. 
Y por todo lo que alegaba al principio, era altamente probable que Conversaciones con Ian McEwan no lograra saciar toda mi hambre de conocimiento, pero sí he disfrutado de su lectura. La entrega y la solvencia de Ian McEwan en calidad de entrevistado es indiscutible; al parecer concede muy pocas entrevistas pero en ellas se trasluce su enorme cultura y su curiosidad hacia el mundo que le rodea: la música, la ciencia, la geopolítica y, cómo no, la literatura: 
«(…) si algo hemos aprendido acerca de la literatura contemporánea es que no hay normas; no hay normas de gusto común. En una misma habitación puedes encontrarte con dos personas perfectamente inteligentes y cultas que hayan leído el mismo libro, y uno pensará que es un desastre de principio a fin, mientras que el otro opinará que es una obra maestra. ¿Cómo es posible que ni siquiera tengamos una opinión común de cómo ha de ser una frase bien hecha? No hay nada, no tenemos nada en que apoyarnos, y no sirve de nada intentar solucionarlo votando ese tipo de listas que sale en los periódicos.» 
Recuerdo lo abrumada que me sentí cuando leí La Frantumaglia, por el desarrollo y profundidad que Elena Ferrante le daba a todas y cada una de sus respuestas, pero se trataba de entrevistas realizadas por escrito. No es este el caso en el que, aunque hay una labor —necesaria— de edición, Ian McEwan expone unos argumentos de calado con una gran capacidad de comunicación y muchísima soltura. Y además, no tiene pelos en la lengua: 
«Pienso que la insistencia de los hombres por mantenerse en el poder, tanto en el ámbito de las relaciones sentimentales como en el social, está basada en el miedo, en un miedo a ser fagocitados, en un miedo que tal vez hunda sus raíces en haber dependido de una mujer cuando eran niños. No me explico qué otra cosa puede producir tantas violaciones, tanta violencia, si no es que hay algo en las mujeres que los hombres identifican como una amenaza a su existencia (…)» 
Por otra parte, Conversaciones con Ian McEwan me ha ayudado a comprender cómo alguien que escribe ese par de maravillas tan distintas que son Expiación (nota mental: no hay reseña de Expiación en ULAD) o Chesil Beach (imprescindible, contra lo que opinó en su momento mi colega Francesc), es capaz de escribir después otras de peor calidad y que, en general, se han considerado desacertadas. Y es que la trayectoria literaria de Ian McEwan suele generar controversia; los adjetivos se superponen —se dice de él que es «irregular» o que es un «artesano»– haciendo todavía más compleja su catalogación, si es que tal catalogación es posible. 

Mi conclusión tras leer estas entrevistas es que Ian McEwan es un escritor mucho más intuitivo de lo que parece, al menos en sus primeros pasos con cada obra, tal como describe su proceso creativo muestra una gran seguridad en esa brújula interior de la que tantos escritores hablan. Y a eso hay que sumarle que, a diferencia de otros, no repite una fórmula por muy bien que le haya funcionado, si no que está en continua evolución, en busca de nuevas formas de abordar lo que más le interesa: los conflictos en las relaciones personales, desde la escala más íntima de una pareja hasta la escala global de una guerra mundial. Que realice experimentos fallidos forma parte de su trabajo, como del de cualquier otro creador; quizá el problema esté en que dichos experimentos acaben publicados. 

Pero a pesar de todo lo dicho, hay una serie de aspectos en Conversaciones con Ian McEwan que me han resultado más flojos: 
  • Las entrevistas (incluso las más recientes) hacen en general más hincapié en las obras de los primeros años porque eran las, aparentemente, más controvertidas. En mi caso, por ejemplo, estoy más interesada en las obras más recientes que se mencionan mucho menos.
  • Algunos entrevistadores —escritores— plantean la entrevista como un tú a tú en el que ellos y sus experiencias tienen casi tanto protagonismo como el entrevistado.
  • Las disertaciones alrededor de los grandes temas (como la ciencia o la religión, por poner algunos ejemplos) están muy bien pero me ha faltado un poco más de concreción a la hora de vincularlos a la obra del autor.
  • Me hubiera gustado que alguien le preguntara a Ian McEwan a qué atribuía él las malas críticas recibidas por Cáscara de nuez, por ejemplo. Creo que las entrevistas cordiales también tienen que poder tratar las cuestiones menos cómodas y tengo que decir que eso no se produce en ningún pasaje de este libro.
Y no obstante, me reitero en mi valoración de interesante, creo que la mente de un buen escritor que se toma en serio su oficio siempre es un lugar digno de conocer, aunque sea de visita. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Ian McEwan: Solar

Idioma original: inglés
Título original: Solar
Año de publicación: 2010
Valoración: recomendable

Aunque no se note, porque por aquí no he reseñado ninguno de sus libros, me confieso seguidor de Ian McEwan: me lo recomendaron cuando trabajaba en Irlanda, si no recuerdo mal, y lo primero que leí fue la archifamosa Expiación; luego cayeron El placer del viajero (traducción no demasiado ajustada al original The confort of strangers); Amsterdam, Chesil Beach y ahora este Solar. En general, McEwan me parece un escritor de mérito, sobre todo en el planteamiento de situaciones y en la descripción psicológica de sus personajes; la primera mitad de Expiación es modélica en ese sentido.

En Solar, McEwan ha ido por otro lado, más cómico, satírico, caricaturesca, con un toque de Nick Hornby o de Tom Sharpe (mucho más sutil, por supuesto). Por el transfondo científico de la trama y las particulares obsesiones (algunas de ellas sexuales) del personaje, también podrían encontrarse una cierta similitud con Las partículas elementales de Houllebecq. La novela nos presenta las desventuras de un tal Michael Beard, premio Nobel de Física por su única gran contribución al campo (la "Combinación Einstein-Beard"), que ahora vive de las rentas intelectuales y académicas, y que en su vida personal es incapaz de mantener una relación sentimental adulta. Actualmente, Beard se ve involucrado, casi contra su voluntad, en un Centro para el Estudio del Calentamiento Global.

A diferencia de otras novelas de McEwan mucho más estructuradas (una vez más, Expiación es el modelo), Solar da varios bandazos genéricos: comienza con ese toque de sátira cínica, pasa luego por un breve paréntesis policiaco, unos toques de espionaje industrial, algo de novela psicológica... y mucho, mucho, de novela humorística. Parece, en cierto modo, una novela-collage, lo que puede ser una decisión consciente del escritor o una consecuencia de cierta precipitación. Por ejemplo, el capítulo sobre el viaje de científico-artístico al Polo Norte, que es de lo más divertido de la obra y que, según parece, pudo ser la primera inspiración del tema central, tiene una unión muy tenue con todo el resto. O la historia, ya mil veces contada, del protagonista que cree que un extraño se está comiendo sus patatas fritas, cuando en realidad es él el que se está comiendo las patatas del extraño...

No voy a decir que Solar no sea una novela divertida: tiene capítulos muy buenos, y un anti-héroe protagonista de manual: físicamente desagradable, psicológicamente inmaduro, cínico, tramposo, torpe. Pero predomina la sensación de falta de nervio, de ausencia de estructura. Incluso la actitud hacia el cambio climático (el tema-excusa argumental) parece frágil: parece apuntarse por un lado a la posibilidad de que sea un negocio, una manipulación o un engaño, pero se ridiculiza por otro lado a los negacionistas y a los lobbies del petróleo. Lo que queda, al final, es el humor corrosivo que se come todo lo que toca: los afectos, la ciencia o la literatura.


También de Ian McEwan en Unlibroaldía: aquí

domingo, 1 de agosto de 2021

Ian McEwan: Expiación

Idioma original: inglés
Título original: Atonement
Año de publicación: 2002
Traducción: Jaime Zulaika
Valoración: Muy recomendable

Expiación es una novela que se lee con mucho placer y se reseña con mucho castigo. Porque es larga, está sumamente trabajada en todos los aspectos, no hay nada al azar, los personajes son complejos y llenos de recovecos sin  renunciar a la humanidad o a la verosimilitud, está perfectamente documentada… Y una no sabe hasta dónde llegar con el análisis. Y a su vez, la lectura resulta ágil —fácil— sin por ello dejar de resultar atractiva, de tener gancho, como un paseo de los pequeños tesoros. 

Y esa alquimia que hace que lo difícil parezca fácil es para mí signo de buena literatura.

En mi opinión, solo por haber escrito Expiación y Chesil Beach, Ian McEwan ya merece ser muy tenido en cuenta por más que también se le conozcan obras muy fallidas. Ya hablé de esta cuestión a propósito del recopilatorio de entrevistas Conversaciones con Ian McEwan: un escritor mucho más intuitivo de lo que parece, con una gran seguridad en su brújula interior y que no repite fórmula por muy bien que le haya funcionado, sino que está en continua evolución, en busca de nuevas formas de abordar lo que más le interesa: los conflictos en las relaciones personales, desde la escala más íntima de una pareja hasta la escala global de una guerra mundial. Que realice experimentos fallidos forma parte de su trabajo, como del de cualquier otro creador; quizá el problema esté en que dichos experimentos acaben publicados.

Resumen resumido: Un día de caluroso verano de 1935 en la gran casa de campo de los Tallis. Briony, la benjamina de trece años, está alterada y confusa; siente por primera vez que todo a su alrededor escapa a su control y que los adultos son menos consistentes de lo que había imaginado. Pero eso a ella no le va a suceder porque ella va a ser una gran escritora capaz de atrapar hasta el más mínimo detalle para formarse una idea fidedigna sobre cualquier aspecto de la realidad. Pero hay aspectos de la realidad que las niñas de trece años no pueden captar y esa noche, tras un violento e inesperado acontecimiento, Briony tomará una decisión que marcará su vida, la de su hermana Cecilia y la del resto de los presentes.

Porque, efectivamente, esta es la historia sobre cómo la necesidad de expiar una gran culpa puede condicionar la vida de una persona, la de Briony en este caso. Y Ian McEwan, que en realidad es un juguetón, aprovecha para hablarnos del oficio de la escritura, de sus vericuetos, de su capacidad para construir realidades alternativas allí donde la realidad verdadera resulta demasiado inclemente.

La novela se articula en tres partes más un epílogo. La primera ocupa toda la primera mitad del libro y es mi favorita. En ella se nos prepara concienzudamente hasta llegar al gran desencadenante. El autor se esmera en cada párrafo, en cada escena, en cada migaja de información para que vayamos entendiendo ese universo Tallis con el gran caserón que no acaba de ser estéticamente agraciado, con las jaquecas de la matriarca, con los primos del norte, con el hijo de la criada semi protegido por la familia, o con el hermano que trae de visita a su amigo fabricante de chocolatinas. El rumor susurrante de una guerra en ciernes resulta casi imperceptible.

El primer capítulo habla de Briony y ya en el primer párrafo se nos sugieren muchísimos rasgos de su personalidad: infantil, controladora, obsesiva, detallista…
«Briony escribió la obra —para la que ella misma había diseñado los carteles, los programas y las entradas, construido la taquilla con una cartulina doblada por un lado, y forrado la caja de recaudación con papel crepé rojo— en una tormenta compositiva que duró dos días y que le hizo saltarse un desayuno y un almuerzo»
El segundo capítulo habla de su hermana mayor Cecilia, también empieza cargado de significado, evocando muchos rasgos del personaje: sensual, inquieta, impulsiva, rebelde…
«En parte por su juventud y el esplendor del día, y en parte por su necesidad incipiente de fumar un cigarrillo, Cecilia Tallis recorrió casi a la carrera con sus flores el camino que orillaba el río, junto a la vieja piscina con su pared musgosa de ladrillo, antes de internarse en los robledales»
La segunda y la tercera parte hablan de la retirada de las tropas británicas de Dunquerque: primero desde el punto de vista de los soldados ingleses en el propio campo de batalla y después desde el punto de vista de las enfermeras (entre las que se encuentra Briony ya adulta) cuando éstos llegan heridos a los hospitales londinenses. Como decía, dramas íntimos contra dramas globales. En estas dos partes destacaría sobre todo la atmósfera y el detalle con las que las situaciones relativas al conflicto bélico y sus consecuencias se muestran frente a los ojos del lector. Se percibe el enorme trabajo de documentación que hay detrás, aunque para el caso de la tercera parte Ian McEwan tuvo que afrontar una acusación por plagio de la que finalmente salió airoso.

La novela se cierra con un epílogo situado en el momento presente (Londres, 1999) en el que una Briony de avanzada edad, con una exitosa carrera de escritora a sus espaldas, desvela su plan final para poder lograr esa expiación que lleva anhelando desde que era prácticamente una niña.

Con todo lo dicho, no creo que haga falta que justifique ese Muy recomendable. Como también es muy recomendable la adaptación al cine de 2007 dirigida por Joe Wright, que recoge muy bien el espíritu de la novela, así como su cuidado por el detalle, la estética y la atmósfera. 

Grandes interpretaciones y escenas que quedan para siempre grabadas en la memoria. Con tres Briony (niña, joven y anciana) que nos dejan con esa sensación de que nunca sabremos muy bien lo que está pasando por esa cabecita, porque Briony es uno de esos personajes que no se olvidan, por lo complejos y por la intensidad de su conflicto interior. Será por eso que no es la primera vez que nos ocupa en este blog, así que os remito a lo que en su momento ya escribió mi compa Montuenga

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Ian McEwan: Cáscara de nuez

Resultado de imagen de cascara de nuez ian mcewan amazonIdioma original: inglés
Título original: Nutshell
Año de publicación: 2016
Valoración: Se deja leer





Vaya por delante que acabar esta novela me ha costado un triunfo. Los días pasaban y el marca-páginas no se movía gran cosa. Leía un par de líneas y me ponía a pensar en lo que fuese, avanzaba otro renglón y se me volvía a ir la cabeza, cualquier palabra servía para enganchar ideas que desviaban mi atención. Si he conseguido acabarla se debe a un esfuerzo ímprobo, no al disfrute, la intriga ni a ninguno de los elementos que sirven para fidelizar al lector. ¿Ustedes no se sentirían molestos si piensan que les están engañando palabra por palabra?
Cómo supondrán, lo de la nuez es una metáfora. No puedo desvelar a qué alude pues les mostraría la clave de la novela, su máxima originalidad y gran hallazgo. (Eso, al menos, es lo que debió pensar McEwan). 
Lo habitual, cuando se comenta una obra de ficción, es hablar sin tapujos de lo que aparece en las primeras páginas ya que nadie lo considera un misterio. Pero este caso me parece especial, así que tendré cuidado en no mostrar la carta por la que ha apostado el novelista y les recomiendo que procuren no leer sinopsis previas.
Es el momento de aclarar que es, precisamente, esa carta oculta –en mi opinión el colmo de lo inverosímil– lo que me disgustó tanto, me impidió disfrutar de la lectura y la alargó mucho más de lo deseable para una obra de poco más de doscientas páginas sin ninguna dificultad, al contrario, demasiado lineal para mi gusto. Y aquí aparecen otros obstáculos que también dificultaron mi labor: personajes tópicos y predecibles, un argumento calcado de novelas bien conocidas, nula complejidad de una acción que podría haberse resuelto en cuatro o cinco páginas, desenlace que no es más que un sencillo fuego de artificio, pues no solo es abierto es que además se refugia en lo obvio.
Nada nuevo bajo el sol: marido, amante, asesinato, testigo, decadencia. ¿A alguien le suenan estos ingredientes? Efectivamente, con dos enfoques muy distintos podemos encontrarlos en Thérèse Raquin (1868), de Zola y en El cartero siempre llama dos veces (1934), de James M. Cain, nada menos.
Pero lo principal, la famosa carta –que, como digo, McEwan se guarda en la manga muy poco tiempo, ya que solo hay que abrir el libro y leer la primera línea para que quede boca arriba– no es otra que la identidad del narrador, lo que se suele denominar punto de vista. Si la he definido –y lo mantengo –como el colmo de lo inverosímil es, simplemente, porque su pensamiento y opiniones, así como su carácter observador, están en abierta contradicción con su idiosincrasia. Yo la veo como una de esas ideas que parecen geniales a primera vista y que no tardan en desecharse por no resistir una segunda ojeada, me parece un recurso que no se puede permitir ni un principiante, mucho menos un escritor tan justamente reputado como este. En casos así, suelo atribuir los errores a la presión editorial, que quizá no deja tiempo a los autores para plantearse construcciones más sólidas. Pero vaya usted a saber, tampoco hay que disculpar al que escribe solo porque su obra, en general, pueda calificarse de magnífica.
Un pequeñísimo botón de muestra:
“… Sobre la esperanza: he sabido de las últimas matanzas como consecuencia de la búsqueda de sueños de la otra vida. Caos en este mundo, felicidad en el otro. Jóvenes de barba reciente, hermosa tez y largas armas de fuego en el Boulevard Voltaire, mirando a los ojos incrédulos y hermosos de su propia generación. No fue el odio lo que mató a los inocentes, sino la fe, ese fantasma famélico, todavía venerado, incluso en barrios más tranquilos. Hace mucho tiempo alguien sentenció que la certeza infundada era una virtud. Ahora lo dice la gente más educada…” *
¡Venga ya! ¿Alguien duda de que esto lo ha escrito (dicho, pensado) una persona educada y culta, de nacionalidad británica, o al menos de mentalidad  occidental, con personalidad moldeada en el ámbito universitario y más de seis décadas a cuestas? Ian McEwan sin ir más lejos ¿no? Desde luego, es obvio que se trata de la crónica de un escritor en su última fase vital y del resumen de todo un siglo efectuado por uno de sus influencers. Si lo que deseaba era hacer algo así –un proyecto tan legítimo como plausible– debería haber tomado otro camino, creo yo. Nada de novela negra fallida ni de narrador absolutamente improbable que, además, constituyen un lastre para ese testimonio vital en potencia.

(*)Traducción de Jaime Zulaika

También de McEwan: aquí

viernes, 30 de noviembre de 2012

Ian McEwan: Chesil Beach

Idioma de publicación: Inglés
Título original: On Chesil Beach
Año de publicación: 2007
Valoración: decepcionante

Pues sí: ésta es una novela decepcionante. Para mí, claro, aunque puedo comprender que haya a quien le guste y quien disfrute de la delicadeza de su lenguaje y de lo significativo de su situación, y no lo digo en tono burlesco. A los que tengan cierta acusada anglofilia y cierta nostalgia por cierto tipo de cultura evocado por libros como los de Jane Austen o películas como las de James Ivory, por ejemplo.

Y una de las causas principales de que me parezca decepcionante es haber leído otros libros del autor, con lo cual sé que McEwan puede no ser tan cursi y relamido, y su intención, escribiendo cosas como lo de la cucharada manando limpiamente u otros eufemismos para definir situaciones sexuales o fisiológicas, no sé si es la de situarse en esos estilos literarios o la de, como consigue conmigo, provocar vergüenza ajena. Ya sé que McEwan no es el amigo cafre que es Welsh, pero es que aquí ni siquiera es el amigo confidente que es Hornby.  Me ha desesperado la levedad de estas páginas, la coartada de una situación que se hace muy ajena, para desgranar, una tras otra, las circunstancias sociales y educativas que convergen hacia la escena central del libro.

Porque este libro narra el difícil (parece, hasta épico) enfrentamiento a su primera noche de bodas de una pareja recién casada, noche a la que los dos acuden vírgenes. Cuestión que se plantea en la primera frase del libro.  A partir de ahí, la novela se esfuerza en detallar todos los factores que provocan esa situación, incluso en 1962, tan anómala. No sé si el libro es una proclama para promover el sexo prematrimonial, para estimular una educación más franca y abierta sobre la cuestión, por parte de padres o de sociedad, para evitar que situaciones así se produzcan. Insisto, ni idea de la intención de McEwan sabiendo, que, en Sábado, por ejemplo, es directo, preciso, y nada pacato.

Pero es que esta historia de tono ineludiblemente british, la de la relación previa entre estos dos jóvenes de clases sociales diferentes, él, hijo de madre con problemas mentales de clase humilde, ella, hija de profesores de Oxford, bien posicionada, de cómo se conocen, de cuáles son sus inquietudes y sus proyectos de futuro, de cuál es el destino que les espera y qué hecho determina sus vidas, ha colmado, por segunda vez, mi paciencia.

Pocas veces seré tan cruel como para decir que es mucho más amena la nota de la contraportada que el  libro en sí: puede que hasta dé más pistas, como lo hacen los buenos trailer de las películas que luego nos decepcionan. Porque si McEwan quería someter a la sociedad británica de la era pre-pop a una dura crítica, por su mojigatería y sentido del decoro, por su ausencia de carnalidad, le sobran páginas a patadas, le sobra ambientación y atrezzo, le sobran eufemismos y sentido de lo trascendente.

A ver, está bien su estilo y su estructura, no hay queja en ellos, y quien quiera que esta historia le sitúe en otros tiempos, con otras mentalidades, ahí tiene el libro para pronunciarse sobre él. A mí me ha parecido una situación tan alargada, una sutileza y ligereza prolongada y sostenida en el aire, tan magnificada y artificialmente convertida en determinante con tal de llenar páginas, y, al final, tan poco creíble que, incluso leído por segunda vez, he acabado este libro con un sustancial cabreo.


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martes, 18 de junio de 2013

Ian McEwan: Sábado

Idioma original: inglés
Título original: Saturday
Año de publicación: 2005
Traducción: Jaime Zulaika
Valoración: recomendable

Henry Perowne es un hombre feliz. Vaya: la contratapa ya me presenta un mejor augurio que algún otro libro de McEwan. Si bien debo reconocer que el aire british aquí no es tan añejo, sí que me pone algo nervioso el inmediato aroma clasista que trasluce apenas nos adentramos en las páginas de esta novela. Que nos presenta a una idílica familia de triunfadores, una especie de familia Addams del talento multi-disciplinar (conseguido a base de codos y esfuerzo, pero cuyo rendimiento económico es disfrutado sin cortapisas: esta es una novela tan post-2001 como pre-2008) en la que cada pieza encaja en sus goznes, hasta que un hecho casual lo altera. Como McEwan es un escritor solvente, el hecho se enmarca en Londres, en medio de un día de manifestaciones, en medio de tumultos y cortes de tráfico en los que se encuentra Perowne, reputado neurocirujano (alguna de sus intervenciones muy documentadamente descrita por el autor) y hombre feliz, que lo único que quiere es volver a casa tras una dura jornada en el quirófano.

Pero todo se tuerce, y la burbuja de clase alta en la que Perowne y su familia viven plácidamente estalla, y la familia se ve obligada a interactuar con un entorno no tan afortunado como el suyo. Un poco al uso del Sherman McCoy de La hoguera de las vanidades, Perowne se mete con su coche de lujo en un barrio equivocado.  Y ese es el hecho casual que marca la novela. Eso, y el dilema ético del protagonista, que ni con serio peligro de su integridad abandona su profesión y su ética. Todo muy cinematográfico, todo muy bien pergeñado, pero con un tono, a mi gusto, algo excesivamente moralizante. Como si los malos lo fueran tanto que no dejan ni a los buenos que sean buenos. Por lo demás, la ambientación de la novela es muy buena y el estilo de McEwan no tiene nada que se pueda reprochar. Puede que una pizca de frialdad, pero son  indiscutibles su oficio y su eficacia como escritor.

Aunque le sobran unas cuantas páginas para una trama tan sucinta, Sábado es una buena novela. Elegante, visualmente muy efectiva (me sorprende que a nadie se le ocurriera adaptarla para el cine) y con un indudable toque contemporáneo que la hace muy disfrutable. Puede que el tiempo le pase factura algo más aprisa de lo normal. En el mundo de hoy en día ese perfil acomodado de sus personajes resulta algo fuera de lugar. La empatía que causa Perowne, educado y correcto en su afán de ayudar a los demás, veríamos si la causaría si su personaje fuera, no sé, un político o un ejecutivo de banca.


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viernes, 2 de marzo de 2018

Ian McEwan: Amsterdam

Idioma original: inglés
Título original: Amsterdam
Año de publicación: 1998
Traducción: Jesús Zulaika
Valoración: entre recomendable y está bien

Esta es una de esas novelas que van causando una impresión cambiante en el lector (en este lector, al menos) conforme se va avanzando en ella y eso que cuenta con poco más de 200 páginas. La razón quizá radique en que, a priori, desconfiaba un tanto de su lectura: hasta donde yo conozco y, sobre todo, por referencias, tengo a McEwan como el eslabón más débil de la cadena formada por esa generación de escritores británicos que eclosionó en los años 70 y 80, y cuyo más eximio representante, con el permiso, por supuesto, de Martin Amis y Julian Barnes, es el recientemente nobelizado Ishiguro. Amsterdam, sin embargo, es uno de sus libros que tienen mejor prensa, así que tampoco me costó demasiado decidirme a leerlo.

Vaya por delante que McEwan escribe muy bien; a su técnica literaria no se le puede poner un pero e incluso logra, en ciertos momento, y ya que uno de los principales personajes es compositor, trasmitir las sensaciones que se supone nos provoca o nos pretende provocar la música sinfónica, algo nada fácil de expresar con palabras, en mi opinión -de hecho, sospecho que el propio autor sabe de su facilidad para ello, porque se extiende en esta tarea un poquito de más en algún momento-; así que, en un principio, la impresión fue favorable, aunque algo reticente aún...

El argumento, de la novela, sin embargo, no me parecía demasiado prometedor: comienza en la ceremonia de cremación de una crítica gastronómica de mediana edad, fallecida prematuramente y que, por lo visto se trataba de un mujer en especial seductora, donde se encuentran, amén del rencoroso marido, tres de sus antiguos o presentes amantes: un compositor musical de gran éxito, encargado de la "sinfonía del Milenio" (la novela es de finales de los noventa), el director de un periódico nacional y el ultraconservador Ministro de Asuntos Exteriores británico. Los dos primeros son, además, íntimos amigos y enseguida se revelan, y seguirán siéndolo a lo largo de toda la novela, como los auténticos protagonistas de la misma. Puesto que son todos cuarentones, es decir, cuarentones en aquellos años 90 y por tanto, hijos del llamado "baby-boom", la historia parece ir a decantarse por un tono de elegía generacional, algo que a mí en particular no sólo me repele, así de forma genérica, sino más aún cuando se trata de esa famosa y ubicua generación, a la que (he de confesar uno de mis prejuicios de los que soy más consciente y que además no pienso desestimar) tengo una especial tirria.

Por suerte, la novela enseguida parece deslizarse hacia la sátira de esa misma generación que, por lo que se cuenta, en el Reino Unido prosperó durante los años del thatcherismo al tiempo que lo criticaba de forma feroz pero del todo inicua (me refiero a músicos, periodistas... o escritores, no a los mineros que recibían porrazos, claro). Sátira que no puedo sino aplaudir y que también se extiende a la prensa y sus tejemanejes, y la política y los suyos. Si se quiere, incluso se puede tomar como una "fábula moral" acerca de la ambición y el egoísmo... Lástima que, en un cierto momento, la sátira deje paso a la más simple humorada, pero aún así, o quizá por ello (según los gustos), resulta una novelita bastante entretenida y que deja, además el regusto a literatura de cierta calidad. La impresión final es que McEwan, si se pone, es o ha sido capaz de dar bastante más de sí que esto, aunque como tentempié tampoco está mal.


Otros títulos de Ian McEwan reseñados en Un Libro Al Día: aquí

miércoles, 6 de marzo de 2019

Ian McEwan: Los perros negros

Idioma original: inglés
Título original: Black Dogs
Traducción: Maribel De Juan
Año de publicación: 1992
Valoración: Recomendable, por lo menos

No le tenía yo muy bien ubicado a Ian McEwan dentro de aquella generación Granta, ya se sabe, esos autores ingleses  que surgen en las últimas décadas del siglo pasado y prolongan sus éxitos hasta culminar en el Nobel de Ishiguro. Mejor dicho, me gusta Rushdie, me divierte Kureishi y me interesan a veces Amis, Swift o Barnes, pero no termino de pillarles el punto, no hay algo que me entusiasme como para dejarme una marca ‘de grupo’, la impresión definitiva de que ahí hay algo realmente grande y potente. Así que lo intento esta vez con McEwan, y una obra en principio no excesivamente conocida ni prestigiosa.

El joven Jeremy nos explica para empezar una singularidad de su infancia: habiendo quedado huérfano a los ocho años, tiene el comprensible –aunque entiendo que no muy frecuente- impulso de establecer lazos especiales con los padres de sus amigos. Aprovechando la ausencia de sus colegas, charla con sus progenitores, se comporta como un adulto y recobra con ellos los lazos filiales que seguramente echaba de menos. Al cabo de los años, Jeremy, ya casado y con hijos, no ha perdido su vieja inclinación, e inaugura una estrecha relación con sus suegros, una pareja que vive separada desde su mismo viaje de bodas. Los perros negros viene a ser una colección de apuntes sobre el peculiar matrimonio, que su yerno proyecta convertir en una especie de biografía.

El narrador va dejando sus impresiones a partir de las largas conversaciones y horas compartidas con los ya muy maduritos June y Bernard Tremaine. June vive en una residencia, aquejada de una enfermedad degenerativa, y su marido (del que nunca llegó a separarse legalmente) mantiene un alto grado de actividad político-intelectual. Cuando se conocieron, ambos pertenecían al Partido Comunista, y parte de la narración se dedica a indagar sobre las causas de sus respectivos desenganches de la ortodoxia. Su perspectiva política fue siempre muy diferente: ella, idealista, con la mirada siempre puesta en los principios, en los grandes objetivos finales; él, pragmático y estratega, concibe la política como pensamiento científico, alejado de las masas.

Pero la divergencia en torno a una ideología común encierra algo más profundo, una diferente posición ante la vida, la espiritualidad que florece en ella y desconcierta a Bernard, el apego de éste a lo empírico e inmediato, que June no entiende ni asume. Una incompatibilidad definitiva, radical, a la que la vieja enferma no dejó de dar vueltas durante el resto de su vida, y a la que Bernard se plegó sin demasiado problema. Ninguno de los dos dejó de amar al otro, pero ese muro persistió para siempre a pesar, como a veces ocurre, de haberse levantado en el momento más inesperado, producto de un extraño y desagradable incidente que el lector sabe que ha ocurrido, pero desconoce en qué consiste hasta cerca del final.

Sin mucha atención a lo cronológico, Jeremy va contando sus encuentros con los dos ancianos, escarbando en sus memorias, y por ahí vamos viendo pequeñas grietas, sospechando que algo se rompió, intentando juntar las piezas para tener un dibujo coherente sin conseguirlo del todo. Y es cuando el narrador vuelve a la casa familiar cuando brota finalmente la antigua verdad, como si estuviera anclada a la tierra donde ocurrió. Se ve que McEwan dosifica la información y la coloca donde quiere, y el recurso está bien manejado y es eficaz, porque entretanto va añadiendo elementos que enriquecen la historia, como las experiencias propias de Jeremy, o la sombra proyectada por la realidad histórica, desde las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín. Y lo que sabemos que es el estallido central del relato se mantiene oculto y sólo podemos ver sus efectos.

Hay también otros síntomas de buena literatura: personajes interesantes, con la complejidad poco llamativa pero real de cualquier individuo corriente; un hilo de ironía muy fina, tenue, no necesariamente ‘inglesa’, que recorre todo el relato; una distancia media entre el narrador y sus protagonistas, que pone en valor sus relaciones y da autenticidad a la historia. Pero la destreza del autor se manifiesta sobre todo al abordar escenas concretas: hay dos o tres situaciones de enorme tensión, muy duras, que se resuelven con maestría, sin perder el ritmo ni el pulso de la narración, lo que habla muy bien de la capacidad de un escritor para tener su relato siempre calibrado y bajo control.

A cambio, a la novela le falta quizá una estructura más sólida. De las confesiones y andanzas de June y Bernard sólo nos interesan cosas parciales, quizá lo que cuentan no dé para las páginas que ocupa, el relato parece tomar caminos diferentes que luego quedan más bien en poca cosa. De esta forma queda un texto algo gaseoso, sin que sepamos bien qué es exactamente lo que McEwan quiere contar. Esa endeblez del conjunto da lugar a que el interés del lector quede a ratos diluido, y sólo esas escenas potentes pero aisladas nos permiten recuperarlo de tanto en tanto. Vale que podríamos pensar en la huella de toda una vida (dos, en este caso), con su correspondiente carga de encuentros y desencuentros, de vacíos y llanuras emotivas, pero en todo caso la sensación que queda es la de un relato que podría tener bastante más peso, algo que parece escrito sin un plan determinado, sin un objetivo, aunque, eso sí, brilla la mano del escritor para narrar hechos concretos. Una historia un pelín deshilachada pero, con todo, recomendable.


Un montón de reseñas de McEwan: aquí

jueves, 7 de octubre de 2010

Grandes villanos literarios: Briony en Expiación de Ian McEwan

Idioma original: inglés
Título original: Atonement
Año de publicación: 2001
Valoración: Muy recomendable



Mi querida Briony,

Sí, ya lo sé, a ti no se te puede llamar mala persona, pero reconoce que hace muchos años fuiste una adolescente malcriada que se creía más lista que nadie cuando aún no sabía nada de la vida. Actuaste por tu cuenta y eso perjudicó a mucha gente. Aún así, perdóname por llamarte villana, no olvido que tu maldad fue circunstancial y, por tanto, no se te puede colocar en el mismo nivel que a otros malos literarios. Pero me inspiras tanta ternura y, a la vez, me subleva tanto releer los incomprensibles hechos que protagonizaste, que no he podido resistirme a traerte aquí. Eres inteligente, me consta, por eso no dudo que vas a entenderme muy bien.
Porque Briony, mi niña, ¿en qué estabas pensando? ¿Cómo podías creer con tanta firmeza que entendías de qué iba el amor verdadero mejor que los adultos? Y más en una época en que a los niños se les convertía en sordos y ciegos, se les mentía y mantenía apartados de lo que se denominaban las cosas de la vida. Tu concepto del amor servía muy bien para llevar a cabo esas obritas dramáticas que construías para entretener a tus familiares, nunca para situarte a su nivel y suponer cosas. No estabas madura para ello. Sí, ya sé que es muy tarde para hacer reproches, pero tienes que entenderme: tus lectores desearíamos poder parar el reloj, poner los pies en la famosa escena y colocarte una mordaza para que reflexionases el tiempo necesario. Es verdad que entonces nos hubiéramos perdido una estupenda y complejísima novela ambientada casi toda en la primera mitad del s. XX con Guerra Mundial incluida, pero como eso sucedería después de haberla leído, nos podríamos quedar con lo uno y con lo otro. ¿Qué no es posible obtener dos cosas opuestas, dos realidades que se contradicen entre sí? ¿Qué hay que elegir entre ambas? Es verdad, tienes toda la razón. Esta es, probablemente, una de las enseñanzas que has sacado del gran drama que viviste. Sé que todo aquello te enseñó mucho pero estoy segura de que no te compensó. Es más, imagino que toda tu vida estuvo marcada por aquel incidente y eso no se lo deseo a nadie.
Con estas líneas, Briony, te mando todo mi afecto, no puedes imaginar cuánto te admiramos todos los que conocemos tu historia. Sí, a pesar de todo. Tú ya sabes por qué. Sin embargo, la película basada en tu vida no te hizo justicia en absoluto pues, al tener que simplificar una trama tan larga, prescindió de toda tu grandeza y te dejó a la altura del betún. Algo que se puede remediar en parte recomendando, tanto a los que la han visto como a los que no, que lean la novela. Y, con esto, ya sólo me queda despedirme con un gran abrazo y desearte de todo corazón que descanses en paz.

Todas las reseñas sobre Ian McEwan en ULAD: aquí

miércoles, 3 de junio de 2020

Ursula K. Le Guin y David Naimon: Conversaciones sobre la escritura

Idioma original: Inglés
Título original: Conversations on writing
Traducción: Núria Molines Galarza
Año de publicación: 2018
Valoración: Interesante




Abordar un libro de entrevistas a un autor consagrado es —si nos apropiamos del mantra de Forrest Gump— como abrir una caja de bombones. Son libros cuya reseña siempre me resulta enormemente difícil y cada vez que publico una me juro y me perjuro que será la última. Y aquí estamos otra vez. 

Efectivamente, nunca sabes lo que va a salir cuando abres uno de estos libros porque el ángulo y el rigor del entrevistador que plantea las preguntas juega un papel determinante y porque cada entrevistado tiene su talante, su ego y sus manías. Y es que, así como La Frantumaglia proclamaba «Bienvenida a mi profundo e intenso mundo interior-literario» y Conversaciones con Ian McEwan destilaba ese «Puedo opinar con consistencia sobre cualquier cuestión que se me plantee», Conversaciones sobre la escritura sería algo así como «Escribir es mi manera natural de contribuir a que todo sea mejor, si eso es posible». (*) 

Resumen resumido: El escritor David Naimon y Ursula K. Le Guin se reúnen en tres ocasiones para hablar sobre narrativa, poesía y ensayo, las dos primeras en la KBOO, una modesta emisora del East Side de Portland, y la última en casa de la propia autora. 

La decisión de estructurar las conversaciones en tres bloques temáticos puede parecer demasiado rígida a primera vista, pero funciona muy bien ya que Ursula K. Le Guin tiene experiencia en las tres y, lo que es mejor, las ideas muy claras. David Naimon, por su parte, es un fan declarado de la autora pero no por eso cae en la anécdota o el menudeo; conoce la obra, tiene una idea bastante acertada de «lo que mueve» a la autora y sabe poner el foco en las cuestiones de calado. Las conversaciones que se desarrollan a partir de ahí pivotan siempre alrededor de la literatura y la narrativa al tiempo que ofrecen un retrato muy sincero de la mirada de Ursula hacia el mundo. 

La única y gran decepción que me ha proporcionado Conversaciones sobre la escritura es su extensión: apenas alcanza las cien páginas, incluyendo los fragmentos de las obras de la autora que irrumpen puntualmente entre las conversaciones. Sin embargo me doy cuenta de lo mucho que eso tiene que ver con la personalidad de Ursula K. Le Guin, una mujer lúcida, directa e inteligentísima y con cero tendencia al regodeo: 
«Si escribes una villanesca, pues leñe, escribes una villanesca y sanseacabó. No escribes algo parecidito y vas diciendo que es una villanesca. Las normas hay que tomárselas en serio y, al seguirlas, verás que la necesidad de tener que cumplir con ciertos requisitos te da algo que hacer. No sé por qué siempre es así y siempre funciona.» 
La voz de Ursula K. Le Guin es poderosa y transmite mucha verdad; no hay puesta en escena, ella habla así para la entrevista, tal como debe hablar en su casa mientras hace una ensalada de patata y eso, en esta era del postureo cegador es todo un acto de generosidad hacia el lector. 

Sobre la valoración, digo Interesante pero no puedo decir Recomendable porque las entrevistas a escritores no son lecturas mainstream, por así decirlo. Conversaciones sobre la escritura no ofrece, para nada, una inmersión en los mundos ficticios de la autora ni un repaso de los pormenores de su vida. A mí me ha servido para acercarme a ella, comprender los mecanismos que la llevan a escribir como escribe e interesarme por su faceta ensayística. Sospecho que me ganó definitivamente en este punto: 
«Cuando Maybeck planeaba una casa se imaginaba la familia que acabaría viviendo allí. No diseñaba una “máquina para vivir” o para expresar su ego, como hacen muchos arquitectos (algo que suele alabarse). Hacía todo lo contrario y aun así las “Maybecks” son perfectamente reconocibles.» 
Qué maravilla. Casi tanto como lo que hizo en 2014 al recoger la Medalla a la distinguida contribución a las Letras Americanas de la Fundación Nacional del Libro en el 65° National Book Awards. Disponía de seis minutos para dar un discurso y decidió prepararlo a conciencia resultando una maravillosa amalgama de ironía, dulzura y lucidez incontestable, con la que repartió collejas a toda la concurrencia. El vídeo se hizo viral. Escuchadla con detenimiento y si al acabar no la adoráis de pies a cabeza es que no tenéis ni una gota de sangre en las venas. 

(*) Con qué desfachatez pongo afirmaciones en boca de, ni más ni menos que, Elena Ferrante, Ian McEwan y Ursula K. Le Guin.


martes, 18 de enero de 2022

Ian McEwan: Máquinas como yo

 Idioma original: inglés

Título original: Machines Like Me

Año de publicación: 2019

Valoración: Muy recomendable



“En el otoño del siglo XX, llegó al fin el primer paso hacia el cumplimiento de un viejo sueño: el cumplimiento de la larga lección que nos enseñaríamos a nosotros mismos: que por complicados que fuéramos, por imperfectos y difíciles de describir, se nos podría imitar y mejorar.”

 

Antes de entrar en materia quiero dejar claro que la máquina es, precisamente, McEwan. ¿Cómo si no sería capaz de publicar una novela en septiembre y otra –novela corta, es cierto– en enero del siguiente año? Si añadimos que su carrera literaria comenzó hace más de cuarenta años intuimos algo sobrehumano en él, si eso fuera posible. Pero es él quien quiere hablarnos de humanoides en su versión cibernética. Para ello, y al contrario de lo que cabría esperar, nos sitúa en el Londres del siglo pasado (años 80) aunque alterándolo sensiblemente. Para empezar, el mundo está mucho más adelantado que este nuestro del siglo XXI, aunque hablando de ciencia nunca se sabe en qué fase están ahora los científicos pues, en relación con la inteligencia artificial, cada día llegan nuevas noticias de avances asombrosos. No obstante, y en mi descomunal ignorancia, me cuesta creer que hechos como los que abordaré a continuación puedan ocurrir en algún momento de la historia, ni lejano ni próximo.

Ya desde el principio, no nos queda más remedio que olvidar lo que sabemos de la evolución del conocimiento, hechos históricos, circunstancias sociopolíticas y hasta humanas. Kennedy, por ejemplo, no murió en Dallas, quien sufre un atentado en mitad de la acción es un tal Tony Benn, primer ministro, Alan Turing sigue vivo y juega aquí un papel fundamental, lo que ocurrió en las Malvinas no es lo que se nos cuenta etc.etc. Como ven, la distopía funciona hacia atrás, de forma parecida a lo que sucede en La conjura contra América. La diferencia consiste en que Roth lanzaba una premisa clara y el resto de las circunstancias se derivan en cascada de ella, esto inculca en el lector un esquema claro de la fisonomía social que se describe. Aquí, en cambio, andamos a ciegas, sin saber por dónde nos movemos, y eso produce una especie de vértigo conceptual. Aún así, el análisis social, a veces con conclusiones más que discutibles, es interesante y nos enfrenta a dilemas todavía sin resolver o que acaban de surgir en nuestra época.

De forma parecida a cómo trabajan los creadores de autómatas, McEwan imagina unos rasgos para su criatura/protagonista, lo echa a andar y observa cómo se desenvuelve. El tal Charlie, un soltero en la treintena que ha abandonado empleos anteriores y vive, aunque muy precariamente, de sus ganancias en Bolsa, está a punto de iniciar una relación con Miranda y ha decidido comprar un robot tan humanizado que, siguiendo las instrucciones del fabricante y una vez retocada la programación a gusto del usuario, podría dar el pego a cualquiera. El artefacto en cuestión –y a quien haya leído la novela le costará llamarlo así– forma parte de una primera hornada de adanes y evas que, como se verá más adelante, solo tienen en común el nombre, ya que su talante será (casi) tan diverso como el de los seres humanos entre sí.

Una vez asumida la cuasi humanidad de este Adán, podemos hablar de tres coprotagonistas, pues lo que se narra son las incidencias vitales de los personajes, de cada uno con sus peculiaridades y de la interacción entre ellos. Una convivencia peculiar, la de una mujer, un hombre y un autómata. A la cuestión, obvia, del alcance técnico que puede tener un experimento como este se añaden, y van adquiriendo un papel fundamental, los planteamientos éticos, los de los tres, todos ellos tan sutiles y discutibles como suelen producirse históricamente cada vez que la evolución brusca en cualquier aspecto de la vida cambia radicalmente los esquemas y nos deja fuera de juego.

No iré más allá, les dejo con la(s) sorpresa(s), pero adelanto que se van a divertir, que se harán multitud de preguntas y que, muy probablemente, mantendrán la intriga hasta la última página. A los que ya han leído la novela y a los que la lean a partir de ahora, les dejo con algunas preguntas: ¿Tiene razón Turing –personaje ficticio– cuando se enfrenta a Charlie? Al margen de los reproches morales que se pueda hacer a la pareja, ¿no se ha otorgado a Adán una libertad excesiva y una confianza que no merecía en absoluto? ¿Se puede programar a un robot para que desarrolle una complicidad que los seres humanos biológicos ya traemos de serie por muy diferentes que seamos? (Esto nos conduce a una conclusión esperanzadora: para quien ha debido entenderse con una máquina pensante, la mente de un niño es como un libro abierto). ¿Qué hacer cuando has adquirido un artículo de uso doméstico que, a su vez, se considera tu padre? Aquellos Principios de la robótica ideados por Isaac Asimov ¿eran solo un artificio literario o podrían ponerse en práctica en la vida real si se llegase a dar el caso (algo, como digo, altamente improbable)?

Traducción; Jesús Zulaika 


Muchos libros de McEwan o sobre él: Aquí

jueves, 8 de marzo de 2012

Respuestas al Quiz

Con motivo del tercer cumpleaños del blog el pasado 1 de marzo, preparamos este quiz literario para que vosotros, fieles lectores para los que publicamos una reseña al día, pudierais comprobar cuánto habéis aprendido sobre libros, sobre el propio blog y sobre los autores del blog en estos tres años (¡¿TRES AÑOS!?)... o el tiempo que llevéis siguiéndonos.

Como lo prometido es deuda, a continuación encontraréis las respuestas a las preguntas y un baremo uladiense con el que medir el éxito de vuestra participación en el concurso (sí, al más puro estilo Super Pop o Bravo).


RESPUESTAS:

1. ¿En qué obra de teatro isabelina se la lía parda el Correos de la época a una pareja de jóvenes amantes? Romeo y Julieta, de William Shakespeare.

2. ¿Con qué colección de ¿poemas? nos muestra su lado más pícaro un autor que normalmente escribía fábulas sobre cigarras y hormigas? El jardín de Venus, de Félix María Samaniego.

3. ¿Para qué distopía bibliófoba nos vendría bien ir entrenando la memoria, por si las moscas? Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.

4. ¿En qué obra de teatro resulta de vital importancia el nombre del protagonista? La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde.

5. ¿Qué libro canónico, poblado de seres verdes y morados y catalogado como "repugnante", confesamos haber reseñado sin leerlo? El Libro de Urantia.

6. ¿Qué novela resulta, debido a la inapropiada -o, ejem, ilegal- relación entre sus protagonistas, repulsiva a la par que deliciosa? Lolita, de Vladimir Nabokov.

7. ¿Qué novela corta, ambientada en una travesía de barco, se articula en torno al ajedrez? Novela de ajedrez, de Stefan Zweig.

8. ¿En qué novela se nos va por las ramas el aristocrático protagonista? El barón rampante, de Italo Calvino.

9. ¿Y en qué novela el autoculpabilizado personaje principal no sale de debajo de las ramas? La higuera, de Ramiro Pinilla.

10. ¿Qué autor es reseñado asiduamente por Jaime, como parte de un taimado plan para dominar el mundo? Jorge Luis Borges.

11. ¿Cuál es el género cuya principal reseñadora es Izas? Cómic / novela gráfica.

12. ¿Qué novela de García Márquez amenaza con provocar un duelo a florete entre Jaime y Santi? El otoño del patriarca.

13. ¿Qué autor portugués usa el nombre de un animal acuático (pero no un pez) para hacer una metáfora del Portugal salazarista? Cardoso Pires (El delfín).

14. ¿Con qué reseña empezamos el blog hace tres años yparecequefueayercómopasaeltiempo? La tregua, de Mario Benedetti.

15. ¿Cuál fue el título español de la novela húngara cuyo título original significa "Las velas ardieron hasta el final"? El último encuentro, de Sandor Márai.

16. ¿En qué afamada y tochácea novela algunos de sus protagonistas llegan al monte de su destino? El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien.

17. Y, puestos a hablar de montes, ¿en qué otra novela el protagonista dice haber llegado "a la cumbre de su buena fortuna"? El Lazarillo de Tormes.

18. ¿Cuál es la novela en la que una roca es la que se encarga de contarnos la historia? Sueño en el pabellón rojo (también llamado Memorias de una roca), de Cao Xueqin y Gao E.

19. ¿Qué gran amor hindú resulta frustrado a causa de la división social en castas? El dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy.

20. ¿En qué novela valenciana cuyo asunto es la corrupción inmobiliaria se inspira una serie de TV? Crematorio, de Rafael Chirbes.

21. ¿Cómo se llama la adolescente que, por sacar conclusiones precipitadas, cambió el rumbo vital de toda una familia y el suyo propio, y tuvo por ello que expiar su culpa? Briony en Expiación, de Ian McEwan.

22. ¿Qué autor imaginó lo que hubiese ocurrido si EEUU no hubiese participado en la Segunda Guerra Mundial? Philip Roth en La conjura contra América.

23. ¿Qué ensayo, reseñado en este blog con cierto distanciamiento, se considera la "biblia" de los activistas del 15 M? ¡Indignaos!, de Stephan Hessel.

24. ¿En qué serie de libros el invierno parece uno de los protagonistas? Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin.

25. ¿Cuál es la obra en la que el veneno vertido en un oído provoca toda la trama? Hamlet, de Shakespeare.


BAREMO DE SABIDURÍA ULADIENSE:

  • 21-25 respuestas acertadas: "¡SOY EL QUE MÁS SABE DE ULAD DEL MUNDO!".
  • 16-20 respuestas acertadas: "Mi nivel de frikismo uladiense ha llegado a límites inconfesables".
  • 11-15 respuestas acertadas: "Si ULAD fuera El Señor de los Anillos, yo sería Sam. Pero quiero llegar a ser Frodo. O Gandalf. ¡O Sauron!"
  • 6-10 respuestas acertadas: "Que no cunda el pánico: aún soy joven -si no de cuerpo, de mente- y tengo mucho tiempo para ponerme al día con el blog".
  • 1-5 respuestas acertadas: "Bueno, no está mal: sé lo que es un libro. Ahora tengo que averiguar qué son esos bichitos negros que hay en todas las páginas"
  • 0 respuestas acertadas: "Estoy haciendo algo mal con mi vida: debería dejar el trabajo, abandonar a mi pareja, dar en adopción a mis hijos y a mis mascotas y encerrarme en una biblioteca pública hasta el fin de mis días. O hasta que acierte al menos cinco respuestas en el próximo quiz ULAD".

... ¿Y bien? ¿Qué tal os ha ido? ¿Qué respuestas habéis acertado y de cuáles no teníais ni repajolera idea? ¿Os pareció demasiado fácil o difícil el quiz? ¡Contádnoslo en los comentarios!

viernes, 1 de enero de 2010

Predicciones para 2010

Los que hacemos Un libro al día nos ponemos el disfraz de adivinos por un día, y proponemos una lista de acontecimientos relacionados con la literatura que tendrán lugar a lo largo del 2010. Algunos son obvios, otros son más bien apuestas personales y otros son cosas ya anunciadas pero que, en cualquier caso, conviene marcar en la agenda.

  1. 2010 será el año del despegue definitivo del ebook en España, gracias a la digitalización de una parte importante del catálogo editorial en español.
  2. En 2010, el Premio Cervantes será español. Puestos a apostar, apostamos por Juan Goytisolo.
  3. La adaptación literario-cinematográfica del año: Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton.
  4. El best-seller del año volverá a ser una novela histórica (después del paréntesis policiaco de la saga Millenium).
  5. Desde 2003, todos los Premios Nobel han sido europeos; este año toca cambiar. ¿Por qué no Hispanoamérica? Entonces los candidatos mejor posicionados serían, probablemente, Vargas Llosa y Carlos Fuentes -aunque con el Nobel últimamente nunca se sabe.
  6. En 2010 se cumplirán 100 años del fallecimiento de Tolstoi y Mark Twain; 100 años del nacimiento de Jean Genet y Torrente Ballester; 100 años de la publicación de Howards End y El fantasma de la Ópera.
  7. Para 2010 han anunciado la publicación de una nueva novela, entre otros, Philip Roth, Paul Auster, Joyce Carol Oates, Don de Lillo, Ian McEwan o Bret Easton Ellis
  8. A lo largo de este año, Google Books llegará a un acuerdo con diversos gobiernos europeos y americanos para evitar pagar multas por monopolio y por infringir derechos de autor, y se convertirá (o se afianzará) como el principal digitalizador de fondos documentales del mundo.
  9. Es casi imposible adivinar a quién le caerá el Premio Príncipe Asturias de las Letras, pero como hablar es gratis, nuestro favorito es Milan Kundera -que también ha sonado para el Nobel durante años.
  10. En 2010, Un libro al día cumplirá un año de vida y alcanzará las 500 entradas.

Quienes hacemos este blog esperamos que sigáis acompañándonos y que tengáis un gran año de lecturas.

¡Feliz 2010!

jueves, 27 de diciembre de 2012

Julian Barnes: El sentido de un final

Idioma original: inglés
Título original: The sense of an ending
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable

Los escritores británicos contemporáneos (algunos escritores británicos contemporáneos, por lo menos) tienen la capacidad de ser divertidos sin resultar triviales -una capacidad, por otra parte, muy cervantina-. En la literatura española actual, si se quiere hacer humor se recurre casi siempre al humor absurdo o al juego lingüístico; pocas veces se recurre a la ironía fina, no necesariamente hiriente, como forma de distanciamiento, de crítica e incluso de conocimiento de la realidad. Será porque en Gran Bretaña (y en Irlanda) existe una larga tradición de escritores ingeniosos, satíricos y humorísticos, tan prestigiosos como los escritores "serios": Oscar Wilde, Chesterton, Jonathan Swift... y más recientemente Roald Dahl, Saki, Woodehouse...

Efectivamente, Julian Barnes (como Nick Hornby, como Zadie Smith, como Ian McEwan cuando le apetece...) tiene esta capacidad para contar historias trágicas con una media sonrisa (tongue in cheek, con la lengua en la mejilla, se dice en inglés). Esto ya se notaba en Nada que temer, un libro que era una reflexión sobre la muerte que entretenía y hasta hacía reír; y también en El sentido de un final, cuya trama es digna de un culebrón venezolano pero que se salva de serlo, entre otras cosas, por su ligereza y su humor.

El sentido de un final empieza como una novela sobre la amistad: tres chavales adolescentes, entre ellos el narrador, reciben en su pandilla a un cuarto, Adrian, más inteligente, más brillante y (todavía) más pedante que ellos. De pronto surge otra subtrama: la relación amorosa del protagonista, Tony, y Veronica, una muchacha algo extraña con la que las cosas no terminan bien. Poco después descubrimos que las dos tramas son la misma: el clásico triángulo amoroso con final trágico (y no digo más para no destripar el argumento). La segunda parte de la novela transcurre varias décadas más tarde, cuando el narrador recibe algunos documentos que revuelven su conciencia, e intenta saldar cuentas con el pasado.

Aunque suene a chiste, lo que menos me ha gustado de El sentido de un final es precisamente su final, porque es donde el aire a culebrón se desboca. El profesor de literatura que protagoniza El chico de la última fila, de Juan Mayorga, le explica a su alumno que un final debe ser al mismo tiempo necesario y sorprendente. El final propuesto por Julian Barnes, desde luego, es sorprendente, pero de necesario tiene muy poco; más bien es bastante excesivo, diría yo...

Sé que Julian Barnes tiene muchos y muy apasionados defensores; sin ir más lejos, esta novela ganó el Man Booker Prize. Personalmente, no creo que sea una obra maestra, pero sí una novela entretenida y con más profundidad de lo que puede parecer. En cualquier caso, Julian Barnes es un autor al que apetece seguir leyendo, a la espera de descubrir su obra maestra...

También de Julian Barnes en ULAD: Aquí

lunes, 18 de diciembre de 2017

Lo mejor del 2017, ULAD dixit

Marc Peig dice:

Juan G. B. dice:

Koldo CF dice:
  • Novela en lengua extranjera: Solenoide (Mircea Cartarescu)
  • Novela hispanoamericana: La casa grande (Álvaro Cepeda Samudio)
  • Relatos en lengua extranjera: En el corazón del corazón del país (William H. Gass)
  • Relatos hispanoamericana: Seres queridos (Vera Giaconi)
  • Ensayo en lengua extranjera: Los primeros editores (Alessandro Marzio Magno)
  • Ensayo hispanoamericana: Librerías (Jorge Carrión)
  • Relectura del año: El astillero (Juan Carlos Onetti) 
  • Decepción del año: Un hombre enamorado "de sí mismo" (KOK)
  • Mención honorífica: Los libros de relatos de escritoras latinoamericanas, como Giaconi, Enríquez o Baudoin.
  • Propósito 2018: Apuntarme al gimnasio y sacar a Marc del lado oscuro knausgardiano

Carlos Andia y sus preciadas estatuillas:
  • Mejor novela: 'La grande', de Juan José Saer. Menciones especiales para 'Abril rojo', de Santiago Roncagliolo, y 'La invención de Morel', de Adolfo Bioy Casares. Vamos, que todo queda en el Nuevo continente.
  • Mejor relectura, y mejor obra de teatro, y mejor casi todo: 'Divinas palabras', de Ramón del Valle-Inclán.
  • Mejor obra dramática (después de 'Divinas palabras'): 'Esperando a Godot' de Samuel Beckett (reseña en breve)
  • Mejor clásico (después de 'Divinas palabras'): 'Los hermanos Karamazov', de Fiódor Dostoyevski
  • Mejor libro de relatos'Historia universal de la infamia', de Jorge Luis Borges
  • Peor libro de relatos'Alevosías', de Ana Rossetti
  • Mejor libro de historia/pensamiento/política'La ciudad en la historia', de Lewis Mumford
  • Mejor libro de arte/estética'Apariencia desnuda', de Octavio Paz
  • Descubrimiento del año'Imposibles impensables', de Santi Pérez Isasi
  • Decepciones varias: para qué comentarlas (tampoco son tantas, eh?)
  • Objetivos para el 2018: 'Tristram Shandy', que voy posponiendo demasiado tiempo, y algunas cosillas de narrativa reciente que van a merecer la pena. Y a lo mejor le doy otra oportunidad a Houellebecq.

Oriol Vigil dice:
    • Mejor novela: Pregúntale al polvo, de John Fante.
    • Peor novela: Lunar Park de Bret Easton Ellis.
    • Mejor novela de terror: Otra vuelta de tuerca, de Henry James.
    • Mejor novela gráfica: El paraíso perdido, de Pablo Auladell.
    • Mejor libro sobre arte: Historia de seis ideas, de Wladyslaw Tatarkiewicz.
    • Mejor antología: Entre Ciudades invisibles, de Italo Calvino y Todos los cuentos, de Cristina Fernández Cubas.
    • Mejores ensayos: Ante el dolor de los demás, de Susan Sontag, La banalidad del mal, de Hannah Arendt y Ética a Nicómaco, de Aristóteles.
    • Mejores redescubrimientos: Memorias del subsuelo, de Fiódor Dostoievski y Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol.
    • Decepciones (obra que era muy buena y se está yendo al garete): Berserk, de Kentaro Miura. ¿Por qué le ha tenido que llegar El Eclipse a este manga? ¡¿Por qué?!
    • Placer culpable: La pistola de mi hermano (Caídos del cielo), de Ray Loriga.
    • Libro tristemente necesario: Carta sobre el comercio de libros, de Denis Diderot.

      Beatriz Garza dice:
      • Libro del año: Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan
      • Tochonovela del año: no gasto de esas, gracias
      • Relectura del año: El turista accidental, de Anne Tyler
      • Decepción del año: La soledad de los números primos, de Paolo Giordano
      • Lectura abandonada a medias que pretendo retomar: Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald
      • Libro que voy a leer antes o después: Prohibido nacer, de Trevor Noah
      • Autor descubrimiento del año: Delphine de Vigan
      • Propósitos de 2018: descubrir a Siri Hustvedt (previo asesoramiento de Marc), y a Stephen King (sí, lo reconozco, my fault). Leer más novela gráfica. 

      Carlos Ciprés dice:
      • Ensayo revelador: Leer es un riesgo, de Alfonso Berardinelli
      • Descubrimiento a buenas horas: Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sanchez Ferlosio
      • Momentazo donostiarra: La ciudad, de Karmelo C. Iribarren
      • Lectura fascinante: Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín
      • Otra lectura fascinante: Crui. Els portadors de la torxa, de Joan Buades
      • Novela gráfica: Pobre cabrón, de Joe Matt
      • Pequeñas decepciones: La vuelta al día, de Hipólito G. Navarro, Moby Dick, de Herman Melville, Les dones i els dies, de Gabriel Ferrater
      • Propósitos para 2018: Releer a Sciascia, de pe a pa. Acabar el año con un resumen plagado de libros reseñados. Y que ustedes lo disfruten.

      Santi dice:

      Francesc Bon opina:
      • He tenido años mejores
      • No tocar ni con un palo: Cualquier obra de todos esos autores que creen que puede escribirse un libro a base de frasecitas trascendentes enlazadas una a una con dos personajes que van pasando por ahí de vez en cuando a pasarle lametones por la cara a su CREADOR. Vosotros ya sabéis quiénes sois
      • Lo mejor de este año: El vendido de Paul Beatty
      • Accésit "lo bueno si breve dos veces bueno":  La uruguaya de Pedro Mairal
      • Destacados locales: Aunque caminen por el valle de la muerte de Álvaro Colomer
      • Propósitos de año nuevo alternativos a los gimnasios y adelgazar y no ser tan pedante: algún Gaddis de los que quiebran la muñeca, el máximo de Rodoreda que sea capaz de mantener mi criterio con algo de credibilidad
      • Abandonos sonados de los que no voy a arrepentirme: La quinta estación, de N.K. Jemisin (moraleja: lo mío no es la sci-fi), Patria, (de ya sabéis quien y no me da la gana ni poner el vínculo), y otras decenas no dignas de mención
      • Nuevas esperanzas: por favor, algún ensayo de Houellebecq o Franzen o Tom McCarthy
      • Lista de deseos: tiempo 
      Montuenga dice:

      FICCIÓN:

      NO FICCIÓN: